Toc Toc.
Jen golpeó la puerta con sus nudillos. Le pidió a Tip que lo dejara entrar, procurando no atraer la atención de la niña de rojo. Desconocía si se había alejado lo suficiente como para no escucharlo.
Tip abrió la puerta y lo envolvió entre sus brazos. Ambos se sujetaron con firmeza tratando de transmitirse calor, tranquilidad y seguridad. Era todo lo que necesitaban sentir. Mientras el otro estuviese a su lado no temían a nada.
"¿Estás bien? ¿Te lastimaste?"
Tip sonrió, al observar preocupación en el rostro de su bebé. Acarició suavemente su mejilla, restándole importancia a su enfrentamiento contra ese monstruo. Salvo uno que otro moretón, no tenía mayores lesiones.
"Estoy bien. ¿Qué hay de ti? ¿Todavía te duele la pierna?"
"No me duele. Estoy bien. La adrenalina está funcionando como una especie de calmante"
Tip se sentó en la silla más cercana y atrajo a Jen a su regazo. Lo sentó entre sus piernas, aferrándose a su cintura y tomándose ciertas libertades. Sus manos se movían incontrolablemente.
Tip parecía haber descubierto un lado salvaje de sí mismo. Nunca pensó que estaría tan desesperado por tocar a una persona, hasta el punto de querer poseerlo en cualquier momento y lugar. Ya no veía las horas de regresar a su plano.
"Les dije a Rey y Rosé que están solos. No hay forma de que el equipo pueda continuar funcionando en ese estado"
"Me parece bien. Cada uno irá por su cuenta"
Jen se acurrucó entre los brazos de Tip. Su cabeza descansaba sobre los hombros anchos y fornidos de su hombre. Podía sentir cómo su respiración impactaba contra su oreja y mejilla. Sentía un ligero cosquilleo que lo hacía estremecer.
"¿Qué haremos con ese monstruo? ¿Tienes alguna idea en mente?"
Preguntó Tip.
"La situación de este plano es extraña. Hay muchos elementos que pertenecen al mundo humano, pero que están mezclados y no tienen sentido. Es como si no fuera real"
Tip enarcó una ceja.
"¿Consideras que este mundo no es de verdad? ¿Qué estamos en una especie de ilusión o control mental?"
"Eso sospeché en un inicio, pero nuestras heridas son reales. Creo que la niña de rojo creó una especie de hábitat, utilizando elementos del mundo humano. No es que la escuela fuera transportada hacia el plano fantasmal, sino que ese monstruo la construyó. Nuestras dudas serían contestadas si ese fuera el caso"
"La niña de rojo simplemente imitó lo que vio. Recreo espacios, elementos y situaciones del mundo humano. Los desarrolló y convirtió en su propio territorio... Tendría sentido"
Jen acomodó sus brazos alrededor de la cadera de Tip. Se aferró a él cual koala.
"Ese monstruo intentó imitar a los humanos. Puede que haya aparecido en nuestro plano y quedado impresionada. De ahí que buscó recrear lo que vio, sin importarle si lo entendió o no. Las luces que aparecen de vez en cuando son como las de un semáforo"
"Tienen significados similares. Amarrillo precaución y rojo peligro"
"Pero el verde es que te atrapó"
Tip suspiró. Su cuerpo le estaba pasando factura. Estaba comenzando a sentirse cansado luego de tener que huir, pelear y usar todo su intelecto para sobrevivir. Más que unos minutos, era como si llevasen días atrapado dentro de este lugar. El agotamiento que sufría, parecía ir en aumento.
Jen percibió la fatiga de su hombre y se preocupó.
"¿Quieres dormir un rato? Haré guardia"
Tip negó. Era inadmisible que Jen quedara al pendiente con su pierna lesionada. En caso de una emergencia, les sería complicado huir rápidamente. Por más que le pesara, no podía cerrar los ojos todavía.
"Si quieres descansar, puedes hacerlo". Insistió Jen. "La niña de rojo no puede ingresar a las aulas, por lo que estaremos a salvo por el momento"
"¿Has olvidado lo que sucedió recién? Ese monstruo guio a esa persona hacia nosotros, para obligarnos a salir. Es inteligente y está al acecho. No podemos confiarnos"
Jen infló sus mejillas. Hizo una mueca de enfado, indicando que no estaba conforme con las palabras de Tip.
Sin embargo, su expresión le causó bastante ternura haciendo que se inclinara y dejara caer un fugaz beso sobre su nariz.
"Podemos recargar fuerzas juntos. Solo quedémonos así por un tiempo"
Jen asintió, un poco menos enojado. Si bien sus palabras no lo habían convencido por completo, algo era algo.
Pero mientras la parejita estaba en armonía, disfrutando del cálido momento, en el aula de enfrente el ambiente no era igual de agradable. Rey estaba furioso, aterrado y al borde del colapso. En dos oportunidades había estado a las puertas de la muerte, y como bien dice el dicho, la tercera era la vencida. No creía poder sobrevivir al próximo encuentro contra ese ser.
Rey caminaba de un lado al otro. Mordía sus uñas con nerviosismo, mientras su mente se ahogaba con los peores escenarios posibles. En lugar de ver el lado positivo, permitía que el miedo lo consumiera.
Ya había visualizado su muerte a manos de ese monstruo. Siendo devorado, destrozado, con las extremidades arrancadas. Rey había pensado lo peor.
Su situación estaba inquietando a Rosé. Se arrepentía de no haber seguido a Jen, aunque dudaba que le permitiera acompañarlo. Jen parecía ser sumamente cercano a Tip, trazando una barrera contra el resto; pero eso no quitaba que fuera el tipo de persona más confiable. Era sincero, sin esconder absolutamente nada, con la confianza más que suficiente como para hacer y decir lo que quisiera.
Rosé rio. Le hacía recordar a esa persona, y puede que esa sea la razón por la que quería seguir manteniendo contacto con él. Pese a estar en el plano fantasmal, quería aferrarse a su sombra. No le importaba que Jen fuese su reemplazo, ya que solo quería recordarlo. Si debía usar a Jen para lograrlo, lo haría sin dudar. Lastima que no estaba interesada en ella.
"No. No. No quiero morir. Quiero salir de este lugar. Papá, mamá, sáquenme de aquí. Alguien.."
Rey estaba agachado, hecho un ovillo. Se aferraba a sus rodillas con fuerza, tratando de protegerse del exterior. Ese exterior que tanto pánico y desesperación le había causado.
Su cuerpo se mecía de un lado al otro. Denotaba el estado caótico de su corazón y de su mente, la cuál había quedado en blanco. No podía pensar en nada más, salvo que quería vivir.
Rosé sacudió la cabeza con frustración. Se acercó hacia Rey y lo zarandeó con cierta delicadeza.
"Rey será mejor que te calmes o no podremos sobrevivir. Ahora más que nunca debemos estar tranquilos y cuerdos. Si sigues así, solo morirás a manos de ese monstruo. ¿Es eso lo que quieres?"
Rey comenzó a temblar.
"No...No. Todo menos eso. No quiero morir"
"Entonces haz lo que te diga. Cálmate y escucha. Esto es lo que haremos a partir de ahora"
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Tic Toc.
El sonido del reloj colgado en la pared, resonaba por la silenciosa escuela. Las manecillas se movían con el transcurrir de cada segundo. Todo estaba sumido en una profunda tranquilidad, y lo único que sobresalía era el ruido que hacía el reloj.
Jen no parecía molesto por el incesante ruido. Su atención estaba puesta en ese hombre, que se había quedado dormido. Sus brazos se mantenían firmes alrededor de su cintura, mientras su cabeza descansaba contra el hombro de Jen.
Su respiración era estable. Caía contra el cuello de Jen, provocándole cierto cosquilleo. Era una imagen hermosa que no perdía su brillo, a pesar de estar acompañada por una intensa oscuridad y una amenaza oculta.
Jen recorrió con sus dedos el rostro de su hombre. Trazó el contorno de su nariz respingada, su frente amplia, sus labios carnosos y calientes. Las yemas de sus dedos, viajaban sobre su piel morena y rubicunda.
Jen estaba embelesado. No podía apartar la mirada de esa persona que lo volvía loco. Sentía que, con cada mundo que transcurría, lo amaba cada vez más. Se preguntaba si su corazón iba a ser capaz de albergar tanto cariño hacia él.
Tip movió su cuerpo. Trató de acomodarse sobre la silla y atrajo a Jen hacia sus brazos. Lo tenía aprisionado contra su cuerpo, haciendo que le fuera imposible liberarse; aunque no era como si Jen quisiese abandonar su posición actual. Se sentía bastante cómodo.
Un chillido se escuchó a lo lejos. Resonó como un eco, por entre los largos y desolados pasillos, llegando hasta donde se encontraban Jen y Tip.
La luz roja volvió a tomar protagonismo, junto al grito de personas que huían de un lado al otro. Jen cubrió las orejas de su hombre, a fin de evitar que el bullicio pudiera despertarlo.
Si bien no podían darse el lujo de bajar la guardia, Jen no concebía que Tip cargara con tanto cansancio. Debían estar en óptimas condiciones para enfrentarse a lo que fuera que la niña de rojo tenía preparado para ellos. Se podían permitir dormir unos minutos.
Las cejas de Tip se fruncieron. Parecía estar intentando batallar contra el sueño.
Jen dejó caer un beso contra su frente. Imprimió sus labios contra su piel, dejando que su calor se transmitiera por medio de un simple toque. Esto pareció calmar a Tip, quien se dejó arrastrar sin luchar por las telarañas del cansancio y cayó más profundo entre sus ensoñaciones.
Jen sonrió. Buscó una posición más cómoda entre sus brazos y cerró los ojos.
Tenía su sexto sentido activo. Ante la más ligera extrañeza, despertaría a Tip y se darían a la fuga. Solo rezaba porque la niña de rojo no destruyera este cálido momento y les permitiera descansar unos minutos extra.
Desde que había llegado a este plano, no había podido disfrutar de un momento a solas con su hombre. En ese sentido, extrañaba el mundo anterior donde había vivido años de ocio y mucho amor.
Jen suspiró. ¿Cuándo iban a poder regresar a su plano? Ya se estaba cansando de tener que huir y pelear para vivir.
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El cuerpo de un hombre se arrastraba por el suelo, dejando una larga línea de sangre marcada. Era como un pincel, trazando una dibujo sobre el lienzo.
Las manos del hombre se aferraban al cerámico. Sus uñas se incrustaban entre las paredes y las puertas, funcionando como una especie de sostén e impulso. Utilizaba todo lo que estuviera a su alrededor para seguir avanzando.
La sorpresiva luz roja lo hizo estremecer. Su cuerpo dejó de avanzar y se detuvo en seco. Se alcanzaba a percibir un ligero temblor entre esas extremidades carcomidas y destrozadas.
El hombre había sido una víctima de la niña de rojo. Había podido escapar de esos dientes largos y afilados, con heridas de suma gravedad. Él era consciente de que se estaba muriendo, pero aún así, quería escapar. La poca esperanza de sobrevivir, era lo único que lo hacía seguir adelante.
Solo debía esperar; resistir hasta que el tiempo se acabe y sea transportado de regreso a su mundo original. Solo tenía que aguantar.
El hombre prosiguió con su camino. Observó una puerta abierta a lo lejos, la cual conducía hasta un salón grande y espacioso. Se trataba del comedor, el cual ahora estaba vacío.
El hombre siguió arrastrándose. La sangre brotaba de sus heridas con mayor intensidad. Si no cortaba la hemorragia cuanto antes, moriría desangrado antes de poder volver a su mundo.
Intentó rebuscar entre los alrededores, pero no pudo encontrar nada de utilidad. Decidió fijarse en la cocina que estaba ubicada al fondo a la derecha.
Era una sala repleta de mesadas, estantes, refrigeradores, cocinas y sartenes. El hombre fijó su atención en las servilletas y trapos colocados en una alacena, bastante lejos de su posición actual. Sin embargo, eso no lo desmotivó y se apresuró a llegar cuanto antes.
Las luces rojas seguían encendidas, concediéndole una escasa iluminación. Le permitieron moverse por entre la cocina con mayor facilidad y evitar chocar contra alguna de las mesadas.
Rápidamente pudo llegar hasta los estantes y estirar su mano hacia los trapos doblados y debidamente apilados. Sus dedos rozaron la alacena, sin poder sujetarse con firmeza.
El hombre se apoyó contra las encimeras y cocinas a su lado. Con fuerza, trató de ponerse de pie y tomar los objetos que tanto había añorado. Ya podía verse atendiendo sus heridas, resistiendo un poco más, y regresando a su mundo. Extrañaba su cómoda cama, la comida que había preparado su esposa y sus hijos que corrían, de un lado al otro, asegurando tener superpoderes.
Una lágrima amenazó con bajar por la mejilla del hombre, quien seguía tratando de cumplir su meta. Sus manos palparon las hornallas de la cocina y un leve clic resonó por la sala. Sin embargo, el hombre no pareció darse cuenta.
Sus manos agarraron un par de trapos, permitiendo que suspirara con alivio y cayera pesadamente al suelo.
Inmediatamente comenzó a ejercer presión en sus lesiones, tratando de cortar el flujo de sangre que brotaba sin parar. Estaba tan enfocado, que no se dio cuenta de que gas estaba saliendo desde las hornallas que había encendido por accidente.