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Chapter 54 - Un día normal para aquel cobarde

Un día normal para aquel cobarde

Tomé rumbo a la ciudad en cuanto cayó la noche, conforme iba acercándome, la luz de las linternas de los guardias brillaba con más intensidad. Como era de noche, me detuvieron colocando la luz sobre mi rostro, al mostrar la medalla del gremio suspiraron y la inspección terminó poco después.

Mientras recorría las calles, me aseguré de mantenerme alerta por si acaso, era imposible saber si el gremio me tendría rencor o no, una máscara no engañaría del todo a los aventureros más expertos.

«Me pregunto… ¿Qué será peor? ¿Ser perseguido por la máscara o temido por mi rostro? Hasta el Jilk se exaltó cuando me quité la máscara, mejor me arriesgo con la primera opción».

Por suerte, todo parecía estar en orden o al menos de momento. Logré regresar a la posada, la cual recién había rotado al personal nocturno y entré a descansar en mi habitación, dejando todo el equipamiento en una esquina para acostarme en la colchoneta del suelo.

Cerré los ojos por un momento, el cual se sintió eterno. En cuanto la luz del día alcanzó mi rostro, salté fuera de la cama para ir a bañarme, si recordaba bien, la cita sería al pasar el medio día, con suerte tendría el tiempo suficiente como para comprarle algo a un costurero.

Tras terminar de bañarme, secarme y tomar prestado uno de esos hanbok de la posada, salí corriendo por los alrededores del gremio. No me importaban tanto los peligros en ese momento, me limité a preguntarle a los aventureros y otros transeúntes sobre costureras cercanas, gracias a sus indicaciones pude dar con una, algo apartada, por el distrito noreste de la ciudad.

Para no llamar la atención, me limité a correr, evitando a cada persona que se cruzase en mi camino. Tras correr a toda velocidad por unos veinte minutos, finalmente llegué hasta la costurera.

Con solo verla, con solo estar cerca; se podía notar la fina decoración de la tienda, cuyas paredes y suelo eran pulcros, esencias aromáticas recorrían el aire, acariciando las narices de todo transeúnte cercano.

La tienda estaba ubicada en un lugar de calles concluidas, de concreto sólido y tenía una losa de mármol personalizada, también un letrero elegante y ostentoso que lucía el nombre del recinto: "El jardín de los mil rocíos" Y tal como se decía, fragancias refrescantes provenientes de inciensos y perfumes de distintos aromas que se combinaban de maravilla rodeaban todo el lugar.

«¿Podré comprar algo en este lugar? Debo dejar algo para el viaje… no quiero terminar comiendo pan durante todo el trayecto».

Dudoso, entré al elegante recinto, tuve que despojarme de las sandalias que tomé prestadas y pasar sobre una especie de fuente en la que mis pies se lavaron. Por dentro, la tienda lujosa que cubría más o menos una manzana de largo, tenía varias secciones divididas por cortinas de seda, me perdí buscando la de ropa, pero con suerte y un par de minutos, logré llegar hasta el lugar, donde varios empleados usando máscaras del gremio de comerciantes, pero con una telaraña en forma de orquídea de decorado, se encargaban de brindar asistencia a la clientela.

Uno de ellos, bajo, llegándome por los hombros y con una figura femenina apareció de la nada, me analizó de pies a cabeza y haciendo una reverencia seguida por un gesto de sus manos, ordenándome seguir sus pasos, me llevó hasta un cambiador y luego hizo otra seña ordenándome esperar.

«Estoy nervioso, nunca he comprado en una tienda elegante antes, es mucho más fácil comprar algo que se vea cómodo y decente en el mercado… Ni siquiera sé que debería ponerme».

El empleado no tardó en volver, sin mediar palabra, colocó una muda de ropa sobre una repisa de cristal pulido, máscara incluida. Un pantalón negro de seda, una camisa blanca de lino que se ataba con cuerdas del mismo material y un saco de seda negro. 

La máscara en cuestión era una de teatro similar a la mía, solo que mejor cortada y casi estando a la medida de mi rostro, ocultaba los ojos y la nariz, dejando el resto del rostro visible, por último, un brazalete de bronce pulido con un jade tallado en forma de ying yang en el centro.

«¿Cuánto costará esto? Siento que no podré pagarlo… bueno, ya me lo puse, espero que no sea un gran problema».

Al terminar de vestirme, me vi en el espejo de la habitación, el traje encajaba de maravilla con mis pintas, fuera de mi cabello que como siempre permanecía desordenado. Tras medio minuto, observándome, la cortina fue abierta por el empleado que estaba moviendo su pie derecho impaciente, aunque al verme con el traje, pareció ponerse feliz.

«¿Está feliz o no? No se nota con esa máscara».

Tras eso me empujó de regreso al cambiador, regresé a mi atuendo normal y tras hacerlo, me asomé por la cortina para llamar su atención. El empleado no tardó en empacar el atuendo y la máscara en una bolsa de papel elegante, llevándome hasta el mostrador.

Salí de la tienda con una pieza de oro en el monedero y un traje costoso, el empleado se veía feliz, incluso saludaba amistosamente, como diciéndome que regresara. Suspiré antes de regresar a la posada, en la cual me cambié al conjunto elegante, dejando todo mi equipamiento en el lugar.

«En cuanto la cita termine, tengo que ir a cazar o algo… Supongo que la semana no será tranquila después de todo».

Ya listo, abandoné la posada y a un par de metros de ella, me estiré mientras respiraba hondo, para luego soltar un suspiro pesado, sintiendo el peso nulo en el monedero.

«¿Dónde era que nos íbamos a reunir? Eh, cierto. Nunca dije donde, supongo que la buscaré por el bar, soy un estúpido».

Continué adentrándome hasta llegar al bar, como el licor era barato, ordené una botella de makgeolli, tenía entendido que era similar al sake, el cual ya no me podía permitir al ser una exportación desde la tierra del sol, de la cual ya me había alejado bastante durante el viaje.

Serví dos copas del licor, colocándolas sobre el mostrador y esperé a su llegada. En un parpadeo la segunda copa ya estaba en sus manos, ella estaba sentada justo a mi lado, casi como si hubiera salido de la nada.

—Hola, ha sido un rato —expresó con una sonrisa en el rostro. Llevaba puesto un vestido seda de una sola pieza y color lila con un diseño de flor en el escote.

—¿Cuánto tiempo llevas siguiéndome? Tu sigilo es impresionante —comenté mientras tomaba un sorbo del licor.

«Está dulce… No sé si eso me guste».

—No mucho, te vi caminando al bar y simplemente te seguí —dijo, tomando un sorbo de la bebida. —Es dulce… ¿Esto es makgeolli? No pensé que te gustara.

Terminó su trago y luego se irguió, tomándome del brazo, provocando que también tuviese que abandonar mi asiento, me llevó hasta la salida con una sonrisa de oreja a oreja y estando en las calles me arrastró corriendo hasta lo que parecía ser un restaurante.

—Un bar no es un buen lugar para una cita, no te preocupes, yo invito —expresó mientras jugaba con su monedero. —Después de todo, estás un poco corto de dinero —comentó con mi monedero en su otra mano y una sonrisa maliciosa.

—¿Eh? ¿En qué momento?

Entramos al restaurante poco después, el suelo era de concreto negro y las mesas de roble tallado, el personal vestía hanboks y en cuanto alguien se sentaba se apresuraban a servirle, no estaba acostumbrado a ese tipo de lugares, generalmente comía en el gremio o de mis propios suministros.

«Bueno, no es tan diferente del trato en la posada».

Al ver el menú y los precios, no pude evitar espantarme.

«¿Cincuenta piezas de plata por un bistec? ¿Qué pasa con este lugar?».

Shizu miró el menú por unos segundos, el mesero esperaba pacientemente con una sonrisa forzada. Revisé todo el menú varias veces, al final terminé ordenando algo de sake para acompañar con bollos de carne hervidos, kimchi y salsa de soja, como era local no costó ni una pieza de oro, aunque estuvo cerca de hacerlo.

Shizu por su parte, pidió un plato de fideos de ternera picantes, junto con un tazón de arroz y pescado al vapor, lo que resultó en dos piezas de oro. Puesto que canceló mi orden de sake para pedir una botella entera del mismo.

—Veo que cargas mucho dinero, Shizu. Es… sorprendente.

«Me doy asco, no puedo ni pagar mi propia comida».

—Es que me paso la mayor parte del tiempo haciendo encargos, como mi maestro está ocupado en la batalla con los invasores del imperio, no estoy ocupada entrenando. 

No pude evitar sentirme inferior a ella, la mayor parte de los días me la pasaba vagando por las calles o divagando en la posada. Ni siquiera solía entrenar muy seguido.

—Oh, ya veo. ¿Qué otras cosas sueles hacer?

Ella lo pensó por unos momentos, luego volteó los ojos y suspiró.

—Supongo que, beber —dijo desanimada, para luego sonreír. —Aunque también es divertido, molestarte —expresó mientras me señalaba.

La comida llegó poco después, el camarero nos la entregó con una sonrisa forzada de oreja a oreja, dándonos las gracias por preferir el restaurante antes de marcharse. Shizu se detuvo a hacer una plegaria antes de comer, decidí esperar a que terminara, mientras contemplaba lo arreglada que se había puesto, ruborizándome ligeramente.

Cuando terminó su plegaria, posó su atención sobre mí, a lo que no pude evitar apartar la mirada mientras me rascaba el cuello con la mano derecha.

—Vamos, no seas tímido, comamos —comentó sonriendo. Seguí su orden, aunque no podía ignorar mi corazón latiendo a mil por hora.

«Este sentimiento… no me había pasado desde Nagisa».

Posé una mano sobre mi pecho, sintiéndome horriblemente mal al recordarla.

«No sé, si pueda seguir adelante».

Shizu me sirvió una copa de sake, arrebatándome de los pensamientos pesimistas. Acepté la copa, titubeando, tras tomarla finalmente toqué la comida, de esa manera me distraería un rato.

La cita continuó hasta que terminamos de comer, escuché que alguien forcejeaba con el personal, al voltear a ver de que se trataba, pude notar a Kai con una mirada desesperada y perdida, apretando los dientes mientras avanzaba lentamente hacia nosotros.

Me erguí tan rápido como pude para ver que pasaba, Kai se liberó de aquellos que lo retrasaban, mostrándonos una boleta de información, la cual revelaba la conquista de otro puesto fronterizo a manos de los invasores.

—No hay tiempo para prepararnos, tenemos que irnos ahora —expresó Kai reflejando desesperación.

«¿Acaso está planeando ir al campo de batalla? No puedo detener a ese idiota, conozco esa mirada, es como la que tenía Feng al pedir marchar a la mazmorra. Si lo dejo solo, morirá fácilmente… pero tampoco puedo exponerla a tal peligro. Soy un idiota por siquiera haberlo pensado en el momento, vaya, sigo siendo un cobarde».

Volteé hacia atrás, Shizu se veía confundida, aparte la mirada con tristeza y salí del restaurante, en el cual esperaban un par de corceles. El Jilk esperaba cubierto por una manta en uno de ellos, miré por última vez a Shizu antes de montar en el corcel libre y tomar una decisión apresurada.

—¡Maldita sea! Déjame recoger mi equipamiento y nos iremos —dije, cabalgando el corcel a duras penas.

Shizu salió del recinto, dispuesta a acompañarnos. Sentí un dolor en el pecho, un sentimiento de incomodidad palpitante al verla y recordar aquello de lo que eran capaz aquellos demonios.

—Shizu… lo lamento, pero no puedo llevarte conmigo.

Tiré las riendas del caballo, tomando rumbo hasta la posada y causando destrozos en mi avance, entré a la habitación de improvisto, guardando todo el equipamiento en la bolsa y luego volviendo a la montura.

Tomé rumbo hasta la puerta del sur, los guardias se apartaron, sobresaltándose al verme, Kai no tardó en seguirme el paso y abandonamos la ciudad de la forma más caótica posible. Pese a que sabía que era una mala decisión, volteé a ver hacia atrás, Shizu estaba parada cerca de la puerta, con su vestido sucio y maltratado, mirándonos fijamente conforme nos íbamos alejando.

—Sé que es repentino, Hayato, pero si no tengo aunque sea el apoyo de otro aventurero de rango plata, dudo poder acercarme siquiera al lugar donde está la maestra —exclamó Kai, se notaba que su obsesión con Hiyori era grande.

—¡Ni siquiera sabemos si la espada carmesí es Hiyori! Lo que me preocupa es el avance de esos malditos. ¿Cuántas vidas destruirán bajo su sed de conquista? ¿Cuántas veces debemos acobardarnos y huir? Espada carmesí o no, incluso un imbécil obsesivo como tú no debe ir solo a ese matadero… ¡Maldita sea! ¡Te odio Kai!