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Chapter 42 - Tan brillante como la plata

Tan brillante como la plata

Tomé el resto de las peticiones y me propuse a terminarlas tan rápido como pudiera. Como tal, eran más tediosas que complicadas y no me quedaba mucho tiempo, el final del plazo que se me había dado sería al amanecer del siguiente día.

Tomé una bocanada de aire para luego suspirar y luego marché a cumplir los diferentes encargos. Iban desde entregar hierbas que crecían en el bosque cercano a un alquimista hasta hacer encargos como un recadero, lo bueno es que me las podía arreglar para moverme rápido por la ciudad con las alas de Aleph.

Conforme iba buscando las cosas que me pedían y entregaba paquetes de un lado para otro, con cada pedido finalizado sentía que el tiempo se iba volando. Seguramente la gente iba a crear más rumores sobre mi al verme volando de un lado a otro, eso había pasado hasta en mi aldea natal.

Para cuando el sol empezaba a ocultarse solo le faltaba un encargo y había ganado dos piezas de oro en total. Había dejado el más engorroso al final, la petición no solo tenía mala paga, sino que requería bastante esfuerzo mental.

Trataba de ser compañero de sparring de un grupo de aspirantes a aventurero para instruirlos en combate.

Nada más llegar al edificio con ayuda del mapa y las indicaciones de la petición fue fácil entender porque la paga era tan mala. Solo eran un par de adolescentes entre los quince y catorce años, equipados con armas de madera y con cuerpos escuálidos que no parecían haber comido una buena comida en meses.

«Supongo que teníamos demasiado apoyo en el pueblo. Al menos en comparación a estos chicos, no son los primeros que veo por ahí, apenas y pueden mantenerse a flote, deben ser huérfanos».

Nada más verme se emocionaron, no era de extrañar, estaban viendo a alguien que ejercía su sueño frente a ellos. Sus ojos habían adquirido un extraño brillo y se les notaba determinados.

—Bueno. Los entrenaré por el resto del día. ¿Bastará con un par de rutinas de ejercicio y enseñarles un par de movimientos de pelea no?

El más alto entre ellos dio un paso al frente y me respondió mientras sus piernas temblaban.

—E-estaremos a su cuidado.

Aparté la mirada y tomé una vara de madera como arma de entrenamiento, luego le hice una seña con la mano a los niños, indicándoles que podían empezar.

No tardaron en atacarme en grupo, la mayoría de sus armas imitaban a las espadas, pero sus movimientos eran predecibles y su formación poco coordinada, serían presa fácil hasta para un cachorro de lobo si seguían así.

Tras un minuto entero esquivando sus ataques decidí que ya era suficiente y con un ataque amplio desarmé a todos los pequeños.

—Bueno, al menos ya sé que no tienen una base sobre la cual empezar, mejor para mí supongo. A partir de ahora, vivirán un infierno por lo que resta del día. ¿Podrán aguantar?

Lo siguiente fue mostrarles la esgrima y otras doctrinas que había aprendido durante el viaje con Hideaki, no era nada de que impresionarse, pero al menos había aprendido a defenderme decentemente con varios tipos de armas.

Me dediqué a adoctrinarlos en distintos tipos de usos y hacíamos duelos con un arma a elección cada hora. Lo cierto es que el método no era exactamente el más efectivo, pero tenía que enseñarles mucho en poco tiempo.

Al final el más alto se encariño de la espada, el otro por su parte prefería usar un bastón, tenía algo de mi estilo en él, pero debido a su miedo se había vuelto bastante defensivo.

Las horas pasaban y por alguna razón encontré entretenido enseñarle a esos pequeños a luchar, tanto así que mientras los aconsejaba y les iba enseñando los métodos de entrenamiento de Hideaki no me di cuenta de que se había hecho de noche.

Antes de irme llevé a los niños a una biblioteca que por suerte estaba abierta, llena de un montón de magos, escribas y otros académicos trasnochando con libros complicados y uno que otro par encriptados.

Tomé un par de libros sobre la teoría de las energías, un par de guías para aventureros que nadie leía…

«Bueno, Gell es una excepción».

Enciclopedias sobre plantas, animales y monstruos, junto a una que otra leyenda local, uno nunca sabría si eran reales.

«Al menos eso decían Yao y Hideaki».

Habiéndoles dado una copia a cada uno, caminamos hasta la recepción, la encargada como de costumbre llevaba máscara de personal, solo que está podría un distinguido monóculo y cuatro plumas de diferentes tonalidades para darles un tono característico.

Ella no habló, extendió su mano derecha cubierta por un guante blanco de tela. Nada más tener las piezas de oro en la mano las acercó a su rostro para inspeccionarlas.

—Todo parece estar en orden—dijo para luego sacar dos trozos de papel de su escritorio. —bastará con que los dueños de las copias firmen estos documentos, es para mantener un registro.

Miré a los jóvenes, sus piernas temblaban por el miedo que les inspiraba esa señora.

—Vamos pequeños, será breve.

La mujer tomó una aguja y la colocó en su escritorio

Los niños dudaron un poco mientras contemplaban la aguja, como de costumbre el más alto fue el primero en tomar valor y sellar el contrato con sangre, tras unos segundos el otro finalmente tomó valor y así terminamos con la transacción.

Salimos del local y les pedí que entregaran el sello del gremio, al principio no parecían saber que era, pero tras un par de explicaciones terminaron dándose cuenta de lo que era y me lo dieron.

Antes de irme les acaricié la cabeza y les recordé qué rutinas de entrenamiento debían seguir para continuar creciendo.

En el camino de regreso al gremio pude notar una tenue presencia moviéndose detrás de mí, cuando volteé no logré ver nada, pero mis instintos todavía estaban alerta.

Creyendo que el peligro había pasado bajé la guardia y continúe con mi camino, solo para ser sorprendido por un toque en la espalda.

—¿A dónde vas Hayato?

Al voltear no pude evitar sorprenderme, la capacidad para camuflarse de Shizu era envidiable, incluso teniéndola de frente me era difícil distinguirla. El shock no me dejó decir nada, era como si una mezcla de miedo y emoción se mezclara en mi interior.

Tardé un par de segundos en calmarme, por suerte ella era paciente.

—Voy a terminar un encargo al gremio. Por cierto… ¿Cómo le haces para moverte con tanto sigilo?

Pude distinguir una sonrisa en su rostro.

—Normalmente es mucho más difícil, se requiere de mucha agilidad para escapar de la visión de la gente—dijo para luego acercarse hasta un punto donde podía ver su rostro con claridad y tocar mi parche. —Pero es más fácil jugar ese truco con alguien como tú, solo debo mantenerme en tu punto ciego.—agregó para luego darle un toque a mi parche.

Tras eso ella se marchó entre las sombras, me preocupaba él no poder notar su presencia, podría ser vigilado en todo momento y nadie lo sabría. Al final acepté esa posibilidad y continué con mi camino hasta llegar a las puertas del gremio.

Al entrar fui recibido como de costumbre, miradas curiosas fijadas en mi y un par de insultos de Morgan. Caminé directo hasta la recepción mientras llevaba todos los comprobantes de encargo en una bolsa de cuero.

Al ver que estaba acercándome, la recepcionista de siempre me saludó y empezó a preparar el papeleo con antelación. Estando de frente coloqué los comprobantes sobre su escritorio.

—Trabajas mucho para ser un aventurero de tu rango, ¿es normal de dónde provienes?—preguntó mientras comprobaba todo e iba anotando en su libreta de documentos.

—No, en casa normalmente solo hacía un par de encargos. Ya tenía lo necesario para vivir, la aventura solo era un lujo.

Ella continuó firmando y rebuscando cosas en su escritorio, para cuando terminó continuó con la charla.

—Ya veo. De todas formas, es bueno tener a un joven tan trabajador. La mayoría de los aventureros de por acá son unos vagos engreídos que se la pasan tomando hasta amanecer en las calles, agradezco que el caballero se encargue de controlarlos. Antes de su llegada la ciudad era un desastre.—continuó para luego colocar las piezas de bronce que faltaba reclamar y un bono de una pieza de oro por la eficiencia.

Tras recibir la recompensa, caminé hasta una mesa vacía para esperar al caballero, ordené una botella de sake junto a unos pasteles de arroz dulces que el resto de los aventureros solía comprar.

Cuando iba por la tercera copa de sake, Sieg y Shizu aparecieron de la nada y se sirvieron descaradamente una copa para cada uno. No tuve ganas de quejarme, así que los dejé beber tranquilamente mientras vigilaba la puerta para estar atento a la llegada del caballero.

«Se está tardando...».

Tomé hasta quedarme dormido, pero un estruendo me despertó, un aventurero de cabello rojizo con una espada de aspecto maléfico en la mano derecha yacía inconsciente cerca de una pared que parecía haber sido estampada con fuerza.

Al mirar con atención pude notar al caballero esperando tranquilamente a que despertará en la mesa del frente. Me acerqué a su mesa y con algo de miedo le mostré todas las peticiones firmadas con el sello personal del gremio.

—Al final lo hiciste. Siendo honesto pensé que no lo lograrías, pero es claro que superas por mucho al resto de los aventureros de bronce.—dijo para luego alzar la mano, llamando a la recepcionista que me había atendido.

—Dime, ¿este chico cumplió todo dentro del plazo?—preguntó con un tono serio.

—Así es señor. Todo ha sido cumplido dentro del plazo establecido.

—...Ve preparando el terreno de pruebas, que esté listo para mañana en la tarde.

Ella asintió sin decir mucho, el caballero me entregó una carta con instrucciones. Su contenido era simple: Llegar a la parte trasera del gremio durante la tarde y tener equipamiento preparado de antemano. Al parecer se trataba de una prueba práctica, casi como un duelo.

Fui hasta la posada más cercana y pasé la noche, por suerte solo llegaban a cobrar en piezas de plata, si los precios solían ser así, podría costear mis viajes con hacer un par de encargos por ahí, de cierto modo era reconfortante saberlo.

Antes de dormirme, sin embargo, pagué un cargo extra de unas cuarenta piezas de plata a cambio de un baño con agua caliente. Según el encargado, habían obtenido una forma sencilla de calentar agua gracias a una persona que decía venir de un país del que se solía escuchar poco o nada "Izmir".

Tras lavar todo mi cuerpo aproveché para ponerme una toga que ofrecían como parte del servicio y le pagué al personal para que lavaran el conjunto de ropa que usaba debajo de la armadura.

La peste a sangre y toda la mugre que se le había acumulado ya me estaba volviendo loco.

«Debería comprar algo de ropa antes de marcharme, todavía tengo un par de piezas de oro de sobra, seguro que puedo hacer algo con eso».

Pasé la noche y al despertar encontré la ropa limpia sobre mi cama. Me cambié y dejando atrás el equipamiento roto salí a buscar el distrito comercial de la ciudad. Cerca de un callejón un grupo de aventureros reposaba con muchas botellas de licor tiradas a su alrededor, los ignoré para continuar con mi camino, pero al parecer ellos tenían otros planes.

—Oye chico raro, ¿Cuánto llevas encima?—gritó mientras me lanzaba una daga de hierro.

La atrapé con la mano izquierda y luego usé el pomo para pegarle en la nariz a un tipo que trató de golpearme por la espalda.

«No saben lo que es sobrevivir a una Hiyori borracha, ustedes son inofensivos al lado de ella».

Mientras estaba distraído por la nariz rota, aproveché para tomarlo del brazo y lanzarlo en contra de sus compañeros.

—Supongo que ya tienen medido cuando aparece el caballero... serán un buen calentamiento, juguemos un rato.—dije para luego noquear usando la flecha de sylph como arma.

«Puede que me haya pasado, con un golpe normal hubiese bastado, los sobreestimé».

Solo quedaba un par de ellos conscientes, un arquero que se había quedado paralizado del miedo y un guerrero que esperaba una apertura para atacar. Noqueé al arquero lanzándole la daga de forma que el pomo le diera en la frente y luego derribé al guerrero de un golpe al estómago.

—Dime, ¿hay buenos herreros en esta ciudad?—dije mientras le mostraba el mapa. Él se limitó a señalar un lugar con el dedo mientras rogaba asustado.

«Esto me hace sentir raro, no disfruto de hacer sufrir a la gente».

Le agradecí por la información y me dirigí hasta la dirección que me señaló. El distrito comercial de la ciudad se veía miserable, había uno que otro par de aventureros quejándose de los precios de algunos comerciantes y una que otra pelea territorial entre los mismos, me guie con el mapa hasta la zona de los herreros y caminé hasta el local que me había señalado el guerrero de antes.

El local no se veía nada sorprendente, era una tienda modesta hecha de ladrillos con un par de armas y armaduras de hierro exhibiéndose y una fragua que se podía vislumbrar desde afuera.

Para mi sorpresa la dueña era una chica y estaba afilando un hacha de combate, era raro verlas en la posición de herrero. En su mayoría preferían ser artesanas o joyeras, aunque claro, tampoco es que fuese imposible.

Me acerqué a lo que parecía ser la recepción y esperé a que terminara su trabajo, ella se mostró disgustada al verme, claro que no me conocía, seguro era por el parche, generalmente me hacía destacar demasiado o al menos eso decía Morgan.

Se acercó mientras se quitaba los guantes y los tiró frente a la mesa agrietada que servía como suerte de recepción.

—Ay no jodas, otro imbécil con pintas de loco. ¿Qué ocupas?—dijo con un acento rudo.

«Vaya manera de hablar para una señorita...».

—Escuché que aquí vendían equipamiento de calidad, necesito reemplazar mi equipo roto.

Ella escupió al suelo.

—¿Y lo trajiste? ¿O es qué quieres algo nuevo?

Negué con la cabeza.

—No tengo suficiente dinero para pagar los materiales que necesitarías para reparar ese equipamiento, bastará con algo que no sea... hierro.

Ella me miró de reojo y luego fue a tomar una espada de hierro.

—¿Esto ocupas?

Aparte la mirada y contemplé otra tienda que exhibía armas de aleación que podría llegar a costear, al verme ignorarla ella se molestó y trató de darme un golpe con su martillo.

—Dime lo que necesitas genio, no soy adivina.

Saqué mi monedero mientras suspiraba.

—¿Tienes bastones de una aleación decente? También necesito una armadura ligera de cuero y una cota de malla, esa puede ser de hierro si lo deseas.

Ella revisó se fue a revisar su almacén, tras un tiempo salió con un bastón de aleación que apenas y tenía detalles, pero se veía decente y una armadura de cuero reforzado junto a una cota de malla.

—Aquí tienes tu palo y tu armadura, son tres piezas de oro y veinte de plata.

Inspeccioné un poco el bastón, pero no recordaba nada de los sermones de Gell sobre los estándares de calidad.

—¿De qué es esta aleación?

—Hierro y silverina, no es acero blanco, pero no está tan alejado en cuanto a eficiencia.

Pagué el monto y me equipé todo.

«No es nada bueno, pero es mejor que romper el equipamiento de Gell, de por si la armadura de acero negro ya está prácticamente hecha polvo, repararla no es algo que pueda costear por el momento».

Para cuando terminé de equiparme pude escuchar una voz conocida, era Sieg hablando con la herrera. Nada más verme sonrío y como de costumbre me preguntó si deseaba unirme a su grupo.

—No sabía que conocías a la flor de acero, es de las mejores herreras de la ciudad. Aunque su personalidad no atrae clientela. Por cierto, ¿qué haces por aquí? Veo que tienes armadura nueva.

Extrañamente a la herrera no le enfadaba que hablaran así de ella y peor estando enfrente suya.

—La antigua ya no da para más y tengo que completar un asunto personal pronto. ¿Y tú, qué haces por acá?

El hizo una mueca de sorpresa para luego regresar a su charla con la herrera, por lo que logré escuchar todo era sobre chismes de parejas y uno que otro rumor ya fuese sobre el caballero o la situación entre la frontera de los imperios.

Me distraje un rato, pero al ver que el sol estaba bajando supe que se me hacía tarde.

—Bueno, ya tengo que irme. Salúdame al resto Sieg.

Él asintió y marché hasta la parte trasera del gremio, solo era un terreno baldío con plantas marchitas, pero al ver al caballero esperando mientras blandía un espadón con ambas manos y la recepcionista a su lado, todos mis sentidos se engañaron para pensar que era un lúgubre campo de batalla.

Al ver que me acercaba con el bastón en mano el caballero gritó con su voz ronca:

—¡Bajo la autoridad que se me ha conferido, declaro el comienzo de la prueba de ascenso del aventurero Hayato Endou!

Luego apuntó el espadón hacia mí.

—Demuéstrame que mereces portar la plata niño.