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Chapter 2 - Capítulo 2: "Escapando de la osuridad"

Ubicación: Callejón Knockturn

Año: 2021

El Callejón Knockturn, conocido por sus oscuros productos y peligrosos secretos, estaba envuelto en sombras, apenas iluminado por las antorchas mágicas que colgaban de las paredes irregulares. Dos figuras encapuchadas emergieron de una tienda, sus pasos resonando levemente en la calle desierta. Cassius y Septimus, dos guardias novatos, se detuvieron bajo un raído dosel, intercambiando una mirada cargada de preocupación.

—¿Realmente fue una buena idea hacer esto? —murmuró Cassius, observando la pequeña botella que sostenía. El líquido oscuro y viscoso en su interior, sangre de vampiro, era el ingrediente clave para el plan de escape de Delphini.

Septimus suspiró, su rostro tenso bajo la capucha. —No lo sé, pero no tenemos opción. Desde que Hermione tomó el control del Ministerio de Magia, nuestras familias han sido reducidas a la nada. No podemos seguir viéndolo todo derrumbarse.

Cassius asintió, recordando los días en que su apellido significaba algo en el mundo mágico, antes de que Hermione Granger lanzara su campaña para debilitar a las antiguas familias nobles. Lo que alguna vez fue poder, ahora eran ruinas, con sus recursos confiscados y sus conexiones rotas. Caminaron en silencio, sus pensamientos volviendo a la razón que los había llevado a unirse a Delphini: salvar lo poco que quedaba de sus linajes.

—No es solo por nosotros —añadió Septimus—. Granger favorece a los que estuvieron de su lado. Nuestras familias no apoyaron a Voldemort, pero tampoco lucharon con la Orden del Fénix. Y eso nos ha dejado en el olvido.

—¿Crees que Delphini lo sabe? —preguntó Cassius, inseguro—. ¿Que entiende por qué lo hacemos?

Septimus vaciló un momento antes de contestar—. Lo sabe. Y sabe que somos igual de desesperados que ella. Si falla, lo pierde todo. Y nosotros también.

Cassius apretó la botella, sintiendo el peso del riesgo que habían tomado. Hace cinco días, Delphini les ordenó comprar la sangre de vampiro para adulterar la comida en Azkaban. El plan, frío y calculado, los había impresionado y aterrorizado a partes iguales. No había margen para errores.

—No hay vuelta atrás —dijo finalmente Septimus—. Hemos ido demasiado lejos.

Los dos guardias avanzaron en silencio, sus figuras difuminándose entre las sombras del Callejón Knockturn. De repente, una multitud en el Callejón Diagon atrajo su atención. Un grupo se había congregado alrededor de un vendedor de periódicos, observando los titulares con preocupación:

¡Exposición mágica en el mundo muggle! ¡Videos de hechicería en Internet!

Cassius y Septimus intercambiaron una mirada de alarma mientras los murmullos se extendían. Los magos comentaban con pánico la filtración, señalando que la Asociación Mágica intentaba eliminar la información de los sitios muggles, pero sin éxito.

—El mundo muggle está cerca de descubrir la verdad —susurró un mago.

—¿Cómo ha ocurrido esto? —susurraba una bruja mayor en un rincón—. La Asociación Mágica está intentando borrar toda la información de los sitios muggles, pero...

—Es demasiado tarde —interrumpió un mago con voz grave—. El mundo muggle está al borde de descubrir la verdad. Esto no se puede ocultar para siempre.

El corazón de Cassius se aceleró cuando vio las imágenes en el periódico flotante. Ahí estaban, entre los árboles, el instante en que dejaron una marca siguiendo las órdenes de Delphini. El terror de ser identificados creció.

—¿Es parte del plan de Delphini? —preguntó Cassius, atónito.

Septimus leyó el periódico con detenimiento. —No lo sé, pero encaja. Es la distracción perfecta.

Mientras la multitud se dispersaba, Cassius y Septimus permanecieron tensos. La Asociación Mágica estaría enfocada en contener la filtración, lo que facilitaría la ejecución del plan de Delphini para liberar a los prisioneros en Azkaban.

—Lo que Delphini nos pidió, lanzar los hechizos y quemar el lugar... —Cassius recordaba lo que hicieron hace un mes—. Todo esto era parte del plan, ¿verdad?

—Sí —respondió Septimus, su tono sombrío—. Esa magia desató esta locura en el mundo muggle. Mientras todos intentan ocultarlo, nosotros tenemos vía libre en Azkaban.

Cassius sintió un nudo de culpa. Sabían que estaban creando caos, pero verlo materializarse era otra cosa. Con cada paso, el colapso del mundo mágico y muggle se hacía más tangible. Sin embargo, como Septimus había dicho, ya no había marcha atrás.

—Vamos —dijo Septimus con firmeza—. El siguiente paso del plan está por comenzar.

Ambos se adentraron en la oscuridad, sabiendo que el destino de sus familias, y del mundo mágico, dependía del éxito de Delphini.

Ubicación: Azkaban

Perspectiva: Tercera Persona

comienzo de la semana de las distracciónes 

Día 1 lunes:

 

Delphini, sentada en la penumbra de su celda, percibió el eco de pasos que ya reconocía demasiado bien. Los guardias habían llegado. Sus capuchas negras ocultaban sus rostros, pero ella sabía que estaban allí para confirmar lo que esperaba. Uno de ellos levantó una pequeña botella con líquido oscuro y viscoso.

 

—El plan está en marcha, señorita —dijo el guardia, su voz apenas un susurro—. Pronto terminaremos de dar la comida de los prisioneros a más de la mitad de los prisioneros.

 

Delphini asintió lentamente, tomando el periódico que le entregaron. Abrió las páginas con calma, sin prisas, y sonrió al ver el titular: "¡Exposición mágica en el mundo muggle! ¡Videos de hechicería en Internet!".

 

—Interesante... —murmuró, arqueando una ceja con una sonrisa de satisfacción—. Parece que mi tío es más ingenioso de lo que pensaba.

 

El esposo de Bellatrix Lestrange, su "tío", había ideado esta distracción. Un plan audaz que se desplegaba con precisión y caos.

 

Día 2:

 

El segundo día los dos guardias trajeron otro periódico. Pero esta vez, las noticias eran menos prometedoras. Un virus muggle había comenzado a extenderse, desatando el caos entre los muggles, lo que desvió la atención de la fuga de información mágica. La Asociación Mágica también estaba trabajando para minimizar los daños. Delphini arrugó el periódico en su mano con frustración.

 

—Esto no es suficiente —murmuró para sí misma. Sus ojos brillaron de furia cuando miró a los guardias—. Necesitamos más caos. Vayan al mundo muggle, causen un escándalo. Que sea imposible de ignorar para la Asociación.

 

Los guardias asintieron y se marcharon. Sabía que el Ministerio, si lograba contener a los muggles, reforzaría la seguridad en Azkaban. No podía permitirlo.

 

Día 3:

 

El tercer día fue más prometedor. El periódico reportaba que magos descontentos con el Ministerio habían comenzado a causar escándalos en el mundo muggle. Usaban magia frente a los muggles, asustándolos y violando deliberadamente el Estatuto del Secreto.

 

En Azkaban, las cosas también empeoraban. Los prisioneros, afectados por la sangre de vampiro mezclada en sus comidas, se volvían cada vez más violentos. Un prisionero le arrancó la oreja a un guardia en un ataque de furia. Desde su celda, Delphini observaba con calma el caos que crecía a su alrededor. Todo se desarrollaba tal como lo había previsto.

 

Día 4:

 

Los guardias regresaron al cuarto día, y esta vez, le trajeron lo que había estado esperando: una varita. Delphini la tomó entre sus manos, sintiendo el poder fluir por sus dedos. Ahora estaba lista para ejecutar su plan de escape.

 

El caos en el mundo muggle seguía en aumento. Más magos se unían a las violaciones del Estatuto del Secreto, creando una serie de incidentes que eran imposibles de ignorar para la Asociación. Mientras tanto, en Azkaban, los prisioneros de los niveles inferiores estaban al borde de la locura. La prisión requería más vigilancia, pero los recursos eran limitados.

 

Día 5:

A altas horas de la mañana, un bromista hizo una explosión en una de las entradas de la Asociación Mágica y liberó cientos de Doxys. Aunque a simple vista parecen hadas, tienen un comportamiento mucho más agresivo y son muy difíciles de manejar. Aunque esto no fue un ataque significativo, fue suficiente para captar la atención de los muggles que estaban alrededor. Las cámaras de seguridad captaron la explosión, y pronto los medios muggles estarían inundados de teorías. Dos horas antes del anochecer, pasó exactamente lo mismo.

 

Los dos guardias, Cassius y Septimus, sabían que esa era su señal para comenzar su parte del plan.

 

Los guardias hicieron su trabajo, abriendo las celdas de los pasillos inferiores. Prisioneros peligrosos escaparon, causando un caos aún mayor. Los dos guardias se marcharon rápidamente, evitando quedar atrapados en el desastre.

 

Perspectiva: Primera Persona (Delphini)

 

Mi corazón latía fuerte por la anticipación, pero mi mente debía mantenerse fría y calmada. En mi celda se oían los gritos de los prisioneros y los pasos frenéticos de los guardias. Esto era lo que había estado esperando durante tanto tiempo. Con mi varita en la mano, salí de mi celda con gran ímpetu y comencé a deslizarme por los pasillos oscuros de Azkaban. Sabía que tenía que darme prisa, ya que los guardias no tardarían en darse cuenta de que esto era una distracción. No me importaría si fueran solo unos pocos que vinieran, pero si fueran desaciodos, estaría perdida. Ahora mi destino estaba claro: la antigua celda de mi madre.

 

Mientras corría, recordaba las palabras de mi tío. Esa parte de la prisión había sido destruida años atrás y las reparaciones eran deficientes. Él había utilizado esa misma vía para escapar cuando fue prisionero. Y con este pensamiento, llegué a la celda. Con un rápido movimiento de mi varita, la unión entre la nueva pared y la antigua se rompió. Los hechizos protectores eran tan débiles como lo había dicho mi tío. Los escombros cayeron al suelo, revelando el pasaje a la libertad.

 

Cuando estaba feliz por esto, un sonido detrás de mí me hizo girar bruscamente. Dos guardias aparecieron de la nada, varitas en mano, listos para atacarme.

 

—¡Detente! —gritó uno de ellos.

 

Pero ya era demasiado tarde. Sin pensarlo, lancé el Avada Kedavra. Un rayo verde iluminó la oscuridad y golpeó al primer guardia en el pecho. Cayó al suelo sin un sonido, su vida arrebatada al instante. El segundo guardia, con ojos de pánico, levantó su varita, pero fui más rápida. Apunté con precisión y murmuré un Expulso. Su cuerpo voló por el aire y chocó violentamente contra la pared, su cráneo estallando al impacto. La sangre salpicó las piedras, y él quedó inmóvil.

 

No me detuve a admirar mi trabajo. El plan debía seguir.

 

Moví mi varita y murmuré el hechizo de transmutación, Transmuto Planaris, transformando los escombros de la pared en un planeador. Me subí rápidamente y, con un último vistazo a la prisión sumida en el caos, me deslicé hacia la oscuridad, volando hacia las coordenadas donde me esperaba un bote.

 

La noche me cubría como un manto. La libertad estaba cerca. Todo, absolutamente todo, estaba según lo planeado.