Estaba haciendo mis estudios de la tarde con Leon cuando William vino a visitarme.
—Buenas tardes, Alicia. —saludó William—. Buenas tardes, señor Leon.
—Buenas tardes, joven señor William. —saludó Leon.
—Buenas tardes, Will. —sonreí—. ¿Cómo has estado?
—He estado ocupado estos últimos días. —dijo William—. Siento no haber podido ir a verte cuando estabas enferma.
Miré a William y realmente se veía cansado. Tenía ojeras debajo de sus ojos.
—Oh, no te preocupes. Ya estoy bien. —dije.
—Me alegra escuchar eso. —sonrió William.
—Pero te ves tan cansado. ¿Ha ocurrido algo para que estés tan ocupado? —pregunté.
William todavía era un joven señor. No debería estar tan ocupado trabajando para su ducado. Todavía es responsabilidad de su padre.
William suspiró profundamente. —¿Recuerdas a Santiago, verdad?
Asentí. —Sí. El pretendiente de Elizabeth, ¿verdad?, el que conocimos la última vez.
Recuerdo al joven señor engreído que me abofeteó. Me estremecí con ese pensamiento.