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Chapter 56 - Espadachín solitario

Espadachín solitario

Continuamos por el camino a pie, llevando a los corceles de sus correas y procurando ocultar al Jilk. Los muros de granito del puesto fronterizo estaban corroídos, había marcas de quemadura y flechas de acero de dos metros clavadas en sus muros de granito.

«Esas flechas… ¿Ya llegaron hasta aquí? Pensé que el baluarte sería seguro».

Conforme íbamos avanzando pude contemplar los campamentos de grupos aventureros, algunos habían sido abandonados y los que no lo estaban tenían a gente de vista apagada, heridos y muertos cubiertos por telas, sobre las cuales lloraba uno que otro de sus compañeros.

«Este lugar… huele a muerte. Si mis instintos no fallan, estoy mordiendo más de lo que puedo masticar, pero, ya no me importa llegados a este punto».

Apreté los puños mientras continuamos avanzando, no podía permitirme volver a ser un cobarde. Incluso si era un esfuerzo inútil, no me había mentalizado para nada, en ese momento, mientras contemplaba los cuerpos y la muerte, decidí que asesinaría mi cobardía.

Claro, eso no sería una tarea sencilla.

Tras un rato caminando, llegamos hasta lo que alguna vez fue la entrada de la frontera, estaba destrozada y había cientos de flechas clavadas, incluso con cadáveres colgando de ellas en alguno que otro muro.

Me asomé un poco, solo para ser sorprendido por un proyectil que esquivé a duras penas.

«¿Tan cerca están? No, con la fuerza que tienen una distancia como esa… Tienen una buena visión».

Los guardias que originalmente resguardaban el lugar se veían cansados y los aventureros indispuestos. Parecían prepararse para defenderse, más no para atacar. Suspiré rascándome la cabeza, mientras veía a mi compañero tratando de conseguir un par de aliados, puesto que nuestra intención era seguir avanzando hasta el conflicto principal.

Me acerqué a él en cuanto terminó de proponer una alianza con otro grupo, solo para ser rechazado brutalmente.

—¿Cómo van las cosas? ¿Algo de suerte? —pregunté al verlo deprimido.

—No —respondió pesadamente. —Como mucho, lo que saben que la espada carmesí pasó por estos lares y la mayoría perdió su espíritu de lucha, solo quieren quedarse aquí para defender esta pocilga —explicó con molestia.

—¿Ya has hablado con todos? —pregunté mientras observaba los alrededores.

—No, falta un grupo, pero no parece prometedor —replicó señalándolos.

No muy lejos, cerca de la pared y ocultos tras uno de los grupos más grandes, se encontraban dos aventureros, uno de rango plata y otro de rango bronce, de aspecto demacrado. A simple vista, nadie los querría en su grupo, pero, había algo en ellos, algo que de alguna forma despertó algo de interés por mi parte.

—Perfecto —pensé en voz alta.

—¿De qué hablas? —dijo Kai, desconcertado al verme considerar invitarlos a la misión.

—Sus ojos —respondí instintivamente. —Hay fuego en sus ojos.

El aventurero de rango plata era un hombre que se veía un poco mayor que nosotros, llevaba un corte de cabello extraño con una coleta, acompañado de una espada vieja que parecía estar a punto de desmoronarse y una armadura ligera de silverina con una grieta en el pecho.

Su compañera, era una chica algo baja, de cabello blanco y ojos extraños que diferían en color el uno del otro. El izquierdo era escarlata y el derecho cerúleo, llevaba un vestido de harapos y una marca de cadenas en su pierna izquierda. En cuanto clavamos nuestra mirada sobre ellos, trataron de cubrirse agachándose, no parecían querer llamar la atención.

Casi por instinto, activé las alas de Aleph para acercarme a ellos en un santiamén, ellos se exaltaron al tenerme de frente y ver que había evitado que la espada del hombre me rebanara el cuello, usando una daga para bloquearla, aunque por poco.

—Son bastante buenos para verse tan mal —dije mientras apartaba su espada y analizaba la formulación rúnica de la chica, la cual no era muy diferente de la explosión rúnica que solía usar en el pasado. Tomé control de ella forzosamente, la nariz de la chica sangró al perder la lucha de influencias, pero no era nada grave, solo agotamiento. —¿Les gustaría unirse a mi equipo? —pregunté con una sonrisa fingida, con la cual la chica se espantó y su acompañante no pudo evitar rendirse.

—Por mí está bien, pero, debes saber que no serás bien visto si te juntas con nosotros —dijo el hombre, mostrando una marca de quemadura con el emblema de una familia de la tierra del sol engravado, uno que se asemejaba al que estaba grabado en el pomo de la espada, solo que con una serpiente.

—Son esclavos… Bueno, al menos parece que lo eran —mencionó mi compañero nada más ver aquellos emblemas.

—Si, por eso tratamos de mantener un perfil bajo, necesitamos el empleo para alejarnos lo más posible de Shun. Solo estamos a salvo porque es Murim, pero ese hombre es insistente, no querríamos traerles problemas —dijo el hombre con sinceridad.

—Entiendo, en ese caso, debería… —decía Kai, antes de que lo interrumpiera.

—Pues bien. Vengan con nosotros, entonces no tendrán que preocuparse —expresé con una sonrisa. Ellos estaban sorprendidos y a su vez asustados, Kai incluido. Yo solo quería apoderarme de esos talentos antes que nadie más.

—Pe-pero, ¿no se meterían en muchos problemas? —mencionó el hombre con humildad.

—Sí, deberías escucharlos, Hayato —exclamó Kai enfurecido.

—No se preocupen, les doy mi palabra como miembro del clan Endou, los protegeré cuando llegue el momento.

—¿Eh? Pero si el clan Endou está ocupado lidiando con una conferencia entre gremios —dijo la joven que se ocultaba tras el hombre.

—Yo seré más que suficiente, tengo un par de trucos bajo la manga—dije mientras me inclinaba un poco para ver mejor su rostro. —No se preocupen, además, si deciden quedarse en esta fortaleza de hombres muertos, tampoco durarán mucho, el enemigo está descansando seguro, mientras que ustedes viven a duras penas. 

Tomó algo de tiempo, pero al final se decidieron en ayudarnos.

Bueno, nuestros usuarios de chi se encargaron de defendernos mientras nos abriamos paso, con los caballos galopando a toda velocidad, gracias a la ayuda del hombre al cual olvidé preguntar su nombre y Kai. Logramos evitar que los proyectiles dañarán a nuestras monturas, ya que nuestro objetivo no era el campamento enemigo, decidimos pasar de largo, aunque, estaba claro que no nos dejarían marchar a nuestras anchas, no tardaron en enviar un escuadrón tras nuestro rastro.

«¿Cuántos son? Dudo que podamos perderlos, tenemos que tratar de derrotarlos o distraerlos, incluso si es arriesgado».

—Kai, me separaré para distraerlos, toma la delantera —dije, entregando las riendas del caballo y rápidamente usando una formulación rúnica de fuego para asustar a las monturas del enemigo, retrasándolos ligeramente.

Como era de esperar su atención se desvió a mí, casi por instinto, activé las alas de Aleph para elevarme y retroceder mientras esquivaba flechas cubiertas por el miasma negro, al menos uno de ellos lo tenía, el resto no parecía ser igual a él.

Al ver que Kai se había alejado lo suficiente, me detuve para reposicionar mi movimiento, cosa que no fue desaprovechada por el enemigo, cuando me di cuenta, una lanza formada por el miasma con una cadena en un extremo atravesó mi pierna izquierda.

Él jaló de la cadena para atraerme, tomé el bastón de acero para apuntar y con varias flechas de Sylph logré hacer retroceder al demonio, liberándome de su agarre. Me puse en pie soportando el dolor, lo cierto es que no era lo suficientemente rápido como para huir ileso, mucho menos estando herido.

Solté un suspiro pesado, el dolor no me dejaba pensar con detenimiento, extendí el brazo derecho para crear dos flechas de sylph concentradas, las cuales fueron bloqueadas por un guerrero de cuernos ondulados y con una maza de acero de tono púrpura metalizado.

«Está claro que no puedo ganarles por mi cuenta, tendré que crear una oportunidad para huir».

Esquivé los proyectiles lanzados por sus arqueros gracias a la movilidad, sin embargo, usarlas no me iba a permitir contraatacar, por ello, decidí usar la técnica de Yao una vez más, solo por un momento. De esa forma crearía una distracción decente.

Los meridianos obedecían mi comando a regañadientes, las runas dispersas se alineaban para activar la formulación especial una vez más. Conforme iba respirando pesadamente, el ether rodeaba mi cuerpo y mi corazón se aceleraba para llevarle el ritmo a la energía fluyendo.

El precio por usar ese poder era evidente, todo mi cuerpo temblaba y a duras penas podía mantenerme cuerdo, sentía como mi piel se contraía ante la sensación de ser cortado por varias partes y mis ojos se enrojecían por el sobre esfuerzo.

El enemigo continuó atacando, Shyun se encargó de controlar mi cuerpo en lo que el proceso terminaba. En cuanto la formulación terminó de activarse, solté un leve suspiro, redirigiendo grandes cantidades de energía las alas de Aleph y de paso preparando dos flechas de ether concentrado en contra suya.

—Arco etéreo, quizá podrías llamar así a la técnica —susurró Shyun.

—Es un buen nombre, gracias Shyun —respondí en voz baja.

Completé las flechas con una runa de Ifrit que transformó aquel viento rúnico en fuego incandescente que hacía difícil hasta respirar. Quizá debido a la costumbre, estiré el brazo como si tensará la cuerda, respiré profundamente el poco oxígeno que quedaba en el aire y apunté hacia ellos.

Hice el gesto de soltar una flecha, liberando el poderoso ataque que obligó a los caballeros a retroceder. Sus armaduras parecían haber resistido bien el calor, pero ellos cayeron de rodillas, incluso vi brea negra ser escupida por aquel que llevaba la maza.

—No es suficiente —pensé en voz alta.

Hice el gesto de cargar otra flecha, en ese estado una formulación rúnica como esa la podía hacer en automático, ya era capaz de ignorar el dolor de la técnica, al menos hasta cierto punto.

Liberé otro par de proyectiles de fuego en su contra, los cuales fueron bloqueados a duras penas por aquel de la maza, el cual estaba usando una técnica de carne, al igual que el demonio que había acabado con el tío Yamato.

Solo ver aquella técnica despertó la ira en mi interior. Con mis brazos temblando de dolor y sangre siendo derramada del ojo perdido, continué disparando hasta sentir que estaba cerca de mi límite. En ese punto el demonio defensor ya estaba calcinado, aunque no se podría decir lo mismo de sus compañeros, había cumplido su deber.

Sin embargo, sus armaduras no había sufrido la misma suerte. Los cascos se habían agrietado hasta el punto de romperse, revelando una expresión de pavor absoluto enmarcada en lo profundo de sus seres. Para ellos parecería un monstruo, no muy diferente de lo que yo pensaba de ellos.

«Si sigo peleando moriré, será mejor que me vaya mientras están distraídos».

Kai se podía ver a lo lejos, como una sombra. Vertí una cantidad de ether tal que podría incluso llegar a derribarme por el sobreesfuerzo y de un salto salí propulsado con las alas de a toda velocidad.

Con el viento y la potencia a mi favor, logré alcanzarlos en cuestión de un minuto. Se detuvieron para regresarme la montura, por lo que le dejé el relevo a Shyun mientras descansaba un poco.

«Creo que es la primera vez que me encuentro solo en este mundo».

Para mi mala suerte, fui arrastrado hasta el mundo espiritual que residía en lo profundo de mi alma, Shyun estaba ocupada controlando mi cuerpo, parecía estar dormida en su trono. Decidí sentarme en el suelo, pero un sofa que parecía ser de tela fue hecho para mi comodidad.

«A veces se me olvida que también es mi dominio».

Estando ahí, solo me quedaba pensar que hacer. Una de mis preocupaciones sobre la técnica de Yao era abusar del poder, con el tiempo, al igual que la asimilación rúnica, me terminaría acostumbrando, pero, consumía demasiada resistencia y desgastaba mi mente, lo óptimo era mejorar mis habilidades como mago normalmente.

Pero claro, como era lógico, no tenía más opción que abusar de la técnica si quería enfrentarme a los invasores, no solo demonios, sino también los soldados humanos del imperio Acadiano, aquellos que habían decidido unir fuerzas con aquellos aberrantes seres.

En un santiamén regresé a mi cuerpo, solo para ver que estábamos tirados en el suelo, los esclavos que habíamos adoptado como compañeros habían sido noqueados y enfrente se encontraba aquella a quien estuvimos buscando, sosteniendo tanto a su discípulo como al Jilk del cuello.

Vistiendo un traje de cuero de alta calidad, una armadura de placas de acero negro y una espada escarlata que se mezclaba con su largo cabello carmesí. Aquella no era otra más que la elegante maestra de la espada Hiyori.

—Veo que has despertado, Hayato —dijo con una voz más grave que de costumbre, reflejando molestia. Para posteriormente dejar caer tanto a su discípulo como al Jilk al suelo. Por suerte Kai todavía estaba consciente.

Una explosión sonó cerca y el ambiente olía a humo, ella solo nos observó de reojo.

—Tienen mucho que explicar.