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Chapter 11 - Capítulo 11. Una noche en Tokio

- Lo siento Elio.

Dije en alta voz. El señor Yamamoto y su esposa no me escucharon porque estaban preparando el postre. Edward no corrió con esa misma suerte.

-¿Quién es Elio?

-Vamos a otro sitio y conversamos. ¿Vale?

Se paró y les dijo algo a sus padres sobre comer el postre al día siguiente y nos despedimos de ellos.

Fuimos al peor sitio para conversar. Tomados de las manos entramos al Café Latino en Roppongi. Había dos pisos diferentes con música latina y muchas parejas bailando en la pista. Arriba no pude saber qué música era, pero la salsa de abajo me enloqueció.

Olvidé todo. Solo comencé a bailar y bailar como niña.

Tomé vodka con naranja primero y después whiskey con hielo.

Pasada la medianoche me llevó a mi hotel.

- Te pido que no me des explicaciones. No soy quien para aconsejarte ni juzgarte. No voy a ser egoísta ni posesivo. Quiero que seas tú siempre. Mi sangre cubana no me dejará dormir esta noche pensando en ti. En cambio, mi sangre japonesa no te desea solo por hoy. Oyasumi nasai.

Me quedé helada. Me dio ternura y tristeza.

Sentía como si estuviera jugando con él.

Iba a cerrar la puerta pero agarré su ancha espalda por detrás, se viró y nos besamos. No, yo lo besé. Hundí mis dedos en su densa cabellera. Su pelo entre afro y japonés es lo más perfecto que podría tener ensortijado entre mis manos.

-Oyasumi nasai (buenas noches) le dije y lo abracé.

Sentí un ligero suspiro desde lo más profundo de su pecho. Toqué su nariz con la mía para ahogar mis deseos de besarlo. En cambio él comenzó a mover su nariz de izquierda a derecha contra la mía. Eso me excitaba mucho, pero me daba más ternura que nada.

-¿Qué es esto?

- Es un beso de esquimal.

Diciéndome eso sonrió como un bebé, entrecerrando los ojos un instante, mientras dos perfectos hoyuelos se asomaron por su perfecto rostro.

-¿Podré aguantarme 6 meses con este hombre tan cerca? Murmuré entre dientes, pensando que no había entendido.Sin embargo, se puso serio y antes de llegar a la puerta de mi habitación para irse me dijo con cinismo:

-Lo dudo mucho, mi amor.

¡Qué descarado! ¡Cuánta razón tiene!

Traté de dormir lo más pronto posible, pero solo me imaginaba mis manos abriendo su camisa lentamente. Pensaba en su cuerpo sobre el mío moviéndose sin desnudarse, en una mezcla de torpeza con destreza. Pero no, ya él estaba del otro lado de la puerta y sus pasos se alejaban de mí. Así terminó otro día aguantando las ganas de amar. O así pensaba yo hasta que sonó mi teléfono.

-¿Tienes hambre?-me escribió

-Si, pero no tengo deseos de cocinar.

-Abre la puerta.

Abrí la puerta y ahí estaba él con pollo KFC y otras golosinas.

Nos sentamos en el suelo a degustar de la cena improvisada. Me sentía muy a gusto con él. No quería que la noche terminara nunca. Me preguntó en qué pensaba, no quería echarlo a perder pero me armé de valor y le dije:

En que no quiero que esta noche termine nunca. Fue cuando me dijo algo que me impresionó :

-No pienso dejarte ir.

Sonreí como una tonta, sin embargo pensé en mi realidad. Debía regresar a mi país en unos meses. No era tiempo de ilusionarse.

De pronto sus brazos me arroparon y su olor me invadió completamente. Era un aroma tenue, viril, dulce, apetecible y perenne. Acaricié su cabello mientras me acomodé sobre él. El abrazo se siguió prolongando mientras mi respiración comenzó a agitarse.

Sentía su erección debajo de mi vestido. Estaba tan agitada que solo quería mirarlo a los ojos. Comencé a moverme sobre él lentamente como si la noche fuera eterna. Sus labios bajaron a mi cuello y sentí su respiración, su aliento me enloquecía. Abrí más mis piernas para sentir su montículo que ya estaba a punto de explotar.

Sus manos se deslizaron por mis hombros hasta llegar a mis pechos. Comenzó a dibujar mis pezones sobre la blusa hasta que mi respiración se convirtió en un jadeo y mis movimientos se volvieron caóticos. Ya no me movía en círculo sobre él. Solo dejé caer mis glúteos en su regazo que se movía violentamente arriba y abajo. Puse mis manos alrededor de sus hombros. Besé sus labios sutilmente. Mi cuerpo ya no respondía a los comandos de mi mente. De repente mi espalda se arqueó y tras ahogar un grito entre sus labios, mi cuerpo explotó y se convirtió en mil partículas de agua. Entonces me abrazó más fuerte y terminó. No hubo penetración, pero sentí como si hiciera el amor por primera vez en mi vida.

———- por Edward———

La noche era perfecta. Hacía tiempo no veía a mis padres sonreír de esa manera. Mamá y papá fueron a la cocina a preparar algo cuando Amalia pensó en Elio en voz alta. Otra vez Elio. Yo había investigado sobre él y sabía que tenían una relación, pero no me imaginé que ella lo amara tanto como para mencionarlo en mi casa.

Mi impotencia era tan grande que tuve deseos de salir corriendo de casa y casi lo hago. La llevé a mi sitio preferido en Roppongi a bailar. Se había cambiado el vestido para conocer a mis padres. Esta vez le llegaba a las rodillas pero cuando volteaba bailando se abría de manera tal que no dejaba paso a muchas insinuaciones, pero de tanto pensarla podía desnudarla sin usar mis manos.

Fuimos a su hotel y nos despedimos. Luego recordé que no había comido mucho en casa de mis padres así que le escribí al verla conectada. Regresé a su habitación. Cuando entré se había acabado de duchar. Quería hacerla mía en ese mismo instante. Sus largas y finas manos me estaban enloqueciendo.

- No quiero que esta noche termine.- me dijo. Esto empieza ahora, mi vida. - pensé pero mi parte cubana ya estaba aflorando. Mis instintos estaban acabando con mi razonamiento. - No pienso dejarte ir.

Le dije y mi voz salió sin que yo le concediera la palabra a mis labios. La senté frente a mi, a horcajadas. Me abrazó con pasión. Tocó mi pelo y ya no pude controlar mis deseos de besarla. Su cuello me invitaba a posar mis labios y sus curvas comenzaron a moverse sobre mí. No aguantaría mucho. No quería demostrarle algo que no soy. Solo me dejé llevar y le di el liderazgo. La toqué por encima de su blusa y sus duros pezones apuntaban a mi corazón. Luego me arriesgué a subirle la falda y ya los latidos de mi corazón habían alcanzado la velocidad máxima. Toqué su ropa interior y estaba henchida del mejor de los licores. Desistí de romper la magia y quise que experimentara mi dureza con la mayor castidad que pude. Comenzó a restregar su vitalidad en mí y desistí de mi voluntad. La sostuve fuerte sobre mí y comencé a moverme arriba y abajo. Me dejó sin aliento su deseo de más. Explotó y susurró mis nombre entre dientes cuando pudo gemir sin desasosiego. Me besó locamente y también llegué al clímax.

Me acompañó a la ducha y nos abrazamos. No hubo palabras, comenzamos a reírnos mientras nos bañábamos. Nos arropamos y el sueño profundo llegó a nosotros.