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Chapter 5 - Capítulo 1- Final (Parte I)

Capítulo 1: Final

23:12, 11 de febrero del 2021

Distrito Kusari, Hanazawa. Dazán.

—¡Ja, ja, ja, lo sé papá! Dame un segundo, me llaman al móvil. ¿Sí? ¿Hola?

—Cariño pon el altavoz—. El hombre obedeció a su curiosa esposa con una risa.

—Buenas noches, ¿hablo con el señor Jung Tatsuo?

—Sí, soy yo. ¿Quién habla?

—Le hablo del Hospital Byakuren, su hijo Jung Jian fue encontrado frente al Condominio Yonsei, creemos que intentó cometer suicido lanzándose de uno de los niveles altos del edificio principal. Necesitamos que venga a llenar los papeles para proceder a inter…

La voz de la mujer poco a poco se disolvió en una serie de palabras que el hombre de más de cuarenta años se negaba a procesar. Un dolor indescriptible atravesó su pecho, y una lágrima acompañó al móvil, que se deslizó por su mano, partiéndose en pedazos al impactar contra el suelo; como si retratase el alma de su dueño. No pudo sostenerse en pie y sus rodillas acabaron ensartadas en pequeños fragmentos de cristal, de una copa que segundos antes perteneció a su esposa; quien yacía también en el suelo emitiendo un grito tan desgarrador que solo podría asemejarse a alguien que le acabasen de arrancar el corazón de cuajo.

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Tres horas antes.

20:19, 11 de febrero del 2021

Distrito de Tenggara, Hanazawa. Dazán.

Jung Jian.

—Sííí mamá, tranquila, dejaré todo cerrado, no te preocupes.

—¿Estás seguro de que no quieres venir?

—Mamá, ya no soy un niño. Veré a los abuelos otro día, quiero pasarla con mis amigos.

—¿Viene Minseo?

—No, pero no me hace falta.

La mujer suspiró decepcionada. — Ya quiero que se arreglen, de tus amigos es mi favorito. Jian, trata de arreglarte con él, es muy buena influencia.

—Ya veremos qué pasa—. Sonrió con tristeza poniendo el largo abrigo sobre los hombros de su madre.

—Minsuki —habló el padre desde la entrada—, ya, vamos, nos están esperando.

La mujer asintió y con un ligero movimiento besó la frente de su hijo, pidiéndole por enésima vez que tuviese cuidado y no bebiera demasiado. Acto siguiente la pareja subió al auto, apresurados por el banquete familiar que les esperaba en casa de la familia paterna.

—¡Bien… por fin se fueron! —Exclamó aliviado al cerrar la puerta. Sonrió ampliamente. —¡Es hora!

Con una animosidad impropia de su personalidad, se dirigió a la cocina apresurándose a cocinar una olla llena de ramen con mantequilla y ajo; el único platillo que sabía cocinar gracias a Minseo. Tras obtener el mejor resultado de su vida, puso la olla humeante sobre la mesada de la cocina. —¡Perfecto! —Sonrió orgulloso. — Es comible, no es tan malo, al menos le cerraré la boca a Jeonhyun cuando lo pruebe. Ahora, a traer las cosas. — Corrió escaleras arriba hacia su habitación. —No puedo olvidar nada… ¿Qué me falta? ¡Cierto! El papel y bolígrafo. Excelenteee… —exhaló—, ya lo tengo todo.

Bajó las escaleras apresuradamente. Al llegar a la cocina dispuso junto a la olla cada cosa que llevaba en sus manos: una costosa chamarra y unas deportivas a juego, sin estrenar, que su madre y hermano le obsequiaron por Navidad; el reloj de su padre, regalo de graduación de la secundaria; y el libro de bocetos que este le obsequió de niño, cuando aún esperaba que fuese un gran artista. Miró satisfecho cada cosa. Tomó el papel y el bolígrafo de su bolsillo, los apoyó sobre la mesada y comenzó a escribir.

A mi familia.

Jeonhyun, lo siento, te decepcioné, ya no puedo lograrlo, nunca pude; como sabes soy un inútil para todo lo que no sea estar en mi habitación y jugar videojuegos. Tú eres tan fuerte, tan talentoso, tan capaz, tan inteligente, tan sabio; eres todo lo que yo no soy. Vive lo que ya no puedo vivir, ama, sueña, come, ríe, disfruta; conviértete en el orgullo de nuestros padres. Saca adelante ese restaurante que tanto deseas abrir, sé que podrás. Eleva el honor de nuestra familia. Yo ya no puedo.

Mamá, sé que te duele verme así, y tal vez te culpes o no entiendas mis motivos, pero, debes saber que no tienes la culpa de nada; ninguno de ustedes. El problema soy yo, siempre he sido yo. Eres una madre maravillosa. Te prometo que este dolor se irá, un día será un recuerdo. Ya no sufrirás más al verme así, ni te preocuparás por mí.

Papá, nada he soñado más que el poder pintar como tú, es una lástima que no heredase tu talento. Te admiro, te respeto, así que, por favor, no te sientas culpable. Nadie tiene la culpa de mi inutilidad. Tienes razón en lo que dijiste esta tarde, soy un egoísta, un inútil, un vago que solo quiere jugar. Por favor, cuida de ellos como lo hiciste conmigo, cuida de tus nietos cuando los tengas, enséñales a dibujar cuando tu edad te dé el tiempo para hacerlo. Dale a mi hermano todo lo que no me darás a mí, él es el hijo que ustedes merecen. Yo no.

Por favor, díganle a Minseo que me disculpo, no es necesario que me perdone, solo quiero pedirle disculpas. No quise leer su libreta. Es mi mejor amigo. Los mejores momentos que he vivido estos últimos años han sido a su lado. Denle las gracias de mi parte y díganle que sus escritos y letras son maravillosas. Solo con ellas pude sentir algo más que vacío en estos años.

Los quiero a todos, sé que estarán mejor sin mí, yo también lo estaré allá donde vaya.

Perdónenme por todo lo que les arrebaté y gracias por quererme tanto.

Jung Jian.

Tras firmar la carta, dobló el papel y lo colocó junto al resto de pertenencias.

Se aseguró de desconectar y cerrar todo antes de marcharse. Dejó las llaves en casa del vecino, quien borracho, apenas si atinó a desearle una buena noche antes de cerrar de un portazo.

Vestido con su vieja chamarra favorita y el reloj descompuesto de su padre, caminó por la húmeda carretera con la paz y alegría de saber que no volvería. Su sonrisa era tan fresca y dulce que cualquiera que lo viese solo pensaría que era un alegre joven de camino a ver a su novia. Pero sus ojos tenían una expresión extraña y melancólica que solo los suicidas conocen, una que refleja la agridulce sensación de saber que al fin descansarán de su dolor.

Las calles estaban desoladas, el pavimento reflejaba las luces del vecindario, las risas de la gente en las casas se mezclaban con el viento frío del invierno que se marchaba, la nieve aún daba ese ambiente de película navideña estadounidense. Así se sentía, como en una película.

Con esa idea comenzó un monólogo interno que lo acompañó en cada paso hasta el condominio Yonsei:

La sensación es muy dulce. No puedo describirlo con exactitud. Sientes tu cuerpo tan ligero, pero a la vez tan pesado. La adrenalina te hace sentir un superhéroe por unos segundos, antes de que el crujido de tus huesos acompañe al dolor más intenso que se puede sentir.

Solo dura unos segundos, luego es silencio.

La muerte es tranquila, silenciosa. Hasta que despiertas en la cama de un hospital.

No es la primera vez que lo intento, así que ya no temo. El proceso fallido puede ser muy doloroso: una cuchilla mal afilada, el golpe cuando un amigo tira de ti evitando que saltes de un puente y terminas contra la banqueta. Esa maldita sensación de locura tras fallar con una sobredosis de medicamentos.

Ah… Estoy muy cansado. Debería estar muerto hace mucho, pero aquí estoy, la vida se niega a soltarme; castigándome una y otra vez por mi mayor pecado: no merecer piedad.

Si muero es por mi voluntad, no hay nada por lo que deba llorar o quejarme… ¡Tsk! ¡Tiene razón! Soy un maldito malagradecido.

«Mira lo afortunado que eres». «Hay tantos que sufren más que tú». «Valora lo que tienes». «Levántate por las mañanas y da gracias por seguir vivo». «Con estos cinco hábitos cambiarás tu vida».

Entre los «sabios» de redes sociales, vendiéndote cursos y libros de superación personal; y mis familiares, amigos o conocidos; he escuchado tanto esa mierda que ya no me enoja, solo me río.

¿Creen que no lo sé? Lo sé, no tengo motivos para llorar o quejarme, no tengo derecho a sentirme mal, ¡soy tan afortunado! Pero ellos no lo comprenden ni lo harán

Mi mundo dejó de tener significado hace tanto que ya ni recuerdo lo que se siente tenerlo.

¿Cómo explicas a alguien que la comida no te da placer? ¿Qué dices para hacer entender a tus amigos que la compañía es más insoportable que la soledad? ¿Cómo explicas que un abrazo se siente como fuego en la piel? ¿Cómo explico que el sexo me da náuseas?

Para mí, ya no hay diversión en nada, la música no hace latir mi corazón. Me he vuelto apático ante cualquier estímulo menos al dolor.

Ya no distingo el paso de las semanas de las horas. Estoy muerto en vida, pero nadie puede entenderlo.

«El mundo es demasiado rápido para los que vivimos lento. Demasiadas tormentas para los que no sabemos volar a través de ellas». Leer esa frase en el cuaderno de Minseo es lo único que valió la pena de haber roto mi promesa. Solo eso. No debí perder a mi único amigo por algo así. Si no fuese por él, mi familia nunca hubiera creído que todos los sucesos que me han llevado al borde de la muerte fueron accidentes. Él guardó mi secreto cada vez que me salvó la vida.

Pero ya no está aquí, y ya no podré volver a verlo. —Una lágrima corrió por su mejilla en ese instante. La apartó cuando el frío ya congelaba su rastro—. Debe estar con su familia, o solo en su habitación, escribiendo y reparando el desastre que hice con las páginas de su cuaderno.

Por suerte, cuando se entere, si es que se entera, ya habrán pasado las fiestas, esta es la última de la temporada. Ah… Eso me alivia. Todos tendrán tiempo de sobra para recuperarse de mi muerte. Para el cumpleaños más cercano ya solo seré una conversación incómoda; y para las próximas fiestas tal vez Jeonhyun se habrá comprometido, así que el tema de mi muerte apenas será un amargo recuerdo.

Mientras continuaba su monólogo interno, su sonrisa se ampliaba a la vez que aceleraba alegremente su paso. Lo planeó todo tan bien que se sentía orgulloso. Esa noche era la última fiesta de la temporada, sus padres celebraban con sus abuelos paternos el Año Nuevo lunar, y su hermano pasaba ese día con su novia y su familia política. Mientras tanto, ellos creían que él pasaría esa noche de fiesta con sus amigos.

Sonrió amargamente al recordar esa excusa. —Si supieran que ya no me queda ningún amigo. El último era Minseo. A nadie le gusta ser amigo de un apático depresivo como yo.

Todo era perfecto para su tan ansiada cita con la muerte. Conocía el lugar, lo frecuentó las últimas semanas hasta memorizar las formas de entrar y evadir al guardia de seguridad que tendía a protegerse del frío en su caseta. No causaría accidentes ni disturbios; y lo mejor, todos estaban de fiesta, así que nadie podría salvarlo. Sería una muerte silenciosa, tranquila; todo lo que quería.

Llegó al sitio, un condominio a medio construir solo iluminado por las farolas de la calle y la lámpara en la pared de la caseta de vigilancia. No había viviendas alrededor, así que sería hasta la mañana siguiente que los empleados de la construcción encontrarían su cuerpo. Saltó las vallas y alambrados de seguridad por el bien estudiado camino. La caseta del guarda fue la menor de sus preocupaciones. Subió las escaleras sorteando los peligrosos filos en los materiales a medio poner. El edificio aún no era muy alto, solo seis pisos, pero servía para su propósito; además, al encontrarse en una colina alejada de cualquier otra casa, tenía una vista espectacular de Hanazawa, una que apreciaba mejor con cada nivel que ascendía: las luces, los edificios, las carreteras, la playa cubierta de un leve velo blanco que se rompía a metros de encontrarse con las agitadas olas. Era una visión magnífica.

Al llegar a la última planta su sonrisa se borró del rostro. Una silueta bien conocida lucía de pie delante del único espacio libre para saltar. Su cabello largo y rojizo ondeaba al viento, como una llama resplandeciente que enceguecía un poco menos que su inexistente rostro. Cerró los ojos y elevó su mano protegiéndose de la hiriente luz que emanaba de aquel ser.

—Detente— resonó la voz en su cabeza. Pero hacía demasiado tiempo que ya no le temía. Lo hizo dudar tantas veces que ya no tenía intenciones de ceder. Con los ojos cerrados avanzó sin miedo directamente hacia la figura. «Si me mata bien por mí, solo será otra forma de descansar».

—¡Detente! —La voz se tiñó de urgencia y un deje de temor. Pero ni la potencia de su voz lo frenó. —No puedo ayudarte si no te detienes.

—No quiero ayuda —. Siguió caminando lentamente mientras volvía a sonreír

El ser se apartó sin poder tocarlo.

Jian abrió los ojos. El resplandor a su lado no impidió que observase la belleza de aquel paisaje por última vez. El silencio de la noche, el gélido viento con aroma salino y el murmullo de una música lejana se unieron al paisaje hechizándolo.

—No puede haber nada más perfecto —susurró.

—Piensa en tu familia, por favor. Te lo ruego, detente —la autoridad de la voz se tiñó de súplica.

No hubo respuesta.

Jian avanzó dos pasos, respiró profundamente y abrió los brazos. Esbozando una sonrisa cerró los ojos. La voz imploraba incesante, pero sería la última vez que la escucharía. Estaba cegado por su romántica idea de la muerte.

Vacío.

El mundo desapareció.

Un resquicio de terror arrastró al alivio mientras caía, pero ya era muy tarde.

Crujido.

El dolor más intenso que alguien puede sentir.

Paz.

La oscuridad cayó sobre él anulando su conciencia, mientras las lágrimas de aquel ser caían como un cálido rocío sobre su cuerpo.