La declaración recibió toda clase de expresiones. Incredulidad, desconcierto, mezcolanza.
—No puede ser.
—Esta loco.
—Esto es un abuso.
Susurraron algunos, de ninguna manera querían pelear. Lógicamente, temían sufrir daños graves.
Mire desesperado a los nobles. Observaban la práctica serenos, Luk dijo algo a su hermana, ella asintió.
Esto es demasiado.
—Si no vienen, los busco yo.
Tal vez teníamos espadas, cuatro meses de entrenamiento y capacidades fuera de lo normal, pero tales cualidades fueron inútiles.
Una batalla real distaba demasiado de entrenar.
Feuge clamó un bramido bestial, los estudiantes, alarmados, tuvieron que defenderse. Presas del pánico, quisieron hacerle montón, abatirlo en grupo.
El estilo de ese hombre no tenía sentido. Esquivaba los tajos de todos dando medias vueltas, predecía sus tácticas, mantenía un desplazamiento constante, obligándolos a perseguirlo.
Estuvo así mínimo treinta segundos, las espadas era el único sonido audible.
—Ya vi que pueden hacer.—Dijo el caballero, al eludir otra hoja y se desató la calamidad.
La maza rasgó el aire y cobró más víctimas, violento, veloz, imparable.
Mujeres, hombres. Cayeron por igual. Vi que Feuge los golpeaba a todos directo al pecho, lo siguiente es que volaban unos metros. Aún con protecciones, me daba miedo imaginar el dolor. Caían y caían compañeros... Después del golpe, nadie daba señales de levantarse.
—¡Espera! ¡Me rindo!—Gritoneo Higa Ichika—. ¡Además soy una mujer! ¡No puedes pegarme!
—¿Y qué?
El caballero la golpeó de igual manera.
—¡No te olvides de mí, por favor!
Rogó Obata. Yo no podía creerlo, la valentía le facilitó enfrentar al temible Feuge.
Canalizó peso y fuerza en salvajes estocadas, el caballero las desvío a pesar de la corta distancia.
—¡Infeliz!—Feuge aplastó la espada con su maza y le acertó una patada—. Soltaste el fierro.
Cerré los ojos y escuche el impacto del lucero, al aplastar las protecciones.
—¡Alto! Eres un salvaje.
Usagi Tomoe captó su atención. Si alguien podía vencerlo, sería ella. Dotada de incontables talentos, la chica además dominaba el estilo de katana, Kendo.
En esos momentos, brillo como la única salvadora. Una hermosura alta, esbelta de cabellera negra atada en una larga cola de caballo.
—Estamos disputando, molluela. Así es un encuentro de verdad.
—No lo dudo. Pero has ido demasiado lejos, no tienes compasión.
—Cotorreas de más. Ven de una vez.
Atacaron al unísono, ambas movidas chocaron, luego retrocedieron.
El caballero actuó a la defensiva, en hábiles semicírculos, que cerraron cualquier abertura.
Usagi entrecerró los ojos frustrada, esperaba hayar una oportunidad de incapacitarlo. Atacó incesantemente, con todas sus fuerzas, y el cansancio la volvió lenta.
Feuge lo supo. Agarró el mazo a lo largo, con ambas manos y cargó hacía adelante.
El par cruzó miradas, antes de estrellarse. La pared quedó abollada tras colisionar y Usagi, falta de aire, abría y cerraba la boca.
—Te ayudo.—Gruño el caballero, retiro el mango del lucero de sus costillas, apretó su cara y estampó a Usagi.
Es un animal. Pensé horrorizado, estaba temblando, quería llorar.
La talentosa Usagi Tomoe, az del kendo, cayó desmayada.
Feuge ignoró a Kugisaki, que soltó el sable con una sonrisa frívola.
—Me rindo.
—Deja de sonreír o te la quito de un mazazo.
—¡Aeuuh!—Farfulle sin poder evitarlo.
—Quedas tú, picaza. Creó yo, te lucirás esta segunda vez.
—¡Déjame sólo!—Exclamé muerto de los nervios, e hice algo que los demás no.
Usar mi habilidad.
Diez clones aparecieron repentinamente, y sin temor, se arrojaron en avalancha encima del caballero.
La bola de dobles míos probaron aplastarlo con su peso, eran mis cincuenta kilos multiplicados por diez.
¿Qué hago ahora? Pensé, ¿huyó? ¿Debo huir?
Esos segundos de duda fueron cruciales y yo los desperdicie.
—¡Menguado malnacido!—Insultó Feuge.
Ahí vi bien que, en ningún momento los clones lo tumbaron, estaba de pie con mis otros yo colgados.
Al abalanzarse sobre mi, los arrastró como hormigas, vi un breve instante el mazo y el salón giro muchas veces.
...
—Creo que ya espabiló otra vez... Eso, ya, ya. Izol venga.
¿Quién habla?
Me pregunté sin hablar, sonaba como Adreti.
Abrí los ojos e inmediatamente di un quejido.
—Carajo... Me duele.
Un punzante dolor en el pecho, no me dejaba respirar del todo, ni ayudaba para levantarme.
—Tómate esto.—Dijo la hechicera, se acercó y volcó un frasco adentro de mis labios.
Torci los labios de lo amargo que sabía.
—¿Qué es eso?
—Para el dolor. Ninguno de ustedes requiere tratamientos míos, diría que Feuge no les causó algún perjuicio.
—¿Qué no?—Tosí y casi me desmayó del dolor, al pasarse tenía lágrimas en los ojos—. No me puedo levantar.
—Es por el tamaño del moratón, meras nimiedades.
—Me duele mucho...
—Espera que el suero haga efecto, Seita.
Me percaté de su mirada, lo supe, esos ojos grises decían "que llorón".
Maldita sea... Recosté la cabeza y traté de ignorar, el terrible suplicio.
Por lo menos Izol no mintió, el dolor fue disminuyendo.
—¿Alguna mejoría?—Preguntó Adreti.
—¿Eh? Sí... Me siento mejor.
La muchacha caminó con las manos metidas atrás, asomándose a ver la herida. Claro, estaba semi desnudo de cintura para arriba.
—Ouw. Esta morado, muy morado.
—...
—¿Cómo hiciste eso?
—¿Qué cosa?
—Eso.—Exclamó Adreti, abrió los ojos asombrada—. Eras uno, luego te volviste muchos.
Hablaba de mi poder, sonreí un tanto apenado. Más que mi salud, quería averiguar sobre la habilidad que utilicé.
—Puedo hacer eso desde hace tiempo, son clones.
—¿Clones? Desconozco que es eso. Pero yo pensé que iban a quedarse tirados, cuando Feuge te reventó se fueron como polvo.
—Así no funciona, si terminó inconsciente... Es el fin.
El silencio se creó entre nosotros. La noble me miraba fijamente, no supe como interpretar su enigmática expresión.
—Es claro que, carecen de valor y coraje. Tú y tus compatriotas, distan mucho de un mecena, ni digamos ya, un batallante.
¿Qué diablos es un batallante? ¿Por qué usan palabras tan raras? Sentí un enojo tenso, producto de la indignación.
—¿Qué sabes tú? Ustedes son nobles, otros pelean sus batallas, no tienen que arriesgarse y viven como reyes.—Respondí hartó.
Adreti permaneció taciturna, yo estaba seguro que mi ofensa la afectaría.
Ella se desternillo de risa, una risa sincera. Una vez recupero el aliento, me clavo una mirada llena de comprensión.
—Balbuceas cómodo desde la ignorancia. Yo, mis hermanos, los Guesclin. No somos nobles, quiero entender que debes querer decir "varones". Una creencia errónea, Seita.
Calló unos instantes, quizás para dejarme entenderlo y Adreti continúo.
—La batalla es fiel acompañante de mi familia, crecemos en su lecho y entendemos que es parte del mundo. Siendo clara, soy buena en batalla o duelos, soy fuerte, muy fuerte. No siempre fui así, pero cuando era niña lo aprendí a la mala...—La vi darme la espalda, aunque antes dijo algo más—. Deseo tu pronta recuperación.