Mi primera vez en el extranjero sería por trabajo. Mi primera vez en el extranjero sería por mi inteligencia. Mi primera vez en el extranjero sería en Tokyo.
Me quedé como tonta al ver la limpieza en el aeropuerto. Había pantallas gigantes con comerciales sobre el país.Todas las trabajadoras con sus uniformes bien planchados. Los chicos con trajes bien elegantes.
Era abril, la primavera había empezado y las lluvias amenazaban con despojar las flores de cerezos que todavía pululaban en los árboles.
Mina, siempre sonriendo me ofreció un refrigerio mientras partíamos en un tren rápido hasta la ciudad. Me dijo que era un onigiri. Yo solo veía una bola de arroz. Tenía atún adentro. Le agradecí con mi alma. Me encantaba su acento británico, su inglés tan pulcro. Yo, latina al fin, hablaba un inglés más cordial y desenfrenado.
Mina me explicó que me acomodarían en un sitio cercano a las oficinas de Shinjuku, por un tiempo. Algo que me confundió muchísimo es que aunque me brindara el refrigerio, me pidiera que no comiera en el transporte público, que era de mala educación.
Cambiamos de tren y yo quería fotografiarme en cada esquina. Los edificios grandes y modernos se imponían cual hermosas estructuras gigantescas, mientras que pequeños templos sintoístas o budistas, aparecían a ratos frente a mis ojos. Me parecía mentira que estaba en Japón.
Los baños tan limpios, las personas tan respetuosas, los ruidosos pachinkos, esos sitios muy para ir a jugar videojuegos, y el olor a salsa de soja. Era tanta información para mi, que le pedí a Mina que me llevara a descansar.
Al día siguiente me desperté más animada. Había soñado con Edward, o con el recuerdo que me quedaba de él, pues no recordaba su rostro. Estaba caminando a mi lado en la misma playa. Esta vez, sonreía muy feliz y me tomaba de la mano.
Después de ese sueño tan agradable, me sentía tranquila. Fuimos a Akihabara, una estación de Tokyo en la que venden muchísima tecnología, decidí comprarme un móvil barato y unos bolsos que estaban a buen precio.
Comimos en un restaurante familiar italiano.
Yo me sentía dichosa, me sentía grande, me sentía divina. Pude hablar con mi familia en mi país y regresar al hostal.
Desde que llegué no entendía casi nada de lo que me decían. Me preocupaba que en la universidad me hubieran enseñado un japonés que no se usaba en la actualidad o que me hubieran estafado.
Otro día estuve en un centro comercial inmenso, pasé casi el día completo caminando con Mina. En mi tercermundista lugar de origen, no había muchos adelantos en la telecomunicación ni en la robótica. Era un paseo por el siglo 20 en una isla encantada. Sin embargo, este lugar era todo lo contrario.
Más tarde supe que estábamos en un Takashimaya. Compré un suéter en UniQlo, una marca de ropa muy famosa por ser barata y útil.
Fui a muchos lugares que me resultaban súper interesantes. Un templo budista llamado Goutokuji, yo le diría el templo de los gatos. Muchas personas compran un gato de cerámica y piden un deseo. Si su deseo se cumple, compran un gato de cerámica más grande y piden otro más. Lo que más me sorprendió de ese templo es que hay muchísimos gatos de cerámica que las personas han dejado sus gatos pequeños ahí en el templo. Aunque son de diferentes tamaños, todos son blancos. Es realmente hermoso verlo.
En otra ocasión fuimos a Shimokitazawa, una
estación cercana a Shibuya: el lugar del gran cruce peatonal, las calles eran muy estrechas y llenas de tiendas con ropa de segunda mano. No sabía que a los jóvenes japoneses les gustara tanto vestirse de manera extravagante. Me resultó particularmente interesante ver una de esas tiendas con ropas mexicanas. Hasta sombreros mariachis había.
Cuando llevaba una semana en Tokyo, Mina me dio varios textos para que estudiara más su idioma. Me sorprendió mucho, ver que era un diccionario con formato de cómic. O sea, tenía muchísimas ilustraciones y ejemplos de diálogos. Me di cuenta de que cuando los japoneses quieren dar un servicio, lo hacen de la mejor manera posible. El trabajo del ilustrador me pareció impecable. Decidí llevar siempre conmigo ese libro.
La comida del país del sol naciente me pareció exquisita. En mi país no había tantos vegetales como aquí. Lo primero que comí fue gyudon ( un bol con arroz y carne de res picada en trozos finos con una salsa sabrosísima)
Mina me explicó que muy pronto nos reuniríamos con el jefe en unos días, pero que primero necesitaba realizar un trabajo importante en Osaka.
Tomamos un vuelo desde Narita hasta Osaka, llegamos a Namba y nos encontramos con una amiga de Mina, que me haría un cambio de imagen.