Aquel día Clarice paseaba por el bosque, habían pasado muchos años desde que tuvo unos extraños sueños, o eso creía ella, en que viajó a un mundo extraño, casi igual que aquella niña de aquel cuento, que tanto le gustaba de niña, de aquel escritor que respondía con ese seudónimo tan extraño.
Pero él que ella había visitado era un mundo diferente, muy muy diferente. Ella era una joven dama de unos veinte años de una gran belleza. Media 1,70 metros, era delgada sin llegar a ser flaca. Sus piernas eran largas, delgadas y muy bien proporcionadas, unas caderas de ensueño que volverían, volvían, loco a más de uno. Según la opinión del vecindario tenía el mejor culo de la región, y los pechos más grandes, y según rumores sus pezones no eran nada pequeños. Su cara era un poco redondeada, que le hacía parecer un poco aniñada. Su pelo rubio era muy largo, y con tirabuzones, le llegaba a hasta las nalgas, ese día llevaba una trenza, a veces, cuando lo llevaba, se lo ponía por encima de los hombros y se lo acariciaba con suavidad. Sus ojos que cambiaban del azul al verde, eran muy profundos se diría que te podrías ahogar en ellos, se veía en ellos la gran inteligencia de Clarice. Tenía los dientes blancos y perfectos muy bien cuidados. Una boca sensual que pedía a gritos que la besasen. Su sonrisa coqueta y dulce era una perdición para los hombres. Sus orejitas pequeñas y bien formadas y un cuello de ensueño. Era muy inteligente y culta. Había sacado la mejores notas del país en su promoción y todavía no había sido superada.
Sus rivales, la mayoría de jóvenes de su edad la consideraban una vaca por su enormes urbes, además de descarada. Ella pensaba que todas ellas, eran unas superficiales que solo se dedicaban a pescar un marido rico, aburrido, como ellas, y que no tenían personalidad.
La verdad era que Clarice tenía un buen ojo para las personas y con las insípidas jóvenes de la región aceptó de pleno, ninguna era lo bastante inteligente para tener opinión propia, pasaban del hogar paterno al matrimonial como quien se cambia de ropa, esas mujeres nunca serían algo más que una sirvientas del padre y después del marido, que con seguridad no sería elegido por ellas.
De los jóvenes tampoco tenía buena opinión insípidos y arrogantes, educados para ser una copia del padre. Sin opción a elegir ni su futuro, debían elegir la profesión del padre, quisieran o no. Y como las mujeres, tampoco elegían a la mujer con quien se casarían.
En resumen todo daba una sociedad frustrada, con personas amargada por lo que habían elegidos otros para ellos, sin posibilidades de escapar de ese círculo viciado, y que repetirían en sus hijos lo que sus padres hicieron con ellos.
Aunque Clarice era la joya más valorada de la región, no había encontrado aún un hombre que no fuese, lo que ella llamaba un aburrido, aunque últimamente se preguntaba si era ella la aburrida. Tenía unas ideas raras, ella pensaba si los demás hubiesen sabido como realmente pensaba la hubieran considerado extraña, o si no una loca, ahora estaría internada en una clínica mental. ¡ Una clínica mental!, se rió la joven, la sociedad caduca en la que vivía, cuando un familiar entraba en una clínica mental lo ocultaba, decía que estaba de viaje en unos balnearios en el extranjero. Si incluso ocultaban si tenían un hijo con una discapacidad. En realidad esa sociedad era decadente, debía cambiar o no tendría futuro.
Su idea del marido perfecto se alejaba de la clase de hombres machistas, sin inteligencia, como los querían las mujeres que vivían en esa parte del país. Todos eran tan conservadores, tan cegados de su opinión y cerrados a la del contrario, A parte ella no soportaba a un hombre que la considerase una pertenencia y un ser inferior. Ella era igual que ellos, no era inferior a un hombre o a una mujer.
Se sentó a la sombra de un árbol dejó la sombrilla apoyada en él y se descotó contra la dura corteza, e imaginó que diría su madre si la viese en una posición que no correspondía a una dama educada, pero desde que había tenido esos extraños sueños se había vuelto más liberal, y un poco zagal, aunque pensándolo un poco, antes ya era asín, trepaba a los arboles y volvía a casa sucia y con la ropa rota.
Ahora a los veinte años, no había semana que volviese a casa con algún roto en alguno de sus vestidos. Siempre discutía con su madre sobre sus modales. A Clarice las normas de sociedad le parecían una antigualla, que encorsetaban la vida de las personas. Esas normas convertían a las personas en esclavas de la sociedad, y notaba que cada año que pasaba seria peor, y cada vez las cadenas de la sociedad serian más grandes y fuertes.
Estaba pensando en su trabajo. A pesar de su juventud era escritora. Había empezado a publicar con diecisiete años y ya tuvo existo con su primer libro. Al ser mujer, hubiera tenido que ser escritora infantil y juvenil o novelas para mujeres.
Con eso tenía bastante éxito, podía vivir con holgura con lo que ganaba, pero Clarice no sentía llena. Por eso creó dos o tres seudónimo, cada uno de ellos enfoscados a un público diferente que iban desde la novela para adultos, las novelas románticas para damas, la poesía, y otras más. Todos los libros que escribía eran los primeros en las listas de los más vendidos. Últimamente había inventado otro seudónimo con él escribía relatos eróticos y como siempre tuvo un éxito que iba más allá de lo que había pensado en un principio, ella no había pensado que este tipo de historia vendiese tanto.
Sólo su editor sabia que los tres escritores eran una persona, Clarice Newton. Ahora pensaba en un nuevo proyecto, enfocado a novelas de ciencia ficción o fantástica o de detectives, estos géneros en poco tiempo se habían hecho muy populares.
Al vivir sola, en una casa en campo, ella cocinaba limpiaba, sus padres iban una vez al mes y una quincena en vacaciones. Al contrario que casi todos sus vecinos, Clarice no tenía criados. Ella bajaba al pueblo y compraba dos veces a la semana. No recibía visitas indeseadas, ladrones, en esa región la policía tenía mala fama con respecto a los malhechores, y al que pillaban haciendo maldades, se iba a la cárcel con un mal y desagradable recuerdo, por esa razón los amigos de los ajeno habían huido a otras regiones. Clarice opinaba que la policía se excedía en su funciones, se rumoreaba que los agentes de la ley eran algo sádicos.
Como no le gustaba ni las ciudades ni los pueblos, ni la aglomeraciones se había recluido en la pequeña casa de campo de su familia.
Entre otras cosas que la que más le gustaba hacer era ir al prado y desnudarse totalmente. Había adquirido ese habito con quince años, un día que sus padres fueron a una boda, salió y se rompió más de lo necesario la ropa que llevaba, se la quitó y le gustó pasearse desnuda. Cuando llegó a casa sus padres no estaban, tardaron en volver una semana, tuvieron problemas para volver por culpa de una nevada, estuvo desnuda todo ese tiempo.
El día que volvieron sus padres al oírlos llegar, fue al baño, que tenía preparado y al acabar salió vestida, y recién bañada. Desde entonces iba casi o totalmente desnuda, siempre que podía. Andaba de esta forma por entre las hierbas mientras su larga melena rubia le hiciera cosquillas en la nalgas, o les tapase sus enormes pechos cuando se sentaba en el suelo o se tumbaba. Esa cabellera aun no le llegaba a su sexo, pero ella se dejaba crecer el pelo para poder tocar con él su bello púbico, Estaba muy orgullosa de sus pechos muchos más grandes que los de sus conocidas, le gustaba como se movían cuando nada los sujetaba.
Le gustaba bañarse en el estanque, sabia que la habían visto desnuda pero no le importaba, es más le gustaba que la viesen, incluso muy interiormente estaba deseando que alguien se decidiera a proponerle que hicieran el amor y le acariciarse todo el cuerpo, pero nadie lo había hecho, todos temían al señor Newton.
También en casa cuando no había nadie iba totalmente desnuda. Habiendo pasado hasta semanas enteras sin ponerse nada, y paseándose por delante de la ventanas abiertas, durmiendo encima de la cama sin cerrar la ventana.. Disfrutaba de su libertad y de su cuerpo, se pasaba muchas noches tocándose su intimidad, era una mujer que no escondía lo que sentía, que le importaba poco, o nada, la opinión de los demás.
Lo que no sabía aún que eso lo heredó de sus padres, que tampoco encajaban en la sociedad donde vivían, y tenían ideas idénticas a sus hija. A ellos también les gustaba el nudismo. Y habían ido en contra la voluntad de sus padres, los señores Newton se casaron por amor. No aceptando las parejas escogidas por los abuelos de Clarice.
Clarice veces se rompía el vestido y dejaba jirones sobre su cuerpo que a duras penas tapaban sus encantos, y estos saltaban fuera de lo quedaba de vestido, en ese momento pensaba que era mujer abandonada en la selva y que se volvía una salvaje.
A pesar de no tener pareja, no era virgen. Lo había hecho con el cartero, que tenía diez años más que ella, se mostró varias veces desnuda delante del cartero. Lo tentó y al final el pobre hombre cayó en su redes, entonces era una joven de diecisiete años, fue durante una vacaciones que estuvo sola en la granja, cuando inició su vida como mujer independiente. Había gozado de esa relación, el hombre sabia lo que hacia a pesar de ser un solterón. Tuvieron un año de relación. Con el cogió su primera borrachera. Enric, el cartero, iba siempre los miércoles, ella lo esperaba en la puerta principal, se besaban mientras él le acariciaba el culo. Subían arriba a la habitación de los padres de la joven cogido de las manos.
A Enric le gustaba desnudarla, primero la falda, la sentaba y le besaba sus piernas empezando por los pies. Le desabrochaba la camisa y se la quitaba, le besaba el cuello y los hombros. Era el momento de quitarle la ropa interior, primero el corsé y sus oprimidos pechos quedaban libres, grande derechos y empitonados, Enric los cogía y los besaba, chupándole los pezones. Por ultimo el culotte, el cartero le lamia el sexo y le besaba y mordisqueaba el culo.
Por ultimo la entraba, cuando ella estaba loca de placer. La penetraba tanto por delante como por detrás. Cuando hacía esto, le cogía los pechos y se los acariciaba, le besaba en el cuello. Ella disfrutaba de esa relación con ese hombre, fue su primer amor, y la joven lo quiso a rabiar, no era ardor juvenil, fue auténtico amor, aunque de haberse sabido, Enric hubiese tenido problemas, se acostaba con una joven, y soltera, en edad de buscar marido. Aunque a veces el futuro marido doblaba la edad a su mujer. El hombre no se había ofertado como pretendiente de la joven, lo que hacía sería considerado violación por los envidiosos vecinos, y el hombre juzgado y escamentado.
A finales de vacaciones del año siguiente, él se ahogo salvando un niño, no encontraron su cuerpo. Ella lloró durante días, aun no se había recuperado aún, había amado a ese hombre, de no ser por que él murió, ella le hubiera propuesto ser pareja. No volvió a tener más amantes, había sido el primero y el ultimo.
Ese día tenía un deseo muy fuerte de ir al prado y bañarse en el agua fría del estanque, hacía mucha calor y necesitaba refrescarse. Se levantó de su improvisado asiento, el culotte era nuevo y le apretaba mucho, y metiendo las manos por debajo de la falda lo cogió, lo fue echando para abajo, bajándolo por las piernas. Cuando llegó al fin de sus bien formadas piernas, levantó el pie derecho un poco y se quitó ese camal, después repitió lo mismo con el otro camal. Recogió la prenda, y la metió en el bolso. Cuando llegase al prado no llevaría nada encima y podía correr desnuda por él y revolcarse, esperaba que alguien la viese,. Volvió a andar y al cabo de poco se quitó el calzado, andar descalza siempre le había gustado, llenándose los pies de barro, sabia que volvería a casa, sucia, embarrada de los pies a la cabeza, después de salir del estanque se revolcaría por la arena, le gustaba ensuciarse, ir a casa llena de barro, se bañaría después en casa. Ese día no había nadie por el camino, ese día de la semana todos irían a la reunión de vecinos, para decidir la construcción de la nueva escuela. Clarice podía volver a casa como más le gustaba, sin nada encima y la ropa sucia bajo el brazo. Ella misma también estaría sucia de pies a cabeza.
A veces soñaba que vivía en una isla desierta y podía ir siempre desnuda. Otra veces soñaba que se convertía en un animal, casi siempre en una loba y formaba una camada, Era tan grande este deseo que había pensado en su perro y lo había probado varias veces siempre sin éxito, aunque cada vez estaba más cerca de lograrlo, hoy lo volvería hacer, tenía un plan, lo pondría en practica, sabia que hoy sí conseguiría tener éxito y esta noche se acostaría feliz de haber conseguido su objetivo. Deseaba tener el poder de transformarse en animal y no volver a ser humana, y pasase el resto de su vida siendo un animal libre y sin estar sujeta a las estúpidas reglas sociales humanas. No le gustaba ni ir vestida, ni ser humana, esas estúpidas reglas sociales le hacían odiar su humanidad.
No le importaba que la considerasen raras por tener esas extrañas ideas, pero era algo que no podía sacarse de la cabeza.
Siguió andado y el viento le levantó la falda, otras personas se la hubiesen cogido y empujado para abajo, para que no se viese nada, pero ella acompañó a la falda y la levantó dejando que el viento le acariciarse sus bellas nalgas, siento un placer intenso.
Notó que volvía a tener ganas de orinar esa vez se agachó y orinó, Había debido comer algo malo, ya había tenido esa necesidad muchas veces desde la comida. Se empezó a masturbar y deseó que alguien la viese y le hiciera el amor. Necesitaba hacer el amor, empezaba a mirar los mangos de los cuchillos y de las herramientas del campo con deseo.
-Hace tanto de la última que lo hice- suspiró con tristeza- fue con Enric- y exclamó- ¡ Si sólo lo he hecho con Enric- se le escaparon las lágrimas, ¿Por qué morirte? ¡Te hecho de menos!, ¡De seguir vivo ahora podíamos estar haciendo el amor!, serias mi pareja en secreto.
A lo lejos vio un árbol y se acercó a él, apoyó su espalda, primero levantó la falda y empezó a restregarse el culo contra el árbol y a jugar con una rama con su culo. Cuando acabó sus manos empezaron a desabrochar los botones de la falda, pensado usar la rama con su sexo, no aguantaba más . No había quitado más de dos o tres cuando de golpe vio un movimiento. Se acercó a él y vio asombrada que era el mismo conejo humanoide que había seguido cuando era una cría, volvió sentir la curiosidad de cuando lo vio la primera vez. Con la falda cayéndosele y ella agarrándola, lo siguió.
-Llego tarde, cuando llegue no quedaran pastelitos de nata - decía el animal antropomórfico- la señora Swan nunca me guarda los encargos que le hago.
-Espera, espera, quiero hablar contigo-dijo Clarice.
Lo empezó a seguir, a veces lo seguía tan de cerca que podía cogerlo y otra estaba lejos, Estuvieron corriendo durante mucho tiempo, lo extraño es que no notaba que se cansase. El animal humanoide tampoco parecía cansado y, cuando Clarice estaba lejos él parecía que iba más lento en su marcha, como esperándola. El extraño ser parecía jugar con ella y esperarla. La falda medio abierta dejaba ver sus largas piernas y a veces hasta el sexo. Ella disfrutaba y no quería que se escapase su perseguido.
Clarice Newton seguía corriendo detrás de ese ser durante lo que parecían horas, aunque el sol no parecía moverse, ella pensaba que no lo cogería. Pero de golpe el ser extraño se paró, y se giró mirando a la joven, ella se paró y del impulso se cayó al suelo, al levantarse se desgarró con una rama varios botones de la falda, se acabó de levantar y se quedó quieta, la falda se le cayó a los pies, enseñando al animal el pubis de la joven, que no se tapó.
Una sonrisa apareció en los labios de Clarice, pasó un pie por encima de la falda y con el otro le dio una patada alejándola un poco de ella, era la primera vez que alguien la veía asín de tan cerca en mucho tiempo, y le gustaba, no le importaba que no fuese humano. Y puso los brazos en jaras desmostando que quería enseñar al ser sus partes intimas, sus largas y esterilizadas y bien torneadas piernas. Al hacerlo el vestido se levantó y más y enseñó un maravilloso ombligo, esperaba que el conejo saltase sobre ella y allí hicieran el amor.
El Conejo Negro, como ella lo llamó, la miró, Clarice vio en sus ojos que el animal miraba a su entrepierna y entonces se dio cuenta que para ese ser ella era un bocado exexquisito.
Pero no la miraba con la mirada lasciva y devoradora, una mirada con que la desnudaban, siempre supo que muchos incluso pagarían por estar con ella, por gozar en la cama con ella, pero la prostitución no le gustaba, para ella exhibirse era un placer no un medio de conseguir dinero ni poder, pero jamás se desnudaría delante de los pervertidos de sus vecinos, pir mus deseoarada que estuviese.
-¿ Te gusta lo que ves? Lo veo en tus ojos
-Para un macho humano no estarías mal, pero no eres de mi agrado.... aún, te falta un poco de inteligencia, pero puedes adquirirla- dijo el conejo Negro
-¿Que te pasas es que no te gusta ver a una bella damisela desnuda?-le contesto la joven.
-No estas desnuda-dijo el conejo- pero ahora si lo estarás.
Y haciendo un movimiento con la mano toda la ropa que llevaba Clarice Newton cayó al suelo, y un viento extraño la separó de ella, incluso el pelo se le soltó. Clarice totalmente desnuda, sorprendida al principio se miró y giró dando una vuelta completa de tal forma que ese ser vio el bello cuerpo de la chica al completo. Una mujer normal se había tapado sus partes pero ella no, le gustaba ir desnuda y podía moverse asín sin cohibirse delante de nadie.
Qwe
-Pues si, incluso para mi eres muy bella, eres la más bella de las mujeres-dijo el animal - volverías loco a quien quieras, incluso a mi-dando una vuelta alrededor de ella.
Cuando pasó por detrás le tocó sus perfectas nalgas.
Clarice se sorprendió y dio un pequeño salto, pero le gustó esa caricia y no le dijo nada.
-Ya lo se-dijo Clarice- pero desde que volví de vuestro mundo cambie, ahora mismo no tengo vergüenza que me veas asín, no llevo nada encima ni collares, ni cinta para el pelo. El resto de mujeres se estaría tapando, pero yo no, me gusta que me veas así. Pero sólo deseo algo quiero saber que me hicisteis.
-¿Quieres cambiar tu pasado? Lo podía hacer, te podía mandar a tu pasado y que evitases tu viaje a nuestro mundo- le contestó su compañero- serias como el resto de mujeres si lo lograse.
-No, no quiero cambiarlo, quiero ser siempre asín, me gusta ser como soy. Sólo quiero saber lo que me pasó, ahora sé que no fue un sueño. Y no seré como la demás, desde antes de ir a vuestro mundo ya me sentía diferente, no era igual a las otras niñas, eran tan tontas.
-¿Vendías conmigo a mi mundo a averiguarlo?, pero tendrás que ir desnuda y cambiar temporalmente de forma.
-Ir desnuda no me importa, tampoco me importaría cambiar de forma , ¿En que forma tendía que ir?
-Empezarías siendo una conejita normal- dijo el conejo- como las de este mundo, después podrías ir cambiando de forma a voluntad, estarás muchos años de mi mundo, pero en este no pasaran más que unos segundos, No envejecerás, ni podrás morir. ¿Aceptas?.
-Si- dijo ella con ganas- acepto, ¿que debo hacer?, lo cumpliré, pero llévame contigo, este mundo es muy rígido y no puedo hacer muchas cosas que deseo y me gustan, este mundo no me gusta.
-El primer paso es disminuirte el tamaño, hasta que seas de mi tamaño, te avisaré de algo cuando seas una coneja vivirás en una conejera con más conejos, y podrás aparearte con quien quieras durante algunos años, te podrás aparear si tú quieres, perderás tu habla humana, pero no tu inteligencia. después vivirás en mi casa con una forma parecida a mi.
-Si por mi esta bien.-dijo ella y se imagino como seria hacer el amor con una animal, siendo ella uno también, y este pensamiento le gusto.
-Serás mi criada y esclava, tal vez con el tiempo mi mujer, podrás viajar por el mundo tanto como quieras, cambiando de forma y podrás estar con quien quieras el tiempo que quieras e incluso tener descendencia con ellos. O ser lo que quieras, pero siempre volverás a casa
-¿Es que no te importo?, ¿no me deseas?, si me deja ir con otros no debo ser importante- dijo Clarice con tristeza . – sólo me querrás para divertirte, tener una coneja más
-Si me importas , pero yo estaré también mucho tiempo fuera-dijo el conejo- y no quiero que te aburras, querida
-Por mi de acuerdo-dijo la chica tocándose los pechos, que ahora parecían más grandes, y tenía erizados los pezones.
En ese momento empezó a llover, el pelo se enganchó a su cuerpo, era otra cosa que le gustaba mojarse con el agua de lluvia, con el agua recorriéndole la cara, bajando por su pecho y cayendo de los pezones al suelo.
-Otra cosa el tiempo, que pasarás de coneja será para aprendizaje, allí adquiridas la inteligencia suficiente, para vivir en mi mundo como una más.
-Vamos, no importa- dijo Clarice- quiero salir de este mundo y pronto, ¿Y después de disminuirme el tamaño?
-Sellaremos un pacto-dijo el animal.
-Bien sellemos lo- dijo la joven-¿Pero los demás conejos también son humanos convertidos?.
-No, son animales normales, solo se puede bajar una humana- coneja una vez cada ciento cincuenta años. Hasta hoy lo habíamos hecho una sola vez en toda la historia, eres la segunda y puede que la ultima, aunque es la segunda vez que irás. Y veo que no solo bajarás por razones de sexo, si no también por el aburrimiento que te produce la sociedad humana, pero no me importa, puede que cambies de idea y desees volver, aún estás a tiempo de no aceptar el trato, pero me gustaría que no.
-Bien sigamos adelante-dijo Clarice, deseosa que él la acariciarse, no se echaba atrás en ese pacto- Formalicemos ese pacto. Quiero dejar de ser humana, no me gusta serlo.
-Puede que te arrepientas y no te podrás volver atrás-dijo él – Serás mía durante años, siglos, tal vez milenos.
-Estoy de acuerdo, no me arrepentiré jamás-dijo Clarice Newton- Adelante con el pacto