Clarice Newton se despertó muy temprano, el sol entraba por la ventana, y prometía que sería un caluroso, le gustaban los días de sol. durante todo el año. Los días lluviosos la ponían melancólica. Había nacido en Londres y de bien pequeña había odiado esa ciudad, por suerte su padre tenia una casita de campo lejos de cualquier gran ciudad. Con diecisiete años logró independizarse de sus padres. Vivía gracias a su trabajo como escritora en un periódico, y un trabajo que no sabían ni sus propios padres, aunque no era nada malo, estaba mal visto que alguien de su posición se dedicase a eso a finales del siglo XIX, pero ella no creía en las formas de comportamiento y le daba igual la opinión de los demás, le gustaba ser un alma libre, y en esa época le podría traer problemas.
Aunque vivía en la campiña inglesa, en esa región tenían unos veranos relativamente más calurosos
que el resto del país. Se notaba sudada y con el pelo sucio se tenía que bañar, odiaba levantarse sudada, pero no sudar después de pasear por el campo o de trabajar en su huerto.
Permaneció un rato acostada planificando el día y casi una hora después se levantó. Bajó en camisón y descalza a la planta principal, ya en la cocina y puso agua a calentar para ducharse, y barió un poco la cocina, y quitó el polvo a los muebles, esa chica no tenía criadas, le gustaba hacer ella misma el trabajo.
Salió al jardín y fue a la cochera y enganchó el caballo al coche, se preparó para bajar al pueblo, ella cuidaba el caballo, no tenia mozo o ayudante, le gustaba sentirse independiente y no quería que le ayudarse nadie. También barió el jardín de hoja y las metió en la chimenea las quemaría esa noche.
Entró en casa y fue a la cocina, Cuando vio que el agua estaba en su punto, la sacó del fuego y la llevo hasta la bañera y la llenó, se quito el camisón y se metió en el agua y se enjaguó. Después de quitarse el jabón permaneció dentro del agua relajada durante un rato, al salir del agua, vio salir de su cuerpo vapor. Y sin vestirse, le gustaba que el agua se secase de forma natural sin necesidad de toalla, salió hasta la entrada y recogió los periódicos, las cartas que había dejado el cartero. Cogió la botella de leche que le dejó el lechero, y volvió a entrar en la casa. Vivía la mayoría del tiempo sola, al decir verdad, sus padres sólo iban una corta temporada al año, y para eso aún quedaba algunas semanas. Los padres de Clarice respetaban la decisión de su estar sola y aislada.
Abrió las cartas eran de admiradores, que habían leído sus últimos libros, estas cartas la ponían contenta, las guardaba en cajas, pero también había otra clase de admiradores, las de estos las quemaba. Pero ese día recibió otra carta de su padre diciéndole que tenia una propuesta de matrimonio para ella, con esa ya hacían cinco sólo ese año. Su padre la había querido casar desde los quince años. También coleccionaba esas cartas, ya tenía más de treinta, y esa tendría el mismo destino que las otras, ignórala y contéstale a su padre que no le interesaba casarse aún.
Se preparó el almuerzo, un baso de leche, con unas tostadas y unos huevos, cogidos de sus gallina, y mientras comía, leyó los periódicos, Las noticias le parecieron preocupantes, estaban a finales del siglo XIX. y ella pensaba que si la humanidad seguía por ese camino, al final tendrían problemas, todo parecía llevar a una guerra entre varios países.
Al acabar de almorzar, recogió la mesa, lavó los utensilios utilizados. Acabó por barrer la planta principal de la casa como cada miércoles. Los sábados era el día de limpiar la mitad de la segunda planta y los lunes la otra mitad.
Subió a su habitación y se vistió. Bajo y salió, cogió la sombrilla, subió al coche y tomó la dirección del pueblo.
Disfrutó del viaje, como siempre que bajaba, iba dos días a la semana y compraba todo lo necesario para vivir sola. Pagaba los periódicos, y la leche y se informaba de los rumores que corrían por el pueblo.
También visitaba al sacerdote, el padre Tomas, era la única persona, en esas latitudes, lo bastante inteligente para poder hablar con ella de cualquier tema, no era el típico cura, era católico, riguroso en cuanto la religión, pero muy abierto y sabio en casi todo incluso del sexo, había estado casado y su mujer y sus hijos murieron en un accidente ferroviario, él se salvo, por los pelos y estuvo un tiempo en el hospital, muy herido. los médicos no le daban mucha esperanza de vida, pero increíblemente se recuperó y lo tomo como un aviso, se rumoreaba que había engañado a su mujer y que llevaba mala vida, pero Clarice sabía que era mentira, El padre Tomás había querido mucho a su mujer y llevaba una buena vida. Había sido maestro de allí su gran conocimiento y siempre le había gustado estar informado.
-Hola padre Tomás- dijo Clarice.
-Hola señorita Clarice-le contesto el sacerdote.
-¿Que tal va el mundo?
-Respecto a los políticos y gobernantes va fatal- dijo el hombre- si seguimos asín nos llevaran al juicio final.
-No me sea pesimista- dijo ella.
Siguieron hablaron de política, de ciencia y más cosas que le interesaban a los dos.
-¿Porqué te hiciste cura?- dijo Clarice de golpe, ese hombre seguía siendo muy atractivo, muchas mujeres suspiraban por él.
-Cuando estuve en el hospital- dijo él- nadie creía que me salvaría y un día de golpe me desperté. Fue un milagro, todos los ocupantes del vagón, donde yo viajaba murieron,
-¿Y los viste como una señal?.
-Si-contesto él- Algo me indico cual sería mi camino desde ese momento en adelante, Cuando salí del hospital dejé todo e ingrese en el seminario, cuando fui ordenado me querían mandar a una gran iglesia de una gran ciudad, yo logré que me mandasen aquí.
-Pero al ser de fuera- comentó Clarice- la gente invento cosas sobre ti.
-Si, asín es la gente-dijo Tomas- De ti también me han llegado rumores.
Me imagino cuales.- sonrió ella- Me da igual lo que dicen de mi. Yo opino que debo vivir la vida a mi forma, sin imponer mi voluntad sobre los demás y que los demás me imponga la suya.
-Haces y dices bien, dijo el cura- Si tienes que vivir tu vida como dicen los demás no vives tu vida, sino una prolongación de la demás.
-Eso no dice mucho sobre usted- dijo la mujer.
-¿Lo dices por ser cura?, La creencias religiosa son partes de nuestra vida, como las ideas políticas, y ninguna debe influir en la otra. Yo no impongo mi religión o mis ideas a nadie, no puedo ni debo. Quien lo haga esta equivocado.
Ella opinaba lo mismo. Los dos se respetaban y sabían que eran las dos personas más inteligentes del pueblo, pero no por ello se creían superiores a los demás.
Después fueron al café, su presencia era tolerada, pero no de buen grado, sobretodo por un grupo que se creían los más inteligentes de la región. Eran el alcalde y sus amiguetes, pero esos hombres jamás habían logrado ganar a Clarice, en una discusión, de igual forma que tampoco habían ganado al padre Tomas.
A Clarice le caían mal, le debían mucho dinero a su padre y a ella también.
-Una mujer en un café- dijo el alcalde-Lo que hay que ver, ¿y después que?, ¿el derecho a voto?, ¿ o a cargos importantes?
-¿Porque no?- dijo ella-¿ y que hay de malo?. Sera mejor que un alcalde ladrón e hijo de un ladrón.
Era de conocimiento publico las malas artes de la familia del alcalde, que habían estafado a muchos ancianos.
-Si no fuese mujer...- dijo enfadado el alcalde. Y se lanzó a pegarle a Clarice.
Lo paró el padre Tomás, más alto y más fuerte. El alcalde ya conocía sus puños, lo tumbaron cuando el representante publico, intentó agredir a una mujer a la que quiso robarle un beso y tocarla por todo el cuerpo.
-Si usted no fuese un hombre de Dios y "tú" una mujer- dijo el alcalde, no le gustaba que Clarice fuese tan liberal, quería que esa mujer ocupase el puesto que le correspondía, servir al hombre, sobretodo a él. El alcalde se le había insinuado en repentinas veces a Clarice, pero ya había recibido una advertencia, por el padre de Clarice, para que la dejase en paz, y él desde ese día le tenia mucho miedo al señor Newton, pero no a Clarice
-¡Si tú no fueses una serpiente!- dijo Clarice furiosa, por ser ella mujer no era inferior a ese hombre, que era un libertino- podíamos tener una buena conversación.
-¡Señorita!,- le dijo una amigo del alcalde- Usted como mujer debe respetar al señor Dalton como hombre y como máxima institución del pueblo.
-Y usted como borracho del pueblo- le contestó ella- debe decir las máximas tonterías posibles.
-Un poco de respecto que soy un hombre y por lo tanto superior a usted.
Clarice se le encaró, ese grupo era los que querían dominar al pueblo, según ellos todos los que decían era verdad, se creían la ley, eran odiados por todos.
-A ver si usted coge el respecto que tanto aladea- dijo ella- y con sus amigos y devuelven el dinero que le deben a mi padre.
-¿De que esta hablando? – el alcalde se hizo el ignorante, pero sabía bien de lo que hablaba esa mujer.
Ella sacándose una carta de bolso se la entregó al cura y éste la leyó.
-El señor Newton vendrá de aquí ha dos semanas y deben tener el dinero que le deben más intereses o se quedara con sus propiedades. Por cierto también informa que su amigo, el otro acreedor al que le deben dinero, también ha puesto el asunto en manos de los jueces.
-¿Cuanto tiempo nos queda?- dijo el alcalde, que vio su futuro bien oscuro.
-Dos semana, máximo dos y medio- dijo el padre Tomás.
Cuando Clarice y Tomas salieron del café, los integrantes del grupo del alcalde estaban hundidos, le quedaba dos semanas para conseguir la cantidad necesaria para pagar sus deudas.
...….
Clarice se fue contenta se habían logrado librar de ese grupo vividores, pero sabía que sólo sería por un corto espacio de tiempo.
En la plaza principal se separaron, nadie rumoreaba sobre ellos dos, todos sabían que a Tomas se le había muerto una hija y que si estuviese viva tendría la misma edad de Clarice.
Ella no iba jamás a la iglesia, Tomas nunca se lo reprochó, sabía que ella era creyente, aunque la opinión de ella era que no hacía falta ir cada domingo a la iglesia para creer en Dios.
Al acabar sus compras, Clarice, fue a por el carro y las cargó en él y volvió con lentitud a su casa, debía ser cerca del mediodía y hacía calor, levantó su cara hacía el cielo y cerró los ojos, notó el sol sobre su carro resultando por la hojas de los arboles.
Al llegar a casa dejó el carro cerca de la puerta de la cocina y bajó de él la compra.
Llevó al carruaje a su cobertizo y lo guardó, desenganchó el caballo y dejó que trotara libre, ese animal iría solo a la cuadra, mientras ella fue s la cuadra y cambió el agua de abrevadero, puso comida nueva, cuando regresara el animal al establo podría comer y beber .
Clarice entró en la casa y subió a cambiarse. Al bajar con un ropa muy sencilla fue directa a la cocina y preparó la comida, comió, cuando terminó lavó los platos, y en la misma cocina se desnudó y dejó la ropa para lavar. Fue a la biblioteca y cogió un libro al azar. Los había leído todos y le gustaban la mayoría. Sin vestirse salió al jardín, nadie la vería, y se sentó en la silla del jardín, durante más de una hora leyó tomando el sol.
Cuando vio que ya se le hacía tarde se levantó y con algo de pereza se dirigió a la biblioteca a dejar el libro, subió la escalera bostezando.
Fue a su habitación se sentó delante del espejo y se peino se hizo una cola con su largo y sedoso pelo y se maquillo un poco.
Se levantó de la silla y fue al armario y lo abrió cogió una blusa y una falda, las dejó encima de la cama. Volvió al armario y abrió dos cajones y sacó la ropa intima.
Se vistió y fue a verse al gran espejo que tenía en una pared y se vio guapa, pero no mucho. Se infravaloraba, era una mujer muy guapa, las más guapa de la región y deseada. El sueño erótico de todos los hombres mayores de trece años. La envidia de las mujeres, pero también deseada por más de una. Clarice enamoraba tanto a hombre como a mujeres.
Entonces sin saber porque se acercó a donde tenia los productos de belleza, y se sentó alargó la mano y cogió una foto.
Era de su único primo Jhonny siete años más joven que ella, lo quería mucho y él a ella. Se la quedó mirando durante un rato. Su primo la turbaba, le despertaba sentimientos extraños que no sabia que eran. Muchas veces tenía la necesidad de dormir abrazada a esa foto en la cama.
Él era huérfano y se había criado con ella, y Clarice suponía lo que sentía hacía él era instinto maternal, pero estaba equivocada, no quería que ese joven encontrara pareja, lo quería para ella.
Besó con cariño la foto, en los labios del chico. Dejo en su sitio y se levantó, cuando iba al salir de la habitación se giro, se quedó mirando un rato la foto y se abalanzó sobre ella llorando y la abrazó sentía que pasaría mucho tiempo sin ver a su primo y le entraron ganas de acostarse abrazada a la foto de esa persona que le transmitía serenidad. pero deshecho la idea con un gran esfuerzo.
-¡Te quiero mucho!- dijo ella mirando la fotografía- Estoy deseando que vengas, que vayamos juntos a nadar desnudos al lago, dormir juntos cada noche. Quiero besar tu labios y que me abraces, que me toques los pechos, este año me entregaré a ti. Ojalá volviese a ser virgen para que fueses tú el primero en tenerme, pero para mi será como si fueses tú mi primera vez.
Bajo al recibidor y abrió la puerta de la casa y salió, se giró de repente, tenía la misma sensación que con la fotografía de su primo, Pasaría mucho tiempo antes de volver a cruzar esa puerta. No entendió de donde le venia esa idea tan rara.
Cerro la puerta de casa y se dirigió al camino del lago, haría lo que había planeado durante tanto tiempo, y una sonrisa cruzó sus hermosos y suaves labios. Esa noche al volver a casa...