Inconforme
Tras anunciar el comienzo de la prueba el caballero se movió a gran velocidad y levantó el espadón para luego soltar una ráfaga de ataques descendentes. Pude arreglármelas para esquivar y repeler sus ataques gracias a la movilidad que me otorgaban las alas de Aleph.
Shyun se encargó de formar una runa sobre cada extremo del bastón y aproveché la formulación para atacar con flechas de Sylph y corrientes de viento que me permitían balancear el arma con la rapidez suficiente para reaccionar y desviar sus ataques.
Aunque trataba de distribuir los impactos, la fuerza que golpeaba el bastón lo recorría hasta llegar a mis brazos y desgastarme. No quería siquiera imaginar que pasaría si me daba un golpe directo.
El combato continuó y el logró mantener el ritmo de sus ataques como si nada, mi resistencia iba disminuyendo lentamente y el terreno estaba siendo deformado por el viento de la formulación y la presión de los ataques del caballero.
Prácticamente no podía encontrar aperturas y no me arriesgaba a aumentar la potencia de las alas, pero no logré encontrar otra posible solución al inconveniente. Sabiendo que Shyun necesitaría tiempo para reconfigurar el consumo de ether detuve el flujo y me concentré en mantenerme al margen de los ataques del caballero.
«¿Qué pasará primero? ¿Se romperá mi arma junto a mis huesos o lograré darle la vuelta al combate? Está claro que esté tipo se está conteniendo, si lo quisiera ya me hubiese noqueado con facilidad».
Tras una serie de ataques que redujeron el bastón de acero nuevo a un trozo de fierro que se rompería ante el más mínimo ataque.
—He terminado la configuración, activa el flujo.
—Gracias, Shyun.
Las alas o bueno, el viento que usaba para desplazarme, se extendieron para otorgarme su bendición, aunque el consumo de ether sería uno de mis mayores problemas, no podría mantenerme en pie por mucho tiempo.
Usando la velocidad de las corrientes de aire me reposicioné a espaldas del caballero y usando el bastón dirigí un ataque contundente hasta su cabeza. El se giró y rápidamente detuvo el ataque con la hoja de su espadón.
En cuanto sucedió el forcejeo me concentré en crear una formulación rúnica a sus espaldas, una sola flecha de Sylph en la que enfoqué la mayor parte del flujo de ether. El bastón terminó de agrietarse y el espadón descendió, logré esquivarlo a duras penas, perdiendo parte de mi hombro y el control de mi brazo derecho.
En ese momento la flecha se activó, ejerciendo la fuerza suficiente para dañar considerablemente al caballero, incluso haciéndolo tambalearse un poco.
«Es un monstruo, ese ha sido el ataque más poderoso que haya realizado y lo resistió como si nada».
En cuanto se recuperó el caballero se movió a gran velocidad para tratar de atacarme, esquivé el primer ataque retrocediendo, pero el caballero había aumentado el nivel y detuvo el filo de su espada cerca de mi cuello.
—Bien, has pasado—dijo para luego entregarle el espadón a un tipo enmascarado del personal del gremio.
Me concentré en recuperar mi aliento, tratando de sobrellevar el dolor de la herida que había recibido. El personal del gremio se reunió para darme tratamiento y por suerte lograron salvar mi brazo, quedó como nuevo.
Cuando el tratamiento terminó le agradecí al personal, pero no dijeron nada y se marcharon el silencio. El caballero y la recepcionista se acercaron a mí, ella llevaba un pequeño cofre de madera en sus manos.
Ellos se acercaron y ella posó una de sus manos para abrir el cofre, pero se detuvo para decir algo.
—Bajo la presente, el gremio de aventureros de Jegu te entregará con orgullo una medalla de plata. Ahora eres un aventurero de mayor calibre, tienes el apoyo del gremio para organizar expediciones a cualquier zona cuyo nivel de peligro se ajuste al de la medalla. Con ella puedes registrarte al instante en cualquier gremio de la asociación de aventureros—dijo para luego abrir el cofre y entregarme la medalla.
El caballero caminó hasta mi lado para darme una palmada en la espalda antes de marcharse.
Todo había terminado, el personal regresó a su trabajo habitual en el gremio y un par de personas que se habían detenido a ver la prueba también se dispersaron. De entre todos pude divisar al grupo de Sieg acercándose.
—Eso fue bastante intenso, no había visto un desastre tan grande desde que Shizu obtuvo su insignia de plata—expresó Sieg mientras se acercaba.
No le presté mucha atención, en cambio contemplé la medalla de plata con mi nombre grabado.
—¿Esto es todo?—susurré.
Tenía la medalla, ahora podía hacer muchas cosas y tenía una autoridad mayor entre los aventureros. Eso era cierto, pero... no era suficiente.
«Si mi instinto no se equivoca, ese caballero es más débil que aquel enmascarado. ¿Cómo demonios se supone que siga adelante sin siquiera superarlo? No, encontrar al resto es más importante, ¿pero para qué? Ni siquiera tendríamos un lugar al cual regresar. No, si no había un lugar simplemente había que crear uno».
Esuché la voz de Shizu cerca, aunque no podía sentir su presencia.
—¿Estás bien? Se te ve más serio que de costumbre.
Escapé brevemente de mis pensamientos pesimistas y colgué la medalla en mi cinturón, guardando la medalla de bronce antigua en mi bolsillo.
«Fue mala idea dejar la bolsa de cuero, pero está atada al cinturón del traje de cuero, si llegaba a dañarse y alguien veía la insignia de diamante... No quiero ni pensar en los problemas que atraería».
Tras colgarla tomé rumbo hacia la posada a paso lento.
—¿Te vas así como así?—dijo Shizu mientras aparecía desde mi punto ciego. —Qué maleducado.
Al escucharla me tomé un poco más de tiempo en pensar en una respuesta, no pude evitar suspirar mientras lo hacía.
—No, es solo que, bueno, tengo mucho que procesar ahora mismo. Me iré del pueblo pronto, creo que tengo el dinero suficiente para viajar... Y, debo tratar de encontrar a mis amigos.
Shizu me detuvo colocando su mano sobre mi mejilla, luego usó sus manos para hacer parecer que estaba moviendo la boca por mi cuenta.
—Depresión esto, triste aquello. Alégrate hombre, acabas de dar un paso en el escalón de los aventureros. Mira, no puedo detenerte en tu misión, pero no creo que estés bien para cumplirla como estás ahora.
Por alguna razón pude sentir un calor similar al que sentía al estar con Nagisa cuando eso paso, no pude evitar avergonzarme y apartar el rostro que seguramente estaba enrojecido. Ella me soltó y luego retrocedió unos pasos para señalarme con su mano derecha.
—Plantéate bien lo que quieres hacer, de lo contrario te perseguiremos para evitar que te lastimes.—expresó Shyun con gran emoción.
Sieg y Morgan caminaron hasta su lado para calmarla, mientras lo hacían Sieg volteó a verme, su mirada era serena y profunda, como si sus ojos estuviesen llenos de determinación y devoción.
—Ya escuchaste a la jefa, anímate y tomate tu tiempo. Sé que te iras del pueblo y perseguirás algo, todo aventurero lo hace, pero. —dijo mientras me mostraba su medalla de bronce colgada de una cadena de hierro. —Entre nosotros, aquellos que avanzan sin pensar son cadáveres o hombres con suerte.
Suspiré fuertemente para luego continuar caminando.
—Bueno, intentaré seguir sus consejos.
Ellos sonrieron mientras se despedían ondeando las manos.
—¡Cuídate!—gritaron al unísono.
Levanté la mano como gesto para despedirme y luego caminé hasta la posada, pesé a que había sido curado, la fatiga mental que tenía era como un dolor de cabeza punzante. En cuanto llegué a la posada pagué el siguiente día con las piezas de plata que tenía a mano y fui a encerrarme en la habitación rentada.
Me quité la armadura y me dejé caer de lleno en la cama. Tenía mucho en que pensar, pero primero necesitaría descansar.
«Espero que Shyun no me arrastré al mundo onírico de nuevo».
Mis ojos se volvieron pesados y no tardé mucho en quedarme dormido, todo se oscureció y fue breve, me despertó la luz del sol filtrándose por la ventana. Nada más salir de la cama tomé el monedero y bajé a desayunar en la posada.
El mesero me llevo un trozo de pan, una sopa y algo de carne a la mesa donde me sentaba usualmente. Me senté a comer como de costumbre, comí algo de pan junto a la sopa mientras esperaba que me trajeran algo de té, me quedaban apenas un par de piezas de oro y un puñado de plata, apenas y lo justo para emprender un viaje.
«Bueno, no tengo porque pagar un carruaje cuando prácticamente puedo volar, aunque no sé si sea seguro... Ya decidiré que hacer cuando me vaya».
Terminé de comer y subí hasta el cuarto para recoger mis cosas, me las pude arreglar para guardar todo a duras penas. Cuando salí a la calle busqué algún callejón para tirar los restos del bastón de hierro, también quise tirar el de acero negro, pero recordé que el material era caro y preferí conservarlo.
«Ahora que lo pienso, tengo que abastecerme de armas, iré a ver que tiene la herrera grosera».
Con eso en mente tomé rumbo hasta la zona mientras contemplaba las calles del pueblo que pronto abandonaría. Pesé a que la atmosfera del pueblo denotaba pobreza, las personas no se veían tan miserables como uno esperaría.
Los niños jugaban entre ellos, sus risas decoraban las sombrías calles. Los vecinos chismoseaban entre ellos y los dueños de negocio trabajaban sin descanso, de algún modo era reconfortante, incluso si sabía que al voltear una esquina algún loco trataría de asaltarme.
El resto del camino me lo pasé contemplando como el sol se filtraba por los edificios para crear contraste, disfruté de la brisa del aire fresco que venía desde los campos más allá de la ciudad y como de costumbre terminé llegando a mi destino sin sentir que había viajado mucho.
Nada más llegar pude ver a la herrera discutiendo con alguien. Al acercarme más para ver de quién se trataba pude notar a un individuo enmascarado, no era como las que se usaban en el gremio del pueblo, era negra y tenía de símbolo una balanza grabada en oro.
«¿Será que es del gremio de comerciantes? ¿Cómo pueden mover metales Acadianos con todo el caos que hay en el imperio?».
Esperé hasta que el enmascarado se marchara para hablar con ella, no quería ser la quinta pata del gato. En cuanto me acerqué ella notó mi presencia y al igual que la última vez arrugó la cara por el disgusto.
Ella le echó una mirada a mi equipo en cuanto estuvo enfrente del mostrador, al terminar de verlo su expresión denotó una molestia aún mayor.
—¿Qué demonios le hiciste a mi bebé? Le desgarraste el hombro a la armadura en un solo día y veo que no tienes el bastón en tus manos, ¿eres tonto o no sabes cuidar tu equipo?—dijo con molestia.
—Me enfrenté a un monstruo, era de esperarse que un arma de aleación no sobreviviera—respondí tratando de justificarme. Sabía que los herreros se encariñaban fácilmente de sus creaciones.
Ella extendió la mano para pedirme la armadura, fue algo incomodo tener que quitármela, pero se puso a arreglarla tan pronto como cayó en su agarre. Mientras se encargaba de la cota de malla decidió mantener una conversación.
—Sabes, los guerreros suelen decir que es una vergüenza cuando su arma se rompe en combate, para ellos es como una parte de su cuerpo, una parte de su alma—expresó mientras reponía cuidadosamente las piezas dañadas.
—No soy usuario de chi, no tengo forma de proteger mis armas y por la forma en la que suelo usarlas se rompen bastante rápido.
Ella había terminado de reparar el hombro de la cota de malla y mientras iba tomando las medidas de las piezas de cuero tomó una espada de hierro y me apuntó con ella.
—Quizá deberías replantearte tu forma de usarlas—expresó.
Me quedé callado, ella suspiró y terminó de reparar el resto de la armadura de cuero. Luego fue a buscar otro bastón, este tenía tonos más oscuros, con un pigmento ligeramente azulado.
—Toma, son tres piezas de oro por todo—dijo mientras dejaba todo sobre el mostrador. Le entregué las dos piezas de oro y el resto de las piezas de plata, tras eso no quedó mucho dinero, por lo que decidí realizar un último encargo antes de irme.
Marché hasta el gremio para tomar una petición de aquellas enmarcadas en plateado.
«¿Matar una quimera? Me pregunto si podré hacerlo, la recompensa es jugosa, cualquiera se la jugaría por hacer veinte piezas de oro tan fácilmente».
Al tomar la petición y notificarle a la recepcionista sobre el encargo que había tomado me dirigí hasta la puerta de la ciudad para ir a la guarida de aquella bestia.