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Chapter 9 - Capítulo 4 - Consecuencias

Tres meses después.

18:17, 6 de julio del 2021

Pabellón 7, Área Médica Saengjeon, Hospital Huimang.

Park Aoi

Hajun cerró con fuerza la puerta del casillero, apresurado por marcharse. —Prepárate, despertó con un humor de perros.

—Normal, ¿cómo crees que se siente? — Respondió Minjun exhalando con resignación. Se acercó para acomodar el cuello de la camisa de Hajun. —Dime que no le soltaste alguna idiotez.

—¡Por supuesto que no! Solo lo felicité por estar vivo y le dije que estábamos felices de tenerlo aquí. No veo qué hay de malo con eso.

Minjun suspiró dándole una palmada en el pecho. — Entonces no le des importancia. Aún no lo conocemos, como dijo Hideki: cada paciente es un mundo aparte.

Ambos salieron de los vestuarios.

—¡Pff! Espero que solo sea porque recién despierta, ya tengo suficiente con Haiden y mi hermano.

—Ah, pero bien que te hacen falta si no están —bromeó.

—¡¿Mi hermano me hace falta?!

Minjun soltó una risa ahogada esquivando el golpe del castaño. —¡Bueno ya, vete! Me saludas a tu hermana.

—¡Nos vemos! ¡Suerte, no dejes que te muerda!

Minjun observó a su mejor amigo caminar cada vez más rápido hasta casi trotar, cuando se perdió de su vista suspiró preocupado. Llevaba semanas junto a Jian, cuidando de él, bañándolo, medicándolo, se sabía de memoria su expediente; pero por primera vez lo vería despierto.

—Bien…—susurró a sí mismo— tranquilo… todo estará bien, ya sabes cómo hacerlo.

Tomó el camino habitual hacia el pabellón. En el camino se encontró con su jefe, el Dr. Handa Hideki, quien le pidió que lo acompañase mientras repetía decenas de indicaciones y consejos, a los que Minjun prestó especial atención. Ingresó a la habitación. Jian lucía un poco mejor en comparación a cuando fue internado, pero igualmente lucía demacrado y esquelético. No obstante, lo enfermizo de su apariencia no ocultaban ni su edad ni sus rasgos, esos que tantos recuerdos le evocaban.

Hideki puso su mano en su espalda invitándolo a acercarse. — Jian, te lo presento, él es Park Aoi, jefe de enfermeros de este piso. Es quien te ha cuidado desde que llegaste.

—¡Mucho gusto, provecho! —Exclamó deteniéndose junto a la cama con una sonrisa.

De inmediato el menor comenzó a toser, contrayendo peligrosamente su cuerpo.

Tanto Hideki, como el enfermero a su lado y él mismo, se acercaron preocupados. El dolor provocó que Jian derramase copiosas lágrimas al contener la tos.

—Dame espacio, yo me encargo — pidió al enfermero quien se levantó de la cama asustado. Sentándose en la cama apoyó su mano en el cuello de Jian— tranquilo, no intentes evitar toser, será peor… vamos… intenta respirar poco a poco.

El atragantamiento cedió y Jian dejó caer su cabeza en la almohada. Su rostro enrojecido, cubierto de sudor que se mezclaba con las lágrimas, y su boca sucia, daba una imagen aún más lamentable.

—Discúlpeme, no entiendo qué pasó, la comida es suave, yo, yo…—intentó explicar el enfermero recién graduado.

—Shh… tranquilo —habló Hideki poniendo la mano en su espalda— no fue tu culpa. Es normal. Anda, ya es muy tarde, estás trabajando de más. Ve a cambiarte y mañana tómate el día libre, necesitas pasar tiempo con tus hijos.

—¡Gracias, señor!

El rostro apenado pero agradecido del enfermero sacó una discreta sonrisa en el médico, quien pudo ver en el menor los atisbos del mismo adolescente que un día estuvo bajo su cuidado y que ahora había llegado tan lejos.

Minjun tomó una servilleta para limpiar el rostro de Jian, pero este lo apartó de un manotazo. Ya era bastante humillante para él verse en esa situación, lo último que aceptaría era que lo limpiasen como si estuviese inválido.

—Puedo hacerlo solo — protestó arrebatándole la servilleta de la mano.

Minjun lo dejó hacer. Hideki lo llamó aparte alejándolo de Jian.

—Por ahora, déjalo, termina tus tareas.

—Pero…

—Tú déjalo, tendrás mucho tiempo para hablar con él, por hoy lo mejor es que le demos tiempo hasta que vaya asimilando todo.

—Aún no lo sabe, ¿verdad?

Hideki negó con la cabeza. —Y lo mejor es que no lo sepa, lo último que necesitamos es que…

—¡Vaya, miren quién despertó!

El grito y los aplausos desde la puerta interrumpieron al médico, quien llevó su mano a su frente. Susurró —¡No puede ser!

—¡Pero si es nuestro bello durmiente! Ya tenía ganas de verte despierto.

Jian contuvo la respiración sintiendo crecer la rabia dentro. Miró de reojo al pelirrojo con una expresión que heló a Minjun, supo que, de poder, Jian lo dejaría en el suelo de un golpe.

Haiden, por su parte, retrocedió fingiendo estar asustado. —¡Uy! ¡Despertamos de mal humor! —Sin miedo se sentó en la silla junto a la cama de Jian, sin dejar de sonreír, bajó la voz. —No te preocupes, sé que esa comida da asco, y de seguro ahora si pudieras me matarías ¿no? Normal, yo también he querido hacerlo, pero ¡ssh!, te entiendo. Mírate, tanto esfuerzo y aquí estás, soportándome y soportando toda esta mierda.

Jian no respondió, pero las palabras de Haiden y su actitud suavizaron su mirada a la vez que sentía un ligero temor. En los ojos oliva del pelirrojo, un extraño brillo provocaba un escalofrío.

—¡No me mires así! Mira, me llamo Fujisaki Haiden, seremos compañeros, duermo junto a ti. ¿Y sabes? Llevo muuuucho tiempo en este lugar, te puedo contar muchas cosas… es más, te diré un secreto, acércate…

Jian obedeció sin entender muy bien por qué lo hacía.

Haiden susurró — todos en este sitio estamos locos.

Jian se alejó indignado, espetó — ¡No estoy loco!

—¡Ja! Mira —continuó susurrando — en mi experiencia todos estamos locos, en este mundo no hay uno cuerdo; y los que dicen serlo solo son otros locos guiando a locos hacia donde creen que es correcto.

Jian se alejó un poco más con recelo, desvió su mirada a los cobertores azules de Haiden. Al notarlo este elevó sus brazos sin perder la sonrisa. —¿Esto? Son un accesorio de moda, ya sabes, dicen que el rojo va con el azul — señaló su cabello — me quedan bien, ¿verdad?

Hideki hizo una señal a Minjun para que dejara el asunto en sus manos y continuara su trabajo. — ¡Haiden!

—¡Ash! ¡No estoy haciendo nada! Solo le contaba lo bien que voy con la terapia y lo deliciosa que es la comida, ¿verdad?

Jian no respondió. Desvió su mirada hacia Minjun, quien ayudaba a acostarse al paciente de mayor edad, un hombre con una violenta marca en el cuello que recordaba a una cicatriz por ahorcamiento.

—¡Tienes que irte, vas a llegar tarde! — Insistió Hideki.

—¿A dónde…? ¡Aaaah! —Exclamó poniéndose de pie. Se inclinó para tomar algo bajo su cama. —Bueno, luego seguimos hablando, tenemos muuuucho de qué hablar, Jian — guiñó el ojo en un gesto que el menor ignoró, aún ensimismado en la marca en el cuello del hombre. —Siempre me quitas la diversión — murmuró al pasar junto a Hideki, quien solo le dedicó una mirada amenazante tan discreta que solo entre ellos se entendieron.

—Minjun, me voy con él…

—¿A dónde va?

—Hay una actividad en Lianhua, quiero que asista, tal vez le haga bien.

—¿Estás seguro? No es buena idea que los de esta área vayan allí, los pacientes son muy…

—Déjalo en mis manos, tú ocúpate de él, lo necesitará.

Ambos voltearon hacia el menor, que ya desviaba su vista hacia otro de los pacientes que leía en su cama sin hacerle caso, este tenía sus brazos cubiertos de ligeras marcas de cortes ya viejos.

Minjun tragó en seco. — ¿Crees que yo…?

El médico recargó la mano en su hombro. —Sí, confío en ti, intenta confiar un poco en ti mismo también. Estoy seguro de que tu hermano lo agradecerá.

—Jihyun…

—Bueno, me voy. Tengo que alcanzarlo antes de que asuste a la recepcionista—bromeó— nos vemos mañana. Trata de no tomar nada personal.

—Sí, Hideki.

Minjun continuó su rutina diaria, mirando a Jian por momentos. Desde el principio notó como su apariencia aún conservaba la mirada curiosa y expresiva de la fotografía en su expediente. Su mirada parecía examinar todo en la sala, cada paciente, y a él incluido.

Al terminar sus tareas todos dormían, salvo Jian, quien seguía sus movimientos intentando comprender por qué su voz apareció en su mente durante el coma. Minjun, por su parte, reflexionaba cómo cada paciente era único; algunos eran estresantes, difíciles; otros podían ser perturbadores y enigmáticos como Haiden, y otros tranquilos como el anciano de la marca en el cuello. En el caso de Jian parecía un niño curioso e irritable, llegando a aparentar menos de su edad real.

Apagó las luces y respiró profundo. Susurró —bien, es hora. Tú puedes.

Fue a sentarse a la silla junto a la cama de Jian, lugar que había ocupado las últimas semanas. Tomó los medicamentos y los dispuso en una bandeja, extendiéndola hacia Jian junto con un vaso de agua. Este bebió todo en silencio sin hacer contacto visual en ningún momento.

Minjun intentó romper el hielo. —Y bien… ¿Cómo te sientes?

—Mal— espetó en un susurro, llevando su mano sobre la garganta, indicándole que apenas podía elevar la voz.

Minjun asintió algo avergonzado.

La incomodidad era palpable, para Jian él era un completo extraño, mientras que Minjun ya conocía demasiado de él; pero no era lo mismo leer un expediente y notas de la familia, a conocer a la persona tras las páginas, y menos en estos casos.

Finalmente, optó por dedicarse a leer su novela y esperar a que fuera Jian quien rompiese el hielo si así lo quería, o de lo contrario, que cayera dormido por los fármacos.

Agobiado por el silencio de la habitación y los monótonos sonidos de los monitores, Jian no soportó más y buscó de alguna forma romper con el silencio. Examinó al enfermero con cuidado, buscando algo que sirviera para sacar conversación. Pese al vacío de su vida y su introvertida faceta, aprendió a adaptarse con fingidas habilidades sociales que lo hicieron destacar en cada campo sin mayor esfuerzo.

Finalmente, sus ojos se posaron en lo único llamativo en el uniforme de Minjun, una pequeña insignia a la altura de su corazón que consistía en un cetro dorado con una flor de loto sosteniendo una esfera de cristal. Dentro pequeños puntos blancos parecían formar una constelación. Todo esto rodeado de un delicado círculo dorado en hilo brillante.

Sin hablar golpeó con fuerza la cama, llamando la atención del rubio, para luego señalar la insignia.

Minjun señaló su insignia, tan sorprendido como aliviado. — ¿Que qué es esto?

Jian asintió.

—Es el símbolo de nuestra área Saengjeon 1*, cada área tiene un símbolo distinto, el nuestro es este, es una flor de loto sosteniendo una constelación—la expresión curiosa de Jian le hizo continuar —, no sé mucho, solo me explicaron una vez que el bastón representa la vara de Esculapio, pero, la flor de loto que sostiene la esfera no sé qué significa.

Jian pareció conforme con la respuesta, desvió la mirada recorriendo el lugar. Susurró tan alto como podía. — ¿Qué es este sitio?

—¿Uh? —La pregunta se le hizo cómica. —Un hospital—. Rió levemente. — Huimang, ha salido varias veces en los medios, tienes que haber escuchado sobre él.

—Escuché de él, mi… ¿Por qué me trajeron aquí? ¿Por qué no me dejaron en Byakuren?

—No sé responderte, Hide… perdón, el Dr. Handa te trajo. Dijo que se encontró con tu madre y le ofreció traerte aquí.

—Mi madre… por ella supe de este lugar… ¿Por qué me internó aquí?

—No lo sé, eso fue todo lo que el Dr. Handa me dijo. No hay muchos datos en el expediente sobre eso.

—Esto es… un… ¿psiquiátrico?

—¡No, no! Bueno… para alguien de fuera puede parecerlo, pero está muy lejos de eso. Es un centro médico bastante especializado, cada edificio se especializa en determinados casos; pero al final no es diferente a un hospital. En especial el Área General, el edificio uno; allí todo se maneja como un hospital casi normal, a diferencia de que no tienden a ser la primera opción en caso de urgencias. Además, al contrario de otros centros, este se divide en dos, un área para mujeres y otra para hombres. Ya sabes, para evitar acoso y esas cosas. Aun así, en las áreas más generales es común que ambas zonas se conecten. Entonces no es una separación muy drástica.

—¿Por qué me trajeron?

—Ya te lo expliqué…—Minjun comenzó a temer. Tenía prohibido hablar antes de tiempo.

Jian lo miró dejando en claro que no había quedado conforme.

Exhaló. — No puedo darte detalles, el Dr. Handa me lo prohibió. Lo… lo siento.

Jian apartó la mirada. No sabía demasiado del centro, pero había escuchado a su madre hablar de él en algunas ocasiones, y siempre se había referido a él como un hospital psiquiátrico; la idea de que fuese ella quien lo había internado allí, y las palabras de Haiden empezaban a cobrar un sentido que odiaba. No obstante, sabía que fuese lo que fuese, no obtendría más información hasta el día siguiente.

—Mi… —temió pronunciar la palabra— mi familia.

—Hasta donde sé, están bien. No los conocí, pero sé que tu hermano tuvo problemas con seguridad — rascó su cabeza recordando el escándalo de esa noche.

—¿Seguridad? —Sabía que su hermano era impulsivo, pero no era de meterse en problemas.

—Sí. Según entendí, tu madre estuvo a tu lado los últimos meses, mientras estabas en coma. Y cuando te trajeron aquí ella quiso permanecer contigo, pero este centro tiene reglas muy estrictas y una de ellas es limitar las visitas. Normalmente, los pacientes no pueden tener visitas salvo en horarios muy estrictos y por supuesto no puede haber nadie durmiendo aquí. Así que según sé, cuando les comunicaron eso, tu madre insistió tanto que alertó a seguridad e intentó entrar a la fuerza, entonces tu hermano, pues…

Jian no necesitó mayor explicación para hacerse una idea de lo ocurrido. Su hermano no dejaría que tocaran a su madre.

—Desde eso tu hermano llama todos los días preguntando cuando permitiremos la visita.

Para Jian, imaginar a su madre durmiendo a su lado mientras estaba en coma, llorando o llegando al punto de intentar entrar a la fuerza, y a su hermano preocupado por él de esa manera; era insoportable. Él solo quería verlos felices, que no se preocuparan por él, no quería dañarlos. Asumió que cuando pasaran unos meses superarían su muerte y por fin todo acabaría, pero no fue así.

—Mi… ¿mi padre?

—No sé nada de él, lo siento… De todas formas, la norma dice que, según tu progreso, cuando estés estable podrás recibir visitas, así que, si te esfuerzas, tal vez en un mes o dos ya…

—¡No! —Su voz, siempre en un susurro, sonó asustada y suplicante.

—¿No?

Jian tomó la mano del rubio, apretándola cuanto podía, sollozó. —No… no los dejen venir.

—¿Por qué? — Aunque la mirada aterrada y llorosa le entristecía, muy en el fondo se alegraba, no todos los pacientes eran tan comunicativos como él, eso era un alivio y un pequeño triunfo.

—No es bueno para nadie…

—Lo hablaré con el Dr. Handa, no puedo decidir eso.

Jian aflojó el agarre de su mano dejando su palma deslizarse hasta la sábana. Dejó caer su cabeza, preocupado. —¿Por qué? ¿Por qué sobreviví? ¡¿Por qué?!

—¿Quieres contarme qué pasó? — Sin prisa, Minjun, alejó su mano de la cama, apoyándola en su pierna.

Jian asintió. Susurró mirando al techo. —Salté. Todo era perfecto. No había forma de que me salvaran, es imposible. Cuidé cada maldito detalle —su voz fue quebrándose con cada palabra— aun así… ¡aun así! ¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, ¡¿por qué?!

Minjun mantuvo silencio, normalmente negaban haber planeado suicidarse o no confesaban, pero él lo aceptaba. Hasta cierto punto su ligero parecido con su hermano encendió una llama que quemaba sus ojos poco a poco.

—¡¿Por qué, mierda?! ¿Por qué estoy vivo? ¡¿Cómo me salvaron de una caída así?! ¡Eran seis malditos pisos, joder!

Minjun tampoco lo entendía, ¿cómo podía sobrevivir alguien a eso? Muchas veces hizo la pregunta a Hideki, pero este solo dijo que era un milagro. ¡¿Milagro?!

—¡Dime! ¡¿Cómo mierdas es posible que haya sobrevivido a eso?!— Las lágrimas comenzaron a caer por las sienes del pelinegro.

—No lo sé—susurró.

—¡¿Qué?!

—¡No lo sé! —Elevó la voz sin darse cuenta.

Jian lo observó por unos segundos, su mirada se nublaba por las lágrimas. El enfermero no podía ser mucho mayor que él, pero ya era un enfermero en un lugar así, su rostro mirando al piso no podía ocultar el rojo que lo teñía y que llegaba hasta sus orejas. Las pequeñas manos, apoyadas en sus rodillas, se apuñaron con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.

¡¿Por qué mierda siento la necesidad de hablarle a este tipo?! ¡¿Qué mierda va a saber de lo que me pasa?! Para él solo soy un maldito loco más, al que tiene que limpiarle las babas.

Aun así, sin saber por qué, sentía una imperiosa necesidad de hablar, hablar con alguien.

—Planee todo, segundo a segundo. ¡¿Cómo mierda fue que no me morí, maldición?!— Al forzar la voz sintió su garganta arder. —¡¿Qué hice mal?!

Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Minjun, poco a poco fue sumiéndose más y más en su mente, esas palabras mezcladas con el recuerdo de su hermano crearon una tempestad de recuerdos que lo quebró.

—No hiciste nada mal —susurró—fuiste certero, todo lo calculaste bien, trabajaste duro para planearlo todo. Por desgracia en esta vida mueren los que menos lo merecen y los que deberíamos estar muertos seguimos aquí, como una maldita plaga…— Todo su cuerpo temblaba.

—¿Qué? — El veneno en esas palabras fue tan certero que Jian no supo reaccionar.

—¡No fallaste en nada! —A cada instante Minjun hablaba menos con Jian y más consigo mismo—. ¡Lograste lo que querías! ¡¿De acuerdo?! ¡Te desgraciaste la vida, la de tu familia, y la de todos los que te querían! —Alzó la voz sin darse cuenta. Se puso de pie. — ¡¡Tus padres te odian, tu hermano te odia y, aun así, buscas cómo mentirles para evitar que te odien cuando es lo menos que mereces!! —Volteó hacia Jian, pero en su lugar se encontró con su propio rostro, sonriendo hacia él con una expresión aterradora y acusadora que lo hizo retroceder. Su rabia incrementó. —Todo lo que planeaste lo conseguiste… y deberías estar muerto… ¡pero la maldita vida es así, en vez de morirte mueren los que menos lo merecen!

Jian no supo cómo reaccionar. Con cada palabra la desesperación y la culpa invadieron su mente; ver en el rubio su reflejo, escuchar sus palabras como si fuera ese demonio que tanto intentó callar pero que siempre escuchaba.

Necesitaba huir, escapar de la culpa de imaginar a su familia destrozada por él. Desesperado, ignoró el intenso dolor de su cuerpo. Arrancó los cables, mangueras y agujas que lo mantenían atado a la cama, provocando que una alarma muda alertara a seguridad.

Minjun no reaccionaba, con su mirada fija en el suelo parecía cada vez más perdido en su mente.

Sangrando, Jian intentó levantarse, pero, al instante, una insoportable y dolorosa descarga eléctrica recorrió su espalda, inundando su cuerpo hasta el punto de perder la visión. Aun así, intentó apoyarse en el suelo. Nada en su vida pudo prepararlo para ese nivel de terror: sus piernas no respondieron. Cayó al suelo sintiendo como si lo hubiesen cortado a la mitad.

El grito desgarrador de Jian hizo reaccionar a Minjun. El terror le impidió reaccionar.

¡¿Qué hice?!

El instinto lo llevó a acercarse a Jian, los gritos ahogados, las maldiciones, el llanto descontrolado. Todo eso lo había provocado él… su mayor temor se había cumplido.

¡Soy una mierda!

Metió su mano en el bolsillo de su camisa y apretó un pequeño dispositivo que funcionaba como botón de emergencia, sin percatarse de que ya la alarma se había activado.

Intentó inmovilizar a Jian, pero al tocarlo este lo apartó de un golpe. En otra ocasión su fuerza bastaría para contener el brusco movimiento, pero en ese instante, no fue el gesto, sino la expresión aterrorizada del menor lo que lo hizo retroceder.

No se percató que alguien había entrado. Iluminado por la luz de la lámpara de mesa, Haiden se arrodilló inmovilizando a Jian, quien ante su toque perdió el conocimiento. Lo tomó en brazos y con delicadeza puso su cuerpo sobre la cama.

Minjun observó la situación sin saber qué hacer, perdido entre la culpa y el horror de sí mismo. Haiden elevó su mirada hacia él, en ese instante una voz irreconocible susurró en la mente del rubio.

Un día, tus mentiras te explotarán en la cara.

Desesperado, Minjun huyó de la habitación. Al salir de la sala esquivó al personal de emergencia. Estos, al intentar detenerlo, fueron detenidos por Hideki.

—¡Déjenlo! Luego me encargo de él.

Corrió sin rumbo por el edificio hasta estamparse contra la puerta de un lugar bien conocido. En su desesperación había llegado a la puerta blanca del almacén que tantas veces fuese su refugio. Ubicado en el área administrativa del edificio, un piso antes de la azotea, este guardaba la documentación que nadie consultaba, pero que tampoco se atrevían a botar.

Puso su huella en la manija de la puerta, para su sorpresa aún era admitido en aquel almacén. El lugar seguía igual: archivos llenos de papeles viejos, una mesa en el centro llena de cajas etiquetadas que nunca terminaban de ordenar; y en el fondo, una ventana enorme cubierta con cortinas amarillentas. El polvo en el lugar confirmaba el abandono, y aquellas enormes cajas con las que formó su pequeño refugio, permanecían intactas.

Cerró la puerta tras de sí y se acurrucó en el pequeño cubículo que formaban las cajas y que tantas veces fueron testigo de su llanto más sincero. Recostado en la pared, abrazó sus piernas y corrió un poco la cortina, lo suficiente para permitirle ver las estrellas que tantas veces fueron consuelo para su hermano.

En Huimang existe una norma que no puede ser violada en ninguna circunstancia:

Jamás deben permitir que sus problemas afecten a los pacientes, nunca deben atacarlos abiertamente o usarlos para desahogarse.

Esta era la que más le repetían durante sus entrenamientos. ¿Y qué había hecho? Efectivamente, violar esa regla. Y no solo eso, había provocado que descubriese su invalidez de la peor forma posible.

La manera en que su cuerpo se torció al caer probablemente agravó la lesión en su columna aún más, y eso si el desmayo no predecía algo aún peor.

No podía quitar de su mente la mirada horrorizada del menor al verlo, era como si todo fuese parte de una pesadilla de la que no podía despertar.

¿Cómo podría verlo a la cara después de eso? ¿Cómo recuperaría su confianza?

Y eso era lo menos grave, probablemente lo despedirían y le quitarían la licencia.

A su mente vinieron las palabras que escuchó al ver a Haiden. Llevó sus manos a la cabeza, ocultando esta entre sus rodillas.

¡¿Qué diablos fue eso?! No importa cuánto lo intente, sigo siendo la misma basura. Nunca dejaré de lastimar a los demás… ¡Hideki, maldita sea, la empatía no se puede simular!

Poco a poco fue sumiéndose en el llanto hasta quedarse dormido.

Abrió los ojos, estaba de pie en la misma sala de donde había escapado, pero esta lucía diferente, la disposición de las camas era la misma que hacía unos años.

—Minjun…

Giró en busca de la voz. Esta provenía de la cama donde dormía Jian, pero este no estaba ahí, en su lugar, el antiguo huésped, su hermano, hablaba con una versión conocida y despreciable de sí mismo, que yacía sentado junto a la cama.

—¡Shh! Duerme— susurró su antiguo yo acariciando la cabeza de Jihyun —estaré aquí cuando despiertes.

Mentiroso.

—No tengo sueño.

—¿Tienes que dormir, sino cómo mejorarás? —Su voz temblaba, como si estuviese a punto de llorar.

—No mejoraré…

—¡No digas eso! Vas a ver que después de la operación las cosas serán diferentes.

—Minjun…

—¿Uh?

—¿De verdad quieres ser enfermero?

—¿Quién te lo dijo?

—Mamá.

—¡Joder, le dije que no te dijera!

—¡¿Es verdad?!

La mirada llena de ilusión de su hermano menor lo rompía en pedazos. Solo deseaba agarrar a golpes a su antiguo yo.

—Aún no estoy seguro, Hideki y Hajun me dieron la idea.

—¡Hazlo! ¡Por favor, Minjun, hazlo por mí!

—No sé si sea correcto, conoces mi enfermedad mejor que nadie, estar a cargo de pacientes no creo que…

—¡Yo creo en ti! —La fiebre no impedía que alzara la voz. Extendió su meñique buscando la mano de su hermano, lo único que podía mover de su cuello para abajo.

—Pero…

¡Dile que no, maldito, dile que no!

Minjun intentó correr hacia su antiguo yo, quería agarrarlo del cuello y golpearlo con tanta fuerza como pudiera. Pero sus piernas no se movieron.

—Minjun —insistió— creo en ti. Serás un increíble enfermero, todos te aman, siempre te han amado. ¡Prométemelo! Promete que cumplirás mi sueño, quiero que al menos uno de los dos pueda completar la carrera de enfermería. De todas maneras, dejaste la academia, ¿no?

—¡Deja de hablar como si fueras a morirte!

—¡No soy tonto, Minjun! He escuchado a los médicos, mi cuerpo no resistirá la operación. Además…—con cada palabra su expresión se volvía más lúgubre— sinceramente prefiero morir que pasar el resto de mi vida en esta cama. Entiéndeme. Ya ni siquiera espero que Hye venga, y es mejor así, ella no llorará tanto si se enamora de otro.

—¡Cállate, maldición! ¡Deja de hablar idioteces! —Se levantó de la silla rompiendo en llanto.

— ¡Si de verdad cambiaste demuéstramelo! ¡Acepta que no puedo vivir así! ¡No soporto las miradas de lástima, no quiero que alguien me limpie el culo por el resto de mi vida! Ya ni siquiera tengo amigos, todos se fueron… ¡¿Crees que no vi a Hye con Tatsuo la última vez?! Sé que están juntos, y honestamente es lo mejor—. Las lágrimas corrían copiosas hacia sus sienes—. ¡No quiero que mamá y papá vengan más con cosas tuyas por culpa!

—¡Cállate y duérmete de una maldita vez! — Gritó su antiguo yo antes de salir corriendo de la habitación.

Para ese punto, Minjun observaba la escena de rodillas. Cerró los ojos con fuerza e intentó cubrir sus oídos para escapar de aquella pesadilla. Su frente llegó hasta el piso, donde comenzó a golpearla con tanta fuerza como podía.

¿Por qué no me morí yo en tu lugar? ¡¿por qué?!

Abrió los ojos, su rostro estaba humedecido por las lágrimas. Todo seguía igual, las estrellas en su sitio, las cortinas inmóviles, y la soledad incorruptible.

Susurró. —Nunca escuchaste mi promesa.

No volvió a verlo a partir de ese día. Tras la operación recibió aquella llamada: Sr. Park, su hermano falleció en cirugía. Su corazón no soportó. Aún recordaba el dolor con nitidez. El día siguiente, frente a su ataúd, fue cuando por fin prometió que entraría a la universidad de Huimang y se graduaría como enfermero.

Ahora, si Jian muere, si me quitan la licencia, si me despiden, ¿cómo honraré tu memoria?

Su cabeza latía y sus ojos dolían de tanto llorar. Ya no le quedaban lágrimas.

—¿Ya dejaste de llorar? — La voz de Hideki cortó el silencio.

Asustado encogió aún más sus piernas, como si de esa forma no lo encontrarían.

—¿Para qué te escondes? Sabía que estarías aquí. ¿Hasta cuándo dejarás de comportarte como un niño? Tienes veintiséis años.

Minjun no respondió. Conocía su voz, y pese a parecer serena, sabía por el tono y su carraspera que estaba furioso.

—Supongo que sabes lo que hiciste—retiró algunas cajas de la mesa, para luego sentarse sobre ella — ¿qué fue lo que le dijiste para que reaccionara de esa manera?

No obtuvo respuesta. Minjun temblaba sin ser capaz de hablar.

—Si no me respondes asumiré que fue algo tan fuerte que ni siquiera tienes el valor de responderme—. Con cada palabra la voz se hacía más sombría.

No obtuvo respuesta.

—¡¿Vas a hablar o te saco de ahí y hago que hables?! — Alzó la voz con una firmeza que hizo saltar al rubio en su sitio.

—Per… Per… Perdóname—susurró.

—No es conmigo que debes disculparte. ¿Qué le dijiste?

No obtuvo respuesta. Harto destruyó de un manotazo el cubículo que ocultaba al rubio. Este se acurrucó contra la pared, cada vez más asustado.

—¡¿No entiendes que si no hablas no sabré qué tan grave fue lo que pasó?!

—¡Yo…!

Hideki lo levantó de un brazo poniéndolo contra la ventana. Minjun cerró los ojos. Todo su cuerpo temblaba y amenazaba con volver a llorar.

—¡Él… él me preguntó que…! ¡Co… Comenzó a preguntarme por su familia…! ¡Yo… yo le dije lo que ocurrió con su hermano… entonces… entonces…!

—¡¿Entonces qué?!

—¡Entonces le dije que vendrían a visitarlo cuando se recuperara! ¡Él me dijo que no quería verlos… le… le dije que eso era tu decisión pero que era lo mejor para él! Entonces… entonces… —no puedo decirlo— entonces se enojó. Intentó levantarse, intenté evitarlo, pero no pude y del forcejeo y el dolor se cayó de la cama…

—¡¿Entonces por qué te fuiste?! ¡No tenías que dejarlo solo en ningún momento, te lo advertí!

—¡Me asusté! —Gritó. — No pude evitarlo, se lastimó y cuando me acerqué no quería que lo tocara… —bajó la voz— me recordó a Jihyun —elevó la vista hacia los ojos del cenizo cuya mirada se ablandaba conforme soltaba sus hombros.

Su habilidad para mentir había dado resultado una vez más, sin embargo, en lo profundo de su mente podía ver los ojos acusatorios de Haiden y la voz en su cabeza repitiéndole aquellas palabras: Un día todas tus mentiras te explotarán en la cara.

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