"Había muchos resultados aterradores que Atticus había imaginado en su salvaje viaje a los barrios bajos. Daphne, con su cuerpo golpeado hasta quedar negro y azul. Daphne en el suelo, su cuello yaciendo en un ángulo antinatural. Daphne, con la ropa arrancada, destrozada en pedazos.
Ninguno de ellos podría haberse comparado con lo que realmente encontraron sus ojos. Daphne estaba viva, pero no estaba nada bien. Estaba acurrucada en el suelo, con las piernas pegadas a su pecho. Sus brazos estaban envueltos alrededor de sus muslos y se balanceaba muy poco, como si fuera una niña tratando de entretenerse.
Pero lo que más le asustó a Atticus fue la mirada vacía en sus ojos mientras miraba fijamente sus pies.
Daphne siempre tenía unos ojos expresivos, aunque sólo los utilizara para mirarlo con severidad la mayor parte del tiempo. Sus ojos brillaban cuando estaba feliz, y resplandecían cuando estaba contenta. Se abrían cuando él la sorprendía y se entrecerraban cuando estaba confundida.