Por Amelia.
Sonó el teléfono. Era Elio.
- Hola mi amor¿qué tal estás? Te llamo para decirte que apliqué para la beca en España. Te lo digo porque si nos casamos, podemos vivir juntos en Barcelona o en Madrid. Yo terminaría mi maestría y trabajaría en las oficinas de mi tío.¿Qué crees?- Era tan precipitada la sarta de cosas que me decía.¿Por qué ahora? Hace un mes me hubiera ido con él. Ahora estaba confundida.
-Amelia¿te has quedado muda?¿No me dices nada?
-Edward, lo siento. Ahora estoy reunida.
-Amelia Losano¿Cómo me llamaste?
-Lo siento, Elio, amor mío. Estoy cansada y ocupada. Te felicito. Dame un par de días para saber qué hacer.
Me quedé parada en medio de la estación de Namba. Nos dirigíamos a Arashiyama, pero yo solo deseaba paz, no quería hacer nada ya. Quería saber a lo que me exponía.
Sonó de nuevo el teléfono:
- ¿Oigo? Lo siento Elio, mi amor.- le dije
- Amelia, disculpa soy Yamamoto. Necesito explicarle algo.
- Perdón, ¿Yamamoto?- el padre de Edward llamándome. Deseaba desaparecer aunque sea por hoy.
- Amelia,¿me escuchas?
-Sí. Señor.
-Quiero que vengas con mi hijo a casa. Hablé con él hoy y quiero proponerles un negocio.¿Puede ser?
-Por supuesto, señor. Creo que mañana voy a almorzar con su hijo y le comunico cuando podremos vernos. ¿Está bien?
-Sí. Gracias Amelia. Espero pronto noticias suyas.
¿Qué sucedía ahora? ¿Qué quería ese señor?
Llegamos a Arashiyama. Yo quería estar tranquila, comer algo y leer mi libro. No estaba adaptada a tanto turismo. Quería ir más despacio. Almorzamos en uno de los restaurantes más concurridos de la calle principal. Era a base de tofu. Me encantó.
Hace un mes yo estaba en un país en el que se comía pollo luego de hacer una cola enorme, si se era una persona común. Ahora estaba paseando por un archipiélago hermoso y probando sus manjares.
Arashiyama, con su río y sus aires de antigüedad me colmó de melancolía.
Extrañaba a mi pobre madre. Antes de irme, le dejé todos mis ahorros en una cuenta bancaria.
Sentía pena por ella. Había sido traicionada por su familia. La casa en la que creció era de su abuelo, a quien amaba como a un padre. A pesar de haber vivido con él toda su vida y verlo morir, tuvo que ver a sus tíos peleándose por vender la casa y decidirse las ganancias entre sí. No contaron con su opinión, ni les importó su dolor.
Un mensaje de texto me sacó de mis pensamientos:
-Quiero verte mañana. Edward
-Eres mi jefe. Podemos vernos cuando guste, señor.
-Vale. Mañana ven a Himeji con las chicas.
-Señor,¿no podemos vernos a solas?
- No podríamos.
-Señor¿me temes?
-Ay chiquilla.¿El tofu de Arashiyama te llenó de valentía?
Por un lado, me encantaba la idea de que Elio saliera a trabajar y a conocer a otro país, pero por otro lado, no deseaba irme con él. Nunca habíamos hablado de matrimonio. No quería ilusionarlo pero no sabía cómo negarme.
-Amelia,¿sigues ahí?
-Sí. Mañana en Himeji. Vale. Hasta entonces.
Yo y mi manía de entretenerme con mis pensamientos y dejar a todos con la palabra en la boca.
Dejé de mirar los textos de Edward, creo que quería chatear por largo tiempo. Pero vi que las chicas estaban cuchicheando y riéndose entre sí.
-¿Qué sucede?- Les digo. Sus semblantes cambiaron. Ya no se veían tan risueñas.
-¿Pasa algo?- Esta vez ya les dije, pero en un tono más bajo. Debía aprender a calmar mis emociones si quería tener éxito con ellas.
Mina me respondió:
- Amelia, hemos visto que tienes novio en tus redes sociales.¿No pensabas contarnos? Si vamos a trabajar juntas, lo mínimo es que nos cuentes. ¿Cómo te dejaron venir?¿El señor lo sabe?
Me quedé tranquila. Debía responder sin que sospecharan de mí. Sin que se viera que yo estaba huyendo de mi realidad cuando acepté volar lejos. Les dije:
-Chicas, perdonen. Es que no quiero distraerme conversando sobre trivialidades. Tenemos solo un mes para elevar mi nivel de japonés. Me entienden¿verdad?- Les puse una carita kawai y seguí degustando mi té verde con el postre, que también era de tofu.
Estuve leyendo que para muchos japoneses su vida laboral se vuelve más importante que su vida personal. Así que traté de hacerles un stop. Yo ni siquiera sabía sus apellidos y ya ellas sabían de mi relación con Elio.
Salimos del restaurante. Fuimos al templo de Arashiyama. Ahí supe que estábamos en Kyoto. Aproveché y me senté en el tatami frente a la pequeña laguna. Mi teléfono seguía vibrando. Leí los demás mensajes de Edward.
- Mi padre abrió dos restaurantes en México y necesita que entrenes a los chefs japoneses con su español.
-Pensé que yo trabajaría asesorándote a ti o traduciendo algo para ti.
- Eso también lo harás. Primero tu misión será ayudar a mi padre. Luego veremos lo que haces conmigo.
No quise responderle. Me parece que quería ser atrevido por mensajes y luego ser el mismo de siempre en persona.
¿Qué misterio?¿Dónde estaba Anaís, la madre de Edward? Debe ser una mujer hermosa porque Edward es un Dios. Todo un samurai mambí.
Una vez me habló de su madre y me dijo que todavía trabajaba. Pero no supe en qué ni dónde.
A pesar de todos los mensajes de textos, llamadas y otros percances, pude pasar una tarde primaveral estupenda en Kyoto. Quería quedarme más tiempo en esa ciudad. Sabía que era turística, pero tenía un aire diferente a las zonas aledañas al templo de Nara.
Al día siguiente Mina y Nori se tomaron el día. Las esperé en la recepción del hotel pero quien llegó fue Edward. Para mi sorpresa no venía de traje.
-¿Qué haremos en Himeji?Le pregunté mientras subía a su coche.
- Quiero que vayamos al castillo y después comamos Unagi.
-¿Qué es eso, tú? -Se me fue lo de cubana en esa pregunta.
- Es pescado . Te va a gustar porque es dulce.
Con esa respuesta ya me dio deseos de ir rápido al templo y regresar para comer.
El castillo era muy lindo. Me sentía como en las películas. Un sitio perfecto para meditar. Tuvimos que quitarnos los zapatos al entrar. Después subimos muchísimas escaleras. No había muebles, ni muchas explicaciones. Me sentí súper cómoda con Edward. Creo que su mamá cubana le enseñó mucha galantería, pues si me veía cansada me dejaba parar. Incluso me dijo que si quería, podíamos regresar.
Cuando bajamos yo solo quería beber algo fuerte y dormir. Pero él tenía otros planes.
Cenamos el manjar más delicioso de Japón: unagi en un bol de arroz. Probé, lo que según Edward era la bebida alcohólica favorita de su madre: Umeshu, un delicioso licor de ciruelas.
No sé cuántos umeshu a las rocas me tomé. Solo se que me dormí en su coche. Al despertar, dije:
-¿Llegamos a Osaka?
- No, señorita. Estamos en Kobe. Vamos a subir al mirador.
Desde el mirador se veía la ciudad de Kobe. Era hermoso. Creo que besé a Edward o él me besó. En mi ensoñación le toqué un glúteo y eso no lo toleró. Gruñó como un toro:
- ¿Te traigo a un sitio romántico y solo puedes tocarme las nalgas?
Se me quitó el embeleso por el licor y le respondí ya molesta.- ¿Qué se supone que te debo decir, señor?
- Tienes que decirme arigatou. Agradéceme por traerte a este sitio. Agradéceme por besarte.
Me quedé atónita. Hasta me había excitado con su beso. Era nuestro primer beso. Mi cuerpo podía haberle pertenecido esa noche. Pero no, él necesitaba que le agradeciera.
- Agradéceme.- Me repitió.
- Mira samuraicito, yo también te besé.¿Me agradeciste?No. Me apartaste.
- Es hora de irnos. - Me dijo súper molesto, pero tratando de serenar su voz.
A la mañana siguiente llamé a Elio. No me contestó así que le escribí.
Elio:
Mi decisión es quedarme aquí en Japón hasta que mi contrato termine.Nunca me habían propuesto matrimonio y eso me hace feliz, pero ahora no creo que sea oportuno casarme.
Sí. Fui una cobarde . Debí haberle dicho que ya conocía a mi jefe antes de venir. Además, de que me había besado la noche anterior.