El teléfono sonó y Amelia lo abrió entre dormida. Ya era casi la hora de salir de casa y aún estaba entre dormida y despierta.
Se sentó en la cama confundida, tratando de recordar sobre lo ocurrido la noche anterior, tratando de reponerse después de dormir pocas horas.
Miró nuevamente el teléfono. Su amiga Ariel la invitaba a la playa. Tenía que trabajar ese día pero no podía dejar ir a su amiga a su sitio favorito.
Así que se apresuró a tomar su bikini y se lo puso debajo del traje de sastre negro que usaría ese día.
Después de una larga reunión, se apresuró a encontrarse a su amiga en el gigante azul.
Amelia era una chica alta, delicada y amable, pero muy inteligente.¿Cómo saber que ese día no solo encontraría a su amiga en el mar?
¿Cómo saber que ese día cambiaría su vida para siempre?
Sus rizos bailaban con el viento. Su sonrisa era amplia, apenas tenía 25 años pero tenía claro lo que quería en su vida: seguir siendo independiente, estudiar y viajar el mundo entero.
Su amiga la esperaba en una casa justo frente al mar, con dos chicos. Uno de ellos, alto, delgado, con sonrisa angelical, esbelto, atlético, con voz seductora y firme.
Amelia sintió cómo sus labios rojos se entreabrieron en una sonrisa involuntaria y no pudo evitar sentirse hipnotizada.
Intercambiaron unas palabras, y también sus números.
El chico era un tanto demasiado directo y le dijo mirándola a los ojos: eres mi tipo, vayamos a nadar.
Amelia sintió como su mano llegó a la mejilla de Edward sin poder contenerse. Su mano llegó a los pronunciados pómulos y luego a sus labios.
Justo antes de tocar la boca de Edward, Ariel tosió desesperadamente en un intento por hacer a su amiga regresar a la realidad.
A pesar de su astucia para los negocios, la chica no era ducha en el arte de amar. No había tenido mucho tiempo, pues era amante a los libros y a soñar. Entre sus aficiones, estaba escribir, aspiraba a ganar premios y hacer a su madre orgullosa. Quería tener la dicha de llevar a su madre al lanzamiento de sus primeros libros.
La voz de la mesera la sacó de sus pensamientos:
Señorita.¿Algo para beber?
Pide lo que quieras, cariño. Dijo Edward con una sonrisa de ensueño.
Agua gaseada, por favor. Dijo la chica mientras se percataba de que parecía que había estado ensimismada por demasiado tiempo, perdida en sus pensamientos.
Luego recordó que estaba en la playa y que debía irse porque su novio la esperaba en casa.
Edward se apresuró a cortarle el paso, al percibir sus intenciones de huída.
Entonces ¿cómo quedamos, linda?
Yo te escribo, le dijo Amelia sin poder mirarlo a los ojos. Este chico, será muy guapo, pero yo tengo que irme de aquí.