En el castillo de Ciudad Lusin, la princesa Kaira acababa de llegar para tener una audiencia con la Princesa Halia.
– Lamento interrumpir su entrenamiento, princesa Halia. – Comentó la princesa Kaira.
– No es molestia, es un honor servirle, princesa. – Respondió Halia.
– Quería preguntarle sobre el deiak. – Dijo Kaira con sequedad. Halia se sorprendió por el hecho de que la princesa conociera la presencia de Aiden. Kaira hizo sus preguntas y Halia respondió sin problema. – Ya veo, así que gracias a Aiden lograsteis derrotar al ente Amón que ha amenazado su ciudad durante años.
– Así es, estoy muy agradecida con él, su valor es inquebrantable. – Añadió Halia. Kaira no respondió, solo cerró los ojos con su misma cara inexpresiva y entonces una visión vino a ella.
Aiden sostenía a Halia del cuello, la princesa estaba malherida y Aiden estaba en su forma usando el aura de la soledad y en su mano tenía el taienomi.
– ¿Detenerme? ¿¡Tú!? No me hagas reír, eres débil… – Dijo Aiden para luego incrustar el taienomi en el pecho de Halia dispuesto a acabar con su vida.
La princesa Kaira despertó de su trance y miró a la princesa Halia.
– ¿No notaste nada raro cuando vino? ¿Algo que deba saber? – Preguntó la princesa. Halia empezó a pensar y recordó que Aiden tenía una habilidad bastante interesante.
– No, Aiden es un héroe que está tomando un camino muy difícil, pero mi confianza va con él. – Respondió Halia.
– Muchas gracias por esta audiencia, princesa Halia. – Dijo la princesa Kaira con una leve sonrisa en su rostro – Con su permiso me retiraré.
Muy lejos de Ciudad Lusin, Aiden en su modo de soledad se acercaba a otra ciudad con otra princesa para reclamar su bendición. La ciudad era una integración perfecta con la naturaleza, tanto que incluso sus habitantes parecían ser en parte plantas, cubiertos por enormes hojas, carentes de nariz y cuyos hogares dejaban pasar a la perfección la luz del sol, aparentemente para nutrirse de ella. Todos en la ciudad corrían aterrados de Aiden, se refugiaban y esperaban a que todo acabase; todos gritaban lo mismo: "¡Un ente viene a atacarnos!" Sus gritos resonaban por toda la ciudad llenos de terror.
En cierto momento, Aiden vio cesado su avance, ya que la guardia de la ciudad y quien parece ser su princesa bloquearon su camino. La princesa era similar en aspecto a la princesa Kaira, sin embargo, sus ropas parecían hechas con materiales extraídos de las propias plantas. Carecía de nariz y lo que aparentaba ser su pelo eran largos pétalos morados de una flor que parecía nacer en su cabeza.
–¡Detente, dinos quién eres y qué has venido a buscar! – Exclamó la princesa, remarcando su autoridad. Entonces, empezó a analizar el aspecto de Aiden para saber cómo actuar. «Esto es extraño, emana una gran tristeza…» En ese mismo momento, Aiden desenvainó a Dyrnwyn mostrando cómo había cambiado su filo; ahora era morado, con detalles plateados, y se asemejaba más a un sable sin dejar de ser casi tan grande como el propio Aiden.
–Soy el Deiak, y he venido a por tu bendición. – Respondió Aiden con tono calmado. La princesa miró a Aiden temblorosa; no solo su aspecto, todo en él no parecía indicar que fuese un aliado.
«Esos ojos… Eso quiere decir que ha tomado la segunda opción», dedujo la princesa rápidamente. «No puedo permitir que lo destruya todo, debo ganar más tiempo.»
–Me presento, mi nombre es Kuymi, la princesa del juicio. Si quieres mi bendición, deberás primero hacerme un favor para demostrar que eres apto para ella. –Dijo la princesa con tono seco. Aiden asintió y siguió a la princesa, quien lideraba el camino hacia una torre algo apartada de la ciudad. Una vez allí, la princesa y sus guardias se plantaron a cierta distancia de la puerta, mientras que Aiden esperaba junto a ella.
–Esta es la torre de los entes. En ella logramos capturar a varios entes durante la guerra, a costa de muchas vidas. Logramos encerrar a cinco entes, y deberás entrar y matarlos. Cerraremos la puerta detrás de ti, así que tu única salida será vencer. –Los soldados abrieron la puerta lo suficiente para que Aiden pudiera entrar; la enorme puerta era completamente rocosa y de un gran grosor. Aiden entró con calma y se giró para mirar a la princesa Kuymi, la cual no le miraba a los ojos. «Es una lástima que tenga que ser así, pero es lo mejor», pensó la princesa. Volvió a mirar a Aiden mientras la puerta se cerraba, y pudo ver cómo él le ofrecía su puño.
– Confía en mí. – Fue lo último que dijo Aiden antes de que la puerta se cerrara. La princesa apoyó la mano sobre la puerta ahora sellada y se puso a reflexionar.
«Los entes son criaturas que han vagado siempre solas. Desde el mismo momento de su gestación han estado sufriendo, sin embargo, sus ojos eran tan vacíos como los del Deiak. Kaira, necesito de tu sabiduría.»
En Ciudad Promesa, la princesa Kaira había llegado y solicitado una audiencia con la princesa Alina lo más rápido posible.
– Lamento llegar sin avisar, princesa Alina, pero este asunto es muy importante. – Comentó la princesa Kaira.
– No se preocupe, princesa Kaira, siempre es un gusto verla. – Respondió Alina, haciendo una reverencia hacia Kaira.
– Supe que el Deiak estuvo aquí. – Comentó la princesa Kaira con su habitual tono serio y seco. Alina comenzó a contarle con ilusión lo que sucedió mientras Aiden se encontraba en Ciudad Promesa. – Comprendo. Lamento lo ocurrido con tu maestra, pero me alegra que pudieran forjar una amistad con Aiden.
– Empezamos con mal pie, pero durante el combate pudimos forjar un vínculo con él. – Respondió Alina. Kaira cerró sus ojos y empezó a recordar su premonición.
La princesa Alina estaba malherida y había sido atravesada por la Dyrnwyn de Aiden y la Vind Blomst de la princesa Aria. Frente a ella estaba Aiden en su modo soledad, apuntando a la princesa herida con dos dedos.
– Oponerse a mí ha sido vuestro mayor error. – Dijo Aiden con un tono sádico hacia la princesa. En ese momento, solo con sus dedos empezó a liberar ráfagas de aura en el interior de Alina, matándola desde dentro.
– ¿Y cuál es tu opinión sobre el Deiak? – Dijo la princesa Kaira sin mostrarse alterada.
– Él carga un gran peso sobre sus hombros. Yo diría que hace las cosas a su manera y tengo claro que es de fiar. – Respondió Alina con seguridad. Al oír esto, Kaira esbozó una agradable sonrisa.
– Me alegra mucho oír eso. Princesa, Aaron, muchas gracias por entrenar a Aiden durante su estancia. – Respondió Kaira y volvió con su escolta.
«No te has dado cuenta, pero ya has hecho muchos amigos que confían en ti. Espero que tu corazón no se haya corrompido. Seguiré tus pasos hasta encontrarte».
Por su parte, Aiden avanzaba por la torre sin ningún miedo ni preocupación de lo que pudiera pasar. No tuvo que esperar demasiado; frente a él estaban dos entes con apariencias grotescas. Uno parecía una cabeza de león con ocho patas de cabra y ojos amarillos; el otro era mucho más amorfo, similar a una planta, pero de manera grotesca y voraz. No parecía tener un rostro como tal, sino que sus ojos salían de tres tentáculos o raíces que se movían independientemente. Extrañamente, a pesar de tener una voz extremadamente grave, ambos entes parecían tener cierto toque afeminado en su voz.
– ¿Puedes creer lo que estamos viendo? – Dijo el ente con cabeza de león.
– Así es, parece que vemos al villano de esta historia. – Respondió el ente planta.
– Yo lo único que veo son dos inútiles con la habilidad de perder el tiempo. – Dijo Aiden con hartazgo.
– Este pobre plebeyo no va a burlarse de mí. – Exclamó el ente planta. Ambos entes se acercaron furiosos. – Yo digo que es hora del ataque de los cometas, hace mucho que no lo hacemos.
– Estoy de acuerdo, acabemos con este payaso. – Respondió el ente con cabeza de león. Ambos empezaron a girar rodeados de aura para lanzar su ataque. – ¡Ataque de los cometas! – Gritaron ambos entes al mismo tiempo. Giraban cada vez más rápido hasta alcanzar una gran velocidad y lanzarse contra Aiden.
Aiden se quedó totalmente quieto hasta que casi lograron impactarle; entonces, Aiden extendió sus manos, frenando sus ataques con gran facilidad.
– ¡Ay, me quiero morir! – Exclamó indignado el ente con forma de planta.
– De acuerdo. – Respondió Aiden y solo cerrando su mano logró aplastar el cráneo del ente planta. El otro ente se alejó rápidamente, temblando de miedo por lo que acababa de pasar. Aiden se desplazó a gran velocidad tras el ente; en ese momento, sus ojos empezaron a brillar con tono morado al igual que el ente. Con gran facilidad, mientras Aiden movía su mano, el ente empezaba a aplastarse hasta morir. Tras esto, en el ensordecedor silencio de la sala vacía, Aiden comenzó a reírse sádicamente, como si acabar sin ninguna clase de compasión o recelo con la vida de dos seres le hiciera disfrutar.
Fuera de la torre, la princesa Kuymi esperaba pensativa, cuestionándose si había hecho lo correcto. Después de todo, a sus ojos, había enviado a un hombre a morir.
– No puedo arriesgarme. Lo mejor es que muera, es por el bien de todos. Él es demasiado peligroso. – Se decía a sí misma, aún dubitativa. – Pero aunque lo diga, no logro convencerme a mí misma. No sé cuál sea la causa de que tu dolor sea tan grande, y a pesar de ello te he encerrado ahí. – La princesa apretó su mano con cierta frustración. – El ente Buer y el ente Gusion están sellados en el primer piso. Es dos contra uno, dudo mucho que hayas podido pasar de ahí. Hicimos cosas muy horribles para poder sobrevivir a la guerra. Juro que si logras salir, te contaré todo lo que sé.
Aiden, por su parte, había llegado al segundo piso, donde lo esperaba un ente similar al ente Orobas, solo que con el pelo más corto y en vez de un caballo marrón, era un caballo blanco.
– Es una pena que tus ojos representen la soledad. Nosotros somos la primera generación de entes en experimentar la verdadera soledad. Yo soy Beleth, y mi habilidad es conocer el pasado de las personas. Puedo ver que el tuyo es muy curioso. – Dijo el ente blanco. Aiden desenfundó a Dyrnwyn sin vacilar y sin intención de seguir hablando.
– Voy a demostrarte lo débil que eres… – Dijo Aiden mostrando una sonrisa malvada y apuntando al ente con su espada.
– Eres igual a los demás. En aquella guerra, yo solo me defendí. – Afirmó Beleth para luego lanzar rápidamente un ataque aural que provocó una gran explosión.
Aiden salió de la explosión de aura sin un solo rasguño y comenzó a golpear repetidamente al ente en el pecho con una fuerza apabullante. En el momento en que cayó al suelo, Aiden agarró a Dyrnwyn y cortó al ente por la mitad, dejando salir sus tripas.
– Nosotros antes éramos pacíficos. Vosotros nos habéis convertido en lo que somos ahora. Nosotros no pedimos nacer de esa manera. Pero déjame advertirte que existen un total de setenta y dos habilidades pertenecientes a los entes originales. Nada de esto terminará si no logras evitar que se nazca con habilidades. – Decía Beleth. Aiden, sin vacilar, apuntó a la frente del ente con dos dedos y con enorme facilidad llenó su cuerpo con su aura, calcinándolo por dentro hasta matarlo.
En su camino por seguir los pasos de Aiden, la princesa Kaira vio su avance frenado al encontrarse con alguien que conocía muy bien y que se suponía muerta: Jade, la llamada bruja traidora, conocida por conspirar contra la reina y practicar magia prohibida.
– Me imaginaba que nos encontraríamos, Jade. – Anunció la princesa, que había cambiado su rostro de calma y seriedad por uno de aparente molestia.
– Qué inesperado encuentro, princesa Kaira. Dígame, ¿cómo se encuentra su madre? Hace mucho que no la veo. – Respondió Jade con calma y aparente burla.
– Más te vale mantenerte alejada de Aiden. – Dijo Kaira directamente. Jade tomó una postura relajada y cerró los ojos, demostrando que estaba muy confiada.
– ¿De qué me habla? Yo no lo he visto. – Respondió Jade, la cual al abrir los ojos vio cómo la princesa se había acercado más a ella, tomando una postura amenazante. En sus ojos rosas pudo ver un infinito dorado grabado en ellos, al igual que en los de Aiden.
– No solo puedo ver las posibilidades, basándome en información solo con pensar en una situación puedo calcular las probabilidades. Todo eso se presenta en forma de visión, y pude ver lo que le hiciste a Aiden. No trates de negarlo; mi visión no posee margen de error. – Explicó la princesa Kaira con tono calmado.
– No debería exaltarse, princesa. Si liberas tu poder, los entes vendrán a atacarte, ya que tú eres el mayor símbolo de esperanza en Varah. – Respondió Jade, recuperando la compostura. – Con su permiso, me retiro. Tenga una agradable noche, princesa. – Prosiguió Jade mientras se marchaba del lugar.
Aiden había alcanzado el siguiente piso, donde se encontraba un ente con aspecto similar a un dragón marrón.
– Parece que has derrotado a los entes de los pisos inferiores. Toda una hazaña, pero no podrás avanzar mucho más. Mi nombre es Foras... – Se presentó el ente, pero Aiden rápidamente alzó su espada.
– Dejémonos de charla y vayamos a lo que importa. – Dijo Aiden, ya harto de escuchar a los entes hablar.
– ¡Maldito insolente, voy a matarte! – Respondió el ente furioso.
– ¿Matarme? Puedes intentarlo. – Respondió Aiden soltando una leve risa. El ente generó una explosión que lanzó a Aiden por los aires y dañó la estructura del suelo.
– Todo lo que pasó fue porque codiciaban nuestro poder. Solo temían lo que éramos capaces. – Comentó Foras. Aiden se recompuso rápidamente y con gran velocidad golpeó repetidamente al ente hasta lanzarlo por los aires. En el momento en que Foras intentó levantarse, Aiden utilizó la habilidad de su nueva forma y, elevando enormes escombros de la torre, se los lanzó al ente solo con el pensamiento hasta matarlo.
En la puerta de la torre, la princesa Kuymi esperaba con expectación noticias nuevas sobre Aiden, mientras sus guardias seguían junto a ella.
– Princesa, debería volver. No debería preocuparse por él. – Comentó uno de sus guardias.
– Ese es justo el problema. El preocuparnos únicamente por nosotros es lo que ha vuelto el reino de Varah uno completamente dividido. La guerra fue tan dolorosa que, en lugar de unirnos para salir adelante, nos ha dividido, haciendo que cada uno velara por sí mismo. Pero este sujeto ha aceptado el riesgo solo para que, cuando salga de la torre, nuestras preocupaciones hayan acabado. – Explicó la princesa, casi dejando salir una lágrima. – De alguna manera supo que hemos estado ocultando nuestra vergüenza y quiere liberarnos solo para que podamos ayudar a las demás princesas.
Aiden había llegado casi hasta el último piso, donde un ente colosal con aspecto similar a una serpiente de tres bocas aguardaba su presencia. Allí, Aiden simplemente se cruzó de brazos y esperó a que ese ente hiciera su monólogo como el resto.
– Por si no lo sabes, todos los entes somos hermanos, a excepción del ente más poderoso, él es nuestro primo. Y para vengar a los que has matado, no creo necesitar usar mi habilidad. – Explicó el ente, cuya voz resonaba por toda la habitación casi sin resultar amenazante para Aiden. Este último, con un gesto cansado, extendió su mano y empezó a liberar una gran cantidad de aura, derrotando sin ningún esfuerzo a semejante engendro.
– No sé qué esperabas lograr, no eras más que un debilucho. – Comentó Aiden para luego reírse sádicamente. – Tengo el mal hábito de matar… y no lo puedo dejar… – Tras decir esto, Aiden prosiguió su camino hasta la última planta, donde una persona, un joven de unos dieciocho años, estaba encadenado a la pared a través de sellos mágicos increíblemente precisos. Aiden posó dos dedos sobre la frente del chico, dispuesto a acabar con su vida. Sin embargo, un recuerdo llegó rápidamente a su cabeza.
Aiden y Maya estaban sentados, simplemente disfrutando de la calma del lugar y entablando una agradable conversación, hasta que Maya sacó a relucir un tema que debían discutir.
– Amor, he estado pensando en lo último que te dijo el coronel Ezpeleta tras vuestra batalla, lo de que para hacer el bien a veces hay que hacer el mal a ojos de los demás. Al igual que hay entes buenos y malos, tu deber es acabar con todos por igual, pero eso no lo veo justo, ya que a sus ojos tú serías el villano. – Explicó Maya mientras Aiden escuchaba atentamente. – Sé que no puedes prometerme nada dadas las circunstancias, pero por favor, jamás arrebates una vida si no es necesario. Todo ser vivo tiene derecho a vivir, pero el deiak tiene el derecho de elegir quién vive y quién muere. – Tras oír las palabras de Maya, Aiden asintió sin dudar.
– Te lo prometo, así serán las cosas. – Respondió Aiden con determinación
Al volver en sí, Aiden se dio cuenta de que ya no estaba en su modo soledad; había vuelto a su forma normal y miró al cielo con un leve nudo en la garganta.
– Maya... Nunca podría olvidarte. Por eso decidí sellar la zona de tinieblas en mí usando otros sentimientos. Me he vuelto incapaz de sentir otras cosas... Y ahora, para avanzar, debo tomar una decisión: escucharte a ti o a la princesa... – Aiden cerró los ojos e intentaba decidir qué hacer con el chico que tenía frente a sí.
Hubo una gran explosión en el último piso de la torre, y Aiden saltó hasta la puerta para plantarse frente a la princesa, quien lo esperaba con ojos brillantes mientras los caballeros lo miraban impresionados.
– Ha sido una gran demostración de tus capacidades. Por sí solo, tu valor te hace digno de mi bendición. – Decía la princesa Kuymi mientras se acercaba a Aiden. – Pero dime, ¿lograste acabar con todos los entes? – Preguntó la princesa.
– Hice lo que tenía que hacer. – Respondió Aiden sin mucha gana. La princesa abrazó a Aiden con gentileza para susurrar en su oído:
– Aiden, lo que te voy a contar es cómo nosotros actuamos para acabar con la guerra, a costa de la vida de gente inocente. – Comentó la princesa con voz temblorosa.