Chapter 60 - Despertar

Despertar

Perseguí a los soldados sin dudarlo, incluso sabiendo que era débil a su lado. Algo empezó a arder dentro de mí. El ego de mi interior tomó el control de mi cuerpo, no había racionalidad alguna en ese momento, solo orgullo y una sed de sangre inmensa.

Ningún soldado hizo muecas o dijo palabra alguna al verme alcanzarlos con la magia. Eran una sola unidad siguiendo a su líder. Y, con su mera presencia el enemigo tembló de la emoción.

Incluso peleando contra Hiyori y Kai al mismo tiempo, la mujer de alas negro azabache se detuvo a observar, relamiéndose al ver al comandante.

Mi cuerpo tembló al sentir su mirada clavada sobre la tropa, un instinto extraño me decía que su atención estaba dirigida principalmente hacia mí y el susodicho.

Estando a unos cuarenta metros del campamento enemigo, la quimera se abalanzó al frente, siendo detenida con dificultades por un escuadrón de soldados con escudos y alabardas.

El comandante se abalanzó a atacar a la quimera, haciéndole un corte profundo en el brazo izquierdo, por desgracia la herida se selló con la bruma del orgullo, la cual generó una armadura a su alrededor.

Al comandante no le importó, bastó con un gesto para ordenarle a los lanceros que atravesaran las piernas y brazos de la quimera. A lo cual aprovechó para propinarle una serie de tajos en el cuello.

Habiendo cercenado la cabeza de la quimera, cerró el puño, y sus tropas retrocedieron. La espina vertebral de la bestia recuperó la cabeza y se deformó cuanto pudo con tal de mantenerse con vida.

Ahora era una masa de carne, cuya figura parecía más la de un Troll deformado en comparación con su antigua forma humanoide.

El ejecutor ni se inmutó, volteó a ver hacia atrás, los magos de su escuadrón. Crearon formulaciones rúnicas simples. Una bola de fuego, viento comprimido, no eran la gran cosa.

Uno, sin embargo. Estaba creando un conjuro similar al de aquel guardia que custodiaba la montaña. 

Mientras ellos hacían sus cánticos y concentraban sus mentes en mantener un consumo eficiente. Me abalancé impaciente en contra de la Quimera, reuniendo cuanto ether pude y disparando repetidas flechas del arco etéreo en su contra.

Los magos se quedaron boquiabiertos, no era normal que un simple aventurero de rango plata fuese capaz de manipular el ether de una forma tan natural. 

Y eran pocos los dorados que mantenían tal control.

No les presté atención y vi como la bestia desarrollaba escamas similares a las de un lagarto y cuyo tono era obsidiana. 

Trató de abalanzarse en mi contra, pero Shyun ya se me había adelantado en activar las alas.

—Shyun, desactiva las alas. Acabemos con esto.

Los bordes del arma etérea desprendieron viento y, con la ayuda de Shyun, diez formulaciones rúnicas se formaron, uniéndose nueve flechas de viento comprimido sobre mi mano.

Esta vez, había preparado algo especial. Merry me había mostrado lo necesario para mejorar la técnica. Afinar todo y comprimirlo perfectamente en algo que verdaderamente asemejaba una flecha.

Solo era una runa, pero sería el catalizador que me ayudaría a superarme.

—Densare. —susurró Shyun, mientras me ayudaba a controlar el proyectil.

La flecha atravesó a la bestia en un solo instante, perforó el torso con facilidad, pero era una herida pequeña, insignificante. 

Sin embargo, tras un segundo, una onda de choque que no pudo seguir a la flecha inicial esparció a la criatura en cientos de pedazos.

El sonido ensordecedor me aturdió por un momento, claro, la quimera todavía se mantenía en pie, aunque a duras penas. Un ser compuesto de tantas vidas no podía ser débil, quizá no era tan fuerte como el señor del miasma, pero quizá era tan fuerte como el caballero que me hizo conocer a la muerte.

El niño, que todavía estaba lo suficientemente lejos como para parecer una mancha en el ambiente, apareció de frente ante la quimera y le inyectó esa sangre fulgurante que había visto derramar a los dragones.

Del cuello de aquella bestia salieron hilos dorados que se ataron a la carne, órganos y el resto del cuerpo. Ahora, poseía una forma más etérea, similar a la de una de esas bestias del mar, esas tales medusas que ví alguna vez en un libro.

Aquellas protuberancias cuyos tentáculos se retorcieron y de un grito atacó usándolos como látigos de carne dorada. Tardé demasiado en dispersar el arco, recibiendo un latigazo directo en el estómago. 

Caí. Derribado y con un corte profundo. Por suerte, el comandante que hasta ahora se había limitado a ver para guardar energías, decidió finalmente regresar a la batalla y detener los ataques erráticos de la bestia.

Tras un breve intercambio la bestia se adaptó a los movimientos del comandante. Este sudó frío y suspirando detuvo otro ataque. La protuberancia se arremolinaba alrededor de su espada, obligándolo a despojarse de su arma principal.

Aún así, no palideció. Uno de sus soldados le entregó una espada corta, con la cual se defendió de otra arremetida de la bestia, desviando uno de los tentáculos mientras se abalanzaba en su contra y, finalmente, demostrando un poco de su poder.

Un paso.

Le bastó con eso para abalanzarse rompiendo la barrera del sonido. En el momento en que pateó el suelo para impulsarse, la tierra salió volando y posteriormente se escuchó. Pocas veces uno podía presenciar tal demostración de fuerza.

La quimera fue finalmente derribada por ese ataque. Sin embargo, el comandante ni siquiera le prestó atención. Recogió su espada predilecta de uno de los tentáculos de la quimera y le regresó la espada corta a su subordinado.

Volteó a ver hacia adelante, el niño observaba expectante con el ceño fruncido, acompañado por el caballero Acadiano. Se retiraron al ver a su creación caída. La mujer de alas negras detuvo el combate, sosteniendo las hojas de Hiyori y Kai con facilidad.

— Tch, que aburrido. Ya nos veremos de nuevo, espada carmesí y… ¿Su esbirro? —expresó bajando la cabeza como símbolo de respeto. Marchando en un santiamén con sus alas extendidas y aleteando.

Me dejé caer de espaldas, manteniendo el balance con mis manos apoyadas en el suelo. No era simple cansancio. Tenía la garganta seca, todo mi cuerpo temblaba y se sentía pesado. 

[…]

Tras un breve descanso todos se reunieron en el campamento. Había muchos heridos, principalmente de parte de los aventureros sobrevivientes. Los sacerdotes de negro los iban curando de a poco, con suerte todo terminaría pronto.

A mi lado estaba la sacerdotisa que me encontré por primera vez. La herida del estómago se iba cerrando conforme era bañada con la luz de Lumis. Por desgracia, tal poder milagroso solo pudo resultar en un gran cansancio por parte de la curandera, aunque yo tampoco estaba mejor.

Esperé, sudando frío y sintiendo a la muerte acercarse, siendo alejada sólo por el calor emitido al tratar la herida. 

Cinco minutos agonizantes fueron lo que tardó en cerrarse y terminar de sanar. La chica jadeó y estuvo a punto de derrumbarse, la ayudé a recomponerse y se sentó de frente.

—Nu-nunca había tardado tanto en tratar una herida —mencionó la sacerdotisa, soltando un fuerte suspiro de cansancio.

Entrecerré los ojos ante su incógnita, recordando nuevamente las palabras de Yao…

[...]

—Hayato, ¿sabes por qué uno se hace más fuerte al exponerse a la asimilación espiritual? —cuestionó Yao. Mientras me observaba estudiar la runa "Ifrit".

No respondí al momento, estaba demasiado concentrado estudiando la teoría y repasando apuntes sobre su funcionamiento. En teoría simplemente le ordenaba al ether volverse como el fuego, pero, no le encontraba demasiado sentido a aquello.

Sentí un golpe en la cabeza, uno hecho con un bastón de madera.

—Te estoy hablando, niño. Responde la pregunta —dijo, visiblemente irritado.

Aparté el libro, dejando una rama para separar la página y miré a los ojos al molesto hombre que llamaba maestro.

—Es simplemente el proceso natural de la fusión entre el espíritu y el núcleo. —respondí cortante.

—No, no del todo —respondió Yao. —Verás, la asimilación espiritual transforma el arma y el cuerpo. Naturalmente el humano no se expone al ether. Nuestros cuerpos se ven forzados a evolucionar y moldearse hasta transformarse en un recipiente adecuado para este… Mejor dicho, entre más progreses en lo arcano, menos humano serás.

[...]

—Oye, ¿estás bien? —cuestionó la sacerdotisa.

—Oh, solo estaba recordando algo que aprendí hace un tiempo… Probablemente el cansancio que sientas sea por culpa del ether. El cuerpo, bueno, se resiste a la influencia de otras energías primarias. Al menos eso es lo que he inferido según mi experiencia —expliqué, moviéndome un poco para estar cómodo.

—Pensándolo bien, no suelo tratar magos. La mayoría no suele exponerse tanto como tú. —dijo, sacando un rollo de papel de su túnica y encendiendo un extremo.

—... ¿Qué es eso? —cuestioné, extrañado al verla inhalar humo del mismo.

Ella exhaló y el humo me hizo toser. Obligándome a cambiar de asiento a donde no alcanzaba.

—¿Qué es esa cosa? Huele fatal —continué cuestionando.

Ella finalmente apagó la punta y lo guardó nuevamente en su túnica.

—Es tabaco. Es algo popular en el lado oeste del imperio… No es algo que una creyente como yo debería consumir, bueno, en Izmir se crean narcóticos aún más temibles.

Suspiré. Apoyando las manos en el suelo me erguí y observé la mesa donde Hiyori y Kai discutían sobre su combate con la mujer alada. No me interesaba mucho escuchar sobre aquello, tenía mis propios problemas al tener que investigar los usos de "densare" por mi cuenta.

Por suerte, Merry y Astor estaban sanos y salvos. Disfrutando de la comida ofrecida por el general. Tomé una brocheta de carne, sentándome cerca de Astor y Merry. Di un mordisco y luego extendí la mano para tomar una hogaza de pan del plato cercano a una mesa de campaña.

Todo parecía haber terminado. No quería continuar en la guerra y, debía al menos intentar una charla con Hiyori. Incluso si se rehusaba a acompañarme en el viaje, al menos tendría un poco de información sobre el resto.

No me apresuré, traté de saborear la comida. Tampoco es que me interesará mucho el sabor, simplemente decidí comer de bocado en bocado en lo que terminaban su charla. El campamento en sí, no había cambiado demasiado. Había nuevas tiendas de campaña, comunes, pero con la bandera de algún clan al que seguramente el comandante perteneciera.

Tras terminar de comer, me levanté y caminé hasta la mesa donde ahora Hiyori y Kai simplemente bebían. Permanecí erguido, ellos me veían extrañados, trataban de estudiar mi comportamiento.

Esperé un momento, tomando valor. Claro que eso fue mal visto, pero importaba poco.

—Hiyori, Kai. Me gustaría hablar sobre algo con ustedes…

[...]

El filo de las espadas colisionó. El metal resonó por todo el páramo, una mujer de largos cabellos carmesíes sostenía su espada con relativa fuerza, conteniendose. Yo por mi parte, tenía los brazos adoloridos y apenas podía seguirle el ritmo.

—¿Por qué estamos luchando así, Hiyori? Sé que no compartes mi visión, pero, ¿porque apuntas tu espada en mi contra? —exclamé mientras bloqueaba un tajo descendente, seguido de uno circular y otro ascendente.

—¿Acaso no es obvio? Te voy a detener —exclamó Hiyori, ejecutando otro tajo. 

El cual me envió a volar lejos, haciéndome caer contra una duna, con la ropa llenándose de ceniza y la espalda dolorida. Ella me observó expectante desde la lejanía, sosteniendo su espada sin defensa alguna, sabiendo que no era su adversario.

—¿Detenerme? No, no lo haré —susurré, activando las alas de Sylph e invocando a Shyun.

—¡Ven, Hiyori! —grité mientras sostenía la espada y activaba la matriz rúnica en el interior de mi cuerpo.

Ella no medio palabra, su propósito era detenerme.

Y así el duelo continuó. Ella se adecuaba a la fuerza, su propósito no era humillarme, el combate era una danza, una forma de comunicación entre los guerreros. Ambos la entendíamos, habíamos aprendido el mismo estilo y nos desenvolvimos en la pista con toda gala.

Las espadas colisionaban entre sí, los tajos descendentes eran bloqueados por otros ascendentes, las arremetidas eran esquivadas, los tajos circulares eran evitados con un salto. Así siguió y no paramos, cada ataque tenía su respuesta, como artistas marciales responder esos ataques era como respirar., ella incluso comprendiendo más que cualquier otro maestro del estilo.

Sobrepasado sobrepuse la runa por sobre la espada, contrayendo el brazo hacia atrás para dar una arremetida con la fuerza del viento. Ella respondió al gesto deteniéndolo con la espada y posteriormente tirando una patada, una que bloqueé con la mano izquierda, que estaba libre.

El último intercambio fue realizado, solté la espada y disparé el proyectil de viento. Incluso ella tuvo que retroceder ante su fuerza, sonriendo hasta que finalmente su discípulo se puso de frente para detener el combate.

Tras unos segundos de silencio, el combate finalizó. Finalmente Hiyori habló.

—Ve, Hayato. Corre y vive tu vida libre, como siempre lo has hecho… Si es que mueres, no me culpes por no poder convencerte —comentó Hiyori, apartando su vista de mí, viendo hacia atrás, el horizonte.

Caminó hasta él, dejando caer una sola lágrima.

Kai la dejó marchar sola al campamento, se detuvo enfrente mía con una sonrisa tenue, casi fingida.

—¿Por qué será que todos a quienes aprecio tienen prisa por morir? —mencionó.

—¿Qué dices? —cuestioné confundido.

Kai se quedó callado por un momento, respiró profundo y volteó a ver al horizonte, sin dirigirme la mirada.

—Es lo que Hiyori suele decir cuando se le pasan las copas. Sabes, Hayato. No estoy aquí para detenerte. No somos tan cercanos. Solo quería contarte algo. Ella, bueno, probablemente no te lo haya contado y puede que tampoco lo hayas notado. La maestra, verás, sufre todas las noches, recuerda al compañero que la abandonó, al que murió por su culpa… A su maestro, el cual murió poco después de encontrarse con ella y por último, su último joven compañero, a quién veía como un hermano. Bueno, Hayato, ese eres tú. 

—¿Hideaki está muerto?... yo, no lo sabía. Quizá no debí decirles, quizá si solo me hubiese marchado.

—Ya es muy tarde para eso. Ya se fue y estará preocupada, rezando por tu bienestar. —dijo Kai antes de detenerse a respirar y voltearse nuevamente.

—No fue mucho el tiempo en el que fuimos compañeros, Hayato. Pero fue un placer servir a tu lado —expresó con una sonrisa melancólica y sincera.

—Yo…

Kai solo caminó en dirección al campamento.

—Hasta luego, aventurero oscuro.