Abi entonces comenzó el masaje. Se puso a horcajadas sobre él nuevamente y se sentó en su espalda baja para tener un mejor apalancamiento mientras daba el masaje. Comenzó por sus hombros, amasando en un movimiento circular, y fue bajando hasta su espalda baja. Usó sus pulgares para aplicar más presión en las áreas que lo necesitaban. Se esforzó al máximo, pero con el tiempo, comenzó a formarse un ceño en su cara.
Hizo todo lo que le habían enseñado y más, pero no obtuvo ni un poco de respuesta, ¡ni siquiera un leve movimiento!
Recordó cómo reaccionó su cuerpo cuando su abuela le masajeó la espalda y se acordó de que dejó escapar un gemido y su piel se puso caliente y relajada.
Pero Alejandro era como un maniquí inerte. Ni siquiera soltó un 'ay' cuando ella presionó a propósito un punto doloroso. Ni siquiera se inmutó. No hubo ninguna reacción en absoluto.