Maya quedó sin palabras ante las palabras de Aiden, pero al cabo de unos segundos su rostro se tornó afligido y dolorido.
-Lo siento, pero no puedo corresponder tus sentimientos. Vamos, volvamos -Maya extendió su mano para ayudarlo a levantarse. Aiden tomó su mano y se puso de pie.
Había transcurrido una semana desde el incidente con el zombi. Aiden estaba sentado en un árbol, reflexionando y perdido en sus pensamientos. Maya se encontraba debajo del árbol, tratando de convencerlo para que bajara.
-Aiden, por favor, baja de una vez. Hoy comienzas a entrenar con Aria y ya llegamos tarde —insistió Maya. Sin embargo, Aiden seguía absorto en sus pensamientos, sin moverse del árbol.
-Por favor, baja. Me da miedo cuando Aria se enfada -agregó Maya, preocupada. Poco después, Aria llegó al lugar donde se encontraban.
-¿Qué está sucediendo? Llevo horas esperando -exclamó Aria. Maya se asustó y bajó la cabeza, sintiéndose culpable.
-Perdóname, Aria. Lo bajaré enseguida -respondió Maya rápidamente. Agarró una piedra y la lanzó intentando darle a Aiden, pero no logró alcanzarlo, así que le dio otra piedra a Aria.
-Prueba tú, Aria. Tú lanzas mejor que yo -sugirió Maya. Aria tomó la piedra y se preparó para lanzarla.
-Sí, pero tú tienes mejor puntería -respondió Aria, lanzando la piedra impulsada por su habilidad con el viento. El proyectil cortó la copa del árbol, provocando que Aiden perdiera el equilibrio y cayera debido a la sorpresa.
Aria lo miró enfadada, colocando sus manos en las caderas y fijando su mirada en los ojos de Aiden.
-¿Me puedes explicar por qué me has hecho esperar durante tantas horas? -inquirió Aria. Aiden miró hacia el suelo, con una expresión triste, y Maya, al verlo, comprendió lo que le afligía. Aria agarró a Aiden del brazo y se lo llevó para comenzar el entrenamiento.
Cuando llegaron a la casa de Aria, se prepararon para iniciar el combate de entrenamiento.
-Será un duelo, los efectos de los poderes no están permitidos —anunció Aria. Una vez dicho esto, chocaron sus espadas y el duelo comenzó.
Aria intentó un corte vertical, pero Aiden bloqueó su ataque y le propinó una patada en la mandíbula que la alejó de él. En cuanto Aria se recuperó, se lanzó al ataque nuevamente, pero Aiden contraatacó con un golpe horizontal de Dyrnwyn, que Aria logró bloquear a tiempo.
Mientras ambos rivales se enfrentaban en duelo, una figura cubierta por un manto se acercaba al pueblo. Su paso era tranquilo y parecía llevar consigo una intención pacífica, pero se notaba que algo le incomodaba. Era pelirrojo y sus ojos eran de color morado. Estaba completamente envuelto por su manto, una tela de baja calidad que revelaba que no llevaba una camiseta, pero sí unos pantalones marrones oscuros y botas militares.
El duelo continuaba de manera agresiva, la intensidad con la que luchaban dejaba claro que no era solo un entrenamiento; había momentos en los que se percibía una intención asesina. Sus espadas chocaban repetidamente en una serie de ataques frenéticos. Sin embargo, después de varias horas de combate, Aiden logró arrebatarle la vaina de Vind Blomst. En un intento de estocada por parte de Aria, Aiden colocó la vaina en posición para que su arma se deslizase dentro de ella. Ambos intercambiaron una sonrisa de respeto y se retiraron para tomar un descanso.
Aira y Aiden se sentaron para disfrutar de las vistas, sintiéndose tranquilos. Sin embargo, Aria tenía una duda en su mente.
«¿Eso funcionaría?» pensó. Casi de inmediato, puso su mano en el hombro de Aiden con una sonrisa. Aiden se sorprendió y levantó una ceja, pero Aria recuperó su expresión seria.
-Me lo imaginaba. La bendición no sirve de nada sin los Ojos del Infinito -dijo Aria, mirándolo fijamente y con un tono de voz solemne-. Los Ojos del Infinito son el arma más poderosa que tendrás a tu disposición. Con ellos, podrás ver todas las posibilidades antes de tomar una decisión, ya que las opciones son infinitas. Así podrás elegir la que más te convenga. Pero incluso si logras dominar ese poder, debes recordar que existe un ser con seis Ojos del Infinito. Su nombre es... Efialtes.
Aiden quedó atónito ante esta explicación. De repente, una voz desconocida los tomó por sorpresa a ambos.
-Efialtes... Hacía mucho tiempo que no escuchaba a alguien pronunciar ese nombre -dijo la voz, lenta y calmada, tal vez demasiado tranquila para ser amenazante.
Aria y Aiden se acercaron a la persona, y Aria se arrodilló ante él como señal de respeto.
-Coronel Ezpeleta, no esperaba verlo aquí tan pronto -dijo Aria. Aiden se sintió desconcertado al presenciar el comportamiento de Aria.
-Aria, ¿quién es tu acompañante? -preguntó el coronel. Aria se puso de pie, puso una mano en su cadera y habló de manera más relajada.
-Él es Aiden. Le estoy enseñando algunos trucos -respondió Aria. El coronel observó a Aiden, notando el color de sus ojos y el hecho de que portaba a Dyrnwyn.
-Entonces supongo que debe ser competente. ¿Te gustaría tener un duelo amistoso? No tiene que ser largo, solo para conocernos mejor -ofreció el coronel. Ambos se sorprendieron por la propuesta, y Aiden miró a Aria dubitativo.
-Deberías aceptar su oferta. Muy pocos tienen el honor de entrenar junto al coronel -dijo Aria emocionada.
Aiden la miró y decidió aceptar el desafío del coronel. Decidieron ir a un lugar apartado para no molestar a nadie.
Mientras tanto, Maya había ido a visitar a Iris para recoger algo que le había pedido comprar hace tiempo. Iris le entregó una bolsa que no parecía estar muy llena.
-No fue fácil conseguir esta tela mágica, pero lamentablemente es muy poca -dijo Iris. Maya tomó la bolsa y le sonrió.
-No te preocupes, la combinaré con mi lana mágica para que sea más liviana -respondió Maya. Iris la miró sorprendida.
-¿Estás segura? Amas esa lana -dijo Iris, arqueando una ceja. Maya le sonrió y adoptó una expresión inocente.
-Haría cualquier cosa por Aiden. Espero que le guste mi regalo -dijo Maya. Iris asintió con la cabeza.
-Y ¿sabes tejer? -preguntó Iris. Maya miró a los ojos de Iris con nostalgia en su mirada.
-Claro que sí. Jade y yo solíamos hacerlo cuando era pequeña. Además, los objetos mágicos solo pueden elaborarse de noche, así que al menos estaré entretenida - explicó Maya. Poco después, ambas salieron a dar un paseo por los alrededores.
Aria, Aiden y el coronel llegaron a un descampado donde podrían combatir sin molestar a nadie. Una vez que estuvieron listos, Aria explicó las reglas del duelo.
-El duelo terminará cuando uno de los dos sea desarmado. Los efectos de los regalos no están permitidos -dijo Aria. El coronel adoptó una expresión más seria.
-Te cedo el primer movimiento -dijo el coronel. Aiden se lanzó hacia adelante atacando con Dyrnwyn, pero el coronel bloqueó con una espada que carecía de filo, solo tenía el mango y el salvamanos. Sin embargo, de repente, el arma del coronel comenzó a generar cuchillas de energía de color rojo. Al darse cuenta de esto, Aiden saltó hacia atrás para alejarse, pero el arma del coronel generó suficientes hojas como para rodearlo por completo.
-Mi arma se llama Trasa. Es uno de los regalos del adalid. Pero no te dejes intimidar por un arma que parece prometedora. Todos los regalos tienen su debilidad -explicó el coronel. Aria asintió, entendiendo la explicación del coronel.
Aiden se recuperó y utilizó su atributo para rodearse con un tornado de llamas. Sin embargo, las hojas de Trasa impidieron que las llamas se acercaran a él. Aiden golpeó con Dyrnwyn cada una de las hojas intentando destruirlas, pero se dio cuenta de que había tres hojas enormes que no lograba derribar. Aiden intentó correr para evitar el ataque, pero el coronel, que se había liberado de las llamas, le propinó una poderosa patada que lo hizo atravesar las hojas gigantes y soltar a Dyrnwyn.
El coronel se acercó a Aiden y habló.
-Ese movimiento me tomó por sorpresa. No esperaba que golpearas cada una de las hojas individualmente. La estrategia era buena, pero la ejecución no tanto -dijo el coronel. Aria fue a ayudar a Aiden a levantarse.
-Para vencer a Trasa, debes golpear solo las puntas. Solo puede generar un número limitado de hojas y le llevará tiempo poder generar nuevas -explicó Aria. El coronel se acercó a ellos.
-Me gustaría que me permitieras entrenarlos, a ti también, Aria -dijo el coronel. Aria lo miró emocionada.
-¿Qué dices, Aiden? Así los tres podríamos mejorar -añadió Aria. El coronel extendió su mano hacia Aiden para estrecharla.
-¿Qué dices, Aiden? No tienes nada que perder -dijo el coronel. Aiden decidió aceptar. En ese momento, Aria e Iris llegaron al lugar.
-Aiden, Aria, ¿Coronel Ezpeleta? -dijo Maya, sorprendida por la presencia del coronel.
-Coronel, no esperaba verlo por aquí tan pronto -dijo Iris, contenta de verlo.
-Maya, tengo buenas noticias. El coronel está interesado en entrenar a Aiden -anunció Aria. Maya se puso muy contenta.
-¿En serio? ¿Y cuándo comenzaría el entrenamiento? -preguntó Maya. El coronel volvió a su expresión seria.
-Estaba pensando en empezar de inmediato -respondió el coronel. Maya miró a Aiden con preocupación.
-No estoy segura. Aiden no ha almorzado nada y no ha dormido desde ayer -expresó Maya con evidente preocupación. Aria miró a Maya con una sonrisa de emoción.
-Vamos, Maya. No podemos desaprovechar su generosa oferta -dijo Aria, mirando a Aiden con confianza-. ¿Y tú, Aiden? ¿Quieres ir a descansar con Maya o prefieres quedarte a entrenar con nosotros?
Maya se sonrojó un poco y se alarmó por sus propias palabras.
-Ella se refiere a que vayas a descansar, no a que descanses con nosotros. Aunque los dos estaremos aquí... ¡Pero ya me entiendes! -dijo Maya, muy nerviosa. Desde que Maya había llegado, Aiden tenía una expresión triste y desolada.
-Quiero quedarme -fue lo único que dijo Aiden, dejando claro lo que quería. Maya se quedó atónita.
Los miembros de la guardia real se adelantaron mientras Aiden recogía a Dyrnwyn. Maya decidió acercarse a Aiden.
-¿Tienes hambre? Si quieres, puedo traerte algo de comer -dijo Maya. Ambos intentaban evitar el contacto visual debido a la vergüenza y tristeza que sentían.
-No tengo hambre -respondió Aiden. Maya lo miró a los ojos, y a ambos se les notaba afligidos.
-Aiden, lo del otro día, mi corazón... No quiero que esto afecte nuestra relación... -comenzó a decir Maya, pero la voz de Aria los interrumpió.
-Aiden, date prisa -llamó Aria. Maya supo que debía irse.
-Supongo que ya debes irte. Te estaré esperando en casa -dijo Maya. Aiden se fue sin contestar ni despedirse.
Ya había llegado la noche, Maya había empezado a tejer lo que tenía en mente. La tela era de un color morado grisáceo oscuro cercano al negro. De pronto, pudo escuchar cómo se abría la puerta de su casa. Rápidamente guardó lo que estaba preparando, ya que sabía que era Aiden, quien traía una pequeña herida en su cara.
-Me alegro de que hayas llegado. ¿Cómo te fue en tu primer día de entrenamiento? -dijo Maya. Aiden evitó el contacto visual y contestó con sequedad.
-Estuvo bien -respondió Aiden. Maya se percató de su herida y se preocupó.
-Pero mírate, estás herido -dijo preocupada.
-No es nada -respondió Aiden con sequedad. Maya le agarró de la mano y lo llevó a su habitación para limpiarle la herida. Mientras lo hacía, Maya miró a Aiden a los ojos. Ambos se quedaron embobados mirándose el uno al otro. De pronto, de forma involuntaria, se acercaron poco a poco hasta el punto de llegar a tocarse. Pero justo en ese momento, una imagen llegó a la cabeza de Maya, un recuerdo: unas esferas de luz. Al recordarlas, empujó suavemente a Aiden.
-Perdóname, pero no puedo corresponder a tus sentimientos -dijo Maya, llena de tristeza. Aiden se sintió dolido. -En verdad me agradas, Aiden, pero es mejor para ambos si dejamos las cosas como están. -Maya se levantó, dejando a Aiden solo en su cama-. Es muy tarde, será mejor irnos a dormir.
Una vez dicho eso, salió por la puerta, dejando a Aiden solo en su habitación.
A la mañana siguiente, Aiden se disponía a salir para continuar el entrenamiento, pero Maya apareció justo en ese momento. Por su aspecto, dejaba claro que se acababa de despertar.
-¿Ya te vas? -preguntó triste y molesta al mismo tiempo.
-Así es -dijo Aiden, evitando el contacto visual, con un tono de incomodidad en su voz.
-¿Quieres que te prepare algo de desayunar? -preguntó Maya, sin mucha esperanza de que aceptase.
-Estoy bien, comeré algo después -contestó Aiden.
-¿Y puedo llevarte algo de almorzar más tarde? -volvió a preguntar Maya.
-Aria dijo que nadie puede ver el entrenamiento militar -dijo Aiden.
-Ya veo... -dijo Maya, con un tono de tristeza en su voz. Al terminar la conversación, Aiden se dio la vuelta para irse.
-Me gustaría que hoy llegases más temprano -le pidió Maya, siendo ignorada por Aiden.
Más tarde, en el entrenamiento, Aiden y Aria estaban chocando espadas con mucha agresividad mientras el coronel les observaba y analizaba a Aiden.
«Él ya sabe que si intenta un golpe directo, Aria lo bloqueará con Vind Blomst. No hay forma de derrotar a Aria con ataques convencionales», pensó el coronel.
Mientras chocaban espadas, entre golpe y golpe, Aiden logró desarmar a Aria. El combate prosiguió con puñetazos por parte de ambos lados. Tanto Aria como Aiden tenían una sonrisa de oreja a oreja; ambos estaban disfrutando del duelo.
-Nada mal, Aiden. Has mejorado mucho, pero no necesito a Vind Blomst para generar viento -dijo Aria, para posteriormente darle a Aiden un rodillazo en el estómago y mandarlo a volar contra una pared-. A la próxima, intenta inmovilizarme antes de...
Antes de que Aria pudiera terminar su frase, Aiden había saltado en el muro agarrando a Vind Blomst en el proceso de caer, y posteriormente agarró a Aria de la cola, poniendo a Vind Blomst en su cuello e inmovilizándola. Aria se quedó inmóvil y se sonrojó un poco, solo pensaba en una cosa en ese momento:
«No lo puedo creer, lo ha hecho, ha agarrado mi colita. ¿Ahora qué debo hacer?»
El coronel se acercó a ellos, viendo que el combate había terminado.
-Te felicito. No son muchos los que aguantan tan bien un golpe de Aria potenciado por su atributo. Aunque apuesto a que un golpe así por tu parte sería fatal, ¿cierto, Deiak? -ambos se sorprendieron por las palabras del coronel.
-Coronel, ¿usted lo sabía? -dijo Aria algo nerviosa.
-Así es. Además, portas a Dyrnwyn y el anillo de fuego. No era algo muy difícil de deducir -dijo el coronel con su característico tono calmado.
-Lo siento mucho, coronel, pero Maya me pidió que no se lo dijera a nadie para evitar más peligros innecesarios -contestó Aria algo incómoda por la situación.
-Tranquila, Aria. No necesito explicaciones. Si era un secreto, entonces no debería saberlo -dijo el coronel asintiendo-. Aiden, he notado en tu técnica que tienes la fuerza suficiente, pero contéstame a esto: ¿cuál es tu razón para luchar? -Aiden se mantuvo en silencio por un largo rato-. Debes encontrar tu razón para luchar. En el momento en que encuentres tu motivo para seguir luchando y mejorando, nadie podrá detenerte.
Al terminar la frase, el coronel se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
-Disculpen que deba irme, pero tengo un asunto que atender. Ha sido un entrenamiento muy productivo para durar tan poco tiempo. Una cosa más, Maya tiene razón, es mejor que guardéis el secreto -añadió el coronel Ezpeleta antes de irse por la puerta.
Aria y Aiden seguía en la misma posición en la que había terminado el entrenamiento, la respiración de Aria había empezado a agitarse más de lo normal
-Oye Aiden, verás… mi colita es muy sensible y la estás apretando mucho.- Aiden dió un salto atrás avergonzado muy rápidamente.
A las pocas horas de que el entrenamiento hubiera terminado, Aria y Aiden estuvieron charlando un poco sobre los golpes potenciados por el atributo que Aria había usado.
-Este tipo de golpes los perfeccioné yo sola. Luego se los enseñé al coronel. Como él tiene el atributo agua, la forma de aplicarlo es distinta, pero las bases son las mismas. El coronel logró dominarlo en un mes. Mi objetivo es que tú puedas dominarlo en menos tiempo -explicó Aria mientras ayudaba a Aiden con la herida en su mano.
Mientras tanto, en casa, Maya guardaba el regalo que había preparado para Aiden: una gabardina de color morado grisáceo casi negro, hecha con tela mágica para protegerlo cuando lo necesitara.
«Espero que le guste cómo quedó. Cuando regrese, le entregaré la gabardina y también el amuleto», pensó Maya mientras guardaba la caja en un armario. Sin embargo, se dio cuenta de que Aiden estaba tardando mucho. «Ya está tardando más que ayer. Mejor voy a buscarlo».
Aiden estaba en la puerta, indeciso sobre si debería entrar o irse. «¿Por qué sigo volviendo aquí?», se preguntaba a sí mismo. De pronto, Maya abrió la puerta.
-Aiden, me tenías preocupada. ¿Por qué has tardado tanto? -dijo Maya. Ninguno de los dos dijo nada más. Maya vio su mano y decidió ayudarlo.
Varias horas más tarde, Aria irrumpió corriendo en la casa de Maya, derribando la puerta por las prisas.
-¡Maya, tenemos problemas urgentes! -exclamó Aria. Maya miró a su amiga, furiosa por lo de su puerta.
-¡Aria, ¿por qué demonios has tirado mi puerta otra vez? ¡Sabes que nunca la cierro! -se quejó Maya. Aria ignoró las quejas de su amiga y soltó la noticia de golpe.
-¡Chicos, el coronel Ezpeleta nos ha traicionado! -en ese momento, Maya y Aiden se quedaron atónitos y guardaron silencio por el asombro-. Se dirige a "Ciudad Cielo", pero para llegar deberá pasar por aquí con su ejército de zombies. -En ese momento, comprendieron que se avecinaba el combate más difícil hasta el momento.
-¡Lucharé aunque muera en el intento! -declaró Maya, dejando a Aiden atónito por lo que acababa de decir.
-Así se habla, Maya. El coronel llegará al amanecer, así que prepárense bien. Iris ya está abasteciendo de armas a todo el pueblo -explicó Aria.
Era cerca de medianoche y Aiden no podía dormir. No dejaba de pensar en las palabras de Maya: "Incluso si tiene que morir..." Sin dudarlo ni un segundo más, agarró a Dyrnwyn y se marchó en busca del coronel con una única cosa en mente: "Estoy dispuesto a morir por ella".
Mientras Aiden partía, Maya y Aria se encontraban tomando un baño juntas para poder seguir hablando.
-Me comentó que se te declaró, pero que tú lo rechazaste. No me esperaba eso de ti -dijo Aria, mostrando seriedad hacia Maya.
-Cuando acepté ser la guía del Deiak en este mundo, Las Hespéridas me advirtieron que no debía involucrarme con él de esa manera. No es que no quiera, es parte de mi misión -respondió Maya, expresando dolor y tristeza.
-Por si no te habías dado cuenta, cuando ocurrió lo de Jade, él no regresó por rivalidad, regresó por ti -señaló Aria. Maya asintió, dejándole saber que ya lo sabía.
-Lo quiero, pero no puedo decírselo -confesó Maya. Aria le sonrió y la miró a los ojos con determinación.
-Ahora somos un equipo -dijo Aria, transmitiendo su apoyo incondicional a Maya.
Aiden, tras varias horas corriendo por el bosque para atajar, llegó al lugar donde se encontraba el coronel, quien lo vio llegar solo. Aiden avanzó a través de los zombies sin mucha dificultad, ya que la mayoría eran árboles y solo tenía que calcinarlos para avanzar sin problemas. Una vez que acabó con la mayoría, el coronel agarró a Trasa y se lanzó hacia Aiden, chocando sus armas. El coronel sonreía mientras pensaba: "Muéstrame cuál es el límite de tu poder, Deiak". Ambos dieron un salto para alejarse y prepararse para la pelea. Después de mirarse a los ojos durante unos segundos, Aiden se lanzó hacia él. El coronel creó un escudo con Trasa y Aiden giraba alrededor de él golpeando todas las hojas de Trasa con Dyrnwyn, hasta que el coronel bloqueó su ataque con el cuerpo de Trasa.
-¿Por qué estás haciendo esto? -dijo Aiden furioso. El coronel le sonrió.
-Jade dice la verdad. Deberías ayudarnos a derrocar a la reina. -Aiden se enfadó aún más.
-¡No tengo la menor intención de ayudarte! -El coronel lo alejó con una patada.
-Entonces desaparece. -El coronel lanzó cientos de hojas hacia Aiden.
Aiden lanzó la vaina de Dyrnwyn para desviar algunas hojas de Trasa, lo que le dio suficiente espacio para esquivar con dificultad. Luego, Aiden lanzó una bola de fuego y el coronel la contrarrestó con un ataque de su atributo agua. Ambos se rodearon de su atributo y se enfrentaron brevemente. El coronel lanzó a Aiden lejos y luego lo agarró del pelo, golpeándolo repetidamente en la cara.
-¿Y se supone que tú serás el héroe de Varah? Dime, ¿cómo piensas traer la cuarta era? -Aiden le dio un cabezazo, logrando alejarlo. El coronel preparó un ataque de agua para rematarlo, pero Aiden logró bloquearlo creando una bola de fuego.
-No hace falta ser un genio para saber que el agua le gana al fuego. -El duelo de elementos continuó hasta que el coronel se percató de algo.
"Ha elevado la temperatura del agua hasta hervirla. Él puede soportar estas altas temperaturas, pero yo no". Ezpeleta iba a sacar más hojas de Trasa, pero Aiden, saltando, logró colocar a Dyrnwyn frente a Trasa, evitando que salieran más hojas y propinándole un puñetazo potenciado por su atributo. Aiden estaba herido y exhausto, y el coronel también estaba herido, pero aún le quedaban energías. De pronto, el coronel se dio cuenta del motivo por el cual Aiden luchaba de una manera tan formidable.
-Ya veo, has encontrado una razón para luchar. Pero yo también tengo un motivo para luchar, y en una batalla siempre ganará el que tenga una razón más fuerte para luchar. -Al decir esto, el coronel
alzó a Trasa, creando cientos de hojas para lanzarle. Aiden logró bloquear y esquivar algunas, pero con la primera que lo hirió, las hojas de Trasa lo atravesaron en puntos no vitales. Aiden fue herido por las cuchillas que lo atravesaban y estas comenzaron a brillar, para luego explotar, mientras el coronel decía:
-Permíteme presentarte mejor a mi regalo. Se llama Trasa, la empaladora explosiva.
Aiden cayó al suelo, casi sin energía, con apenas la suficiente para mantenerse despierto en su situación. Sin embargo, una sonrisa se dibujó en su rostro. Lo único que llegaba a su mente en esos momentos era la imagen de Maya sonriendo. De repente, apretó con más fuerza el mango de Dyrnwyn, y la espada comenzó a brillar con un destello dorado.
El coronel se alejaba del lugar para recuperarse, pero de pronto se dio cuenta de que Aiden se había vuelto a levantar. Sus heridas se habían curado y su cuerpo había experimentado cambios drásticos. Ahora tenía el pelo más largo, de color plateado con mechas azules. Sus ojos brillaban en un intenso azul. Su piel había adquirido un tono bronceado, y unas marcas rojas se extendían desde los lados de su cuello hasta llegar a sus manos, irradiando una energía dorada. Alguien observaba atentamente desde la distancia lo que estaba sucediendo.
- Está fusionando su aura con el poder de Dyrnwyn - dijo alguien observando desde la distancia.
El coronel se preparó para la pelea, pero antes de que pudiera reaccionar, Aiden apareció justo detrás de él con los brazos cruzados. Intentó golpearlo directamente con Trasa, pero Aiden bloqueó el ataque con Dyrnwyn, que ahora tenía un aspecto diferente. El mango era el mismo, pero la hoja se había transformado en una espada de doble filo con un diseño más medieval. Ezpeleta dio un salto para intentar alejarse, pero Aiden volvió a estar detrás de él en un abrir y cerrar de ojos. Ambos chocaron sus espadas durante unos segundos, pero el coronel podía sentir dos impactos en lugar de uno cada vez que chocaban. En un rápido movimiento, Aiden golpeó al coronel con fuerza, enviándolo a volar por los aires. Antes de que Ezpeleta pudiera tocar tierra, Aiden ya estaba en su trayectoria, cortándole las piernas mientras aún estaba en el aire.
Tras unos minutos, Aiden volvió a su estado normal y se acercó al coronel, que yacía derrotado en el suelo.
-Supongo que tienes una razón más poderosa para luchar. Sea cual sea, esfuérzate por eso - dijo el coronel con una sonrisa tranquila en su rostro y un tono de voz que reflejaba dolor y calma al mismo tiempo. -Yo luchaba por el bien de Varah, así que no me arrepiento. A veces, para hacer el bien, debes hacer cosas malas a los ojos de los demás.
Aiden lo miró, lleno de dudas.
-¿Por qué me entrenaste si sabías que no iba a ayudarte? - preguntó.
El coronel miró al cielo, aún sonriendo.
-Para que ambos tuviéramos la misma ventaja. Sería muy deshonroso luchar contra ti sin mi entrenamiento militar - explicó. Al volver a mirar a Aiden, el coronel se dio cuenta de que el joven le estaba haciendo una reverencia.
-Muchas gracias por todo lo que hiciste por mí - dijo Aiden, lleno de energía y comprensión. Al verlo, unas lágrimas empezaron a brotar de los ojos del coronel.
-Mi preciado aprendiz, por favor... Ayuda a Aria. Ella no es quien crees que es - Ezpeleta comenzó a brillar, anunciando su muerte. -Mucha suerte, Aiden. Dejo en tus manos este mundo que tanto amé. - Tras decir esto, el cuerpo del coronel se convirtió en energía, dispersándose en el aire.