Chereads / Infinitus: Tomo 2 / Chapter 10 - Capítulo 10: La verdad

Chapter 10 - Capítulo 10: La verdad

Aiden continuó su camino hasta llegar al norte, guiado por un instinto que le aseguraba estar en el rumbo adecuado. Como si algo lo atrajera, finalmente lo avistó: una puerta de madera en mitad de la nada. No había nada detrás que indicara su propósito, ni tampoco nada que justificara su presencia en aquel lugar desolado. Sin embargo, a Aiden le resultaba sorprendentemente familiar; había visto esa puerta en sus sueños. Al abrir la puerta, se encontró ante una escalera, una escalera oculta y oscura que conducía a otra habitación solitaria.

A cada paso que daba, podía sentir el peso del dolor impregnado en ese lugar. Las paredes estaban marcadas por múltiples señales: algunas mostraban signos de deterioro natural, otras estaban manchadas de óxido y otras más eran claramente rastros de sangre seca. Al llegar al punto más profundo, se encontró con una habitación: una cama, una mesita de noche, un armario... Todo con una decoración antigua y algo hortera. Pero lo más notable era la figura humana que se erguía frente a Aiden: un hombre de pelo gris y una gabardina oscura. Siempre mantenía los ojos cerrados y soltó un suspiro pesado en cuanto Aiden se colocó frente a él.

–Te he estado esperando. –Su voz sonaba extrañamente agotada, como si perteneciera a alguien mucho mayor de lo que aparentaba. –Permíteme presentarme, soy Adar, aunque probablemente me conozcas como "el adalid". –En ese momento, un recuerdo afloró en la mente de Aiden: una antigua conversación que había tenido con la princesa Kaira.

–Se que algún día te encontrarás con el Adalid, él te contará todo lo que necesitas saber, hasta entonces tendré que guardar silencio, se lo prometí.

–Mira, no he venido para... –Aiden intentó hablar, pero Adar lo interrumpió.

–Lo sé, yo te he llamado. Por eso estás aquí. –Respondió Adar con su postura relajada, manteniendo siempre el mismo tono cansado de voz.

–¿Todo ha salido como lo habías planeado? –Preguntó Aiden, visiblemente afectado.

–Así es. Hace tiempo que pude verlo con esos ojos. –Respondió Adar. Al escuchar esto, Aiden se enfadó y agarró a Adar de las solapas.

–¡No soy una herramienta que puedas utilizar para completar tu puzzle! –Exclamó Aiden furioso. En ese momento, se escuchó un fuerte golpe proveniente de la puerta metálica detrás de Adar, distrayendo a Aiden y calmándolo.

–El título del deiak conlleva una maldición. Las desgracias siempre acompañarán a nuestros compañeros; aquellos que caminen a tu lado encontrarán la desgracia. La única forma de detener la maldición es aceptarla y permitir que vague contigo hasta el final de tus días. Esa es la carga que debe llevar el deiak. –Explicó Adar sin alterar su tono de voz. Aiden dejó a Adar en el suelo y su expresión cambió completamente; estaba horrorizado por lo que pudiera pasar. –Otro problema es que al deiak no se le permite reencarnar, pero no te preocupes, me he asegurado de encontrarte un reemplazo. –Adar tomó una leve pausa para tomar una gran bocanada de aire. –Tú eres el tercer deiak; yo fui el segundo y Efialtes fue el primer deiak. –Al oír esas palabras, Aiden se sobresaltó. La criatura que más odiaba sin duda era Efialte. Era imposible que él cargara con el mismo título que Aiden ahora. –Hace siglos, Efialte me trajo a mí y a otras personas para poner en marcha el proyecto Soledad, que consiste en dejar en completa soledad al mundo. Sin embargo, al ser omnisciente, era conocedor de los diferentes mundos y dimensiones alternas. Para poder dejar todo en completa soledad, necesitaba un poder que fuera más allá: los ojos del infinito. Un ente es incapaz de despertar los ojos del infinito. Por eso, necesitan robarlos de alguien que ya los haya despertado primero. Si conseguiste los ojos del infinito, es porque Efialtes te ayudó, al igual que a mí. Él sabe que ya los tienes y te los quitará, como hizo conmigo. –Aiden decidió guardar silencio y aceptó escuchar todo lo que Adar tenía que decir. –Ser el deiak es ser ángeles que guíen a las personas y los entes. Se nos ha dado el derecho de hacer lo que queramos con este mundo, la tierra de Uthird. "Uthird" significa vacío, y vacío es lo que queda en los corazones de aquellos que crearon todo lo que existe en este mundo. Estoy a punto de contarte cómo se originó la vida en Uthird y cómo nacieron los entes, y por qué Efialtes es como es.

Hace millones de siglos, tres deidades llegaron al vacío, un lugar apartado de toda la creación y que no respetaba las leyes de la física establecidas por el consejo. Estas tres deidades eran los sacerdotes: la sacerdotisa del Sol, la sacerdotisa de la Luna y el sacerdote del Crepúsculo.

–He estado reflexionando durante mucho tiempo y creo que ha llegado el momento de crear nuestro propio mundo en este vacío. –Anunció emocionado el sacerdote del Crepúsculo.

–Estoy de acuerdo. Otras deidades han comenzado a crear vida en sus respectivos universos, y es nuestro turno de hacer nuestra contribución. –Respondió la sacerdotisa del Sol.

–Juntos, estoy segura de que podemos crear algo único. –Añadió la sacerdotisa de la Luna.

–Yo, Hesper, el sacerdote del Crepúsculo, Kyra, la sacerdotisa del Sol, y Aysel, la sacerdotisa de la Luna, seremos... –El tercer sacerdote se giró hacia sus hermanas y calentó sus muñecas. –Yo crearé el mundo en el que habitarán nuestros seres.

–Dejadme a mí crear a sus seres vivos. –Pidió emocionada la sacerdotisa del Sol.

–Entonces yo estableceré las leyes que regirán este mundo. –Concluyó la sacerdotisa de la Luna. Tras esto, ambos sacerdotes crearon en su mano derecha tres esferas de energía diferentes y las lanzaron, creando una potente explosión de la que nació el mundo que tanto habían imaginado. Sostenido por sus propias leyes, nació la tierra de Uthird.

Los tres dioses observaban el mundo desde arriba y velaban por sus seres vivos y su bienestar. Las sacerdotisas del sol y la luna estaban especialmente interesadas en los seres vivos y en las costumbres que estaban desarrollando.

–Parece que acaban de descubrir los atributos. –Comentó la sacerdotisa de la luna.

–Parece ser que Hesper no les dio el atributo fuego ni el atributo oscuridad. –Comentó la sacerdotisa del sol con curiosidad.

–No es necesario darles tanto poder. –Comentó el sacerdote del crepúsculo, que acababa de llegar al lugar ya que era la hora del crepúsculo.

–Llegas justo a tiempo. –Dijo la sacerdotisa del sol con un tono ligeramente sarcástico. El sacerdote del crepúsculo movió su mano sobre el mundo que habían creado y trajo consigo el atardecer. Los tres sacerdotes observaron a los seres vivos con interés, pero de pronto, el sacerdote del crepúsculo notó algo en ellos que no le gustó.

–Oye Kyra, ¿por qué no nos están alabando? –Preguntó el sacerdote del crepúsculo indignado.

–Aysel y yo hemos pensado que darles libre albedrío los hace más libres e interesantes. –Respondió la sacerdotisa del sol con tono calmado.

–¡Os dije que debíais seguir mis instrucciones sin cuestionarlas! –Exclamó el sacerdote enfadado.

–Si quieres, podemos votar. –Respondió la sacerdotisa del sol, y el sacerdote se marchó del lugar indignado. No pasaron muchos días hasta que el sacerdote volvió al lugar aún indignado.

–¡Aysel, Kyra, quiero ocuparme de los seres vivos yo solo! –Exclamó el sacerdote.

–Ya basta, Hesper, ya lo hemos discutido. –Comentó la sacerdotisa del sol.

–Ellos miran hacia el infinito como tú solías hacer, la soberbia te ha dominado. –Añadió la sacerdotisa de la luna. El sacerdote del crepúsculo se marchó del lugar furioso. Tras dirigirse a otra zona del daoka, golpeó la pared y comenzó a temblar de furia.

–Yo miro hacia el infinito, ellas no me entienden, solo yo puedo juzgar, solo yo... –De pronto, una enorme cantidad de energía comenzó a emanar del sacerdote, y todo el vacío retumbaba con su sola presencia. El aspecto humanoide del sacerdote comenzó a cambiar.

Al día siguiente, mientras la sacerdotisa del sol descansaba, algo llamó su atención: un ser que emanaba cantidades descomunales de energía, pero su presencia era reconocible: Hesper. Al verlo completamente deformado y tan poderoso, la sacerdotisa quedó inmóvil por el pánico.

–Hesper... ¿Pero qué te ha pasado? –Preguntó la sacerdotisa, aterrada.

–Mi desesperación fue tan grande que acabó afectando mi forma física... –Respondió el sacerdote, y luego se abalanzó sobre la sacerdotisa, inmovilizándola.

–Ahora me he convertido en el dios más poderoso, y tú serás quien dé a luz a la forma de vida perfecta. –El sacerdote violó a la sacerdotisa del sol, de la cual nació una criatura incapaz de identificar el bien del mal: Efialtes. La sacerdotisa sabía que debía acabar con su vida, pero no pudo; se apiadó de él y lo lanzó a la tierra de Uthird con la esperanza de que pudiera vivir en paz. Como su intento con la sacerdotisa del sol no funcionó, el sacerdote pasó a intentarlo con la sacerdotisa de la luna. De nuevo, no tuvo éxito, así que siguió abusando de ella hasta que dio a luz a un total de setenta y dos entes.

Harto de todos los errores que nacieron, el sacerdote intentó destruir la tierra de Uthird, sin embargo las sacerdotisas, a pesar de haber perdido toda esperanza optaron por sellar al sacerdote en la puerta de la hoja, mientras una duerme la otra se encarga de velar con sus creaciones. Quien se encuentra tras la puerta ya no es Hesper, ahora es Salomón, y el día que sea liberado traerá la destrucción a este mundo. 

Poco después de estos eventos, los entes se quedaron en el Daoka, el templo sagrado de los sacerdotes en medio del vacío. El ente Madhyé observaba la tierra de Uthird mientras meditaba.

–Si Madhyé tiene la habilidad de viajar a diferentes realidades, ¿por qué no puede ir a una donde nuestros padres estén libres? –Preguntó el ente Agares.

–Nuestros padres son omnipresentes, es decir, que solo existen unos, da igual la realidad a la que vayas, siempre serán los mismos. –Respondió el ente Mamón. De pronto, Madhyé se puso en pie y se lanzó directamente a la tierra de Uthird.

–Parece que Madhyé ha tomado una decisión. –Comentó uno de los entes.

–Yo también quiero bajar y ver el mundo que crearon nuestros padres, y si hay alguien indefenso, me gustaría protegerlo. –Comentó el ente Aim. Todos los entes debatieron levemente, pero estuvieron de acuerdo en bajar a la tierra creada por sus padres. Pero lo que encontraron no fue lo que esperaban; Efialtes había aniquilado al noventa por ciento de las especies del planeta y otras creadas por los malos deseos y la tristeza que sin querer reflejaban las sacerdotisas.

Aiden escuchaba las palabras de Adar, reconociendo su veracidad, pero su expresión permanecía impasible, simplemente atento y tomando nota de la verdad.

–Cinco años después de eso, Efialtes nos invocó a mí y a otras cuatro personas para despertar los Ojos del Infinito. Una vez inmerso en su juego, logré despertar los míos, pero ya era demasiado tarde; había matado a todos los demás. Decidí entonces enfrentarme a él.

–¿Cómo se derrota a alguien que usa los Ojos del Infinito? –Preguntó Aiden, confundido.

–Déjalo hacer el primer movimiento. No te centres en ver tus posibilidades, concéntrate en reducir las suyas. –Respondió Adar.

Adar y los entes con las habilidades de las cuatro fuerzas fundamentales del universo esperaban en la entrada de una cueva mientras Adar se disponía a entrar.

–Adar, déjanos acompañarte. –Comentó Malfas, preocupado por su compañero.

–No, es muy probable que ni siquiera ustedes puedan vencerlo. Esta es una misión suicida. –Respondió Adar.

–Entonces, con más razón debes dejarnos ir contigo. Eres demasiado valioso para nosotros. –Replicó Vepar.

–Solo enfrentándome a él podré descubrir la manera de derrotarlo. Esto es algo que debo hacer solo. –Respondió Adar antes de avanzar y adentrarse en la cueva, a pesar de las negativas de sus compañeros.

«Si no lo derroto, este mundo desaparecerá. Pensar que al principio eso no me importaba y ahora estoy dispuesto a dar mi vida por ellos. Supongo que ese es el deber de un ángel.» Pensó Adar, con poca esperanza.

A cada paso que daba, se daba cuenta de que la oscuridad de la cueva era abrumadora, pero al cruzar un cierto umbral, la cueva se llenó de luz. Poco después de atravesar un puente colgante, llegó al punto más profundo y se encontró con Efialtes.

–Efialtes, ya sé lo que pasó, comprendo por qué haces esto. Lamento que hayas nacido de esa manera y que te hayan arrojado a un mundo desconocido, pero lo hicieron para que tuvieras una oportunidad de vivir. –Comentó Adar mientras el ente le daba la espalda. –Tú me has ayudado a ver las cosas de otra manera. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, posiblemente podríamos haber sido amigos. Pero ahora voy a destruirte.

!

En ese momento, Efialtes se movió a gran velocidad para intentar atacar a Adar por la espalda, pero el Adalid pudo utilizar los ojos del infinito en ese momento para esquivar su ataque. De repente, en medio del aire, se creó un enorme bloque de hierro que al caer hizo saltar a Efialtes cerca del lago de lava que rodeaba la roca en la que estaban luchando. Antes de que cayera al lago, una llamarada lanzó a Efialtes de nuevo hacia la roca, pero antes de que pudiera caer, apareció una bomba y Adar se protegió con un escudo mágico para evitar que la explosión lo dañara.

–Mi habilidad se llama Creación, y como su nombre indica, me permite crear cualquier cosa con solo pensarlo, siempre y cuando conozca su composición química. –Explicó Adar mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de su gabardina negra. –Pero sé que no podré derrotarte solo con mi habilidad. Es por eso que las sacerdotisas me dieron algo más. –Adar sacó las manos de sus bolsillos y mostró que en ellas llevaba dos de las técnicas prohibidas, Tsenomi y Taienomi. Rápidamente inmovilizó a Efialtes con una formación de hierro y lo golpeó con ambos ataques. Sin embargo, Efialtes pudo resistir unos ataques tan devastadores. –Te encerraré por mil años. Espero que para entonces tu corazón ya no albergue ira. –Tras decir eso, Adar juntó sus manos y creó un sello que empezó a succionar a Efialtes con gran fuerza, pero el ente luchó con uñas y dientes para arrastrarse hacia Adar. El Adalid miraba aterrorizado ante la determinación de Efialtes. Cuando el ente llegó hasta Adar, este se quedó inmovilizado. Efialtes soltó una leve risa y pronunció su única frase en todo el encuentro.

–Te veré en el infierno… –Tras decir eso, Efialtes estiró su mano y arrancó los ojos de Adar para introducirlos en las cuencas vacías restantes en su pecho, mientras se reía sádicamente y Adar gritaba de dolor. El ente se dejó succionar finalmente por el sello mágico, siendo transportado a su próxima prisión.

–Lo siento tanto, amigo mío… No pude salvarte ni siquiera a ti. Te prometo que reconstruiré el mundo que intentaste destruir. Seguirás viviendo en soledad. Lo siento. Tomaré la maldición y me convertiré en el Deiak.

–Efialtes quedó sellado desde ese momento. Era mi deber traer la tercera era, y así lo hice. Mucho tiempo después estalló una guerra contra los entes. Solo pude ofrecerles armas para que pudieran defenderse. Desconozco lo que sucedió. –Adar terminó su relato y luego tomó aire. –Es hora de que la princesa Kaira te cuente qué pasó en esa guerra. Búscala y pídele que te cuente la verdad. Ya sabe que me has encontrado, después de todo, ella es... –Adar se percató de lo que estaba diciendo y sonrió levemente. –Bueno, ya te lo contará ella en su debido momento. Después de todo, el mío ya ha llegado. –Tras decir esto, Adar empezó a soltar un leve brillo azul, y Aiden se dio cuenta de que estaba a punto de morir. –¿Podrías decirme tu nombre?

–Soy Aiden, Aiden Astross. –Respondió Aiden con expresión afligida.

–Aiden Astross, si decides aceptar mi título, las Hespérides aparecerán ante ti. –Antes de que Adar se desvaneciera, de nuevo algo golpeó la puerta metálica que tenía detrás. –Una cosa más, sé que no me debes nada, pero me gustaría pedirte un favor. –Adar le explicó la situación, y Aiden aceptó.

Tras esto, Aiden se sentó en una silla y comenzó a reflexionar sobre todo lo que acababa de escuchar. Se preguntaba si estaba tomando la decisión correcta y si su camino realmente lo llevaría hacia su objetivo. Sin embargo, en ese momento recordó su promesa: la promesa de acabar con todos los entes y traer la era de la paz.

–No descansaré hasta que ese deseo se cumpla. –Aiden se puso de pie, abrió la puerta metálica y de ella salió un maniquí pequeño que se movía hacia fuera, confuso. Aiden lo apuntó con sus dedos y soltó un leve suspiro. –Lo siento. –Tras esto, utilizó su atributo fuego para quemar desde dentro al maniquí, ya que sus órganos no parecían contener agua.