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Chapter 47 - La sombra en la que te convertirás

La sombra en la que te convertirás

Antes de intentar preguntarle algo a Shyun decidí descansar un rato, todavía no me había recuperado por completo de los efectos adversos del sobreuso de ether, no quería que se acumularan lentamente hasta dejarme destrozado.

«No recuerdo cuanto tiempo tuve que dormir la última vez. Descansaré en cuanto lleguemos al pueblo, creo que bastará con un día».

Suspiré mientras me relajaba y con ello las llamas que mantenía con mi fuerza mental se iban desvaneciendo, en cuanto esa luz espiritual abandonó el carruaje, solo quedó la oscuridad que consumía el camino y la tenue luz lunar que permitía ver solo un poco de este.

Cerré los ojos para tratar de descansar, pero pesé a todo el entrenamiento que se supone debió haberme desgastado, no sentía cansancio alguno y mi mente tampoco podía permanecer tranquila.

No solo estaba alucinando con la sombra de ojos verduzcos, sino que al tratar de dispersar aquello, recuerdos horrorosos de lo sucedido en la mazmorra o durante el asedio al pueblo me atormentaban.

«Definitivamente es mejor mantener la mente ocupada... me pregunto cuando falta para que lleguemos al pueblo».

Suspiré mientras trataba de mantenerme cuerdo, para evitar pensar revisé mi equipaje para hacer un inventario. No quedaba mucho, unas cuantas tiras de carne seca, una cantimplora casi vacía y un cambio de ropa.

«Debí tratar de recuperar las cosas que dejé en la montaña, soy un estúpido».

Tras ordenar lo poco que me quedaba revisé el monedero, sonriendo al ser recibido por el brillo de las piezas doradas. Guardé el monedero en uno de los bolsillos del cinturón. Para mantenerme cuerdo conté todo lo que había en el monedero.

—Veintidós piezas de oro y cinco de plata. Viajar es muy caro, no quiero ni imaginarme lo que le costó al maestro Hideaki ese carruaje en el que solíamos desplazarnos.

Cuando salió el sol y los carruajes se detuvieron pude respirar tranquilo, había sobrevivido a los pensamientos intrusivos por casi toda una noche. Al salir del carruaje, observé el pequeño pueblo al que habíamos llegado. Tuve que ayudar al comerciante a cargar un par de cosas hasta un carruaje con compuerta diseñado para funcionar como una tienda ambulante.

El personal se encargó de montar todo y el comerciante se sentó dentro del carruaje a esperar clientes. Sin mucho decidí caminar por el pueblo, aunque antes de marcharme fui detenido por el comerciante.

—Antes de que te vayas, recuerda regresar antes de que caiga la noche, solo estaremos aquí durante un día—dijo el comerciante mientras detenía mi avance tomándome del hombro.

—Está bien—respondí.

Me alejé de la caravana para observar el pueblo, apenas y se podía ver a un par de adultos lavando ropa y uno que otro par recogiendo fruta de los pocos manzanos que podían vislumbrarse en el lugar.

«¿Así que aquí viven de eso? Lo dudo, es muy poca fruta como para que vivan de forma estable».

Tras un tiempo caminando por los alrededores y contemplando la grama que rodeaba toda la zona, extendiéndose por las colinas y deteniéndose solo en las montañas o asentamientos, pude vislumbrar a un niño cubierto de hollín saliendo de una de las casas del pueblo.

Contemplé la vivienda con cautela y al hacerlo pude notar un signo escrito en el idioma natal de Murim. No podía entender lo que decía, apenas y lograba reconocer las letras.

«Me pregunto qué significa».

En eso, fui sorprendido por el guardia de ojos rasgados, quién se detuvo a un lado mío para observar el letrero.

—Vaya, ¿la herrería del viejo Lim sigue existiendo?—dijo algo animado.

Me detuve a verlo por un momento y luego el letrero, estaba algo confundido.

—¿Es una herrería?

El hombre de ojos rasgados se extrañó ante mi pregunta.

—Si, ¿no puedes leer el signo?—preguntó algo decepcionado.

—No...—respondí sintiéndome algo intimidado.

—¿En serio? Habría jurado que eras de Murim—dijo para luego señalar el letrero. —ahí dice "Daejang-gan". Significa herrería, aunque, creo que eso no tenía que explicártelo.

Tras explicar eso el hombre de ojos rasgados se acercó hasta la puerta para posteriormente golpearla. Tras unos segundos un anciano bastante demacrado vistiendo ropas de lino salió de ella.

—¡Viejo Lim! Es un gusto ver que se encuentra bien—dijo el hombre algo emocionado.

El anciano se aturdió un poco y tras reincorporarse se molestó bastante con su visitante.

—¡Hwang! No has cambiado ni un poco pequeña sabandija. Moriré el día que seas un hombre decente—gritó el anciano.

—Pero entonces nunca morirá señor Lim—dijo Hwang con un tono bromista.

El viejo suspiró y regresó al interior de la casa. Hwang volteó a verme e hizo una seña con la mano. Lo seguí hasta la parte trasera del hogar, donde había una forja hecha de ladrillos de piedra de aspecto malogrado y un par de herramientas de herrero antiguas.

—Te va a encantar el trabajo del viejo, es bueno y bastante barato—dijo Hwang con una emoción que se podía notar desde la lejanía.

—¿Estás seguro de que ese señor todavía puede forjar algo?—pregunté algo dudoso.

Hwang se quedó callado, aunque parecía querer decir algo. Repentinamente el niño cubierto de hollín llegó a prender la llama de la forja, el anciano salió poco después, con una barra de metal en la mano.

—Ya que te dignaste a visitar, ¿debo asumir que rompiste tu espada Hwang?—preguntó el viejo mientras tomaba un martillo y unas pinzas de entre las herramientas.

Hwang sonrió mientras sacaba una espada recta de doble filo, con su mango siendo decorado por un tigre en llamas tallado sobre un acabado de oro.

—No, señor. No sería un buen espadachín si dejase que mi arma se rompiera—expresó con orgullo.

El anciano se extrañó al escuchar eso, pero se podía notar una sonrisa en su rostro.

—¿Entonces que te trae a este pueblo tan anticuado?—preguntó el anciano con un tono serio.

—¿Está mal querer visitarte viejo?—dijo Hwang con un tono serio.

El anciano colocó el metal sobre el fuego y luego se acercó a desordenarle el pelo a Hwang.

—No hay necesidad de que te enojes, te pareces mucho a tu madre—expresó el anciano antes de percatarse de mi presencia.

Se detuvo a verme fijamente, como si me conociera de algo.

—Oye Hwang, este niño... ¿de dónde salió?

Hwang se extrañó al escuchar al anciano.

—¿Por qué pregunta?

El anciano fue a sentarse mientras el acero se calentaba al rojo vivo, se me quedó mirando fijamente y luego suspiró.

—Te pareces mucho a ese demonio de ojos verdes, chico. ¿De dónde eres?

Anonadado y aturdido le respondí lo que era de esperarse. La aldea de la frontera y el clan Endou. El anciano no prestó atención sobre la frontera, pero si mostró reacción ante el apellido Endou.

—Cierto, ese hombre siempre estuvo acompañado por ellos, eso explica muchas cosas.

—¿A qué se refiere señor? ¿Se puede saber de qué está hablando?

Ante mi pregunta el anciano respiró pesadamente, se le veía algo molesto y bastante preocupado.

—Solo estoy asumiendo cosas, pero te pareces demasiado a él como para que haya duda. Tú definitivamente eres hijo de Kim Seok-Ji. O al menos debes estar emparentado con él.

«¿Quién es Kim Seok-Ji? Honestamente no conozco el nombre de mi padre, pero dudo que haya sido un hombre importante, digo, ¿ya está muerto no? Pero, demonio de ojos verdes, si se adapta a lo que vi en aquel sueño».

—No conozco ese nombre señor.

El anciano fue a tomar una espada similar a la de Hwang, pero con una guarda decorada por plumas y un grabado de dragón hecho sobre madera.

—Toma esto, no me importa si eres su hijo o no, me recuerdas mucho a él. Le debo mucho a ese hombre.

Hwang no pudo evitar quejarse, él no parecía entender nada y sinceramente yo tampoco.

—¿Qué es esto de la nada viejo Lim? Solo vine a visitar. ¿Justamente parece conocer al chico y encima le regala esa espada?

El anciano le dio una palmada en la cabeza para luego sacar el acero que parecía haberse estropeado por su distracción.

—Solo es un capricho mío, trata de que nadie más le vea el rostro al chico. Casi todos en este pueblo lucharon en la guerra.

Hwang suspiró y con una seña me ordenó seguirlo. Regresamos hasta la caravana, en la cual había un par de jóvenes comprando grano, carne y verdura. Estaban acompañados por una anciana, la cual se asustó al verme y apresuró a los jóvenes para que regresaran al pueblo.

—Esto es un gran problema—dijo Hwang mientras se acercaba al comerciante.

Tras un tiempo charlando se me ordenó permanecer en el interior del carruaje hasta que se marcharan. Cuando fui a sentarme Hwang se acercó a ofrecerme un trago de licor, parecía bastante preocupado.

—Ya sabía yo que parecías de Murim, ese rostro tuyo te traerá unos buenos malentendidos por estos lares.

—No entiendo, yo no soy de Murim, me críe en el pueblo de la frontera. Ni siquiera conocí a mi padre.

Hwang tomó un buen trago de alcohol que hasta lo hizo toser.

—Seas hijo del demonio de ojos verdes o no, tienes muy mala suerte.

—Solo espero que no interrumpa mi viaje, en serio que necesito encontrar al resto. Espero que la espada carmesí esté en esa ciudad.

—¿Por qué quieres encontrar a la espada carmesí? ¿La conoces?

—Creo que es alguien a quién conozco, al menos espero que lo sea.

Hwang se fue sin decir nada. Estuve confinado dentro del carruaje durante el resto del día, por suerte tenía comida y agua. Para mantenerme cuerdo practiqué un rato, tratando de controlar tres formulaciones rúnicas a la vez.

Hora tras hora mi mente se iba desgastando, hasta que en un momento los pensamientos desaparecieron y mi mirada se vacío. Apenas y pudiendo sentir el calor de las llamas en mis manos logré formar la tercera.

Pero no duró mucho.

En cuanto mi mente volvió a la normalidad, la llama desapareció, dejando atrás solo una breve pizca de iluminación sobre la siguiente etapa en mi camino como manipulador de ether.

Mi nariz sangró como era costumbre, la limpié con la manga del traje y decidí descansar un momento antes de continuar con la práctica. Conocía el sentimiento que me había otorgado aquella concentración, era similar a estar inconsciente y a su vez se podría decir que era cuando más consciente estaba.

Por culpa del desgaste mi respiración se había vuelto pesada y los malos recuerdos trataron de invadir mi mente nuevamente, por suerte y gracias a lo aprendido con Yao pude controlar tanto mi respiración como mis pensamientos, aunque a costa hacerme un corte en la palma de la mano, el dolor físico superó al daño que había dejado la manipulación de ether en mi mente.

«Como siempre esto es peligroso, pero si no expongo mi cuerpo hasta su límite no mejoraré, debería tratar de descansar por ahora... Shyun se ha mantenido tranquila, me pregunto porque».

Cerré los ojos brevemente, para cuando los abrí el carruaje se estaba moviendo, el sol se había ocultado y por el estado de su cuerpo, algo aturdido, me hizo darme cuenta de que probablemente había pasado casi un día entero, todo en un parpadeo.

Hambriento, devoré el resto de las provisiones que me quedaban en el equipaje, la espada que se me había dado estaba al lado de lo poco que tenía. El grabado se me hacía conocido, al verlo con mayor detenimiento la imagen de aquella espada que se podía ver colgada en la cabaña vino a mi mente.

Evitando que aquella imagen me molestará, desenfundé la hoja para echarle un vistazo. No sabía mucho sobre el tema, pero el acabado de la hoja me recordaba a una de las armas que llevaba Hideaki en su equipaje, aunque nunca lo había visto utilizarla.

Guardé la hoja en su funda y la dejé en su lugar. Suspiré mientras trataba de poner mi mente en orden, ese sueño había alterado el orden de mi mente, no podía mantenerme tranquilo.

La imagen de aquel hombre de ojos verduzcos volvió a atacarme, seguida por el cadáver de Feng, Gell al momento de perder su brazo, cuando los chicos me dejaron solo, el cadáver calcinado de mi tío, la señora que me salvó sin esperar nada a cambio y por último cuando mi madre sostuvo mi mano antes de morir.

«¿Qué me está pasando? Normalmente puedo mantener los recuerdos a raya, mierda».