El creciente bullicio externo hace que me dé cuenta de que finalmente he llegado a la región Starlina, a la impresionante capital Plenus, que alberga las arquitecturas más grandes del imperio, incluyendo los majestuosos aposentos del rey. Después de dos semanas cautiva en la oscuridad trasera del camión, finalmente puedo salir a la luz del día.
Mis compañeras y yo somos escoltadas apresuradamente fuera del vehículo, y nos agrupan junto a otras jóvenes que ya se encuentran aquí. La expectación es palpable mientras formamos una fila de caras desconocidas.
—¡Las candidatas, quédense quietas para la última inspección! —anuncia una voz autoritaria.
El asombro se apodera de mí al ver la magnificencia de todo lo que me rodea. Jamás imaginé estar en un lugar tan deslumbrante. Aunque siento emoción, también me invade un ligero temor.
Observo a Gina; su mirada es punzante, su postura firme y su determinación evidente, como si hubiera sido entrenada para la guerra en lugar de participar en un concurso de doncellas.
—¡En total hay 1.251 concursantes! —anuncian, haciendo eco de la magnitud de esta selección.
—Sigan hacia el jardín de los palacios para recibir los arreglos y la vestimenta adecuada —ordenan, y nos movemos con cautela siguiendo las indicaciones.
Al llegar al exuberante jardín, nos encontramos con un equipo de damas que nos reciben con una sonrisa. Nos conducen hacia las encantadoras estancias reservadas para las concursantes, donde se nos proporcionan ropas elegantes y delicadas para la ocasión.
Las damas del palacio, con habilidad y gracia, se ocupan de asearnos y arreglarnos con esmero. Cada detalle es cuidadosamente atendido, desde peinar nuestros cabellos hasta seleccionar las joyas que realzarán nuestra belleza natural.
—Pueden mirarse al espejo, ante cualquier disconformidad pueden decirnos —nos informan con amabilidad.
Llevo puesto un vestido que nunca imaginé costear, de alta costura, y a la medida. Me siento como si me hubieran sumergido en un mundo de ensueño, donde la elegancia y la sofisticación son las protagonistas.
Observo a otras concursantes que piden más joyas para sus atuendos o muestran más piel, cada una buscando destacar a su manera. Gina, en cambio, hace un notable contraste con el vestido negro que viste, mostrando una elegancia serena y una actitud segura.
Después de los preparativos, nos conducen hacia la sala del trono, donde nos presentaremos ante el emperador y sus consejeros.
Los latidos de mi corazón se aceleran mientras avanzamos.
—¡Permiso para entrar! Vuestra excelencia, el grupo número uno de las doncellas concursantes ha llegado y están listas para presentarse ante vos y vuestros consejeros. —el heraldo presenta nuestra llegada, y luego ingresa junto con nosotras a la sala del trono.
La sala del trono es majestuosa, con altas columnas y una atmósfera de solemnidad y poder. El trono dorado brilla bajo la luz de las antorchas, y los ancianos consejeros parecen estudiar con detenimiento a cada una de nosotras.
La situación me deja perpleja. Mi mirada busca al susodicho emperador y me sorprendo al ver que, además de ancianos consejeros, hay un niño. Debe ser su hijo, pero ¿por qué se está sentando en el trono?
—¡Muestren reverencia a su alteza, el emperador Lunae, nuestra luna resplandeciente! —al unísono, todos se inclinan en reverencia como si hubieran ensayado este momento toda su vida; qué nivel de concentración. Mi mente trata de seguir el ritmo, pero me atraso un poco en seguirles el paso.
Aunque no lo vea, siento que las expectantes miradas, cargadas de desaprobación, se clavan en mí, recordándome que vengo de un lugar totalmente diferente al suyo, como un forastero en una tierra desconocida, carente de los modales y formalidades que esperan. Sin embargo, el silencio respetuoso perdura.
—Mujeres de la Luna, son afortunadas por participar en este concurso —habla el niño, quien parece ser el centro de atención.
No necesito pensar mucho para entender la situación.
Mis ojos se abren como platos, estupefacta.
¡El emperador es un niño?
Gina me golpea disimuladamente en el costado, instándome a controlar mis expresiones. Hago mi mejor esfuerzo por recuperar la compostura, pero siento que mi rostro arde con incredulidad.
—Pueden levantar sus cabezas —ordena, como si nos estuviera otorgando un gran honor con su permiso.
Respiro hondo y elevo mi mirada hacia él. Su cabello violeta y ojos celestes destacan desde la distancia, colores cautivadores. Su rostro, tan joven y al mismo tiempo tan sereno, me deja desconcertada. ¿Es esto real? ¿Cómo es posible que un niño ocupe el trono más importante del imperio?
Mi mente comienza a girar en círculos, todo lo que creía saber se desvanece ante esta desconcertante revelación.
—Vuestra excelencia, es un honor estar aquí como una de las concursantes —dice una de las participantes con voz firme y respetuosa, intentando destacar.
—No pedí tu palabra —suelta de forma tajante, cortando sus palabras como si fueran hojas marchitas en el viento.
Maldito mocoso malcriado.
El joven emperador vuelve a levantarse y camina hacia nosotras, con una confianza sorprendente para su edad.
—La primera y última etapa de eliminación la decido yo, de cada grupo, escogeré cuatro concursantes para la siguiente ronda —dice con una sonrisa traviesa, elevando la mirada al cielo. —Sí se portan mal o me descontentan, las consecuencias son claras —ríe, dejando claro que no se trata de un juego.
Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar sus palabras.
Luego de decir esto, con sus gestos, incentiva a su subordinado a que hable por él.
—Atención, la primera prueba, que será evaluada por su excelencia el emperador, es una evaluación de conocimiento financiero.
"Ja, como si ese niño pudiera entenderlo, seguro le pedirá a alguno de sus secuaces que lo evalúen y él solo dirá el veredicto" pienso.
En la misma sala, nos asignaron mesas y sillas para resolver el caso encomendado.
El tema de finanzas es algo que estudié con Ake, gracias a mi petición. Al tener discernimiento del tema, no fue algo difícil para mí. Termino el problema financiero y levanto la cabeza, dándome cuenta de la preocupación en los rostros de mis compañeras, incluso Gina.
—Veo que terminaste —dice el emperador, con una sonrisa que no me genera amabilidad, sino escalofríos.
Apresurado, me quita la hoja para ver el procedimiento y resultado.
Me levanto, esperando su veredicto.
Pese a juzgarlo, parece tener conocimiento del tema.
Tras analizarlo, tocándose el mentón, concentrado en el papel, eleva la mirada hacia mí.
—Es erróneo —dice con semblante serio.
Eso no puede ser, no entiendo en qué me equivoqué, entonces fugaz le arrebato mi papel.
—¿Dónde?
Luego de darme cuenta de mi actitud altiva, disimulo una sonrisa nerviosa.
—Oh... su gran excelencia, ¿me podría indicar en qué parte fue el fallo? —digo, pero mis palabras se atropellan unas a otras.
Él me indica con el dedo.
Abro más los ojos, no podré haberme equivocado en un maldito número.
—Veo que confundí el número 3 por el 8, pero el procedimiento es correcto —sudo de nervios. Oh, mi cuello... pero debo ser fuerte, recuerda Ana, digo para mis adentros, pero mi cuerpo muestra otra actitud.
Con su dedo índice, vuelve a señalar ahora una parte del procedimiento.
—Calculaste mal la tasa de rendimiento, y agregaste insumos incorrectos a una tasa que no debía, aquí —me enseña, pero su voz ahora es más calmada.
—Yo... me doy cuenta de mi error... —admito con tristeza. Ahora lo veía claro. Fui completamente inútil; no presté suficiente atención a las enseñanzas de Ake. Me distraje más con su belleza que con el estudio.
No pude haber estado más equivocada; este niño es un experto.
Sin darme cuenta, doy un suspiro pesado que resuena, y en un intento por corregir mi informalidad, tapo mi boca apresurada.
—¿Y las demás? —eleva la voz—. No puedo creer lo inútil que sean —toca su frente resignado.
Este joven emperador, Lunae, a pesar de su apariencia infantil, parece tener un aire peligroso.
NARRA LUNAE
Pensé que el día iba a ser perfecto, pero tras la irrupción de Stella First, mi estado de ánimo se fue en declive.
—Su excelencia, mi luna, dígame por favor, ¿Qué he hecho para que me desprecie de este modo? —dice Stella con pesar.
—Eres muy codiciosa si solo me quieres para ti —respondo con firmeza.
—Aún estás a tiempo de cancelar el concurso —sugiere ella.
—No. Lumine, escóltala a su recámara —ordeno, queriendo poner fin a la discusión.
Entro al salón del gran trono junto a los miembros del consejo, y anuncian la llegada de las concursantes, un número bajo para mi gusto. Mi expectativa era de 10.000 mujeres, pero no entiendo la razón por la cual nadie quiere participar en ser mi doncella personal, a pesar de que les he dado la oportunidad.
Las concursantes se dividen en trece grupos, de alrededor de cien mujeres en cada uno.
En el gran salón, se encuentran cien chicas, una de ellas tardó en reverenciarme, lo que me lleva a considerar eliminarla, aparte su mirada a mí fue juzgadora. Al menos las otras supieron comportarse.
Les informan que decido participar en las eliminaciones, qué entretenido.
De estas cien chicas, solo cuatro pasarán a la siguiente ronda, en la cual se estima un número reducido de 52.
Empieza la primera prueba, un caso de finanzas, es importante que la doncella posea capacidades y me ayude.
Observo atento sus caras de confusión y nerviosismo mientras recorro el salón y ellas resuelven el ejercicio. Algunas aparentan escribir, pero no anotan nada. Tal vez... mi presencia las pone nerviosas, es de esperar con este rostro tallado.
Para mi sorpresa, la chica de cabello naranjo y mirada prejuiciosa ha terminado.
—Veo que terminaste. —comento, evaluando su respuesta.
Aunque demostró rapidez en responder, noto que su nerviosismo la llevó a cometer errores en la asignación de insumos y a confundir algunos números. Parece distraída, lo que me hace pensar que no es adecuada para el puesto de doncella personal. Es una pena, pero su actitud hacia mí fue extraña, ¿Qué esperaba? ¿Un viejo? Parece subestimarme.
Sin embargo, es la única que ha terminado. Las demás parecen tener dificultades o están progresando demasiado lento. Esta situación me provoca cierto enojo, ya que la paciencia no es mi virtud más destacada.
—¿Y las demás? —elevo la voz—. No puedo creer lo inútil que sean.
No puedo creer lo desafiante que resulta encontrar una candidata adecuada. Para colmo me está dando hambre. Mi estómago gruñe.
—Lumine, trae mi cupcake favorito, me dio hambre —entono en tono de fastidio—, aghhh esto me cansa, me arrepiento de ser parte de la selección, debería estar jugando con el robot que me enviaron del imperio Venus.
Volteo la mirada y las chicas no siguen escribiendo.
—¿Qué esperan? ¡Continúen o todas serán eliminadas!
Me siento en el trono, esperando impaciente. Finalmente llega mi cupcake y lo devoro rápidamente. Pero a pesar de comer, mi impaciencia no disminuye, y empiezo a tocar el suelo con mis pies de manera insistente.
—¿Alguien ya terminó? —pregunto, ansioso.
—Sí, su majestad —se levanta una chica de vestido negro, el cual combina con su cabello oscuro.
—Acércate, muestra —señalo.
Reviso la respuesta, y es incorrecta, muy lejos de lo correcto. ¿Acaso lo intentó? ¿Qué es esto? Parece una mezcla de historia con matemáticas.
—Mal —digo, decepcionado.
Pero la chica no parece estar decepcionada como la de cabellos naranja. ¿Acaso quiere ser eliminada?
—Tu nombre. —le pregunto.
—Gina.
—Eres incompetente, Gina. Estás eliminada. —digo sin titubear. Aunque ella no desee estar en este concurso, no voy a rogar a nadie. Su actitud me fastidia, ella se lo pierde—. De hecho, están todas eliminadas. Pasen al siguiente grupo.
Algunas chicas no dicen nada, pero el rostro visible de la de pelo naranja parece como si estuviera acorralada contra la pared. Su mano tiembla, pero no creo que sea de miedo.
—Eso es injusto —dice en voz baja, pero logro escucharla.
La chica de cabellos negros la mira con extrañeza, como si no esperara esa respuesta de ella.
—¿Qué? —enojado—. ¿Te atreves a cuestionarme? —me acerco.
La joven de cabello naranja sigue mirándome de forma extraña, lo cual me frustra. Puedo escuchar cómo traga saliva.
—Su excelencia, usted no es justo con lo que dice. Al principio dijo que escogería a cuatro seleccionadas...
—Antes, puedo cambiar de parecer a mi gusto, ¿o acaso tú me lo impedirás? —respondo desafiante.
—Aun así, no es justo...
—¿Y vas a llorar al respecto?
Por un momento se escucha un silencio, las concursantes la miran perpleja por no callar su boca ante mí. Gina, le dice a lo bajo que se detenga, que es mejor irse, que no insista.
La chica de pelo naranja parece estar pensando de todo en este momento. Y de repente, agarra mis atuendos, levantándolos lo suficiente como para quedar de puntillas.
—¡Deja de ser un maldito malcriado! —exclama con furia.
Sin duda, su reacción me toma por sorpresa.
—¡Enciérrenla en la cárcel del palacio oeste! —grito al instante.
Aunque estoy molesto, me sorprende su audacia y persistencia por querer estar conmigo. Es que soy irresistible. Este pensamiento me pone feliz.
Pero su actitud, sus palabras ante mí, no las puedo pasar por alto. No puedo permitir que nadie desafíe mi autoridad o cuestione mis decisiones.
—Suéltenme, ¡Suéltenme! —forcejea.
—Déjenla —interviene Gina.
Los guardias controlan a las chicas.
No toleraré ningún tipo de insolencia o desobediencia en mi reino.
—Antes de que se la lleven, ¿Cómo te llamas? —su mirada hacia mí es punzante—. Vaya, estás muy irascible.
—Usted también es irascible —responde.
—¿Es así, Lumine?
—Por supuesto que no, su majestad. Usted es el ser más bondadoso de esta tierra. —responde mi leal mayordomo.