Abigail caminó lentamente hacia la cama y subió a ella, sus ojos se fijaron en los de él.
Se arrodilló en la cama, a sus pies, mientras Alex se apoyaba en el cabecero.
—Si puedo hacerte sentir bien, ¿jugarás un juego conmigo? —preguntó, mirándolo con ojos serios y decididos.
—Mmm... Tú me oíste, Abigail.
—¿Y hablas en serio esta vez, verdad? ¿No es otra de tus bromas?
Alejandro sonrió, sabiéndolo.
—Esa es la actitud correcta, pequeña oveja. Confirma los detalles. Asegúrate de las cosas primero, no creas tan fácilmente en las palabras de cualquier hombre —dijo, mirándola intensamente—. Ten la seguridad... no estoy bromeando esta vez.
Abigail soltó un profundo suspiro antes de moverse de nuevo. Se acercó un poco más a él, pero luego se detuvo, como si de repente hubiera pensado en algo.
—¿Qué señales debo buscar para saber si te sientes bien? —preguntó de nuevo, haciendo que las cejas de Alex se arquearan—. Dijiste que debería asegurarme de confirmar los detalles.