Muy lejos de Uthird, a varios años luz de distancia, se encontraba una ciudad resplandeciente. La vista era maravillosa, pero en un edificio abandonado al que la luz no alcanzaba, se divisaba a una misteriosa figura. Era una persona encapuchada, vestida con una larga túnica de tono rojizo, descansando en su interior. La figura, al retirar la capucha, reveló ser una hermosa mujer con un tono bronceado perfecto en su piel, una melena larga en tonos grises y negros, ojos grises y unas orejas de mapache que intentaba ocultar bajo la capucha. Su postura y expresión dejaban claro que no se sentía cómoda y deseaba pasar desapercibida.
–Qué ciudad más ruidosa. –Murmuró la enigmática mujer.
Mis disculpas por la confusión anterior. Aquí está el párrafo corregido siguiendo el formato que deseas, con guiones para los diálogos:
– Venga Raiden, para un paladín no debe existir el miedo, los miedos solo te hacen dudar. –Dijo la espada. –Tómalo compañero.
Raiden miró a la espada incómodo, se encontraban en una librería y la espada incitaba a Raiden a tomar la última revista Playboy. Raiden extendió su mano lentamente para tomar la revista y, en cuanto la agarró, salió corriendo dejando el dinero en la mesa sin hablar con nadie en su camino a un lugar menos concurrido.
– Bien hecho compañero, ahora veamos nuestro tesoro. –Dijo la espada con un tono emocionado en su voz.
Raiden abrió la revista sin ningún tipo de ilusión por lo que veía.
– Venga hombre, ¿para qué quieres tanta...? –Decía Raiden a la espada, para de pronto mirar al frente y ver frente a él una cara conocida, una joven mujer hermosa con grandes curvas, una larga melena negra, ojos azules y ropas que, junto a su postura, demostraban que se sentía superior en esa situación. Era Verónica, una conocida para Raiden y su espada.
– ¡Sabía que eras un pervertido! –Dijo Verónica para posteriormente darle una cachetada a Raiden.
Muy lejos de estos eventos, a muchos años luz de distancia, en la capital de Varah, Ciudad Cielo, se encontraba a las afueras un pequeño y humilde pueblo con varias casas dispersas. En una de ellas, había varias tumbas en el exterior, y frente a ellas se encontraba una joven. Esta joven era la princesa Kaira, la segunda autoridad más importante de Varah. La princesa era una mujer hermosa de cabello castaño y ojos rosados, más alta que Aiden. Vestía un vestido blanco confeccionado con una tela de alta calidad, y su tiara era de oro brillante, decorada con pequeños cabujones de gemas de un intenso color azul. Sobre su cabeza lucía orejas de felino, y por su espalda se podía apreciar una cola de gato del mismo color que su cabello, adornada con un lazo.
La princesa lloraba frente a las tumbas, en las cuales estaban inscritos los nombres de Iris Qui Dat, Darren Qui Dat, Maya Astross y Aria Lufu. Entre lágrimas, la princesa apartó su mirada de las tumbas y la dirigió hacia el cielo.
–Pude verlo... Pude ver que elegirás destruirnos... –Dijo la princesa para sí misma y luego dirigió su mirada a la tumba de Maya. –Después de todo, estás en tu derecho, no pudiste soportar lo que significa ser el deiak y por eso has decidido incluso matar a las sacerdotisas... Aiden, ¿De verdad las cosas serán así? ¿El odio te convertirá en una amenaza? ¿La historia se repetirá de nuevo? –Dijo la princesa mientras varias visiones volvían a ella sobre un Aiden que hasta ese momento le resultaba irreconocible en esa forma.
–Orobas, Furfur, Vepar... Mis compañeros han caído uno tras otro. Nosotros, que en el pasado ayudamos a que aquel individuo obtuviera los Ojos del Infinito. –Dice la extraña criatura que observaba la ciudad. –Nosotros, que somos los mejor preparados y fuimos dotados de habilidades con un enorme poder destructivo, pero aún así, en este mundo, existe alguien que pudo derrotarlos. Debo investigar a ese individuo; yo no caeré como los otros. Poseo la última de las fuerzas fundamentales de la naturaleza y la más poderosa...
Raiden había corrido hacia el lugar donde se encontró con la persona que había aniquilado a un ente con facilidad, pero allí se encontraba de nuevo la persona encapuchada. Raiden se acercó a ella intentando no espantarla.
–¿Quién eres tú? –Preguntó Raiden extrañado. La chica solo dirigió su mirada hacia Raiden con indiferencia.
–Puedes llamarme Elea. –Respondió la chica encapuchada finalmente. Calibur, la espada de Raiden, se asomó desde su vaina.
–Quería darte las gracias por haber cuidado de mi compañero cuando se desmayó –Dijo Calibur sonriendo emocionado. Raiden se acercó a Elea.
–Sí, quería darte las gracias por eso. Si hay algo en lo que te pueda ayudar... –Dijo Raiden intrigado por la extraña chica, la cual solo lo miró con indiferencia.
–No hay nada que puedas hacer, al menos ya no. –Dijo Elea, y de repente Calibur habló emocionado.
–Ya sé, se me ocurre que, a modo de agradecimiento, podría hacerte mi esposa –Dijo Calibur muy emocionado. Raiden solo le dedicó una mirada de hartazgo. En ese momento, se escuchó por el lado de Elea el sonido de unas tripas rugiendo. Raiden lo comprendió y la invitó a comer. Elea se sentó en un banco del parque, y Raiden fue a un puesto de perritos calientes ambulante.
Mientras Raiden esperaba a que el dependiente le entregase los dos perritos calientes, Calibur se asomó por el hombro de Raiden emocionado.
–Compañero, he pensado que aunque sea la primera cita debería besarla. ¿Tú crees que deba? –Dijo la espada muy ilusionada.
–Lo dudo, no tienes ninguna oportunidad –Respondió Raiden rápidamente. –Además, hemos venido a agradecerle su ayuda. No queremos asustarla, y menos que crea que somos unos degenerados.
Tras esto, Raiden pagó los perritos que le entregó el dependiente y fue con Elea para poder hablar.
Muy lejos de estos eventos, en la tierra de Uthird, en Ciudad Lusin, la princesa Halia estaba en la biblioteca revisando todos los libros usando su nueva habilidad.
–Princesa, aquí tiene los últimos libros que leyó su madre –Dijo una de las damas de compañía de la princesa. –¿De verdad cree que puede encontrar algo que no pudo encontrar antes?
–Con la habilidad de ver los secretos puedo ver si mi madre escondió algo en estos libros, mi madre siempre confió en que conseguiría esta habilidad –Dijo Halia, mientras leía un hechizo oculto en el libro que tenía delante.
–¿Y qué es lo que espera encontrar, princesa? –Dijo la dama de compañía intrigada.
–Sabemos que el anillo de fuego estaba en Ciudad Cielo hasta que fue entregado a los contratistas, también que el anillo de agua estaba en la torre del mar, también sabemos que el anillo de aire está en el palacio de los cielos, resguardado por la princesa Mia y sus gatitos, pero desconocemos el paradero del anillo de tierra. Mi madre siempre tuvo una fuerte conexión con ese atributo, incluso llegó a portar el anillo durante la guerra de los entes, pero ella sabía que ese poder debía ser del deiak y lo ocultó en algún lugar desconocido. Pero debió dejar alguna pista de donde lo ocultó para que la encontrase –Explicó Halia.
–¿Y cómo sabe que el mensaje oculto no era para su hermano? –Preguntó la dama de compañía.
–Bueno, porque mi hermano... es mi hermano, no hay nada más que decir –Respondió la princesa mientras miraba al frente y veía cómo su hermano pequeño dormía frente a ella, un hombre muy parecido a Halia, pero él era más desarreglado. De repente perdió el equilibrio en la silla y se despertó de repente.
–¿Qué pasó, hermanita? ¿Ya has encontrado lo que buscabas? Tengo sueño, creo que me iré a dormir –Preguntó extrañado al ver cómo su hermana le miraba enfadada. –¿Acaso dije algo malo? –Tras esto, Halia miró al techo pensativa.
«La verdad es que yo también tengo sueño, pero su vida está a contrarreloj, no puedo desperdiciar ni un segundo», pensó Halia mientras recordaba lo que ocurrió con Aiden en la mina del renacimiento. Sin embargo, su hermano llamó su atención, sacándola de sus pensamientos.
–Hermanita, ¿por qué no pruebas con un libro más simple? –Dijo su hermano entregando a su hermana un libro infantil que su madre solía leerles a los dos cuando eran pequeños. –Si nuestra madre quisiera esconder algo, no lo pondría en uno más llamativo.
–Quizás tengas razón –Dijo Halia tomando el libro con nostalgia y revisó sus páginas mientras usaba su habilidad. Al poco tiempo, sonrió orgullosa y soltó una leve risa. –Aquí está, la ubicación del anillo de tierra.
Rápidamente apuntó la ubicación del anillo en un pergamino y se lo entregó a su hermano.
–A estas alturas, Aiden debe estar muy lejos, así que ve directamente a donde se encuentra la princesa Mia, quizás podáis cruzar caminos –Explicó Halia mientras entregaba el pergamino a su hermano. –No es necesario que te diga lo importante que es que esta información llegue a Aiden.
–Lo sé, no te preocupes, hermanita, haré llegar esta información al deiak –Respondió su hermano emocionado.
Lejos de la ciudad, alguien estaba oculto en una cueva, observando a tres extrañas criaturas que se encontraban dentro de unos misteriosos tubos, sumergidas en un espeso líquido verde, mientras reía sádicamente.
–Eso es, muy pronto mis queridas quimeras estarán listas. Vosotras pondréis a prueba a Aiden Astross –Dijo la persona en la cueva con un tono de voz que denotaba cierta locura. –Basándome en los datos que he recolectado, cada quimera debería poder medirse a las distintas formas que él posee. En pocas palabras, he creado el próximo escalón de la evolución –Afirmó la persona con un tono de clara locura. –Vosotras, mis pequeñas, deberéis juzgar a Aiden para ver si es verdaderamente digno de ese título.
«Sin duda son perfectas, pero ninguna de ellas supera a la cuarta quimera, mi quimera perfecta» Pensó la persona de la cueva para luego reír de manera sádica.
Mientras esto sucedía, muy lejos de la cueva, en un pequeño pueblo, Ágata y su gorila compañero estaban ocultos en una casa abandonada, apenados con la Dyrnwyn de Aiden aún con ellos. El gran gorila estaba durmiendo mientras Ágata estaba triste, sentada a su lado.
–¿Cómo se atrevió a cambiarnos los términos del acuerdo? –Dijo para sí misma, no esperando una respuesta por parte de su compañero. –Pero bueno, ya no nos podemos echar atrás.
Tras decir esto, empezó a acariciar el suave pelo rojo de su compañero.
–Oye, Enko... Es hora de levantarse –Dijo Ágata con voz calmada, mientras su compañero se despertaba lentamente. Al ver la mirada preocupada de Ágata, Enko se preocupó en exceso, moviéndose alrededor de Ágata preocupado por su estado.
–Tranquilo, grandullón, estoy bien. Vayamos a por algo de comer –Dijo Ágata para calmar a su compañero.
Después de un rato de búsqueda y tras no encontrar un local donde pudieran conseguir algo de comida, Ágata y Enko fueron expulsados a la calle por un corpulento dueño de uno de los restaurantes de ese pequeño pueblo.
–¡Si no tenéis dinero para pagar por mi comida, entonces no merecéis probarla! –Exclamó el hombre corpulento, claramente furioso. Ágata se levantó con ciertas dificultades y miró al dueño del local con una sonrisa arrogante.
–¿Y a mí qué? Además, tu comida no es tan buena; solo la vendes como si supiese bien –Respondió Ágata. Tras esto, el hombre corpulento se enfureció y pateó a Ágata en la cara antes de volver a entrar en su restaurante, aún furioso.
Luego de esto, ambos prosiguieron su camino en busca de comida hasta que vieron un puesto de comida en la calle. Se acercaron un poco dispuestos a probar los postres, pero el dueño del puesto se dio cuenta de la presencia de ambos.
–¡Largo de aquí, escoria! Si os acercáis más, voy a llamar a la guardia real. –Al escuchar al dueño, ambos ladrones corrieron aterrados por tal amenaza.
Ya lejos del lugar, Enko vació un saco en el cual solo quedaban unas pocas monedas. Ágata miró a su compañero.
–¿En serio es todo lo que nos queda de nuestro último trabajo? Y aún no nos han pagado de este último encargo –Dijo Ágata, casi sin ánimo. Enko miró a su compañera algo triste.
–Tranquilo, grandullón. No importa lo que pase, siempre estaremos juntos –Dijo Ágata mientras acariciaba el brazo de Enko, tras ver a su compañero tan apenado. De pronto, una voz conocida llamó su atención, ya que se acercaba a ellos insultándolos.
–¡Hijos de puta! ¡Panda de cabrones! –Decía Aiden mientras se acercaba a los ladrones furioso.
–Parece que a nuestro amigo no le hizo mucha gracia que tomáramos prestada su espada –Dijo Ágata algo nerviosa mientras veía a Aiden acercarse a ellos mientras seguía insultándolos. Enko retrocedió para evitar que Aiden recuperase su espada, mientras Ágata se enfrentaba a él.
Ágata lanzó un golpe directo con la empuñadura para intentar noquear a Aiden, pero este último detuvo su ataque con gran facilidad, atrapando la mano de su atacante.
–Tú nunca has matado a alguien, ¿verdad? –Dijo Aiden, dejando a Ágata sin palabras. –Tu empuñadura no sirve para golpear.
Tras esto, con un movimiento sencillo, lanzó a Ágata contra el suelo, evitando que se moviera. Al ver eso, Enko se abalanzó sobre Aiden tras desenvainar su espada, pero antes de que pudiera hacer algo, Aiden logró propinarle una patada en el estómago, haciendo caer al suelo al enorme gorila, completamente inmovilizado.
–Espera, por favor, no le hagas daño –Dijo Ágata completamente desesperada. –Déjame que te ofrezca un trato. Si lo deseas, puedes tomar mi cuerpo, pero no nos hagas daño –Dijo Ágata asustada.
–No me jodas... –Respondió Aiden, claramente molesto.
–¡No me digas que prefieres tomarlo a él! –Dijo Ágata aún más asustada.
–¿¡Estáis de coña o qué!? –Respondió Aiden, aún más molesto. –Me llevaré mi espada y os voy a llevar ante la guardia real para que se encarguen de vosotros.
–No... no puedes hacer eso, no sabes lo que nos harán –Respondió Ágata, perdiendo su expresión de confianza y mostrando una expresión completamente rota.
–Harían justicia –Dijo Aiden tras escuchar lo que dijo Ágata.
–¡No me vengas con justicia! –Gritó Ágata mientras golpeaba el suelo al escuchar a Aiden. –¡No se puede confiar en ellos!
Aiden quedó perplejo al ver la reacción de Ágata.
–En la guerra de los entes arrasaron con mi pueblo, tuve que vivir sola por tres días, pero entonces ellos llegaron. Me dijeron que la guerra había acabado, dijeron que me buscarían un nuevo hogar, dijeron que no tenía nada que temer... –Ágata empezaba a llorar y temblar de frustración mientras contaba su historia. –En lugar de eso, abusaron de mí. No solo me quitaron mi familia y mi hogar, sino que las personas que me juraron que todo estaría bien me arrebataron mi inocencia. Cada día era peor que el anterior, no se apiadaron de mí, ni siquiera me alimentaban. Un día que intenté escapar me pisotearon las piernas hasta que se me rompieron los huesos. Mi sufrimiento no terminó ahí; los golpes se volvieron cada vez más frecuentes. Había llegado a mi límite, ni siquiera sabía cuántos días llevaba cautiva, mi cuerpo ya no lo soportó más. Cuando ya no les era útil, me arrojaron a la basura; de todas formas, yo ya estaba muriendo. Pero Enko me encontró, curó mis heridas, cuidó de mí, me alimentó y me vistió... –Decía mientras miraba al gorila que la acompañaba. –Es cierto que robamos para vivir, pero nadie nunca ha querido ayudarnos...
Tras esto, Ágata y Enko se arrodillaron frente a Aiden para suplicarle perdón.
–Varah es una tierra podrida donde solo unos privilegiados tienen derecho a lo que les haga justicia, mientras que los pobres no somos más que escoria –Tras esto, Enko le entregó Dyrnwyn a Aiden, este último la tomó y guardó a Vind blomst en un espacio mágico. –Por favor, perdónanos. Robamos tu espada porque una extraña voz nos dijo que nos recompensaría si le entregábamos tu arma y si no lo hacíamos nos mataría, pero ahora las condiciones han cambiado, ahora debemos llevarte a un lugar no muy lejos de aquí y debe ser mañana. –Tras decir esto, Ágata respiró hondo. –Por favor, ayúdanos...
Aiden escuchó su historia sin variar su expresión. Tenía muy presente que seguramente estaría mintiendo, pero su expresión y sus lágrimas no parecían falsas. De hecho, ya había visto esa expresión en el pasado y sabía que era muy real.
–De acuerdo. –Respondió Aiden a la petición de Ágata, que instantáneamente sonrió llena de felicidad mientras Enko empezó a abrazarla.
–¿Lo escuchaste, Enko? Por fin alguien va a ayudarnos. –Dijo Ágata emocionada.
–Venga, arriba. –Dijo Aiden mientras tendía su mano a Ágata. Esta accedió a su ayuda y, tras levantarse, tiró del brazo de Aiden feliz.
–¡Venga, vamos! Aún quedan cosas por hacer antes de mañana. –Exclamó Ágata.
Tras eso, Aiden acompañó al extravagante dúo mientras seguían su vida normal, y no parecían malas personas. Los niños del pueblo se acercaban a jugar con ellos con una enorme sonrisa llena de confianza. Unas horas después, Ágata y Aiden se sentaron en un lugar apartado mientras Enko fue a buscar algo. Mientras tanto, Ágata intentó acercarse un poco más a Aiden.
–Por cierto, guapo, ¿cómo dices que te llamas? –Dijo con confianza.
–Me llamo Aiden Astross. –Respondió Aiden con seriedad.
–Y dime, Aiden, ¿estás disponible? –Dijo Ágata llena de confianza. Aiden simplemente se quedó en silencio. Ágata perdió toda su confianza, cambiando a una expresión más compungida. –Lo siento, estoy muy cerca, ¿verdad? Lo lamento si eso te molesta. –Tras eso, hubo un pequeño silencio. –Aún tengo problemas con mis piernas, así que déjame descansar un poco. –Dijo Ágata, rompiendo el silencio. En ese momento, llegó Enko con tres panes para cada uno.
–Aiden, sabemos que es poco, pero queremos darte un regalo, para que veas que apreciamos lo que estás haciendo por nosotros. –Tradujo Ágata de los gruñidos de Enko.
–Benditos sean los que dan en lugar de recibir. –Dijo Aiden, soltando un suspiro.
Más tarde cayó la noche, Aiden se tumbó algo más alejado, mientras Ágata y Enko miraban las estrellas a través del techo agrietado del edificio abandonado en el que habitaban.
–Mañana será el gran día en el que, al fin, nos encontraremos con quien nos contrató. –Dijo Ágata, rompiendo el silencio que había en la habitación. Luego dirigió su mirada a Aiden, el cual dormía alejado. –No me digas que te da vergüenza dormir junto a una mujer. Aiden simplemente continuó durmiendo en silencio, mientras recordaba sus primeras noches en Varah.
–Aiden, por favor, insisto, duerme tú en la cama. Eres mi invitado y no puedo permitir que descanses en un lugar tan incómodo como el sofá. –Dijo Maya, empujando a Aiden sobre la cama. –No te preocupes por mí, pasaré la mayoría de las noches trabajando en tu dije de regreso, así que dormiré en otro lugar. –En ese momento, una voz sonó fuera del lugar; era la voz de Aria.
–Y recuerda que yo estoy aquí fuera, así que ni se te ocurra hacerle nada raro a Maya. –Dijo Aria con completa seriedad.
Aiden continuaba durmiendo, pero ahora Ágata seguía acostada en la misma posición, durmiendo, mientras de sus ojos brotaban lágrimas en gran cantidad, y su expresión reflejaba un profundo dolor.
A la mañana siguiente, los tres se dirigieron al lugar de encuentro sin vacilar. Era un camino estable y completamente recto, con enormes acantilados a ambos lados cuyo fondo no era visible.
–Las instrucciones decían que te trajéramos aquí abajo. –Explicó Ágata.
–Es un lugar muy sospechoso para un encuentro. –Dijo Aiden, extrañado.
–Una cosa más. –Dijo Ágata antes de inyectarle algo a Aiden en la espalda. –También dijo que te inyectáramos este veneno, que afectará drásticamente a tus sentidos y movimientos. No te preocupes, solo te volverá temporalmente ciego. Maldito asesino de la princesa Aria. –Explicó Ágata, dejando claras sus intenciones, luego Enko lo empujó bruscamente por el acantilado, mientras ellos descendían lentamente y con cuidado.
No tardaron demasiado en bajar lo suficiente para ponerse frente a Aiden, quien se veía increíblemente indefenso.
–No hace falta que digas nada, ya sabemos la clase de persona que eres. –Dijo Ágata llena de desprecio. Aiden intentó abrir sus ojos, pero al hacerlo pudo ver cómo algo se acercaba a ellos: era una criatura extraña, con dimensiones y proporciones similares a las de una persona. Llevaba una corona y mantos ceremoniales simulando ser un noble, pero carecía de articulaciones y, aparentemente, también de huesos. Parecía un simple montón de músculos y órganos intentando moverse como lo haría una persona. En su espalda tenía unas alas membranosas completamente atrofiadas que no podían moverse independientemente. Aiden estaba perdiendo poco a poco la vista, dificultando sus movimientos.
–Recibirás tu castigo, maldito asesino. –Prosiguió Ágata sin ser consciente de que Aiden intentaba advertirle de que lo que parecía un ente había lanzado un ataque directo hacia Ágata, estirando uno de sus "brazos" afilados.
Enko se percató de esto, desenvainó su espada para intentar proteger a Ágata, la cual seguía insultando a Aiden. Sin embargo, Ágata paró en seco al ver cómo Enko se elevaba de forma antinatural detrás de ella y cómo la espada del gorila había sido separada de su mango. Ágata intentó correr hacia el cuerpo de Enko, pero la voz de Aiden la detuvo.
–¡Defiéndete! –Advirtió Aiden. Ágata obedeció y desenvainó su espada para defenderse, pero su espada se rompió con la misma facilidad que la de Enko. Aiden intentó levantarse para ayudarla, pero su cuerpo seguía sin responder.
–¿Estás bien? –Dijo Aiden con esfuerzo por intentar moverse, pero Ágata no le prestaba atención. Estaba demasiado concentrada en su amigo.
–Enko, amigo, por favor no me dejes... –Dijo Ágata entre lágrimas. Sin embargo, el ente volvió a lanzar otro ataque. Aiden apartó su mirada para no ver lo que había pasado y, posteriormente, perder su vista debido al veneno. Ágata se había quedado completamente inmóvil, mientras Enko se había puesto en pie y la había defendido con su cuerpo. El ente se regocijó en su muerte, apuñalándolo repetidas veces con múltiples brazos.
Enko se desplomó sobre Ágata, la cual lo abrazó tiernamente.
–Tranquilo, amigo, no te esfuerces más. Ya puedes descansar. Te lo mereces después de todo lo que has hecho por mí –Dijo Ágata al oído de su amigo, mientras este empezaba a desvanecerse. Lágrimas brotaban de los ojos de Ágata, mientras el gorila rojo que tenía entre sus manos se desvanecía en el aire. Ágata se arrodilló en el suelo, con lágrimas llenas de recuerdos brotando de sus ojos como una fuente, lamentando profundamente su pérdida.
Por su parte, Aiden abrió sus ojos, notando que su vista aún estaba altamente perjudicada. Se levantó, viendo cómo el ente se movía de manera antinatural, oculto en una nube de humo azul. Con su vista aún dañada, Aiden caminó con gran dificultad hacia lo que dedujo que era la hoja de la espada de Enko y el mango de la espada de Ágata. El ente empezó a desprender más de ese humo azul, cubriendo todo el área visible.
–Huele a meados… –Dijo Aiden en el momento en que el humo llegó hasta él. Tras recoger las partes de las armas, Aiden se acercó a Ágata y se arrodilló junto a ella para que sus rostros estuvieran a la misma altura. –Ágata, sé cómo te sientes, pero si te rindes sin luchar, te arrepentirás toda tu vida.
–¡¿Y tú qué sabes? Él era mi único amigo! –Respondió Ágata, mirando a Aiden a los ojos mientras lloraba llena de dolor.
–Yo perdí a mis amigos, a mi esposa. Eran mi familia, como Enko lo era para ti. Por eso te digo que si no luchas, no podrás vivir con tu conciencia. –Le respondió Aiden, para luego colocar la hoja de la espada de Enko junto al mango de la espada de Ágata y con su atributo fuego, soldarlos con gran facilidad.
–Pero yo no puedo luchar, soy una inútil sin Enko. Él era quien me protegía. –Respondió Ágata, llena de inseguridad.
–Enko era tu escudo, pero ahora será tu espada. –Dijo Aiden, para luego extender la espada resultante. –Yo aún estoy ciego y mis movimientos son torpes. Necesito tu ayuda hasta que pueda moverme bien. Lucha y vive por Enko, o su muerte no habrá significado nada. –Ágata se quedó paralizada por unos segundos, analizando las palabras de Aiden. Luego se secó las lágrimas y miró a Aiden sonriendo.
–Tienes razón, aunque no sea muy fuerte, no estoy sola. –Ágata extendió su mano y tomó su nueva espada. –Yo te metí en este problema, así que te sacaré yo. –Tras esto, Ágata se puso en posición, preparada para luchar.
–Hace mucho escuché una leyenda de que un ente de nombre Dantalion cayó por un precipicio y que nunca pudo salir. Parece que la leyenda era cierta y parece que son más longevos de lo que creíamos. –Explicó Ágata.
Tras esto empezó el combate. Dantalion corrió hacia Ágata rápidamente y le propinó un potente golpe en el estómago, haciendo retroceder a Ágata una gran distancia. A pesar de haber tenido la oportunidad de matarla de inmediato, parecía que quería jugar con ella. Aiden se preocupó al escuchar el grito de Ágata, pero ella volvió a ponerse en pie.
–No te compadezcas de mí, no merezco tu preocupación. –Dijo Ágata rápidamente. –A pesar de que no solo nos perdonaste, sino que tuviste la amabilidad de ayudarnos, y nosotros hicimos un acto tan despreciable… –Ágata apretó su espada con enorme frustración. –Solo queríamos una buena vida, un techo donde dormir, tres comidas al día, que la gente no nos viese como una peste… –Tras decir eso, Ágata corrió hacia el ente, dispuesta a atacar de frente, pero este contraatacó fácilmente y la lanzó contra una roca.
«Maldita sea… No consigo mejorar, pero incluso siento que estoy empeorando…» Pensó Aiden, intentando deducir qué pasaba.
–Es una pena. Este gas huele exactamente igual a lo que te inyecté, así que nunca podrás recuperarte, y además, yo también lo estoy respirando… Lo siento… –Dijo Ágata, quedándose casi sin fuerzas.
«Maldita sea… Ágata es coja y le cuesta demasiado esquivar… Si muere, será por mi culpa. Yo le pedí que me ganase tiempo, pero será en vano…» Tras esto, Aiden soltó un potente grito de ira y frustración, y se envolvió en una fuerte luz de color rojo. Al disiparse la luz, la musculatura de Aiden había aumentado junto con su altura. Su cabello se volvió más largo y cambió a un color rojo con dos mechones blancos que iban desde su frente hasta las puntas. Su piel adquirió un tono grisáceo, sus colmillos se volvieron más afilados y sus manos crecieron ligeramente, acompañadas de garras afiladas. Su gabardina se volvió más oscura, y su cuello estaba emplumado, con dos líneas negras completamente simétricas desde sus manos hasta sus cejas. Los ojos de Aiden se tornaron en un verde esmeralda, y el cristalino de sus ojos cambió a color negro.
Rápidamente, Aiden se lanzó contra el ente asestando un potente puñetazo en lo que sería su cabeza, disipando el gas del ambiente con enorme facilidad.
«El aire se ha limpiado… por fin puedo respirar…» Pensó Ágata, para luego abrir los ojos y presenciar lo que estaba pasando. Aiden golpeaba a Dantalion como si fuera un simple saco de entrenamiento. Cada vez que Dantalion tenía oportunidad de moverse, Aiden aparecía para golpearle de nuevo, descargando toda su ira sobre él. Todos sus golpes iban directos a matar y con una fuerza abrumadora hasta que finalmente la cabeza del ente explotó con un simple puñetazo de Aiden.
Tras unos segundos de que el ente muriera, Aiden regresó a su forma normal, quedando en pie sobre el gran charco de sangre que dejó el ente tras desvanecerse en el aire.
«Tenía guardado todo ese poder y aún así nunca nos hirió de gravedad. Nunca quiso hacernos daño, solo quería que lo dejásemos en paz…» Pensó Ágata, que había quedado completamente anonadada al ver el gran nivel de Aiden. El aspirante a deiak se giró hacia Ágata con una postura estoica.
–Ágata, yo mataré a todos los entes, haré que Varah sea un lugar mejor. Yo traeré la paz. –Dijo Aiden con un tono lleno de determinación y confianza. Ágata simplemente se quedó en silencio, pero su mirada demostraba que creía en las palabras de Aiden con gran fuerza.
No mucho después, Aiden ayudó a Ágata a salir saltando con gran facilidad y apoyándose en los desperfectos del muro. Después de que Ágata tratara sus heridas, esta llevó a Aiden a las afueras del pueblo para indicarle cómo proseguir su camino.
–Para llegar al palacio de los cielos, primero deberás pasar por Ciudad Fitonimia. –Explicó Ágata con una sonrisa relajada.
–¿Y tú a dónde irás? –Preguntó Aiden mientras ponía sus manos en sus bolsillos.
–Yo quiero volver e intentar reivindicarme con la gente a la que robé. –Explicó Ágata tomando una postura de confianza –Sé que me llevará un tiempo, pero que es lo correcto. Llevaré la vida que Enko siempre quiso para mí. –Tras decir eso, una lágrima empezó a asomar por el ojo de Ágata –Su recuerdo siempre estará conmigo, por eso sé que no debo llorar. –Al escucharla, Aiden le devolvió una sonrisa de orgullo.
–Te deseo suerte. –Tras decir eso, Aiden se giró dispuesto a proseguir su camino. Ágata lo detuvo.
–Aiden, a pesar de todo lo malo que te hice, ¿ves en mí una amiga? –Preguntó la joven ladrona con una postura insegura –Cuando te pasa lo que a mí, la gente te mira con asco y te culpa por lo que te pasó. No ha sido fácil para mí volver a relacionarme con gente después de aquello y… –Antes de que pudiera proseguir hablando, Aiden colocó su mano sobre la cabeza de Ágata y la acarició con ternura.
–Claro que sí. –Dijo Aiden con una sonrisa reconfortante –Tal vez volvamos a vernos algún día.
–Prometo que seré una mejor persona para entonces. –Respondió Ágata con una sonrisa igual de confiada que la de Aiden. Tras esa entrañable despedida, Aiden se giró y prosiguió su camino en busca de los anillos elementales.