Recuerdos amargos
No podía mantener mis recuerdos a raya, las imágenes se repetían, girando incesantemente como una rueda de traumas asolando mi cabeza. Me acosté de golpe tirándome al suelo y aprete mis puños para tratar de concentrarme en otra cosa.
Sin embargo, mi mente tomó la delantera y continuó repitiendo cada imagen horrible que había aislado, como si de un castigo se tratase. No podía hacer mucho más para mantenerme cuerdo, ya había llegado a extremos anteriormente y no tenía ni la más remota idea sobre la posible causa del problema.
En ese momento, mientras me lamentaba, recordé la sombra asoladora de ojos verdes y todo se intensificó una vez más. Sin muchas esperanzas decidí entrar al recinto espiritual de Shyun.
Medité, tratando de concentrarme solamente en mi respiración y en nublar mi mente. Pero en esos instantes la tarea de relajarse ya era de por si titánica. Intentaba respirar tranquilamente, respirar de por sí estaba tornándose en un desafío. Quería llegar a calmar mi cuerpo, pero, no podía ignorar el sudor frío y los temblores que me causaba ver todas aquellas imágenes al mismo tiempo.
La luz de Shyun apareció repentinamente como una salvación, sus manos se posaron sobre mi rostro y conforme iba apareciendo, su presencia invadiendo este amainaba los pensamientos dañinos que me atormentaban.
Sin decir nada ella tocó mi frente con la punta de sus dedos, mantuve los ojos cerrados y antes de poder darme cuenta, un calor desconocido y ligeramente reconfortante recorrió todo mi cuerpo, al abrir los ojos, ya me encontraba en aquel reino onírico.
«Este lugar se ve diferente».
El suelo que pisaba era como de un mármol pulido, pilares de roca se extendían, para sostener lo que parecía ser un líquido resplandeciente. Nos encontrábamos en una sala que contenía a las incesantes luces, evitando que entraran.
En aquella habitación, había una silla con aspecto de trono, en la cual reposaba mi compañera. Su rostro que cambiaba incesantemente con cada visita, parecía haber tomado su forma definitiva.
Sus facciones eran finas, probablemente tomadas de Hiyori, la composición de su cara era como una combinación de Nagisa y Shizu, al igual que su cabello. Aunque extrañamente, pese a ser corto tenía un par de extensiones finas que le llegaban hasta la espalda.
Bajo sus ojos tenía un contorno rojizo, su nariz era pequeña y su boca también. Ahora portaba un vestido blanco en su totalidad. Cuya extensión era tal, que le tapaba hasta los pies. Casi parecía una divinidad, similar a los espíritus de las ilustraciones en el libro de Yao.
Estaba jadeando por el cansancio mientras reposaba en aquel trono, decidí tomar el primer paso para acercarme a ella, en ese momento abrió los ojos y con una expresión agridulce marcada en su rostro, redujo los pilares poco a poco, entregándome una espada hecha de luces antes de que el líquido se filtrase hasta engullirme.
...
Un brillo cegador iluminó mis ojos, al ver mis manos pude notar que eran tan pequeñas como la de un niño. Al comprobar el resto del escenario, me di cuenta de que en realidad todo mi cuerpo había sido rejuvenecido, no tenía mucho más que cinco años.
Viendo los alrededores, pude notar un carruaje lujoso similar al que usaba el tío Ryouma. Repentinamente pude escuchar acero chocando, al ver con más claridad, noté al hombre de ojos verduscos atacando a mi tío con aquella espada que había sido abandonada en la cabaña.
La luz del sol atravesó los árboles para revelarlo, era un hombre similar a mí, como una versión más adulta, de cabello liso y sedoso, con un cuerpo algo robusto. También pude notar al tío, le faltaba una cicatriz que desde donde recordaba había tenido siempre.
La batalla continuó hasta que el tío Yamato se dejó cortar, recibiendo una herida profunda para así conectarle un golpe en el estómago al hombre.
—¡Vete y no vuelvas, maldito!
Al escuchar esas palabras, el hombre se mostró cabizbajo, tiró su espada al suelo y se fue tapando su herida con su mano derecha. Una mano cálida se posó sobre mi mejilla, era la de mi madre, quién estaba a mi lado.
Antes de que pudiese decirle algo, el mar fulgurante se filtró arrastrándome lejos de ese recuerdo, arrancándome de él. Cuando la luz se desvaneció estuve en una escena familiar. El aire de la habitación estaba frío, se podía sentir la humedad.
En la cama de aquella habitación, se encontraba mi madre, su estado era deplorable, estaba extremadamente delgada, tenía ojeras y su piel se había vuelto frágil. Mis lágrimas cayeron por si solas y ella poso su mano sobre mi rostro.
—Te pareces mucho a tu padre Hayato... has crecido tanto —dijo mientras acariciaba mi mejilla. —Él estaría orgulloso de verte, es una pena que no puedas estar con él.
Para cuando dijo eso, cerró sus ojos y acomodó su almohada, como si fuese a dormir. Pero yo ya conocía esa escena, ella... había muerto y mis lágrimas no se detenían. El líquido fulgurante me llevo lejos, otro recuerdo. Incluso así mis lágrimas no podían detenerse.
Tardé un tiempo en recuperarme, el recuerdo no cambió, pues tenía que presenciarlo. Al recomponerme reconocí el paisaje al instante.
«Así que la mazmorra... ¿Tendré que verlo todo de nuevo?».
Vi como Nagisa era enviada a volar por el esqueleto. Para mi pesar, incluso si mi yo actual no tenía miedo, mi cuerpo se negaba a moverse. Feng hizo todo tal cual sucedió, trató de salvar a Gell y lo logró a duras penas.
La espada cayó al suelo, partiendo a Feng a la mitad y luego cortando el brazo de Gell como si fuere mantequilla.
Tras eso, el líquido me llevo lejos nuevamente, suspiré al ver al desquiciado de Yao sonriendo, formando alguna formulación rúnica para torturarme y de esa manera obligarme a forzar mi cuerpo y mente hasta el límite con tal de sobrevivir.
Yao me tiró lejos de la cueva con un fuerte viento, caí directo al líquido, que me engullo directamente. Al aparecer estaba enfrente del demonio que me había encontrado en una de las entradas del pueblo.
—Ya me di cuenta, Shyun. No puedo seguir evadiendo mis problemas. Sé que debo... afrontarlos.
Rememoré los últimos momentos traumantes que quedaban: Aquella vez que morí por un breve momento, la muerte del tío Yamato y finalmente la amarga despedida que estaba impulsando mis pasos.
El panorama se desvaneció como una niebla y el templo de Shyun se despojó tanto del líquido dorado desbordante como de los pilares que lo detenían, apenas y quedaban un par, de cierta forma sentía que algo dentro de mí estaba cambiando.
Pero no era nada concreto, todavía no tomaba forma. Así que Shyun dio un último remate al enviarme al momento que Gell y Aoi me entregaron sus medallas, abandonando así la aventura, abandonándome.
Al sentir nuevamente el frío metal posarse sobre mis manos me quedé callado como aquella vez y nuevamente aparecí en el templo de Shyun. Ella bajó de su trono viéndose menos agobiada para tocar mi frente nuevamente.
—Pero no todo ha sido malo, ¿no es así? ¿Puedes recordar?
Todos aquellos momentos felices recorrieron mi mente lentamente, ciertamente eran abundantes, aunque pequeños. Sentí como si el clavo de arrepentimiento en lo profundo de mi cabeza se hiciese más liviano. Pero el peso no se había desvanecido, simplemente era más soportable.
—Parece que no puedo durar mucho por mi cuenta —dije mientras suspiraba.
Shyun me golpeó la frente con el dedo índice de su mano izquierda mientras me observaba con molestia. —No estás solo. ¿Se te olvida qué existo? —replicó antes de alejarse.
—Lo siento, es que hemos pasado por mucho últimamente y... siento que no debería depender de ti —respondí algo incomodo mientras rascaba mi cuello.
Shyun suspiró y luego levantó la mano en un gesto de despedida. —Hasta la próxima — expresó con una sonrisa.
En un instante regresé al mundo, el dolor de cabeza había desaparecido, pero había restos de sangre saliendo de mi boca.
«No puedo seguir descuidando mi mente si quiero ser un manipulador de ether ejemplar».
Fijándome con más atención pude notar leves rastros de marcas hechas por cuchillas de viento, presumiblemente hechas por mi yo inconsciente. Suspiré al pensar que me podría decir el conductor del carruaje, pero por suerte nadie pareció percatarse de ello.
Un par de minutos después los carruajes se detuvieron para acampar, el ambiente era similar al anterior, pero al salir las miradas de tanto los guardias como el personal del comerciante se clavaron en mí.
—¿Eh? ¿Qué pasa?
Me acerqué a un charco cercano para comprobar si había algo extraño, al hacerlo pude notar un mechón de cabello blanco, similar al de Shyun y una especie de marca blanca en mi ojo.
«¿Qué demonios? ¿Será un efecto secundario?».
No pude evitar la confusión, pero incluso si era algo que me haría destacar ligeramente, tampoco era nada del otro mundo. El jefe de los guardias se acercó a comprobar si estaba bien, levanté mi pulgar en respuesta, él suspiró y luego me senté cerca de la fogata.
Esta vez el descanso no era tan animado, al parecer mi presencia había afectado las ventas en aquel pueblo, aunque no habían sido tan malas gracias a Hwang. Faltaba poco para llegar a la ciudad de los rumores, sabía que solo nos detendríamos en dos pueblos antes de llegar.
«Solo un pueblo más, los viajes en carruaje son tan lentos como los recordaba. Aunque... no sé si podría enfrentarme a todas las bestias que acechan por mi cuenta, sin duda viajar en caravanas es la mejor opción».
Tal cual mi preocupación dictaba, el alarido de una bestia alertó a todos los guardias. De entre el matorral saltaron conejos del tamaño de un niño, con brazos humanoides poseedores de garras con el tamaño de una espada corta y patas musculosas que les permitían saltar a grandes velocidades.
Los guardias hicieron una formación en círculo para defenderse.
«Lo mejor será no complicarse, acabemos con esto rápido para que el viaje continué».
Ignorando la advertencia de uno de los guardias me adentré en el matorral. Los conejos no tardaron en agruparse y saltar hacia mi cuello. Por alguna razón mi vista había mejorado y no me costó nada formar dos formulaciones rúnicas de viento en ambas manos. Usando las flechas de sylph derribé a un par de conejos que se acercaban y aprovechando mi nueva vista esquivé los ataques del otro par.
—Shyun, te dejó a cargo de la defensa.
La imagen del espíritu apareció en mi mente.
—Entendido.
Dos formulaciones rúnicas extras aparecieron ante mis pies. Las alas de Aleph habían sido preparadas y usándolas para tomar altura y ganar velocidad, logré que ninguna de las liebres pudiese siquiera soñar con tocarme.
Tomé mi bastón y me preparé para colocar varias runas de potencia y una sola runa de viento. Las alas de Aleph redujeron su potencia y colocando toda mi concentración en un solo ataque, creé una nueva técnica.
—Sylph, potencia, combinación... No es muy diferente a la formulación rúnica usual, Hayato —expresó Shyun algo preocupada.
—Tranquila, las runas no lo son todo. ¿Acaso no recuerdas el efecto que tuvo dar un grito apoyado con su poder?
—Si, sin duda fue fuerte, ¿pero que tiene que ver eso?
—Ya verás.
Un hilo fino de ether se movía rápidamente alrededor de mi cuerpo, era distinto al flujo usual. A diferencia de aquel que parecía agua, este requería de una mayor concentración. Cuando el fino y constante flujo que siempre mantenía su forma tocó la formulación, una ráfaga de aire fino y compactado salió de cada extremo, cortando tanto al matorral como a las liebres que tenía a su paso.
Mi nariz sangró un poco, pero era algo de esperar. Después de todo, el nuevo flujo se enfocaba más en el control que en la cantidad. Algo cansado dispersé una de las formulaciones rúnicas del bastón y usando el lado restante corté al resto de liebres con facilidad.
—¿Qué demonios fue eso joven? —exclamó el guardia sorprendido.
—Simplemente comprendí un poco mejor el funcionamiento del ether... sabe, estoy cansado. ¿Podría despertarme cuando lleguemos al siguiente pueblo? —expresé jadeando y con algo de sudor en la frente.
—Por mi no hay problema, descansa lo que quieras. —respondió el guardia con al
Tras la pequeña charla tomé la cantimplora de mi equipaje para rellenarla con algo del agua hervida que el comerciante había purificado. Tras hacerlo regresé al carruaje y tras tomarme la mitad del contenido me senté a descansar mientras observaba el horizonte.
—Pronto comprobaré si eres a quién estoy buscando. Aventurero de la espada carmesí.