—¡Neigh! —Margaret dijo en voz alta—. Estaba parada en sus patas traseras mientras sus patas delanteras lanzaban golpes al aire.
—¡Ahhh, León! —grité—. Perdí mi agarre en el cuello de Margaret y sentí que me estaba cayendo.
—¡Alicia! —escuché a León gritar.
Vi el cielo azul sobre mi cabeza y me sentí caer. Me preparé y cerré los ojos esperando sentir el dolor. Pero para mi sorpresa no sentí nada.
Luego, sentí unas manos cálidas sosteniéndome suavemente. Abrí los ojos lentamente y vi una cara conocida mirándome con preocupación.
—Alicia, ¿estás bien? —preguntó León preocupado.
Asentí lentamente, todavía sintiendo y evaluando todo mi cuerpo en busca de dolor o incomodidad. Pero no puedo encontrar ninguno, lo que significa que estoy bien.
Mi corazón palpitante hace un rato se sintió tranquilo y relajado al ver a León ahora. La adrenalina que sentí perdió su poder.
—¡Princesa, princesa! —escuché a Tricia gritar preocupada, aunque su voz parecía desvanecerse.