NARRA GINA
Ha transcurrido una semana y media desde el incidente en el castillo. Ana quedó deslumbrada por el esplendor y los lujos del lugar. No puedo culparla; después de todo, ha pasado gran parte de su vida en la miserable región Perla. Sus instintos la llevaron a quedarse allí para buscar una vida mejor, y aunque no puedo juzgarla, sigo haciéndolo.
Antes de partir del castillo, recibí un mensaje claro: "Así como te otorgamos este permiso, también podemos retirártelo si tu amiga no coopera adecuadamente en el palacio". Y, tal como me habían advertido, al llegar a mi residencia, recibí una carta que me convocaba a la unidad de entrenamiento militar. Fui seleccionada sin necesidad de realizar pruebas, todo gracias a ese "niño". Lo que más me frustra es sentirme en deuda con él.
—¡Gina, estás lista! —me llaman desde abajo.
Hoy opto por llevar un conjunto más práctico: pantalones de un tono terroso que se ajustan a mis piernas, una blusa de tela ligera con un estampado de flores silvestres y unas botas resistentes. Nunca fui una amante de los vestidos, prefiero la comodidad y la libertad que me brindan estos atuendos.
Bajo a la planta principal, donde todos se han reunido para despedirme.
—Hija mía, te vamos a extrañar —dice con voz ronca la habitante más anciana de la villa. Siempre que podía, me regalaba caramelos. —La población perderá color sin ti, mi estrellita.
—¿En serio? Yo creo que al fin habrá paz —bromea su hijo, un hábil carpintero que siempre se ofrecía a reparar las casas. Me da unas palmaditas en la cabeza.
—Sigue diciendo cosas así y ya verás —le respondo, riendo desafiante mientras miro a la multitud con nostalgia.
Muevo la cabeza de un lado a otro, observando todos los rostros, pero no encuentro el de Lucy. Supongo que mi partida fue inesperada para ella.
—Cuídate, ¿de acuerdo? —mi hermana toma mis manos con cariño.
Asiento con determinación.
—Ustedes también cuídense. Haré lo posible por visitarlos a menudo, y prometo traer recompensas y honores —anuncio.
Nunca quise unirme al ejército de esta manera. A pesar de mis ideales, es difícil rechazar esta oportunidad. La amargura llena mi boca mientras emprendo mi viaje.
Qué hipócrita soy, ahora entiendo un poco a Ana.
El punto de encuentro para ser escoltada a la base está en la plaza. A medida que me acerco, noto a un grupo de hombres robustos reunidos en el lugar, la mayoría con miradas escépticas mientras esperan. Intento no sentirme intimidada y me acerco para presentarme ante un anciano que lleva el registro.
—Buenos días, soy Gina. Vengo para que me escolten a la unidad de entrenamiento militar.
Grandes camiones están listos para llevarnos a la región Manta.
—No puedes pasar, niña —me dice el anciano con severidad.
El anciano ni se inmuta en buscar mi nombre en la lista.
—Tengo una carta, soy... —dudo en decirlo, me duele el orgullo, pero... —¡Soy recomendada por el emperador!
Sus ojos muestran incredulidad y me arrebata la carta que contiene el sello del emperador. Su sorpresa aumenta.
—Cierre la boca o le entrarán moscas —comento, sintiéndome triunfante. —Si me lo permite —me subo al camión que escoltará a los nuevos estudiantes hacia la base militar.
Una vez en el camión, los hombres, en su mayoría jóvenes, me miran sorprendidos. Algunos parecen indiferentes y continúan ensimismados en sus pensamientos. Soy la única mujer a bordo...
El camión empieza a moverse. La última vez fue para un concurso, pero ahora me dirijo hacia lo que siempre he deseado. La aventura comienza.
A lo largo del viaje, los murmullos sobre mí son evidentes... Pero entonces, una voz gruesa y áspera, perteneciente a un hombre barbudo, se alza en mi defensa.
—Déjalos, no saben nada. Sus mentes limitadas no les permiten comprender lo que una mujer es capaz de lograr. La emperatriz Xifa, por ejemplo, fue una guerrera formidable —afirma con convicción.
—Lo sé, es mi inspiración —asiento, sintiéndome agradecida. Una sonrisa vuelve a mí mientras contemplo los paisajes verdes que se despliegan a través de la ventana.
—Disculpa mi curiosidad, ¿cómo te llamas? —me pregunta, sus ojos reflejan un auténtico interés.
—Soy Gina —respondo.
La charla fluyó lentamente mientras compartimos nuestras historias de vida.
Descubre que su nombre es Tedrus y que tiene una hija de mi misma edad, quien sueña con convertirse en princesa o casarse con un hombre rico y guapo. Tedrus, por su parte, ya es militar y se dirige hacia Manta por un llamado especial, aunque no profundizamos mucho en ese tema.
NARRA ANA
La esperada fiesta organizada por el duque está programada para este fin de semana la cual dará lugar en una de sus elegantes residencias, en esta ocasión, en la mansión ubicada en la segunda región, según se detalla en la invitación que he recibido recientemente de su parte.
Hoy es jueves, y mientras me preparo para enfrentar otro día, dedico tiempo a planear meticulosamente las palabras que dirigiré a Orlando cuando llegue el momento. Aunque planearlo parece más sencillo que llevarlo a cabo, estoy decidida a no dejar que mis nervios se noten cuando llegue la hora.
Después de asearme, recibo la notificación de que debo dirigirme a la sala de artes, donde se encuentran lienzos y grandes representaciones de paisajes.
—Por fin ha llegado un pintor famoso de Venus, lo llaman "Davoncho". Sería esencial que posara para su retrato, señorita, aprovechando las habilidades de este reconocido artista. Así que deberá acudir a la sala para que la pinten —con emoción, las criadas comentan la noticia.
—¿Por qué no me avisaron ayer?
—Su llegada no estaba prevista. Inicialmente, iba a ser un pintor común quien la retrataría a usted dentro de unos días, pero ahora tenemos la oportunidad con Davoncho —explica una de las criadas con entusiasmo.
Vaya, parece que no se dedican a esmerar presupuesto en mí. Afortunadamente, la visita de un artista de renombre lo compensa.
¿Tan buen pintor es?
Con la curiosidad picándome, me dirijo hacia el lugar designado para que realicen el retrato. La sala se encuentra en el mismo pasillo que me enseñó el emperador la otra vez, donde yacen los aposentos de la emperatriz Xifa quien solía practicar las sutilezas del arte.
Me encantaría algún día poder ver el retrato que ella hizo de mí... me hace sentir importante.
Al entrar, me encuentro con un anciano de aspecto sabio y experimentado. Sus ojos reflejan años de práctica y dedicación en su oficio. La luz que entra por las altas ventanas ilumina el lugar, resaltando los lienzos que decoran las paredes y los caballetes dispuestos en el centro de la sala.
—Bienvenida, señorita. Soy Davoncho, y seré el encargado de capturar su esencia en este lienzo —dice el artista tras hacer una reverencia.
—Un placer conocerlo, Davoncho. Soy Fidelis. Estoy ansiosa por ver cómo trabaja —respondo cortés, esbozando una sonrisa.
Davoncho me observa detenidamente y luego asiente.
—Para que el retrato sea lo más fiel posible, necesito que se mantenga con una buena postura. La espalda recta, el mentón ligeramente levantado y los hombros relajados.
Mientras obedezco sus indicaciones, no puedo evitar sentir una punzada incómoda en la espalda. Mantener una buena postura por largos períodos no es tan sencillo como parece.
"Respira, Ana. Esto es solo temporal y valdrá la pena", me repito en silencio.
Davoncho continúa ajustando los detalles de su caballete y su paleta de colores.
—Ahora, señorita, mantenga esa expresión suave en su rostro, como si estuviera contemplando algo hermoso y tranquilo.
Pero ¿Qué puedo contemplar en esta sala abarrotada de lienzos y botes de pintura? Mi mente divaga por un momento, buscando algo que evoque esa sensación.
"Ake, Ake es hermoso, intenta pensar en él". Sin embargo, mi mente se atreve a recordar a Lumine desnudo, un pensamiento atrevido que no esperaba. Mi corazón late más rápido por ese pensamiento y trato de tranquilizarme.
"Mira más allá, imagina un paisaje sereno, como el lago en las afueras del palacio", me sugiero mentalmente.
Davoncho empieza a dar pinceladas con maestría, y puedo sentir sus ojos críticos evaluando cada rasgo de mi rostro. No puedo evitar preguntarme qué verá en mí, qué intentará capturar en ese lienzo.
—Perfecto, señorita. Ahora, si puede mantener esa posición durante un poco más de tiempo, pronto estará inmortalizada en esta obra de arte.
Inmortalizada. La palabra resuena en mi mente mientras me esfuerzo por mantener la postura. ¿Qué significará eso para mí? ¿Cómo cambiará mi vida ser retratada de esta manera?
"La oportunidad de dejar una marca en la historia, de ser recordada por algo más que mi posición", reflexiono mientras los minutos pasan, y Davoncho sigue trabajando con destreza en su creación.
En el proceso, diviso de reojo al emperador Lunae, quien de paso parece haber notado la puerta abierta de la sala. Nuestros ojos se encuentran en un instante y su rostro refleja sorpresa.
Ha pasado tiempo desde la última vez que vi al emperador...
¡Vaya momento para que me vea! Parecía una estatua tiesa, con una expresión consternada.
Pensé que seguiría su camino, pero para mi sorpresa, sus pasos avanzan hacia mí y, finalmente entra a la sala.
—Ha pasado tiempo —dice con una sonrisa enigmática.
Sin embargo, no puedo devolverle el saludo en este momento. Están retratándome, después de todo.
Trato de responderle con una sonrisa forzada, pero la incomodidad se siente en el aire mientras continúo siendo el centro de atención de Davoncho, el cual me pide que mantenga la pose.
—Mírate, pareces una pasa arrugada —se burla.
Maldito niño.
Le mando una mirada asesina.
—Y esa pose, ¿te quedaste atrapada en un hechizo? —añade, como si fuera un experto en el tema.
Para rematar en su actuación cómica, dice ya a punto de irse:
—Bueno, ya que estás ocupada, me retiro por ahora.
Asiento con la cabeza, aliviada por su partida. Mi mente vuelve al retrato, a mi lucha por mantener la postura imposible y a la sensación de ser el objeto de atención tanto de Davoncho como del emperador.
¡Vaya día! Quién diría que mi camino hacia la inmortalidad artística sería tan complicado y lleno de sorpresas.
Y así, tres horas y media fue lo que se demoró la sesión...
Luego de terminar con la "tortura", quiero decir, el retrato, con dolor en la espalda y músculos agarrotados, me dirijo al jardín para respirar aire fresco. Estoy exhausta y necesito relajarme después de esta experiencia.
En el jardín, siento la caricia suave del viento en mi rostro mientras cierro los ojos por un instante, deleitándome con la paz que lo rodea. Las flores están en plena floración, y el embriagador aroma que desprenden me ayuda a liberar todo el estrés acumulado durante la sesión del retrato.
Busco un lugar para descansar, entonces me dejo caer en un banco que se encuentra cerca de una fuente de agua, dado que necesito una pausa urgente. Mis ojos vuelven a cerrarse, pero mi mente, terca, regresa una y otra vez a la imagen de Lunae, el emperador, y su sorprendente aparición en la sala de artes. ¿Qué habrá pensado al verme en esa pose tan poco favorecedora?
Sacudo la cabeza y trato de apartar esos pensamientos. Lo único que quiero en este momento es descansar y disfrutar de la serenidad del jardín.
De repente, un estruendo irrumpe en la tranquila atmósfera. Abro los ojos perpleja ante la interrupción.
Humo. A lo lejos del jardín, surge un extraño humo que se alza en el aire. Y entonces, mientras avanzo al lugar de donde emerge tal situación, escucho una respiración agitada. Mi mirada se posa en un edificio de pilares, donde veo a Lunae en el suelo, con el rostro sucio de polvo y agitado.
—¡Otra vez! —exige con frustración.
A su lado, está Lumine, con un extraño libro en la mano, recitando palabras al emperador para que él las repita. Me quedo sorprendida cuando Lunae eleva su mano derecha y de ella emergen luces. ¿Es hechicería? ¿Magia?
Resulta que Lunae está practicando con Lumine, y el jardín tranquilo se ha convertido en el escenario de su entrenamiento mágico.
En minutos de su ardua práctica, el niño me observa y luego suelta una risa mientras se rasca la cabeza.
—Mira dónde te encuentro —dice mientras me examina de pies a cabeza.
—Sí, yo quería un momento de paz, pero veo que alguien ha roto el ambiente —respondo, mi voz está cargada de sarcasmo. La tranquilidad del jardín ya no existe.
Lunae se baja del lugar donde estaba practicando y se acerca a mí.
—Lumine, déjanos solos —ordena, y su fiel servidor parece consternado por la petición.
El rubio me fulmina con la mirada, y puedo sentir la tensión en el aire mientras sus ojos se clavan en los míos. Es como si estuviera advirtiéndome que no hable sobre el incidente en el que lo vi desnudo... o al menos eso creo. ¿O será por otra razón que su rostro está tan sonrojado?
La incomodidad es palpable, y mi corazón late un poco más rápido mientras enfrento su mirada intensa. Finalmente, Lumine se retira, dejándonos a solas.
Trato de romper el hielo incómodo.
—Veo que estás practicando tus habilidades mágicas —comento, intentando sonar casual.
Él asiente, y aunque su expresión parece más relajada que antes, el aire entre nosotros sigue siendo tenso.
—He estado preguntándome sobre su ausencia, su majestad. Desde la ejecución, no he tenido noticias suyas ni he recibido indicaciones. Me preocupa si algo está ocurriendo —mi voz revela una dosis genuina de preocupación, ya que había escuchado sus discusiones urgentes con el consejo sobre una posible guerra.
Lunae dirige su mirada hacia el jardín, contemplando las flores con una expresión pensativa.
—Es normal que te sientas inquieta, Ana. Después de todo, aunque vivas en un nuevo entorno, será turbulento y desconcertante. Como el mundo en general —su tono es sereno, pero sus ojos reflejan una profunda comprensión de la carga que lleva como emperador.
¿Me acaba de llamar por mi nombre de pila?
Debo responder algo agradable, esta es una oportunidad para obtener confianza de su parte.