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Chapter 6 - Capítulo 1- Final (Parte II)

06:24, 12 de febrero del 2021

Pabellón 7, Área médica Saengjeon, edificio 3, Hospital Huimang. Dazán.

Park Aoi

¡Nos vemos mañana! — Su aguda voz resonó por todo el salón y la recepción.

La mayoría, a su vez, se despidió del joven y rubio enfermero.

El turno había terminado, era hora de marcharse a casa. No sin antes detener el ascensor en el nivel 7 del Área Médica Saengjeon para visitar la sala de rehabilitación del pabellón cuatro, en especial para despedirse de su terco amigo, Kim Seung; y su fisioterapeuta, Kim Sejin, que yacían sumergidos en una de las piscinas de hidroterapia.1

—¡Un esfuerzo más Seung! —Gritó desde la orilla.

—¡Esto no es nada para mí! —Respondió moviéndose con agilidad en el agua ante la sonrisa divertida de Ayrton, su cuidador; quien se ocupaba de otro paciente con más dificultades.

—¡Hoy estás muy motivado! ¡Deberías premiarlo, Ayrton!

Este miró al hombre a su lado, que se esforzaba por mantenerse en pie sin ayuda. —Mejor lo premio a usted, es más valiente, ¿verdad? —La amplia sonrisa del enfermero de piel morena oscura hizo reír al anciano, que negó con la cabeza sin seguir el juego de los más jóvenes.

—¡Aoi! —Gritó Sejin— ¡Deberías ayudarnos un tiempo aquí, siempre que vienes este se anima! —Señaló a Seung que no paraba de entrenar para presumir lo fuerte que era, como siempre hacía cuando estaba feliz.

—¡Lo pensaré! ¡Mientras tanto sigan trabajando, ya quiero verlos competir por los jardines! —Se levantó arreglando un poco su humedecido uniforme. La queja generalizada de los pacientes hizo reír a todo el personal, él incluido. Un «no te vayas» se escuchó entre el coro de voces. —¡Trataré de venir más seguido, lo prometo!

—Ve a descansar. Luces muy mal—. Ordenó Sejin que salió de la piscina para entregarle una toalla con qué secar un poco su uniforme.

—Estos horarios me están matando. Espero me acepten la solicitud. No soporto trabajar de noche.

—No es solo eso —aseveró —, estás más delgado. Hideki me habló de tu recaída.

—¡Tsk! No le hagas caso, siempre exagera demasiado, solo necesito dormir.

—Ten cuidado— replicó recibiendo la toalla apenas humedecida.

Aoi asintió y elevó su mano despidiéndose de todos los pacientes antes de dirigirse a los vestuarios para dejar su uniforme.

El clima de Dazán en invierno es realmente gélido, y aquella mañana no sería la excepción. No importa si están a nivel del mar, en invierno las temperaturas no superan los cinco grados durante el día, y el viento disminuye la sensación térmica aún más.

Ni todas las capas de ropa que distorsionaban su delgada figura podrían abrigarle lo suficiente. Sabía que debía agradecer por las pequeñas cosas, pero en ese momento fingir que lo hacía era suficiente.

El camino es largo desde la pequeña isla del distrito Kusari, hasta el centro de la ciudad de Tanmei, pero para él, tras una jornada nocturna era aún más pesado.

En serio, tengo que hacer que Hideki me ayude con el cambio de horario, pensó. Cabeceaba luchando por no dormirse.

—Una semana de noche, una de día. Sí, eso estaría bien —susurró repitiendo la petición con la que tanto insistía a su jefe. —Tal vez si argumento que este horario afecta mi salud mental y… No, no es correcto—. Los discursos de su jefe y médico, así como su psicólogo, llegaron de golpe a su cabeza, llenándolo de culpa al considerar usar esa estrategia de nuevo.

Ah…—suspiró de agotamiento —, antes todo era más sencillo.

El camino a casa hasta su apartamento lo ocupó en evitar cualquier recuerdo. El hip-hop de su grupo favorito hizo de banda sonora, manteniéndolo despierto y escudándolo ante pensamientos intrusivos.

Su problema con la noche no era por exceso de trabajo, o temor a las noches de Huimang, sino por permanecer en soledad, viendo a los pacientes dormir mientras su cabeza, libre de ocupaciones, lo llenaban de insoportables arrepentimientos. Eran raras las noches en que su unidad tenía verdadera actividad en aquel turno, normalmente su trabajo se reducía a tediosas tareas administrativas, suministrar medicamentos, hablar con pacientes desvelados, y vigilar que ninguno atentase contra su vida.

Extrañaba esos tiempos en que compartía turno con Kang Hajun, su mejor amigo. Al menos en ese tiempo tenía una compañía que lo distraía con bromas y tonterías. Sonrío al recordar esos momentos que ya parecían tan lejanos como el inicio de su veintena.

—Han pasado casi seis años desde que nos conocimos, pero… ¿No son cinco desde aquella Navidad? — Suspiró al recordar la fecha en que se hicieron amigos. Su segunda Navidad en Huimang.

A veces el paso del tiempo lo agobiaba. Entender que ya aquel chico de diecinueve años que ingresó a Huimang no volvería, que Hajun ya no era un practicante y que él…

Bajó del autobús sin detener la música, apresurando el paso cuanto podía. Media hora después estaba en su apartamento. No era muy lujoso, ni demasiado grande; pero era suyo, nadie se lo arrebataría. Tras despojarse de sus ropas humedecidas por la nieve y tomar un baño caliente, se vistió con un cálido y suave pijama antes de dejarse caer sobre su amplia y mullida cama.

A pocos minutos de quedarse dormido, una imagen apareció en su mente: un hombre alto de resplandeciente y corta cabellera dorada yacía frente a él. Pese a carecer de rostro parecía que lo miraba. Una orden bastó para que abriese los ojos. —¡Come!

—¡Ash! ¡Otra vez ese maldito sueño! —El rugido de su estómago protestó apoyando la orden del ser en su sueño.

Caminó hacia la cocina a trompicones. Con torpes movimientos se sirvió un pequeño plato de cereales bajos en calorías. Tomó su celular y deslizando hacia la izquierda abrió el panel de noticias. No le interesaba, pero necesitaba algo que le distrajera del sabor de la comida. Deslizando por inercia se detuvo ante la foto de un titular que hizo temblar su cuerpo. Con un toque accedió a la noticia.

Hijo de Jung Tatsuo, el aclamado director de arte del estudio de animación Nissen, es encontrado en el condominio Yonsei tras cometer intento de suicidio.

El joven identificado como Jung Jian fue descubierto por el guardia de la construcción en horas de la noche, quien notificó a las autoridades de inmediato. Los informes suponen que el joven habría saltado las medidas de seguridad del condominio para luego subir hasta sexto piso del edificio principal con la intención del saltar. Para fortuna del joven y sus familiares, su caída no resultó fatal y aún se encuentra con vida. El hijo del director fue ingresado en estado crítico al Hospital Byakuren. Los médicos insisten que su estado es delicado y advierten de la posibilidad de que fallezca en los próximos días.

Pedimos a la población que en caso de necesitar ayuda no duden en acudir a las líneas de atención…

La imagen del joven suicida distrajo a Aoi del escandaloso artículo, que, tras la publicidad del número de atención psiquiátrica, se alejó rápidamente de la información relevante para adentrarse en el chisme y la vida privada del director de arte y su esposa. Ante él, el rostro de un joven con una sonrisa demasiado familiar le revolvió el estómago. —Jihyun…

Los recuerdos infestaron su mente, la mirada convaleciente de su hermano en una cama de hospital lo hizo dejar el desayuno a medio comer sobre la mesa, yendo esconderse entre las sábanas de su cama, donde lloró hasta quedarse dormido.

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Tres meses después.

18:02, 16 de mayo del 2021

Pabellón 7, Área Médica Saengjeon, Hospital Huimang.

Park Aoi

—¡Lo conseguiste, Aoi! —Gritó emocionado un joven de piel trigueña, cabello castaño y amplia sonrisa cuadrada.

—Sí, sí…—suspiró al abrir la puerta de su armario con desgano.

—¿Y esa cara? Pediste esto por meses —replicó molesto mientas cambiaba el blanco uniforme de enfermero por su ropa de calle.

—Lo sé, pero… ¡¿Por qué tenía que comenzar de noche?!

—Pero la próxima semana será de día —cerró su armario al acabar de vestirse. Volteó hacia su amigo, unos cuántos centímetros más bajo, y con una sonrisa burlesca acomodó sus teñidos cabellos dorados—. Ya, no te enojes tanto. Mírate, la cara toda roja. ¿Qué dirán los pacientes si te ven así?

De un manotazo, Aoi, apartó su mano, más molesto que antes.

—La próxima semana será de día y la siguiente de noche— continuó—, pronto te acostumbrarás a la rutina, la vida es así, aprende a resignarte—. Su tono tiñó la frase de profunda resignación.

—No me gusta— murmuró el menor.

—A nadie…

Siguiendo una amena charla, Kim Hajun, le puso al día con lo ocurrido en su pabellón, mientras terminaban de arreglarse. Aoi sincronizó sus accesorios reglamentarios con el sistema y ambos aseguraron sus respectivos armarios con la huella dactilar.

—Hajun, ¿entonces, Haiden aún no quiere hablar?

—No—. Se detuvo antes de salir de los vestidores. Preocupado volteó hacia él. —Sé que prometí que lo averiguaría, pero no hay manera. A veces creo que…

—Dale tiempo—. Puso su mano en el hombro de su amigo. — Sabes que la constancia y la paciencia rompen muchas barreras. Ya verás que pronto hablará y…

—Lo dudo. Además… aunque suene egoísta… —suspiró.

—¿Qué? —Se inclinó hacia él, preocupado por su avergonzada expresión.

—No quiero que se vaya. Todo será muy solitario si no está.

Ante el apenas perceptible puchero de su mayor, Aoi estalló en una carcajada seguida de un fraternal abrazo de consuelo que este correspondió. Tras unos segundos lo soltó. La expresión del mayor se había relajado y sus ojos reflejaban somnolencia.

Lo empujó con un suave golpe y una risa. —¡Anda, vete a dormir! Nos vemos mañana.

El castaño obedeció en una risa, saliendo de la habitación al instante.

—Bien… otra noche más…—musitó emprendiendo el camino hasta el Pabellón 7.

Al llegar al décimo nivel del edificio, las puertas del ascensor se abrieron en su pabellón, revelando un ambiente tenso. El personal de administración y de limpieza cuchicheaban entre ellos, visiblemente preocupados por algún asunto. Un par de enfermeros ajenos al hospital pasaron a su

Lado, subiendo al elevador con prisa y nerviosismo. Algo había ocurrido. La recepcionista de turno discutía con alguien por teléfono; no parecía saber qué decir.

—¡Diles que ya bajo! —Una sedosa y grave voz llena de autoridad, ordenó a la recepcionista quien pareció aliviada al instante. —¡Aoi, al fin llegas!

El nombrado saludó al joven médico de grisáceos cabellos y piel ligeramente morena, con una pequeña reverencia. Este le respondió con serenidad y autoridad. Era gracioso el cómo aquel hombre que no podía sobrepasar los treinta y cinco años tenía la capacidad de calmar cualquier ambiente solo con una orden o incluso su mera presencia.

—¿Qué ocurre Dr. Handa?

Este le entregó una carpeta indicándole que lo siguiera. Mientras caminaban a paso rápido hasta la última habitación del pasillo, Aoi comenzó a revisar el expediente en sus manos. Tras leer el nombre pareció reconocerlo, pero al ver la fotografía sintió como si una corriente eléctrica lo clavara al suelo.

—¡¿Qué esperas?!

El regaño lo hizo reaccionar. Casi trotando entró a la habitación siguiendo al médico, solo para encontrarse con un cuerpo demacrado cubierto de vendas, tubos y cables.

—Dr. Handa… qué…

—Necesito irme, los padres del muchacho me están esperando —apresuró—. Escúchame, necesito que estudies esto y no le quites los ojos de encima. ¿Entendido?

—Doctor.…

—¡¿Entendido?!

—¡Hideki! — Alzó la voz el menor, ignorando las normas de protocolo al llamarle por su nombre, debido a la gravedad de la situación.

—Escucha, eres un enfermero, estás entrenado para esto, y cosas…

—¡Este no es un hospital para estos casos! —Alzó aún más la voz llamando la atención de los pacientes en la sala. —¡Nuestro trabajo es ayudar a las personas que ya están recuperadas a evitar que atenten contra su vida, apoyarlos con tratamiento y suministrar medicamentos de rutina! ¡No somos una unidad de cuidados intensivos! ¡¿Qué hace este muchacho aquí?!

—¡Escúchame!

—¡No! ¡Esto es una irresponsabilidad! ¡Él podría morir, este no es un lugar para él!

—¡¡Escucha!! — Gritó el médico exasperado. Exhaló cerrando los ojos al intentar mantener la calma. Puso su mano en el hombro del menor. — Luce peor de lo que realmente está, si no me crees lee su expediente. Es un suicida reincidente, lo ha intentado demasiadas veces. Sus familiares tienen miedo de que si despierta lo intenté de nuevo, por eso les dije que lo trajeran. Sé que podemos lidiar con él, ayudarlo.

—¡Pero…! —Aoi lo miraba furioso a la vez perplejo.

—Estamos capacitados para tratar a personas en peor estado, lo sabes. El hecho de que no sea frecuente no quiere decir que nos falten recursos o capacidad. Por favor, haz honor a tu apodo.

—No puedo negarme, ¿verdad?

El mayor negó con la cabeza mirándolo fijamente. Sus ojos reflejaban súplica.

—Ah…—exhaló—. ¿Sabes a quién se lo estás pidiendo?

—Por eso lo hice, sé que eres capaz, confío en ti. Tú lo cuidarás.

Aoi negó con la cabeza riendo con ironía. Tras unos cuantos segundos lo miró y asintió. —Solo lo haré porque me ayudaste a que cambiaran mi horario, espero no estés equivocado.

—¡Gracias! —Exhaló aliviado.

—¡Dr. Handa! ¡Están por llamar a seguridad!

—¡S-sí, ya voy! Me voy ya, léelo con cuidado. Dejo todo en tus manos. Ya hablé con el Dr. Dongun, él vendrá a arreglar todo para asegurarnos de que su recuperación sea la mejor. No lo pierdas de vista y cualquier duda me llamas al móvil. ¿De acuerdo?

Tras la confirmación, Hideki se marchó corriendo. Aoi tragó en seco. Realizó la inspección de rutina a cada paciente de la habitación. Una vez terminadas sus tareas, respondidas las preguntas de los pacientes, y los medicamentos suministrados con precisión; apagó las luces, tomó el expediente y movió una silla junto a la cama del recién llegado. Con solo abrir la carpeta y mirar la fotografía en el documento un nudo se formó en su garganta. El joven en ella aparentaba menos de veintiún años, aunque era su edad.

Cabellos negros, piel blanca, atlético pero estilizado, ojos grandes e inocentes, nariz prominente y una amplia sonrisa. Su hermosa apariencia facilitaría mucho su vida, eso era obvio. Pero nadie pensaría en esa apariencia para un suicida. A su lado, el nombre que aparecía en sus sueños desde aquella mañana humedeció sus ojos.

Jung Jian.