Hacía apenas unos minutos antes de que la reina regresara al castillo y era medio día, por lo que Reinhard cumplía con su deber de vigilar los dormitorios principales como de costumbre.
A simple vista, podría parecer una tarea sencilla, pero en realidad, las habitaciones de la realeza eran enormes y estaban muy separadas entre sí, por lo que requería estar atento en todo momento.
Pocos serían lo suficientemente temerarios como para intentar algo allí, principalmente debido a la presencia del propio Reinhard, el más destacado de los usuarios de touki del reino, pero también debido a la propia reina, Yesfiel Faephyra, conocida por sus contribuciones en la guerra.
Reinhard Rogdraing era un maestro espadachín que se especializaba en el manejo mágico del flujo de touki, una energía vital que mejoraba su fuerza, velocidad y resistencia física y mental a través del entrenamiento.
Era actualmente el espadachín más prominente del actual reino de los elfos, antiguo compañero de Yesfiel y uno de los héroes en el Gran Arrebato ocurrido hace 50 años.
Durante la guerra de hace 17 años y debido a sus contribuciones y capacidades, fue nombrado General en el ejército Élfico, pero una vez acabado el conflicto bélico, abandonó su cargo para servir a la reina. Ni más ni menos, ese era el guardián exclusivo para el hogar de los miembros de la realeza de mayor rango del reino.
Con su cabello rojo, que contrastaba con el de los demás elfos, Reinhard había sido objeto de desprecio y marginación por parte de su especie hasta que demostró su valía durante la catástrofe ocurrida hace 50 años.
Portaba un parche negro que cubría su ojo izquierdo, del cual sobresalía una cicatriz vertical que se extendía hasta la altura de su ceja. Vestía un elegante uniforme blanco con bordados en negro y dorado, que le conferían un aire distinguido.
En su pecho, lucía un collar que llevaba el símbolo de la familia real: un dragón blanco que brillaba en un hermoso tono azul claro cuando era bañado por los rayos del sol. Este colgante simbolizaba su estrecha relación con la reina y el importante cargo que le había sido encomendado.
Sin embargo, el collar no era meramente un adorno, ya que contenía una bendición especial que le confería la capacidad de sanar automáticamente heridas graves, brindándole una protección invaluable.
En su cintura, en el lado izquierdo, portaba su espada enfundada, una hoja de empuñadura plateada siempre lista para ser desatada. Aquella espada era de naturaleza mágica y había sido forjada por uno de los más destacados herreros enanos de tiempos antiguos. Cada detalle de su empuñadura y funda era bello y meticulosamente trabajado.
La empuñadura estaba elaborada con madera de un árbol mágico sin nombre proveniente del dominio de los dragones y dado que era irrompible, solo Reinhard sabía cómo fue creada. Estaba adornada con entrelazados de oro y plata en espirales que reproducían la forma de las garras de un dragón. La funda era de un metal negro, adornada con runas élficas doradas y relieves que contaban la historia de los grandes logros de su portador.
Pero, lo más impresionante de todo era el grabado a lo largo del borde superior, que representaba a un dragón enroscado en torno a la funda. Las escamas de la criatura eran una obra de arte en sí mismas, con detalles minuciosos que creaban una ilusión de movimiento bajo la luz.
El nombre de la espada era Bloodreaper.
A medida que la espada era desenvainada, el metal especial con el que fue forjada emitía un ligero resplandor rojizo mezclado con el precioso plateado que cubría la hoja. Aquella arma única estaba adornada con enigmáticas runas mágicas grabadas en su centro, agregando un toque de misticismo a su apariencia imponente.
Sin embargo, en medio de la fascinación por el arma, Reinhard fue interrumpido por una súbita explosión de flujo de maná. El maná fluía en cantidades abrumadoras desde el almacén oculto bajo el castillo, un lugar al que solo la reina tenía acceso.
Entendiendo la situación rápidamente y sin titubeos, comenzó a enviar una gran cantidad de touki a sus piernas y se dirigió a la entrada del almacén.
Reinhard irrumpió en el almacén en un abrir y cerrar de ojos a pesar de la gran distancia que había de lugar a lugar. En su interior, una densa niebla de miasma que contrastaba con la luz de los candelabros que iluminaban tenuemente la habitación, lo recibió con una anticipación hostil.
Rápidamente, su mente procesó la presencia de dos personas en el lugar mientras desenvainaba su espada y saturaba su cuerpo con cada gota de touki que podía reunir en esos cortos segundos.
'Una firma de maná y la fuente de miasma', pensó.
La fuente de aquel miasma o, mejor dicho, la figura envuelta en oscuridad que solo dejaba entrever su silueta para ocultar su identidad, comenzó a expulsar el miasma que emanaba un desagradable olor a podrido en dirección a Reinhard, quien ya había comenzado a moverse hacia él.
Sin perder ni un segundo, se colocó a una velocidad supersónica a la derecha del ladrón.
'¡Corte rápido en Medialuna!', desató su técnica, confiando en que su elección sería efectiva y aunque los usuarios de miasma no eran fuertes en un enfrentamiento directo contra el touki debido a la naturaleza divergente de ambos fluidos mágicos, antes de que la espada de Reinhard se abatiera sobre el cuello del ladrón, la figura sombría se distorsionó y cambió en un abrir y cerrar de ojos, lo que reveló a Reinhard el nivel tan elevado que tenía su adversario. Ahora, su mano se dirigía velozmente hacia la frente de Reinhard.
Con un chasquido de decepción y un poco de frustración, Reinhard retrocedió rápidamente y esquivó el ataque por un estrecho margen. Incapaz de completar su corte y sin la oportunidad de contraatacar, sintió la urgencia de replantear su estrategia ante aquel enemigo astuto y veloz.
Sin detenerse ni dudar, Reinhard cambió de táctica. Aprovechando su velocidad extrema, se movió en todas las direcciones, ascendiendo del suelo al techo y viceversa. Con su brazo derecho en alto, empuñando su espada, realizó un corte diagonal directo al cuello del ladrón. No obstante, una vez más, la figura cambió de forma, esta vez alejándose de Reinhard. Sin embargo, antes de alejarse dejó un corte en su frente que no pudo esquivar. El enemigo demostraba una adaptabilidad sorprendente.
De repente, desde lo más profundo del almacén, una gran cantidad de poder mágico fue liberada de golpe. Reinhard, decidido a investigar, se preparó para avanzar, pero una intensa ráfaga de viento conjurada claramente por quien sea que estuviera dentro, lo arrojó hacia atrás, sin darle opción de esquivarla. La fuerza del viento lo empujó hasta la entrada, frustrando sus intentos de llegar al origen del poder mágico.
Cuando Reinhard se lanzó de nuevo hacia el interior, las dos presencias en el lugar y todo el poder mágico que estaba siendo expulsado desaparecieron sin dejar rastro. No quedaba ni una pista de los Anales Mágicos, y la expresión impasible de Reinhard se tornó en una seria preocupación que se reflejaba en sus cejas fruncidas y la tensión en su rostro.
En medio del silencio abrumador, Reinhard revisó minuciosamente el lugar, buscando cualquier indicio de lo que había ocurrido. El aire parecía cargado de un extraño vacío, como si la energía mágica se hubiera evaporado por completo.
Su mirada escrutadora recorrió cada rincón, pero no encontró ninguna pista que lo llevara a los Anales Mágicos, objetos de gran importancia y valor.
La desaparición de los Anales Mágicos, cuyo conocimiento y poder estaban entrelazados con el destino del reino ahora más que nunca, llenó a Reinhard de una inquietud profunda. A pesar de su apariencia fría y estoica, la preocupación se manifestaba en sus ojos, revelando la magnitud de la situación que enfrentaba.
Un par de minutos más tarde, la reina llegó al castillo.