El trato que recibo de ellos no ha cambiado para mal, y por ello estoy agradecida. Desde el principio, decidí que si llegaban a ser abusivos, me escaparía sin dudarlo. Tengo una lista de opciones para sobrevivir en medio de la nada si es necesario, porque haré lo que sea para proteger mis intereses. Pero para mi sorpresa, las cosas no son así.
No había ningún contrato formal que me atara al señor Adonis. Mi presencia en su propiedad era más bien una especie de acuerdo tácito, un arreglo temporal que permitía a ambos beneficiarnos de la situación. Por mi parte, estaba agradecida por el techo y la comida que me proporcionaban, mientras que para ellos, mi ayuda en la cosecha y en otras tareas resultaba beneficiosa.
Por esto mismo, aunque no existía un acuerdo legal, había una especie de dependencia mutua que nos mantenía juntos.
Me di cuenta de que, como seres humanos, a menudo nos aferramos a lo conocido y a lo que nos brinda seguridad, incluso si no es lo ideal.
Es como cuando a un perro le das de comer por primera vez sin tener un lazo que te ate a él. A partir de ese momento, el perro siempre volverá porque sabe dónde le darán de comer, sin tener a dónde más ir, porque no conoce nada más.
Esta dinámica tal vez explica por qué el señor Adonis decidió buscar en la cuarta región, a pesar de la falta de contrato o compromiso formal. Quizás sabía de este patrón y que mi situación de dependencia, más que el dinero, me mantendría vinculado a él. La supervivencia y la comodidad se volvían factores más importantes.
Opté por aprovechar la situación al máximo, a fin de recibir habilidades y nuevos conocimientos.
◆Capítulo 3: Ake◆
Ya han pasado dos meses, desde que llegué para hospedarme. Durante ese tiempo, me he enfocado completamente en la cosecha del maqui. Aunque no entiendo por qué será tan relevante en el futuro, valía la pena preparar las tierras para una gran recolecta. Afortunadamente, al señor Adonis no le importaba que ocupara tierras adicionales para ello.
Por otro lado, Ake se ofreció a enseñarme a leer y escribir y con ello múltiples diciplinas. Durante ese tiempo, era inevitable sentirme atraída hacia él, como si estuviera rodeado de un halo magnético que despertaba mi curiosidad y emoción. Cada gesto y palabra suya parecían tener un significado profundo.
Ay, dios mío, ¿qué estoy pensando del hijo de mi jefe?
En las lecciones de enseñanza, mi tema favorito era repasar sobre las guerras que había tenido el imperio. Una en particular captó mi atención... Una guerra profunda, no con el imperio del sol, sino con una familia que se apellidaba First.
También, en ese tiempo, logré comprender mejor la escritura y, apenas pude, realicé una lista en papel de todas las personas a las que quiero ayudar.
Así es mi rutina. Después de ayudar en la huerta, paso a la sala de estudio, donde Ake me espera para continuar nuestras lecciones.
Y hablando de lecciones...
Allí está él, sentado en la sala de estudio, con una pierna cruzada sobre la otra, una figura tan marcada y a la vez sofisticada que cautiva mis ojos.
Mientras me enseña la historia del imperio de Luna, menciona al emperador.
—¿Sabías que el emperador tiene tres ojos? —comenta con una sonrisa traviesa.
—¿Cómo sabes eso del emperador? ¿Lo has visto? —pregunto sorprendida, dejando escapar una risita.
No responde de inmediato, simplemente posa sus profundos ojos negros en mí, mientras sostiene su rostro con la mano. Su silencio me pone nerviosa, pero al mismo tiempo, era un nerviosismo intrigante.
—Era una broma —responde finalmente, soltando una ligera risa.
Mis cejas se levantan de sorpresa.
Me siento tan tonta. ¿Por qué hace eso?
Sin embargo, él abruptamente cambia su expresión a una más seria.
—¿Sabes cómo se eleva al trono? Lo común es por sangre o herencia, si hay apellidos... —su dedo índice golpea suavemente la mesa mientras habla—. Y también... por derrocar al actual gobernante, ya sea matándolo —afirma, como si quisiera repasar la información. Pero el tono en que lo dice es... un poco espeluznante.
—Pero en ese caso, para ser emperador sin sangre real, debe ser alguien que gobierne otro país —digo, tratando de seguir el hilo de su pensamiento.
La idea de derrocar al poderoso me fascina, despierta un deseo de justicia y cambio en mí.
Es un pensamiento inquietante, pero a la vez emocionante.
(...)
Después de aquella lección, Ake se ausenta durante dos días, explicando que saldría por trámites o algo por el estilo, no logré comprender bien sus palabras. Me gustaría recorrer lugares al igual que él, conocer más allá de las fronteras de esta región.
En su ausencia, Don Adonis me sorprende.
—Oye Ana —suspira cansado por trabajar a todo sol.
—Dígame —elevo mi cabeza tras agacharme para plantar semillas.
—Te has dedicado profundamente con las tareas que se te asignaron, Está bien un descanso, ¿no? —Ve cómo estoy ordenando la huerta—. El fin de semana iré a la gran ciudad de la región, si quieres puedes acompañarme. Está bien cambiar de ambiente de vez en cuando —me sonríe.
Mi arduo esfuerzo estaba dando fruto. Esa oferta, sin duda, la acepto.
Al otro día, llega una carta de parte de Ake, informando que llegaría mañana por la mañana. Y tras el paso de las horas, así fue.
—Buenos días —saluda Ake entrando por la puerta principal.
—¡Ya llegaste muchacho! —le grita su padre con entusiasmo desde afuera, pues don Adonis se encontraba trabajando en el establo.
—Como siempre trabajando —responde Ake entre fuertes carcajadas.
Le recibo, tomo sus pertenencias y las dejo en su habitación. Traía consigo un gran equipaje.
A la hora de la cena, preparo la comida y, como de costumbre, ambos me piden que me una a ellos para comer en la mesa.
La conversación fluye de manera amena.
—Te traje un regalo —anuncia Ake de repente, haciendo que mi corazón comience a palpitar con fuerza. Aunque ya me he acostumbrado un poco a sus sorpresas, intento mantener mi rostro sereno.
Los ojos de su padre se abren como platos, estupefacto. Me mira, elevando las cejas con una sonrisa amable en el rostro.
—¿Un regalo para mí? —inquiero curiosa.
Ake empieza a revolver su té caliente con una cucharita.
—Es un vestido que vi en una vitrina de regreso a casa, me pareció superbonito —se detiene un momento—. Espero que no te haya incomodado, si no lo quieres...
—Sí, lo quiero, muchas gracias—respondo sinceramente.
—Está guardado en una de mis maletas, después te lo paso.
Él sonríe y me mira directo a los ojos.
—Además... Nunca pides salario, eso es un abuso —añade, luego voltea a ver a su padre.
Don Adonis se limita a dar un sorbo en su taza.
—No, no, estoy agradecida —vuelvo a decir—. Darme esto —extiendo los brazos señalando la comida de la mesa—. Es suficiente.
Pero en mi corazón sé que no es suficiente. Agradezco cada gesto de generosidad, pero tengo metas más grandes por las que debo luchar. Quiero escalar en esta intemperie por los míos y hacer una diferencia en sus vidas.
Después de la cena, nos despedimos para dormir. Me dirijo a mi habitación, pero justo cuando estoy a punto de cerrar la puerta, Ake aparece sosteniendo un gran envoltorio.
"Adentro está el vestido", dice Ake con una sonrisa. Mi corazón se acelera y una emoción inexplicable me embarga. Agradecida y con lágrimas en los ojos, acepto el regalo que Ake me ha dado.
Él sonríe, pero no dice nada. Simplemente, se va, dejándome con mis pensamientos y emociones.
"Solo es un gesto bonito, no te hagas ilusiones" me digo a mí misma mientras me preparo para dormir.
Encuentro la posición correcta en la cama, tratando de tranquilizarme y disfrutar de la sensación del vestido en mis manos. Sin embargo, de repente, escucho gritos provenientes del comedor.
Miro mi reloj de mesa y marca las una de la madrugada. El corazón me late con fuerza, y la curiosidad me impulsa a levantarme e intentar escuchar lo que está sucediendo. Me siento en las escaleras, tratando de pasar desapercibida mientras observo la escena en la primera planta.
Una discusión acalorada está teniendo lugar entre padre e hijo. La voz de Don Adonis suena preocupada y decidida, mientras que Ake parece insistente en algo que no alcanzo a comprender.
"No puedes unirte al ejército", escucho decir a Don Adonis con un tono firme.
"Vamos papá, tú estuviste la mayor parte de tu vida en eso, incluso estuviste en la guerra con el imperio del sol", es la voz de Ake.
Me siento atrapada en medio de esta tensa situación, sin saber qué hacer o cómo actuar. Decido no intervenir y esperar desde mi escondite en las escaleras, dejando que resuelvan sus diferencias por sí solos. Después de todo, no me corresponde.
Finalmente, la discusión parece terminar, y el silencio vuelve a reinar en la casa. Todos se retiran a sus habitaciones, y yo vuelvo a la mía antes de que me encuentren despierta, con la mente llena de preguntas y preocupaciones.
Me acuesto nuevamente. Mi corazón sigue latiendo con fuerza mientras pienso en lo sucedido. El misterio y la incertidumbre me mantienen despierta.
¿Qué estará pasando realmente entre Don Adonis y Ake?
Cierro los ojos.
Silencio.
Transcurre una hora.
Por más que me muevo en la cama, no concilio el sueño.
—Vamos duérmete, Ana —me digo a mí misma mientras acomodo la almohada en un intento de calmar mi inquietud.
Sin embargo, el sueño no viene fácilmente.
—Oh... Por más que lo intente.
Me da sed.
La sed me molesta, y aunque intento ignorarla, no puedo resistir la tentación de levantarme para tomar un vaso de agua.
Observo el reloj de mi mesita, marcan las tres de la madrugada.
Con cuidado bajo a la cocina para tomar un vaso con agua.
Mientras bebo el agua, mi mente no deja de dar vueltas.
"¿Qué está sucediendo aquí? ¿Por qué Ake quiere unirse al ejército?", murmuro en voz baja, intentando entender lo que ocurrió durante la cena.
No tenía idea de que el señor Adonis había servido en las armadas del imperio. Debe haber sido una experiencia difícil.
Decido regresar a mi habitación, pero algo me detiene frente a la puerta entreabierta de Ake. Una tenue luz se filtra por el hueco y me hace dudar.
"¿Estará bien? Después de la discusión con su padre, podría estar preocupado", pienso.
Curiosa, decido echar un ojo. Me acerco lentamente a la puerta, preocupada por lo que pueda estar ocurriendo. Lo que veo me deja perpleja, es... imposible de creer.
"Esto no puede ser real. ¿Acaso estoy soñando?", me pregunto a mí misma, frotándome los ojos para asegurarme de que no alucino.
Los cabellos rojizos de Ake se elevan delicadamente hacia el cielo, desafiando la gravedad. En los últimos días, había aprendido sobre la gravedad en los libros, por lo que esto no puede ser posible, y, sin embargo, lo estoy viendo con mis propios ojos.
Ni siquiera sé qué es normal, ya que he vuelto a mis diecinueve tras presenciar la muerte. Pero esto es algo completamente diferente.
De repente, su cabello rojizo cambia de color a un blanco brillante.
Sus pies tampoco tocan el suelo, y en la habitación, una luz blanca celestial lo envuelve, como si estuviera siendo elevado por una fuerza misteriosa.
Todo es tan rápido, no puedo comprender lo que estoy viendo. Mi mente se llena de preguntas.
"¿Qué le está sucediendo a Ake? ¿Hay algo especial en él que desconocía? ¿Es esto real o solo un sueño? Esto no puede ser normal" Pienso, intentando encontrar una explicación lógica. Pero el simple hecho de que haya vuelto tras la muerte, tampoco era lógico.
Ake parece ajeno a mi presencia y sigue inmerso en su misteriosa levitación.
Me alejo de la puerta, aturdida por lo que acabo de presenciar.
Incapaz de procesar lo que estoy viendo, retrocedo lentamente y regreso a mi habitación.
Mi mente sigue revolucionada por lo que he visto.
Me acomodo nuevamente en la cama, pero el sueño se ha vuelto un desafío aún mayor.
NARRA LUNAE
En la reunión del consejo...
—Mucha política, ahora a lo importante, quiero una doncella para mí —afirmo.
Todos posan sus ojos en mí, atónitos.
—Eso molestaría a la señorita Stella... —dice el más anciano.
Por eso, por eso quiero una doncella para mí.
—Si es lo que su excelencia desea —interrumpe otro—. Esta sería una gran oportunidad para que doncellas de Starlina puedan participar.
—Exacto, sin embargo, no seré tan estricto, esta vez quiero que incluyan damiselas de hasta la tercera región en su concurso de selección.
—Eso sería un gesto muy benevolente.
—Lo sé, y ayudaría a callar las malas lenguas.
—¡Qué ofensa! —otro abruptamente se levanta de la mesa—. Esto sería una ofensa para la familia First.
Ja... y este, ¿Quién se cree que es para dirigirse a mí en ese tono?
—Comparar damiselas de baja alcurnia para sus deseos... en vez de a la princesa —protesta el hermano de Stella First con un tono despectivo.
Al ser su hermano, no puedo llevarlo a la hoguera, es lamentable.
Maldición, debo decir algo audaz.
Ante el comentario ofensivo, levanto una ceja en señal de desaprobación y respondo con calma:
—Comprendo que puedas tener tus reservas, pero mi decisión final es esta. Estoy buscando una doncella para mí, no con la intención de ofender a nadie. Es momento de avanzar y brindar oportunidades a todos los talentos, independientemente de su procedencia. ¿Acaso la familia First no defiende la igualdad de oportunidades?
El hermano de Stella parece incómodo con mi respuesta.
Los demás miembros del consejo intercambian miradas, algunos asienten en señal de acuerdo, mientras que otros mantienen sus expresiones de desaprobación. La atmósfera en la sala se vuelve tensa. Pero, la marea ha cambiado a mi favor.
Sonrío interiormente. Parece que subestiman mi capacidad debido a mi edad.
Como si las damiselas me interesaran realmente. Eso no tiene relevancia en este asunto. Me pregunto cómo será tu reacción cuando te enteres, Stella First. La anticipación hace que mi corazón dé un brinco de regocijo.
En un principio, ella no me desagradaba, hasta que mi madre, antes de su muerte, me reveló el más grande secreto del imperio. Desde entonces, veo a Stella con otros ojos.
La familia First, en cualquier momento, podría intentar arrebatarme la corona. Y eso es porque...
Su familia posee sangre directa de los fundadores del imperio, sangre más pura que la mía. Más cercanos a la Luna, y no solo eso, el Dios Júpiter parece estar de su lado...
"Me molesta el hecho de que yo no provenga de una línea de sucesión directa" Revuelo mis cabellos mientras lo pienso.
No lo permitiré, no en mi reinado. No permitiré que nadie les ayude. No se deben avivar esas llamas de poder en ellos.