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Chapter 14 - Capítulo 14: Convivencia

A la mañana siguiente casi nos quedamos dormidos. De momento, su alarma sonó y se volvió a mí. Este chico exótico, con esas maneras de latino en un cuerpo de japonés, me hacía caer en la lujuria en todo momento. Caí por sus besos en un embeleso que me duró casi hasta la hora de la primera clase. Tuvimos que irnos casi volando a la oficina.

Al llegar al aula, me presentaron un nuevo estudiante. No sé por qué tenía la impresión de haberlo visto antes. Era guapo, joven y muy elegante. Su español era fluido pero tenía acento americano.

Durante el almuerzo se me acercó y comenzó a hablarme sobre sus viajes. Supe que había sido mochilero y que estuvo viviendo 6 meses en mi país. Al parecer, aprendió sobre la religión Yoruba.

Comenzó a leerme unos poemas escritos por él y yo le leí algunos que tenía. Al mirar el reloj, ya había pasado la hora de almuerzo y no pude ver a Edward.

¿Dónde estará? Me pregunté durante todo el día.

Al salir recibí un mensaje de la última persona que imaginé me escribiría hoy: Mina.

Mi primera guía en Japón. Se suponía que nos veríamos una semana después en Okinawa. O al menos eso pensé yo.

Me pedía que le escribiera. Necesitaba conversar conmigo sobre algo urgente.

Ya iba en el tren destino a la casa rosa de mi chico pero decidí ir a su encuentro.

Le pedí que me esperara en una cafetería.

Llegué primero, pedí un cafe moca caliente y me senté a hojear uno de mis textos de japonés. Estaba distraída. Pensaba en mi nuevo estudiante, en las clases que faltaban y en si podría dejarlos encaminados antes de que se fueran a México. Solo en una semana no podía darles mucho contenido.

La voz de Mina me sacó de mis pensamientos. Comenzó halagándome, cómo era su costumbre.

Su mirada estaba algo perdida. Podría jurar que algo le sucedía.

Hasta hoy no la había visto más que en traje. Ahora llevaba un atuendo más casual. Su maquillaje le daba un toque sensual. Su larga y negra cabellera la hacía ver esbelta, refinada y frágil. Llevaba unos jeans oscuros, una chaqueta roja y una blusa negra.

Venía con una carpeta con varios documentos.

-Hola Amelia. Sé que debíamos vernos la próxima semana pero solo puedo confiar en ti. Necesito tu ayuda con Mickel.

Una mezcla de alivio y sorpresa se apoderó de mí. Yo que al principio consideré que Mina y Edward sintieran algo el uno por el otro pude finalmente tranquilizarme y darme cuenta de que solo existía camaradería entre ellos.

¿Será posible que exista alguien tan celosa como yo en este mundo?

Entonces recordé cuán distinta se veía esta chica en su trabajo. Es como si hablar de un tema privado la invadiera de un aura de susceptibilidad.

-¿Y bien?¿Podemos hablar sobre Mickel?

-¿Te refieres a mi estudiante nuevo?

Mis palabras salieron en un tono más frío de lo que pensé.

-Ese estudiante nuevo tuyo es el amor de mi vida.

¿Cómo lo sabía?¿Qué sucedía entre ellos?¿Acaso tenían una relación?

Entonces supe que no sólo los amigos que hacía en mi país iban a buscarme para que los aconsejara, sino que aquí también.

Cuando me disponía a contestarle, la llamada que esperé durante horas me sacó de la realidad.

Era Edward su voz sonaba ronca. Más de lo común. Me estaba hablando rápido como si estuviera apurado, como si estuviera desesperado, como si algo que yo no supiera estuviera sucediendo.

No quise ser brusca ni parecer desesperada, pero antes de lograr entender lo que él me decía fui directa y le pregunté dónde estaba.

Me dijo que había partido para Okinawa antes que yo, que hubo un contratiempo pero que nos veríamos en dos días.

Cuando la llamada terminó una ola de soledad había estremecido mi ser. Ya no deseaba aconsejar a esa chica que tenía frente a mí. Solo quería ir a casa a revolcarme en mi tristeza.

- Era el señor, ¿verdad?¿Pelearon?

Me quedé en silencio tratando de calcular mi respuesta. No sabía si debía hablar de él con una de sus empleadas. No quería ser indiscreta, pero estar en un país extranjero y sentirme sola me hicieron hablar de más.

- No entiendo que en la mañana me haga el amor y en la noche me llame como si yo fuera una conocida. No entiendo que me pida que vivamos juntos y no me comunique sobre sus viajes de negocio. No entiendo que sea mayor que yo y tenga ese temperamento tan infantil.

Luego de decir todo esto, mi mente comenzó a trabajar mejor lentamente o al menos pensé.

Decidí esperar a que Edward regresara y dejar de juzgarlo.

Sin pensarlo, ver a esta chica me hacía sentir menos sola.

Le pedí que nos viéramos más seguido después de clases, además decidí pensar en cómo ayudarla con su chico.

Mientras escuchaba sobre cómo se conocieron en la empresa y de todas las veces que ella lo rechazó mi cara de sorpresa fue creciendo. Ellos lucían tan diferentes.

Él era un rubio alto de 1,85 con una sonrisa inocente y un cuerpo bien erguido. Su mirada era penetrante y sus gestos de conde.

Sin embargo, la belleza de ella se centraba en sus delicadas maneras de niña y su inocencia, a pesar de tener casi 30 años.