Aiden corría en dirección a Ciudad Promesa, famosa por ser el hogar de los dragones. Aiden solo conocía ese lugar por las conversaciones que tuvo en el pasado.
Antes de despedirse del ente sagrado, Aiden abrió un sello mágico de donde extrajo una elegante espada de estilo rapier. Parecía estar hecha de cristal con ornamentaciones doradas, pero apenas rozaban la hoja, quedaba claro que poseía una gran dureza. Su hoja se asemejaba al cristal tintado de azul, aunque los detalles internos eran de un tono rosa. El mango, modesto en diseño, estaba revestido de cuero para mejorar el agarre; mientras que el salvamanos adoptaba la forma de una flor.
—En tu travesía te cruzarás con la princesa dragón. Se dice que un ente le ha estado causando problemas —comentó Seiryuu—. Debes acudir en su ayuda. Espero saber más de ti pronto, joven deiak.
A lo lejos, Aiden contemplaba cómo una ciudad perfectamente integrada en las montañas emergía en el horizonte. Criaturas aladas convivían con la ciudad, surcando los cielos tanto sobre la urbe como sobre las cimas rocosas. A esa distancia, no era posible precisar con exactitud su tamaño, aunque parecían más pequeñas que una persona.
Aiden aceleró su paso, preocupado por lo que Seiryuu le había comentado sobre el ente. Sin embargo, sentía una constante sensación de ser observado desde la distancia. A medida que se aproximaba a la ciudad, esa sensación se atenuaba gradualmente. De repente, cuando estaba a punto de adentrarse en los límites de la ciudad, alguien lo atacó. Aiden desenvainó su espada y bloqueó el ataque enemigo. Al observar a su atacante, se dio cuenta de que era una princesa. Sobre su cabeza tenía orejas y cola de zorro, su cabello rojo intenso era voluminoso y su figura esbelta y musculosa. Vestía un mono blanco y negro con dos capas de tela cayendo a los lados de la cintura, simulando una falda que no obstaculizaba su movilidad. Llevaba en la espalda una gran funda para su espada, de color azul con ornamentos plateados, y el filo de su espada también era azul oscuro. Tanto el mango como el guardamanos eran dorados y ostentosos.
—¡Habla! ¿Dónde conseguiste esa espada? —exigió la princesa.
—¿Y por qué debería decirlo? —respondió Aiden con calma. De repente, otra figura emergió de entre los matorrales. Llevaba las botas características de los soldados de la guardia real y se colocó rápidamente al lado de la princesa.
—Sería prudente que hablaras —añadió el soldado. Aiden ignoró las palabras del soldado y miró con determinación a la princesa.
Repentinamente, una tercera figura emergió. Por su silueta, parecía ser una mujer de unos treinta años, aunque llevaba una máscara que ocultaba por completo su rostro. Su vestimenta la asemejaba a una mercenaria, pero al no llevar nada que la identificara como tal, seguramente estaba retirada.
—Escuchemos primero lo que tiene que decir, observen atentamente sus ojos —declaró con tono sosegado.
—¡No me importa si el infinito está grabado en sus ojos! —respondió la princesa, volviendo rápidamente su atención hacia Aiden—. Mi nombre es Alina Dragó, la princesa dragón.
Aiden envainó su espada y adoptó una postura relajada. Alina no dudó y colocó su espada cerca del cuello de Aiden.
—Te exijo respuestas.
—Aaron, por favor —dijo la persona enmascarada. El soldado se acercó lentamente a la princesa y, al rozar ligeramente una de las orejas de la joven, esta saltó aterrada, cayendo en los brazos de Aaron.
Aaron llevaba a la princesa en brazos mientras todos se dirigían hacia un rincón tranquilo de la ciudad para conversar.
—Lamento el malentendido. Mi nombre es Brielle y soy la maestra de estos dos. Él se llama Aaron y, como podrás ver, es miembro de la fuerza real. También quiero disculparme por el comportamiento de Alina. Normalmente, no es así. Simplemente ha estado esperando la llegada de la princesa Aria y al verte con su espada, no supo cómo reaccionar. —Explicó Brielle. Al escuchar la última frase, Aiden cambió su expresión a una de culpa. —Estoy segura de que podrán aclarar este asunto una vez que ella se recupere. —Añadió Brielle, haciendo caso omiso de la mirada de Aiden.
Después de un breve lapso, Alina recuperó su expresión seria y posó sus ojos en Aiden, notando cómo su semblante había cambiado.
—Me gustaría disculparme por lo sucedido —pensó que era la forma apropiada de proceder después del ataque sorpresa—. ¿Sería posible que me dijeras dónde se encuentra Aria? —Aiden apretó los puños con fuerza, lleno de arrepentimiento—. Admiro a esa joven. Es una guerrera que lucha con pasión y elegancia, una rival digna —Alina descendió de los brazos de Aaron y se unió al grupo mientras su mirada se perdía en el cielo—. Recuerdo con claridad el día en que Aria llegó a Ciudad Promesa.
Alina se encaminó hacia la cueva ubicada en el corazón de Ciudad Promesa, la cual tenía la responsabilidad de proteger. A medida que se aproximaba, logró distinguir la figura de alguien desconocido frente a la entrada de la cueva. El uniforme que llevaba puesto permitía deducir que formaba parte de la fuerza real.
Alina se aproximó con rapidez para evitar que entrara.
—Supongo que esta es la cueva de la que hablaba la reina —comentó la desconocida, dando un paso hacia el interior de la cueva. Sin embargo, se detuvo al escuchar una voz a sus espaldas.
—¡Alto ahí, no puedes entrar, está prohibido! —exclamó Alina, observando a la persona frente a ella. La desconocida tenía orejas y cola peluda de animal, similar a las de un lobo. Era rubia, con ojos de un brillante color rosa. Su figura era esbelta y mostraba una gran forma física, fruto de años de esfuerzo.
—Tú debes ser la princesa Alina, yo soy la princesa Aria. Tengo permiso de la reina para entrar, así que hazte a un lado —declaró Aria, continuando su avance. Sin embargo, cuando llegó a la altura de Alina, esta última colocó su mano en el hombro de Aria para detenerla.
—Qué lástima que esas orejotas no te sirvan para escuchar —comentó Alina, con un tono burlón.
—Por favor, no me digas que esa falda te queda tan corta que no puedes moverte —respondió Aria, en tono de mofa.
—No te lo repetiré. En esa cueva no hay nada que te incumba —dijo Alina con tono agresivo.
—Si no hay nada en esa cueva, entonces no debería importar si yo entro —respondió Aria.
—No me dejas otra opción —anunció Alina, comenzando a desenvainar su espada.
—Espera, si blandes tu espada contra mí, no perdonaré esa ofensa —comentó Aria, apoyando su mano en Vind Blomst.
—Entonces, lárgate de aquí —dijo Alina, preparada para el enfrentamiento.
–Pero Aira era muy perseverante, así que no nos quedó otra que luchar entre nosotras. – Contó Alina mientras el grupo proseguía en su camino.
Después de varias horas de combate, ambas seguían luchando con tenacidad. La pelea estaba equilibrada; sin embargo, ninguna estaba dispuesta a ceder.
—¡Ya te lo he dicho, no puedo permitirte entrar! —exclamó Alina—. ¡He jurado proteger lo que se encuentra allí adentro!
—Solo estoy siguiendo órdenes de la reina. Te conviene no interponerte —respondió Aria.
Después de esto, ambas incrementaron la velocidad y la ferocidad de sus ataques. Después de un corto lapso, Aria retrocedió para tomar aliento.
—Escúchame, no deseo herirte —dijo Alina.
—Puedes estar tranquila, no creo que puedas. —Respondió Aria. En ese instante, la hoja de Alina comenzó a brillar en tonos azulados.
—Mi regalo se llama "sot", su efecto es penetrar el alma de las personas —Alina alzó su espada hasta colocar la hoja delante de su rostro—. ¡Prepárate para ser juzgada! —En ese momento, "sot" resplandeció con más intensidad y Alina comenzó a vislumbrar todo lo que Aria había vivido: su duelo contra Jade, su enfrentamiento con Madhyé, su desdén hacia Aiden y cómo se vio forzada a crecer debido a la discapacidad de sus manos. Todos los eventos que habían transformado por completo a Aria.
Después de esto, Alina alzó su espada con una sonrisa, mientras Aria la miraba confundida.
—He vislumbrado en tu alma, has cometido muchos actos de los que te arrepientes, pero ya has sufrido tu penitencia, no creo que seas una mala persona —explicó Alina.
—Bien, entonces pongamos fin a esto —dijo Aria, ajustando su postura en preparación para continuar la lucha.
—Que sea un enfrentamiento justo —añadió Alina, adoptando una posición similar.
El intercambio de golpes reveló una gran ferocidad y maestría por parte de ambas. Los movimientos de Alina impactaban con más fuerza bruta, mientras que los de Aria eran más gráciles y rápidos.
En pleno choque de espadas, Aria miró a Alina y se dio cuenta de que ambas estaban igual de exhaustas.
—Si no puedo entrar, entonces dime qué hay dentro —dijo Aria, aplicando más fuerza a la hoja de su espada.
—Me temo que tampoco puedo hacer eso —respondió Alina, contrarrestando la fuerza de Aria con su propia espada.
—Bien, entonces tendré que vencerte —anunció Aria e intentó aprovechar la oportunidad para golpear a Alina con una patada. Sin embargo, Alina retrocedió a tiempo y la contienda continuó.
Alina se abalanzó con fuerza, intentando golpear a Aria con su espada. No obstante, esta última saltó ágilmente, evadiendo el filo de su oponente, y la embistió con contundencia, potenciando su ataque con su atributo de viento. Alina se recompuso tras el impacto y se lanzó hacia Aria, preparada para enfrentar cualquier contraataque.
Aria simplemente elevó su espada y cuando Alina estaba a punto de impactar, un escudo de viento se materializó a su alrededor.
—Permíteme presentarte a mi regalo, Vind Blomst. Su efecto es crear un escudo de viento cuando enfrento dificultades —explicó Aria. Luego, aprovechando su atributo, hizo uso de Vind Blomst para lanzar a Alina con la corriente de aire generada por el escudo.
Con dificultad, Alina se incorporó, blandiendo su espada con determinación.
—¡Necesitarás mucho más que eso para hacerme renunciar! —exclamó Alina, solo para darse cuenta de que Aria ya se había colocado frente a ella.
—Alina, me veo obligada a informarte que cambiaré al estilo de soldado —advirtió Aria, antes de proceder a golpear a Alina con todas sus fuerzas, potenciando sus ataques con su atributo.
«Todos sus golpes apuntan al centro de mi pecho, lo que significa que busca matarme», reflexionó Alina. Tras unos cuantos golpes, Aria desencadenó su ataque más destructivo.
Aria quedó asombrada al ver cómo la sangre brotaba lentamente de la boca de Alina, aunque esta aún se mantenía en pie y sonriente.
—Finalmente, he encontrado a una guerrera que pueda brindarme un buen combate —declaró Alina, antes de comenzar a utilizar su aura de manera agresiva. Antes de que Aria pudiera reaccionar, Alina la golpeó con toda su fuerza.
Aria se puso en pie rápidamente, solo para notar que Alina había vuelto a blandir su espada con entusiasmo.
—Me gustaría que luchemos con todas nuestras fuerzas, para que después no haya arrepentimientos —expresó Alina, apretando con firmeza el mango de su espada. Aria sonrió y comenzó a emplear su aura, siguiendo el ejemplo de Alina.
—No hay problema —afirmó Aria, emocionada—. Por cierto, Alina, gracias por darme la pista sobre tu longevidad.
Ambas se lanzaron una contra la otra con todas sus fuerzas, provocando fuertes temblores con cada golpe que intercambiaban.
El intercambio de golpes perduró durante horas, hasta que en el instante en que ambas conectaron uno de sus impactantes golpes, potenciados por sus auras, se desencadenó una poderosa explosión como resultado de la colisión de fuerzas, que envolvió a ambas guerreras.
Ambas se desplomaron en el suelo, exhaustas y heridas, pero continuaban esforzándose por ponerse en pie y seguir luchando. Aunque pareciera que el enfrentamiento había llegado a su fin, ninguna estaba dispuesta a ceder y admitir su rendición.
—Entonces, ¿no tienes la intención de revelarme lo que hay dentro? —inquirió Aria, sin aliento.
—Puedo asegurarte que lo que se encuentra ahí dentro no representa una amenaza para nadie —respondió Alina, igualmente jadeante.
—Entiendo, por lo que entiendo, la reina no considera que haya nada de interés en ello. Supongo que tendré que proseguir con mi búsqueda enigmática —comentó Aria, tomando por sorpresa a Alina.
—¿En serio? —exclamó Alina, sorprendida.
—Por supuesto, alguien que lucha con tanta determinación merece que se respete su elección —contestó Aria.
—Te agradezco mucho, Aria —dijo Alina emocionada.
Permanecieron juntas, tendidas en el suelo, descansando en silencio durante un prolongado intervalo. A ninguna de ellas le quedaban fuerzas para pronunciar palabra alguna; sus corazones latían con intensidad debido al colosal esfuerzo y la emoción del combate, una experiencia que sin duda ambas guardarían en su memoria para siempre.
—Me encantaría que tuviéramos la oportunidad de enfrentarnos nuevamente en algún momento —expresó Alina emocionada.
—Por supuesto, así podremos determinar quién resulta victoriosa —respondió Aria con la misma emotividad.
Alina, Aaron, Aiden y Brielle llegaron a su destino, un cenador de madera ubicado en el extenso jardín del castillo de Ciudad Promesa. Alina acababa de concluir su relato con emoción y miraba a Aiden con un brillo de anticipación en los ojos.
—Estoy ansiosa por volver a verla y descubrir con qué movimientos nos sorprenderá —comentó Alina, rebosante de entusiasmo. Sin embargo, Aiden tenía una expresión apesadumbrada y optó por decir la verdad, relatando lo ocurrido con Aria.
—Estos desgraciados nos están obligando a luchar... —Dijo Aria, pero de pronto la voz de Aiden llamó su atención mientras él se ponía de pie con las pocas fuerzas que le quedaban.
— Aria... Quédate detrás de mí... Yo te protegeré... —Dijo Aiden, casi sin aliento.
«Y pensar que te has convertido en todo un caballero, Aiden. Sé que ya no puedes más, pero ¿Aún así sigues poniéndote de pie?» Aria soltó una sonrisa llena de valor y confianza, retiró la pluma que estaba pegada en el sello del dorso de su mano y esta creció y apareció en su espalda. Aiden se giró al entender lo que estaba sucediendo.
—Aiden, ve por los anillos elementales —dijo Aria. Madhyé, el ente colosal, apareció detrás de Aria mientras Aiden se acercaba con dificultad para detenerla–. Es una lástima que no podamos acompañarte en tu viaje, pero debes convertirte en el deiak. Aiden seguía haciendo su mayor esfuerzo por frenarla, pero no llegó a tiempo.
—Madhyé, llévate a Aiden de aquí.
—¡La decisión es tuya! —gritó Madhyé y, posteriormente, la atravesó con su cuerno y atrapó a Aiden con su mano.
—Aiden, por favor, prométeme que salvarás Varah —Aiden no quería escuchar sus palabras, no quería verla morir frente a él, no otra vez–. Trae contigo la cuarta era, la era de paz. Te confiamos nuestro sueño, lucha y no te rindas. Nuestros sueños y esperanzas ahora te pertenecen.
Aiden seguía esforzándose por liberarse de la enorme mano de Madhyé, pero este lo arrastró hacia el portal para sacarlo de ese lugar.
—Tenía tantas ganas de que juntos pudiéramos vivir más aventuras. Me duele tener que encomendarte esta tarea tan difícil –Aria se giró hacia Madhyé para hablarle directamente. —Gracias, Madhyé, por hacerme este favor. Espero que no haya resentimiento entre nosotros.
Aria estaba lista para desvanecerse cuando de pronto Aiden volvió a entrar corriendo por el portal aún abierto, pero Madhyé lo frenó antes de que llegara a Aria. En ese momento, Aria recordó todas las veces que había rechazado a Aiden y se rió, ya que ahora lo trataba como a un igual. Aiden miraba al suelo, esforzándose todo lo posible para llegar hasta Aria, mientras recordaba todos los ánimos y la confianza de todos los que había conocido en su estadía en Afetiria: Darren, Iris, Aria y Maya. Grabaría a fuego todos sus sueños en su corazón para cumplirlos por ellos.
—Lo siento mucho, pero no puedo ir contigo –dijo Aria en el momento en que Aiden logró llegar hasta ella. Sin embargo, su tristeza cambió por sorpresa combinada con emoción al mirar a Aiden a los ojos, mientras este le ofrecía su puño para sellar una promesa. En ese momento, Aria comprendió las palabras de Susaku.
—Deberá pasar por duras penas, pero él deberá regresar de sus cenizas.
Los ojos de Aiden volvieron a brillar en un intenso rojo, como cuando llegó a Varah, y ahora tenían un infinito dorado grabado en ellos.
—¡Cumpliré lo prometido, te lo juro! —dijo Aiden, lleno de determinación. Aria sonrió y chocó su puño con el de Aiden, sellando la promesa.
—No me cabe la menor duda, Aiden —Respondió Aria. Madhyé volvió a llevarse a Aiden, pero esta vez no opuso resistencia.
Alina miró a Aiden, conmocionada y al borde de las lágrimas por lo que le acababa de revelar. Le resultaba difícil concebir que alguien tan poderoso como Aria pudiera morir de esa manera.
—Fue mi culpa, no merezco tu perdón —Dijo Aiden, consciente de la mirada de Alina, aunque evitaba encontrarse con sus ojos. Alina se puso de pie y dirigió una mirada de desprecio hacia Aiden.
—¿Eres consciente de lo que eso implica? El alma de Aria ahora le pertenece a Madhyé, y no podrá reencarnar —Declaró Alina con evidente molestia. Aiden asintió, apretando los puños con dolor. —Dime, ¿hiciste todo lo que estaba a tu alcance para salvarla? —Preguntó Alina, y Aiden se quedó en silencio.
Alina tomó su espada y la sostuvo frente a su rostro, observando a Aiden con la intención de emplear su efecto en él. Luego, dejó caer la espada y salió corriendo, sollozando inconsolablemente. Al ver su partida, Aaron no dudó en correr tras ella.
Alina se sentó bajo un árbol, tratando de disipar la tristeza que nublaba su mente. Al levantar la vista, notó que Aaron se había acercado sigilosamente, con el fin de no perturbarla. No intercambiaron palabras, pero compartieron una sonrisa que reflejaba su entendimiento mutuo.
Mientras tanto, Aiden y Brielle se dirigieron al interior del castillo para preparar una habitación donde Aiden pudiera alojarse temporalmente en la ciudad.
—La espada de Alina es Sot, la espada espiritual. Su efecto le permite vislumbrar el alma de una persona —Explicó Brielle—. Si reaccionó de esa manera, significa que vio algo en ti que la perturbó. Alina todavía está aprendiendo a controlar su regalo, así que por favor, perdónala.
Aaron se sentó junto a Alina, preocupado por lo sucedido. Alina apoyó su cabeza en el hombro de Aaron.
—Pude vislumbrar mucha felicidad y una gran paz interior, pero todo eso se desvaneció. Le arrebataron su alegría y ahora lo único que le impulsa es el valor de una promesa —relató Alina—. A pesar de todo, lo traté muy mal. Estoy segura de que Aria no la habría tratado de esa manera.
Aaron pasó su brazo alrededor de Alina para abrazarla y brindarle apoyo.
Aiden había terminado de acomodarse en la habitación y preguntó a Brielle acerca del ente que estaba generando problemas en la ciudad.
—¿El ente Agares? Sí, ha estado causando inconvenientes, pero fui yo quien lo derrotó, así que no te preocupes y descansa —contestó Brielle—. Realizar un viaje tan largo seguramente te habrá agotado. Mañana volveré y podremos hablar con Alina para que te otorgue su bendición —añadió.
Al día siguiente, una enorme explosión sacudió el centro de la ciudad. A medida que el polvo se disipaba, se reveló la imagen de un colosal ente antropomórfico de aspecto de dinosaurio rojo, con espinas en su espalda, que yacía en el suelo tras haber caído del cielo.
—¡Voy a encontrarte, desgraciada! ¡Pagarás por haber matado a mi hermano! —vociferó el gigantesco ente. Sin demora, Alina y Aaron se apresuraron al lugar para averiguar qué estaba ocurriendo y constataron que todo el área había sido devastada.
—¿Quién ha causado esto en nuestro hogar? —exclamó Alina, atónita ante la escena que se desplegaba ante sus ojos. Poco después, Aiden llegó, listo para el combate.
—Ahí viene el culpable —señaló Aiden, indicando al ente que se aproximaba lentamente hacia ellos.
—Tú eres la princesa dragón, ¿verdad? —interpeló el ente a Alina—. Estoy en busca de la guerrera que mató a mi hermano. Dime dónde está y te eliminaré rápidamente —añadió, esbozando una aterradora sonrisa en su rostro.
—Habla de nuestra maestra —declaró Aaron, apretando los puños en un gesto de furia.
—Además de destruir mi ciudad, ¿te atreves a amenazar la vida de mi maestra? —replicó Alina, dispuesta a desenvainar su espada. El ente respondió, preparándose para atacar.
—No tenéis intención de hablar, ¿verdad? Entonces, os haré hablar por la fuerza —afirmó el ente con confianza. Aaron extrajo unos guantes negros con placas de metal en los nudillos de los bolsillos de su chaqueta.
—¡No está sola! —exclamó Aaron, lleno de determinación. Aiden desenvainó a Vind Blomst y se preparó para la lucha.
—Bien, por fin puedo empezar a calentar —añadió Aiden, con confianza.
—¡Te derrotaremos cueste lo que cueste! —exclamó Alina, lista para enfrentarse.
—¿En serio, ustedes, un grupo de debiluchos, piensan desafiarnos a mí, el gran Haagenti? ¡Pobres infelices! ¡Están frente a un ente de rango A! —dijo el enorme ente, lleno de confianza, para luego soltar una risa sádica—. Dejadme informaros de que mi habilidad se llama "coraza"; soy el ente con la mayor defensa. —Tras escuchar esto, Aiden activó los ojos del infinito, vislumbrando todas las posibles consecuencias de aquel enfrentamiento.
Acto seguido, Haagenti desencadenó su aura en una forma destructiva. Alina, Aiden y Aaron se lanzaron, preparados para el combate. Rápidamente, el ente se abalanzó sobre Aiden, enviándolo volando de un solo golpe.
—¡Traigan a la desgraciada que se atrevió a matar a mi hermano! —bramó Haagenti, posicionándose en el camino de Aiden y golpeándolo al suelo. Sin darle la oportunidad de ponerse en pie, Haagenti lo embistió nuevamente, lanzándolo contra una montaña.
En ese instante, Alina saltó sobre el ente, intentando atacar por la espalda. Sin embargo, Haagenti capturó su pierna en pleno aire y la utilizó para golpearla repetidamente contra el suelo.
—¡Les ofrecí la oportunidad de entregarme a esa desgraciada! ¡Ahora sufrirás mi ira en su lugar! —sentenció Haagenti, mientras Aaron golpeaba al ente para liberar a Alina. En un último acto, el ente arrojó a Alina al suelo y cambió su enfoque hacia Aaron.
«Para ser tan grande, se mueve con asombrosa rapidez», pensó Alina mientras Aaron seguía golpeando reiteradamente al ente, logrando que retrocediera con cada golpe. Sin embargo, en poco tiempo, el ente esquivó uno de los golpes y comenzó a atacar a Aaron con gran violencia, haciéndolo retorcerse de dolor con cada impacto.
Rápidamente, Alina se lanzó en ayuda de Aaron, saltando contra el ente con su espada en mano. Haagenti bloqueaba todos los golpes de Alina con sus puños desnudos. Después de un breve intercambio de golpes, Haagenti soltó un poderoso puñetazo. Alina logró bloquear el ataque, pero la fuerza del impacto la lanzó por los aires.
—Supongo que podré entretenerme con vosotros hasta que me aburra —declaró Haagenti, con desilusión.
De pronto, desde la montaña a la que había enviado a volar a Aiden podía verse un poderoso destello de luz roja. Desde la distancia, Ágata, acompañada del gorila rojo pudieron darse cuenta que Dyrnwyn empezaba a brillar en color rojo.
De repente, desde la montaña a la que Aiden había sido enviado volando, se percibía un poderoso destello de luz roja. Desde la distancia, Ágata y el gorila rojo observaron cómo Dyrnwyn comenzaba a irradiar un brillo carmesí.
Aiden había empezado a convocar el aura de la ira, aunque estar alejado de su espada le impedía transformarse completamente. Sus iris se tornaron negros y sus ojos rojos se volvieron de un verde esmeralda intenso. Marcas oscuras simétricas emergieron desde sus manos hasta sus ojos, cruzando su gabardina. En un instante, el cuello de la prenda se transformó en un adorno de invierno de suave blanco.
«La última vez te hice llorar... Pero mientras pueda pensar en ti, la ira no me dominará», reflexionó Aiden, aferrándose a la imagen de su esposa para mantener su control.
Aiden saltó de lleno al combate, decidido a poner fin al ente. Aaron y Alina se pusieron de pie, aprovechando que el ente tenía su atención centrada en Aiden.
–Tengo un mal presentimiento acerca de su estilo de lucha. –Comentó Aaron. De repente, Aiden pasó a su lado a gran velocidad y se enzarzó en un enfrentamiento con Haagenticon una intensidad y agresividad asombrosas, evidenciando que estaban en igualdad de condiciones. Aiden generó un rápido tornado de fuego para infligir más daño a Haagenti, pero el ente aprovechó ese momento para contraatacar con un fuerte golpe que lanzó a Aiden por los aires de nuevo.
–¡Nunca en mi vida he sentido dolor físico, mi habilidad es asombrosa! –Se jactó Haagenti, vanagloriándose de su fortaleza. Aiden se recuperó rápidamente, solo para percatarse de que Alina se abalanzaba hacia Haagenti, golpeándolo repetidamente. Sin embargo, el ente bloqueó todos los golpes con sus puños desnudos. Poco después, Haagenti lanzó a Alina al aire con un solo y poderoso golpe.
–Os sugiero que empleéis todo vuestro repertorio de movimientos, aunque es evidente que jamás lograrán lastimarme. –Presumió Haagenti. Alina se recuperó, notando que Aaron había tomado la iniciativa y estaba atacando al ente con todas sus fuerzas. No obstante, Haagenti bloqueaba cada uno de sus golpes, dejando a Aaron perplejo.
–He eliminado a cientos de soldados, conozco a la perfección vuestro estilo de lucha. –Afirmó Haagenti, antes de arrojar con fuerza a Aaron contra el suelo y continuar con una serie de rápidos puñetazos que dejaron a Aaron indefenso.
Aaron fue arrojado en dirección a Alina, quien lo atrapó, pero la fuerza con la que el ente lo había lanzado hizo que Alina retrocediera hasta donde se encontraba Aiden.
–No solo he aprendido el estilo de combate de un soldado, lo he perfeccionado, soy invencible. –Se jactó Haagenti.
–No hace falta enfatizar lo peligroso que resulta un ente que ha dominado el estilo de lucha de un soldado. –Manifestó Aaron sin aliento.
–¡Vamos, atacadme con todas vuestras fuerzas! –Exclamó Haagenti mientras apartaba sus manos y dejaba su pecho al descubierto. Sin vacilar, los tres guerreros se abalanzaron sobre el ente con toda su potencia, pero no obtuvieron resultados. Se quedaron parados, anonadados, mirando el punto donde habían golpeado, mientras el imponente ente se reía. –¿Creíais que al atacar todos al mismo punto podríais dañarme? Puedo dirigir mi resistencia a cualquier parte de mi cuerpo para endurecerla. Como ya mencioné, soy el ente con la mayor defensa. –Explicó el colosal ente. Los tres guerreros retrocedieron para considerar una estrategia y aliviar el dolor en sus manos adoloridas.
–Oye, se supone que tú puedes ver todas las posibilidades, ¿por qué no nos dices qué hacer? –Inquirió Aaron. Aiden no respondió, se lanzó nuevamente contra Haagenti en un intento de golpearlo. Mientras tanto, Alina levantó su espada y utilizó su habilidad sobre el ente, viendo todos los actos viles y destructivos que había perpetrado en el pasado.
Al ver la situación, Alina alzó su regalo, Sot, preparándose para un posible ataque efectivo.
–Los ataques convencionales no funcionarán, Aaron, gáname tiempo. –Dijo Alina con determinación. Aaron asintió y se lanzó contra Haagenti, quien aún combatía en una lucha equilibrada con Aiden, obligándolo a retroceder en momentos. En un instante, Aiden saltó para distanciarse rápidamente.
–No te detengas, ¡Golpéame con fuerza! –Exclamó Haagenti. Aiden no dudó y se arrojó hacia Haagenti, golpeándolo con fuerza desde todas las direcciones. Poco después, el ente capturó a Aiden y lo arrojó al suelo antes de intentar aplastarlo con su masiva pisada. –Avísame si esto te causa dolor. –Añadió el ente con un tono siniestro. Casi al instante, Aaron se abalanzó y golpeó a Haagenti con sus guantes, un regalo del adalid. –Qué extraño, no puedo moverme. –Comentó Haagenti, sorprendido.
–Mis guantes son Sazy, su efecto es paralizar al oponente. –Explicó Aaron mientras Alina se preparaba para su ataque.
–Qué patético, recurren a objetos para compensar su falta de habilidad. Es repugnante. –Despreció Haagenti. Justo después, el ente se liberó de la parálisis y se elevó utilizando un sello mágico. Creó otro sello y comenzó a arrojar enormes rocas, devastando gran parte de la ciudad, que había sido evacuada recientemente.
–Ya veo, ni siquiera dudas de su capacidad, princesa dragón. La confianza mutua es asombrosa. –Murmuró Haagenti al observar que Alina no había movido un dedo mientras Aaron luchaba para detener las rocas. Rápidamente, Aiden utilizó el poder del anillo de agua para crear una capa protectora. Cuando Haagenti detuvo su ataque, el agua que Aiden había empleado comenzó a caer en forma de lluvia. Haagenti descendió y se colocó detrás de Aaron. –Permíteme hacerte una pregunta antes de matarte. ¿Por qué sirves a la reina? –Cuestionó el enorme ente mientras miraba a Aaron con desinterés.
–No sirvo a la reina, sino a mi princesa, Alina. –Respondió Aaron. En ese instante, Alina completó la carga de su ataque y liberó toda la energía acumulada en su espada en forma de un potente rayo dorado, el cual impactó de lleno en Haagenti.
El lugar parecía tranquilo; Alina estaba exhausta por el tremendo ataque, y Haagenti no parecía estar presente en la densa nube de humo y polvo que se elevó tras el devastador golpe. Aaron y Alina estaban sin aliento, mientras que Aiden permanecía alerta, manteniendo su transformación activa.
—Eso fue patético —dijo Aiden con indiferencia hacia Aaron y Alina, quienes lo miraron perplejos. —No necesitamos ese tipo de ataques. Deberías conservar energía para movimientos menos llamativos. —De repente, Haagenti emergió del humo, riendo sádicamente.
—Es hora de poner fin a esta pelea y, de paso, captar la atención de esa desgraciada —dijo Haagenti. —Sé lo que haré, Princesa Dragón. Permíteme mostrarte un verdadero ataque. —Añadió, alzando la mano y dejando ver cómo un colosal meteorito se precipitaba hacia Ciudad Promesa.
Gran parte de la ciudad había sido aplastada por el meteorito. Aaron había sido lanzado por los aires, y Haagenti iba a aprovecharse de su estado débil para divertirse golpeándolo repetidamente. Mientras tanto, Aiden y Alina estaban debajo del meteorito, sosteniendo su gran peso para evitar quedar aplastados. Poco después, Alina dejó caer sus manos y empezó a llorar, demostrando que Aiden era quien soportaba la mayor parte del peso.
Al verla llorar, Aiden empezó a levantar con más fuerza el meteorito.
—Alina, me cuestionaste si hice todo lo que estaba en mi poder para salvar a Aria —dijo Aiden, captando la atención de Alina—. La verdad es que estaba aterrado, pero te juro que no volverá a pasar. ¡No permitiré que mis compañeros mueran de nuevo! —continuó Aiden con determinación. Luego extendió su mano hacia Alina con resolución—. Confía en mí.
La confianza en sus palabras resonaba dentro de Alina, una sensación que no había experimentado antes, unas palabras que había escuchado a la distancia en otra ocasión, pronunciadas con la misma determinación. Alina extendió su puño hacia Aiden mientras sonreía, hasta que ambos puños chocaron.
En el exterior, Haagenti seguía divirtiéndose con Aaron de las formas más crueles imaginables. Después de un rato, Haagenti agarró a Aaron del cuello y lo levantó.
—Vamos, despiértate, no es hora de dormir —dijo el enorme ente con una sonrisa sádica en su horrendo rostro—. Odio cuando mis víctimas pierden el conocimiento. —Añadió Haagenti con tono de desilusión antes de arrojar a Aaron con fuerza al suelo.
En ese momento, Aiden emergió de entre las rocas junto a Alina, decidido a poner fin al combate lo antes posible, mientras Alina corrió para socorrer a Aaron.
—Déjame adivinar, la Princesa Dragón te ha otorgado su bendición —dijo Haagenti, recuperando su siniestra sonrisa. Mientras tanto, Aiden avanzaba hacia él en silencio—. ¡Eso no te servirá de nada, mi poder es inmenso! —exclamó el ente, haciendo gestos de burla con sus manos.
Justo entonces, Aiden golpeó a Haagenti en el estómago, enviándolo a volar y haciéndole toser sangre cuando chocó contra el suelo. Alina observó la escena anonadada.
—Así que este es el poder de la bendición, pero aunque pueda recibir las bendiciones de las demás, Aria no está aquí para otorgar la suya —comentó Alina, dándose cuenta de que Aiden se había colocado frente al ente, aparentemente muy furioso.
—¡Ya me he cansado de tus palabrería! —anunció Aiden, furioso por el caos causado por el ente.
—Nunca… jamás subestimes el poder de un ente… —dijo Haagenti, antes de lanzar un ataque oculto hacia Aiden. El ataque fue tan poderoso que destrozó el brazo izquierdo de Aiden, sorprendiendo a Alina por la fuerza del golpe. Sin embargo, su sorpresa fue aún mayor al ver lo que ocurrió a continuación con Aiden.
—Esto sí que no me lo esperaba. Eres un ente, y al parecer posees la habilidad de regeneración —dijo Haagenti al ver cómo el brazo de Aiden volvía a crecer—. En ningún momento llegué a sospechar que fueras un ente, pero ya no tengo intención de prolongar esta pelea. Prepárate para morir. —Diría el enorme ente con tono sádico, antes de golpear a Aiden con todas sus fuerzas.
Tras media hora, todos estaban exhaustos por aguantar tantos golpes. Aiden había perdido su transformación, y Alina y Aaron apenas podían mantenerse en pie.
—Estoy seguro de que ya están deseando morir, así que díganme, ¿quién quiere ser el primero en morir? —dijo Haagenti con voz confiada. Aiden logró ponerse en pie y colocó su mano sobre Vind Blomst, la espada de Aria.
«Vind Blomst, tú eres la respuesta que necesito», pensó Aiden, intentando idear una estrategia para poner fin al combate lo antes posible. En ese momento, Brielle apareció frente a ellos con gran velocidad, lo que provocó una risa de Haagenti.
—Por fin apareces, desgraciada —dijo el enorme ente al ver a la asesina de su hermano frente a él.
—Alina, Aaron, disculpadme, no sabía por lo que estaban pasando —dijo Brielle al observar el estado de sus aprendices—. Gracias por mantener con vida a mis discípulos, pero si has visto algo con tus propios ojos, es el momento de revelar esa información —añadió, dirigiendo su mirada a Aiden, quien rápidamente recuperó la compostura.
—De acuerdo —afirmó Aiden con confianza—. Quiero llevar su habilidad al límite. Si los regalos están basados en las habilidades, eso significa que se les puede vencer forzándolas —explicó Aiden, seguro de sus palabras. Al oír esto, Haagenti soltó una fuerte carcajada.
—Eso es absurdo. Mi habilidad es imparable. La vez que lograste herirme solo se debió a que descuidé mi defensa —aseveró el enorme ente con confianza. Aiden se posicionó junto a Brielle con determinación.
—Brielle, necesito tu ayuda —dijo Aiden, preparándose para la lucha. Brielle asintió y empuñó sus cuchillos para el enfrentamiento.
Aiden fue el primero en lanzarse; rápidamente logró agarrar a Haagenti de la cabeza y luego lo arrojó por los aires con fuerza. El enorme ente elevó varias rocas que frenaron su avance, mientras soltaba una risa.
—Es gracioso que crean que tienen una oportunidad contra los entes. Las personas son débiles —exclamó Haagenti, emocionado por el combate que se avecinaba.
—Sobreesforzar su habilidad... No lo entiendo. ¿Por qué se le ocurrió algo así? —dijo Alina confusa. —Por más golpes que le dimos, no sentía dolor.
—Tal vez no nos dijo nada porque pensó que nos desesperaríamos al no ver resultados —sugirió Aaron, tratando de responder a Alina.
—¿Pero por qué pensaría eso de nosotros? —preguntó Alina, confundida. En ese momento, recordó su primer encuentro con Aiden. —Vale, puede que seamos un poco impulsivos —admitió Alina, algo avergonzada de sí misma por su mala impresión.
Mientras tanto, Aiden preparó una poderosa bola de fuego con la cual forcejeó con Haagenti, mientras que Brielle atacaba repetidamente y a gran velocidad al ente.
—¡Desgraciada, ¿cómo te atreviste a matar a mi hermano?! —diría Haagenti mientras intentaba evitar que la bola de fuego de Aiden lo alcanzara.
—Alina, ¿te has dado cuenta? —dijo Aaron, impresionado por el nivel del combate que estaba ocurriendo frente a ellos. —El ente solo bloquea los ataques de aspecto desafiante, mientras que pasa por alto los ataques comunes.
—Entonces, lo que me dijo en aquel momento era para que no gastara mi energía en ataques que terminaría bloqueando —dijo Alina en tono pensativo. En ese momento, Aiden lanzó una lluvia de flechas aurales a Haagenti desde el frente, mientras que Brielle usó el efecto de su regalo y lanzó una lluvia de cuchillos hacia el ente desde la espalda.
—Oye Alina, no hagas ni puto caso de lo que dije, ¿quieres? —dijo Aiden mientras mantenía su ataque junto al de Brielle el tiempo suficiente para que Alina repitiera su devastador ataque previo, golpeando directamente a Haagenti sin darle oportunidad de usar su habilidad.
«A pesar de mi habilidad, ¿pudieron llegar a esto? Desde un principio, la victoria era suya...» Pensó el ente mientras observaba el rostro de Aiden a través de la luz del ataque que seguramente lo derrotaría. «Sin duda, son unos ojos dignos de temer...»
Tras un breve momento de descanso, el grupo se reunió para abandonar el lugar, satisfechos por su victoria.
—Sin duda, tienes unos ojos asombrosos. Jamás imaginé que solo con una mirada... —empezó a decir Alina a Aiden, pero su conversación fue interrumpida por una colosal criatura que reconocieron al instante. Haagenti había adoptado su forma bestial, ahora mucho más grande, con seis patas y una postura propia de una horrible bestia.
Rápidamente, Haagenti atrapó a Brielle entre sus fauces, separándola con facilidad de sus piernas y condenándola a una muerte lenta y dolorosa. Alina observaba la grotesca escena con lágrimas brotando de sus ojos, al igual que Aaron. Aiden, por su parte, apretó los puños con furia y sus dientes con fuerza. Haagenti dejó caer a Brielle para que muriera y centró su atención en sus nuevas víctimas.
—Sin posibilidad alguna... —dijo Aiden sin más, pero todos comprendieron a qué se refería. Aaron y Alina corrieron rápidamente hacia su maestra para intentar ayudarla de alguna manera.
—Alina, Aaron... Era consciente de que moriría si venía, pero aún así elegí venir a salvaros... Tuve la oportunidad de decidir cómo morir. —dijo Brielle agonizante.
—Maestra, por favor, la necesitamos... Le ruego que no nos abandone. —suplicó Alina mientras lloraba desconsoladamente.
—Mi querida Alina... Sé que has pasado por mucho, pero no debes dejar de sonreír, esa es tu mayor virtud... Aaron, por favor, cuida de Alina. Seguid juntos, mejorando, creciendo, riendo... y lo más importante, disfrutando... —dijo Brielle con tono de satisfacción a pesar de su situación. Luego, Brielle soltó una leve risa. —Qué mala educación tengo... Deiak, me voy y no les he preguntado sus nombres.
—Soy Aiden, Aiden Astross. —respondió con calma.
—Tu nombre significa llama ¿verdad? Las llamas son la luz que nos guía en la oscuridad... —dijo Brielle antes de dirigir su mirada al cielo, comenzando a brillar en tono azul. —No lloréi por mí... Mi historia termina aquí, pero la de vuestra comienza... —añadió antes de desvanecerse en el aire. Haagenti rió con fuerza al ver que su venganza se había cumplido.
En ese instante, desde el interior de la cueva que Alina defendía, resonó un poderoso rugido, más grave y fuerte que el de cualquier otro dragón en la ciudad. Tras escucharlo, Aiden sintió cómo su mano derecha se movía por sí sola, al igual que la mano izquierda de Alina. Cuando sus manos se unieron, una gran esfera azul surgió, irradiando un colosal poder.
—El Dreka Alf... Pero solo existe una criatura capaz de hacer eso... —pronunció Haagenti, aterrado por lo que estaba presenciando.
—Alina, ¿este poder es tuyo? —preguntó Aiden, confundido.
—No, este es el Dreka Alf, mi conexión con los dragones, y tu control del fuego es lo que nos permite sostenerlo —explicó Alina. Haagenti estalló en una fuerte carcajada.
—¡No sean idiotas! ¿No han comprendido que soy invencible? —declaró Haagenti con confianza. En ese momento, Aaron golpeó al colosal ente utilizando el efecto de su regalo, paralizándolo antes de que pudiera activar su habilidad. Acto seguido, Aiden y Alina se lanzaron hacia Haagenti con determinación, impactando de lleno contra él con el Dreka Alf y reduciendo el cuerpo de Haagenti a polvo en el acto.
Varias semanas después, los guerreros habían sanado sus heridas. Aiden aprovechó su estancia en Ciudad Promesa para aprender nuevas técnicas, pero llegó el día en que debía continuar su viaje.
En las afueras de Ciudad Promesa, Aaron y Alina llevaron a Aiden para despedirse. Alina fue la primera en acercarse, extendiendo la mano en un gesto de despedida.
—El valor y la ira te pertenecen; fortalece esas emociones para convertirlas en poder —dijo Alina con solemnidad. Luego, Aaron se acercó para hacer lo mismo.
—Sin duda, eres alguien impresionante. Espero tener la oportunidad de enfrentarte en duelo en otra ocasión —añadió Aaron con entusiasmo. Aiden asintió con una sonrisa en el rostro. Luego, se dio la vuelta y comenzó a marcharse, pero de repente detuvo sus pasos y se volvió hacia Alina.
—Alina, llegado el momento, recuperaré el alma de Aria —afirmó Aiden con determinación. Alina, al escuchar estas palabras, no pudo contener las lágrimas de alivio repentino que brotaron de sus ojos. Después de expresar su promesa, Aiden se giró nuevamente y continuó su camino.