—¿Y bien? —Daphne agarró las sábanas con fuerza, sus cejas fruncidas mientras fulminaba con la mirada a Atticus—. ¡Respóndeme!
—No es importante —dijo Atticus—, pero se negó a cruzar su mirada con ella en ningún momento. En cambio, había estado mirando de un lado a otro con timidez, eligiendo centrar su atención en las mantas o en las paredes. Con cada segundo que transcurría sin una respuesta, Daphne se sentía cada vez más frustrada con Atticus, y preocupada por Eugenio.
Con su comportamiento, Daphne sabía sin lugar a dudas que él había visto a Eugenio después de que fueran atacados en los barrios bajos. Sin embargo, debió de hacer algo que no estaba dispuesto a compartir con ella.
—Dilo ya, ¿qué hiciste? —preguntó Daphne con severidad.
—¿Qué te hace pensar que hice algo? —replicó Atticus—, pero como seguía centrado en mirar la pared, Daphne no estaba convencida.