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Chapter 8 - Capítulo 7: Negociando con el emperador

NARRA LUNAE

Luego de que escoltaran a la chica que no quiso decir su nombre y sacaran de la habitación a las mujeres, tras el forcejeo incesante de Gina, el siguiente grupo entra al salón.

En esta ocasión, me resulta más fácil elegir a las cuatro seleccionadas. Sin embargo, después de un tiempo, decido cambiar la evaluación a una prueba de escritura y literatura debido a los múltiples fallos; si continuamos así, no quedarán candidatas adecuadas.

Finalmente, la primera fase termina y la noche cae. Los próximos dos días serán decisivos, ya que en la siguiente ronda se escogerán solo a 10 doncellas.

***

Al llegar a mis aposentos, Lumine, me aborda con una pregunta inusual.

—Su excelencia, la otra vez fui muy osado y mandé a decapitar al negligente cuando usted quería que lo mandaran a la hoguera. Ahora, con esta señorita, ¿Cuál es la sentencia? —pregunta.

Lumine hoy está muy hablador. ¿A quién se refiere?

—¿Cuál señorita? —pregunto confundido.

—La que dijo, si me disculpa la ofensa, "maldito malcriado" —imita la voz de la chica.

—Ah, ¡la peli naranja! —recuerdo al instante.

—Sí, su excelencia.

No sé qué hacer con ella. Su capacidad de respuesta en finanzas es buena aunque no quiera reconocerlo, solo falta pulir sus habilidades. Se nota que ha aprendido poco, pero procesa mejor que el resto.

—¿No hay nada más en mi agenda ahora? —pregunto a Lumine.

—No, su excelencia —responde, inclinando la cabeza.

—Entonces, llévame a su celda —digo decidido—. Quizás le dé una oportunidad si me ruega por su vida.

Todo se ve escalofriante mientras avanzo por el ala oeste. Ella debe estar muriendo de miedo cerca de las cloacas, río para mis adentros al imaginarlo.

Apenas me ve, habla decidida como si no hubiera un mañana.

—Sí piensa matarme por mi actitud frente a usted, antes permítame desahogarme. ¿No es usted el que se jacta de ser bondadoso? Pues conceda este deseo a su súbdita.

¿No vas a rogar por tu vida? Pienso tras ver la audacia de la chica; veo que mantenerla encerrada ha hecho que medite, pero no para pedir por su perdón, sino para atacarme. Idiota.

—Ja, habla. Agradece que soy un emperador benevolente.

—¿Tú, un emperador benevolente? ¿Sabes cuántos bebés desnutridos mueren en la región Perla? —su respiración es agitada.

—¿Qué? —respondo sorprendido, sin entender bien sus palabras.

—Más de doscientos en cada semestre del año. ¿Sabes cuánto se tiene que pagar por un sepulcro en tierra?... Por eso sus cuerpos yacen en basureros...

Me quedo pensando por un momento. Casi caigo ante sus palabras, pero mi confianza en mis habilidades como gobernador es firme. No puedo permitir que mi imagen se vea afectada por acusaciones falsas. Soy un gobernador dotado y perfecto, pese a mi severidad. He sido una de las más grandes lunas a lo largo del imperio y he incrementado el comercio a mi corta edad. Todo va bien acorde a los informes.

Entre dientes murmulla algo como "ni siquiera la anciana tuvo una muerte digna"

—¿Ya terminaste de hablar? —interrumpo, intentando mantener mi compostura. No voy a dejar que esta pueblerina de segunda mano socave mi autoridad o cuestione mi capacidad como gobernador.

—¡No! —aprieta con fuerza los barrotes de la celda, sus dientes rechinan—. Si usted... si usted me manda a matar ahora, se arrepentirá. Yo... yo poseo información que puede ayudarle a prevenir catástrofes, a anticiparse e incrementar el comercio, a diferencia de otros imperios.

Así que esta es su manera de rogar por su vida, astuta.

—¿Por qué debería creerte su excelencia? —se hace presente la voz de Lumine a mi lado—. ¿Cómo sabrías tú eso?

La chica da un suspiro y queda en silencio.

—¿Cómo te llamas? —pregunto, buscando mantener el control de la situación.

Para mi sorpresa, esta vez me responde.

—Ana, Ana Celine.

NARRA ANA

Me llevaron a un sector oscuro del ala oeste, a la cárcel, cerca de las cloacas, donde el eco de los roedores retumba en las húmedas paredes. Todo aquí da escalofríos, pero es algo que puedo tolerar. Viví gran parte de mi vida en lugares similares; lo recuerdo bien, está presente en mi memoria como una sombra que nunca me abandona.

El emperador, ese maldito niño malcriado, aún sigue rondando en mis pensamientos. Su mirada vacía, fría como el hielo, perforando la mía. ¿Cómo es posible que alguien tan joven pueda ser tan aterrador? Me pregunto qué experiencias de vida ha tenido para desarrollar tal carácter.

Ahora que lo pienso, don Adonis y Ake fueron una gran fortaleza para mí, influyeron positivamente en mi vida y me ayudaron a fortalecer mi estado mental. Gracias a ellos, no me intimidó hablarle al emperador.

A pesar de esto... Esta situación me llena de furia. Y es que recuerdo algo que me hiere en el alma: el hambre. Encerrada en esta celda húmeda y oscura, la sensación de vacío en el estómago vuelve a mi mente con fuerza. Si llego a ver al emperador en este estado, dudo poder mantener mi compostura.

Como si el destino conspirara en mi contra, su rostro aparece frente a mí, acompañado del hombre rubio que siempre está a su lado. Mi rabia se mezcla con ansiedad al verlo tan cerca.

Sin pensarlo dos veces, le hablo decidida, como si no hubiera un mañana.

—Sí piensa matarme por mi actitud frente a usted, antes permítame desahogarme. ¿No es usted el que se jacta de ser benevolente? Pues conceda este deseo a su súbdita.

Mis palabras fluyen impulsivamente. Mantengo acumulado un sinfín de sentimientos, y más por el hecho de que el destino del imperio de Luna dependa de un niño. ¿Son conscientes de eso? ¿Acaso son conscientes de la responsabilidad que recae sobre sus pequeños hombros?

Sin embargo, pese a ser un niño, en la evaluación se mostró dotado de inteligencia, aunque su personalidad sea un desastre.

En su visita a la celda, mis palabras salen, en desahogo. Incluso le hablo de los bebés... un hecho que he presenciado y que es horrible. Pero tras decir esto, la mirada desconcertante del emperador es como si lo que dijera fuera mentira... me da más rabia, me enfurece.

Hasta que recapacito... El emperador es un niño de personalidad inflexible, por lo que he observado. Necesito negociar con él.

Pienso algo rápido, es frustrante:

—Si usted... si usted me manda a matar ahora, se arrepentirá. Yo... yo poseo información que puede ayudarle a prevenir catástrofes, a anticiparse e incrementar el comercio, a diferencia de otros imperios.

Tras decir esto, mi mente se nubla por un instante. El ego que he formado se ha ido.

—¿Cómo te llamas? —pregunta.

Ake me enseñó que presentarse ante alguien es el primer paso para establecer conexiones. Me dijo que decir nuestro nombre no debería ser tan casual como respirar, debe ser valioso, considerado, para hacer especiales a las personas con las que queramos entablar una conversación. Un sentimiento totalmente contrario al que siento ante el emperador. Sin embargo, si quiero avanzar, debo dar el primer paso.

—Ana, Ana Celine.

—Ana Celine, ja —responde como burlándose—. Eres osada, debo admitir que nunca antes alguien se atrevió a levantarme la mano. Es una pena dictada, podrías ser perfectamente ejecutada, sin embargo, tú sigues... ¿Por qué? —su tono parece casi emocionado.

Antes de que pueda responderle, él continúa hablando.

—No solo eso, negocias conmigo, tu emperador. ¿En qué posición me deja eso a mí? —hace hincapié en la palabra 'emperador'.

Quiero decirle que llevo años esperando su ayuda, que hasta los 29 años esperé, pero no puedo expresarlo abiertamente.

—En qué posición usted nos deja a nosotros, emperador —enfatizo la palabra 'emperador', dejando en claro que no lo veo como alguien intocable.

Pero parece ignorar mis palabras y sigue con su interrogatorio.

—Además, ¿Cómo estás segura de hechos del futuro? —me examina—. ¿Posees poderes de predicción? —su tono es burlón—. Eso te convierte en mi enemiga, todos quienes posean magia pueden aspirar al trono —me mira sombrío, y su sonrisa de "te tengo" perdura.

¿¡Magia!? ¿Dijo magia? Su reacción me toma por sorpresa.

¿Existe lo surreal? Tras eso, la imagen de Ake levitando en su habitación viene a mi mente, donde todo en él parecía diferente.

Me cuesta procesar la información rápidamente, ¿será que tengo habilidades surreales? ¡Vaya pregunta! Nunca me lo había planteado seriamente, claro que en un día de lujos en la pobreza me pregunté:

"¡Oh, Ana, a lo mejor tienes poderes mágicos, intentémoslo!"

Vamos, ¡claro que no tengo poderes mágicos! Aunque, me pregunto si el hecho de haber regresado a mis diecinueve años tiene alguna conexión con ello, porque hasta ahora pensaba que la diosa de la luna me había dado una oportunidad... de seguro debe ser eso, ¡no es como que alguien de la nobleza diga:

"¡Oh!, Vamos a darle una oportunidad a Ana Celine, pobrecita ella"

Además, ¿Yo una amenaza si es que poseo habilidades mágicas? ¡Ja! Qué ocurrencia, ¡no soy una bruja malvada ni nada por el estilo! Solo soy una chica común y corriente tratando de sobrevivir en este imperio gobernado por un niño. ¡Qué ironía de la vida!

En fin, no puedo responder de forma directa, tengo que ser cautelosa y medir mis palabras.

—No poseo poderes de predicción, su excelencia —respondo con cautela—. Lo que dije antes no se refiere a magia o adivinación, sino a la habilidad de analizar información y tomar decisiones basadas en datos y tendencias.

Su mirada sigue penetrante, como si intentara leer entre líneas mis palabras.

—Además, puede dejarme bajo libertad condicional, es decir, bajo su supervisión, en un lapso en el que le demostraré mi valía. —añado.

Se ve pensante, pero el rubio a su lado interviene.

—Yo no lo consideraría, su excelencia —dice con desaprobación.

El emperador reflexiona y finalmente decide.

—Bueno, no es muy agraciada que digamos —un comentario que se clava en mi ser como una daga—. Veamos... —suspira—. Pese a esto, la manera en la que te desenvuelves en una conversación para sobrevivir es fascinante, como un conejito haciendo todo lo posible para que el zorro no la cace. Y lo que dices... de alguna manera tiene sentido.

—Pero, su alteza, hay doncellas más dotadas... —su secuaz me examina de pies a cabeza. Los comentarios ofensivos hacia mí continúan lloviendo.

El emperador Lunae le ignora y continúa diciendo:

—Dos meses, te doy dos meses. ¿Aceptas? Si veo que no me sirves adecuadamente en ese tiempo, serás ejecutada, ¿claro? —manteniendo su aire de superioridad.

—Acepto —respondo.

Claro que acepto, pero no soy tan ingenua como para confiar en él. Necesito aprovechar este tiempo para averiguar cómo funciona el imperio y después me escaparé.

—De acuerdo, Ana... ¿Apellido? No importa —dice—. Serás mi doncella temporal. Lumine, cancela el concurso.

—Pero...—interviene el pelirrubio.

—Es una orden. —le interrumpe, dejando claro que no quiere discusión.

El emperador se marcha, pero antes de irse, voltea hacia mí con una sonrisa burlona.

—Ah —vuelve a decir. Se rasca el cabello—. Esta noche la pasarás aquí, un castigo es un castigo, ¿alguna objeción? —ríe.

—No, su excelencia, todo está bien —respondo con una sonrisa forzada, intentando contener mi molestia.

—Y recuerda que tu tiempo de prueba será difícil —advierte antes de alejarse.

Una vez que se va, me quedo sola en la celda, llena de sentimientos encontrados.

Por un lado, siento un alivio momentáneo al tener la oportunidad de seguir con vida y planear mi escape.

Por el otro... sé que enfrento una prueba difícil y peligrosa. Por lo que no me dejaré vencer.

Es hora de ser cautelosa, de medir mis palabras y de demostrar que puedo ser útil sin revelar mis verdaderas intenciones.

NARRA GINA

Escalo con habilidad, hasta alcanzar una gran altura en la arquitectura del edificio, sin que mi determinación se vea afectada por el ambiente intimidante que me rodea.

Con una combinación de audacia y elegancia, me deslizo a través de las ventanas para acceder a la lujosa oficina del emperador Lunae. A pesar de que el viento sopla con fuerza en las noches, mantengo un firme agarre y no permito que eso me detenga.

"Guau, he alcanzado una altura impresionante", susurro para mis adentros mientras observo el suelo distante. Admito que esta no es una situación que experimente a menudo, pero Ana necesita mi ayuda. Le debo mucho por lo que hizo por mí en la feria, además, por mi culpa está en este lio.

Veloz, ingreso a la oficina, y me doy cuenta de que es un lugar de gran importancia o algo así. Sin dudas no estoy familiarizada con este tipo de entorno.

Papeles y documentos se encuentran esparcidos por todas partes.

El tal Lunae me mira estupefacto, pero eso no me intimida.

—¿Sonrojado? Parece que el emperador necesita ser domado —comento con una sonrisa desafiante mientras mis ojos se encuentran con los de él.

Lunae me mira con sorpresa, evidentemente molesto por mi audaz entrada en su dominio. Pero no me amilano, mantengo mi postura firme y directa mientras pronuncio mi demanda.

—Libera a mi amiga.

El emperador frunce el ceño, manifestando su desdén ante mi osadía.

—¿Quién te crees que eres para exigir algo así? No tengo tiempo para lidiar con asuntos insignificantes como tus amistades —responde con desdén.

Sin embargo, no me dejo someter por sus palabras.

—Mi amiga es inocente, y su encarcelamiento es una afrenta a la justicia. Si eres un gobernante justo, entonces escucharás mi petición y rectificarás esta injusticia. —respondo sin titubear.