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Chapter 14 - O Parte XIV: La ñusta Vera (II)

La resignación, repulsión y la profunda tristeza se podía ver en ella, cuando volteó su cabeza a verme. Por un momento me quedé callada.

— No sé nada que te haga sentir menos dolor, pero sí sé que hay más cosas de las que puedes ver —

— Puedes sentirte que no existen opciones, y que estas encerrada y con límites, que no puedes ser más de lo que esperan los demás —

— Pero eso no es así. Mas allá de esta aldea hay todo un mundo de oportunidades, nuevas aventuras y talvez nuevos amores. No hay necesidad de quedarse estancado, piensa y sé libre —

— Te ofrezco mi ayuda, talvez no nos conozcamos mucho, pero te ayudaré o intentaré hacerlo —

La ñusta me miró con confusión, talvez pensando en todo lo que dije.

Ella no me respondió, sin embargo, sabía que no podía esperar más, al menos había reconfortado a esta chica.

Nuevamente volví hacia la casa de la familia Huami. Doña Mela, me saludó cordialmente y me invitó a comer con ella. Su hijo menor estaba con ella también, el niño era algo lindo.

Luego del almuerzo, la ñusta Vera volvió a su casa, conversó con su madre y parecía que las dos lograron un acuerdo.

Por mi parte, sigue tejiendo y cosiendo. El deber sagrado del Minka debía ser saldado.

Y así pasaron los días, que en total fueron cinco.

La ñusta y yo salíamos antes del almuerzo a visitar la zona de cultivos. El mundo social era muy activo y cambiantes, en donde abundaban rumores y chismes.

Incluso había rumores sobre mí, decían que me gustaba un guardia y que quería seducirlo. Como dije muchas tonterías.

He de admitir que me gustó mucho platicar y escuchar, jamás me había sentido tan entretenida.

El día de hoy como ya venía siendo costumbre, me desperté por los gritos de Don Mito.

Me dirigí hacia la cocina mientras me aseguraba que Don Mito ya se haya ido, no quería que también me gritara. Ese señor es muy enojón.

— Mi niña, no tomes en cuenta las palabras de tu padre. Él solo quiere que vivas feliz, no sabes que podría pasar si sales del pueblo, tu destino podría ser peor que la muerte —

Doña Mela está reconfortando a Vera, sin embargo, ella tampoco estaba de acuerdo con lo que exigía su hija.

— No lo entiendes madre, todo está mal. Me siento asfixiada, todo aquí es tan aburrido, quiero algo nuevo, no quiero estar atada a un hombre —

— Pero Vera, son las tradiciones de la familia. Ya tienes 20 años, si no te casas ahora, nunca te podrás casar, nadie en el pueblo te querrá —

— ¡Eso a mí no me importa!¡No me importa! —

La ñusta Vera azotó la puerta y se fue.

¡Que puerta tan resistente!

Al ver a Doña Mela triste intenté consolarla.

— No debe ponerse triste Doña Vela, este enfado se le pasará en la tarde. No debe ponerlo en su corazón —

Doña Mela hizo una cara aún más triste.

— No, yo la conozco. Sé muy bien que siempre fue diferente a las demás. Tal vez ella tenga razón —

— Pero su padre nunca lo permitiría, por eso tengo un favor que pedirte —

—¿Eh? —

Me quedé conmocionado, jamás me esperé que Doña Mela me pidiera un favor.

— He preparado otra saco de suministros para ti, a cambio quiero que te lleves a Vera contigo, distraeré todo lo que pueda a mi marido —

—¿Eh? —

— Solo quiero que le digas que, si algún día lo desea, puede volver. Esta será siempre su casa —

—¿Eh? —

Yo aún no me lo podía creer, mi cerebro parecía correr demasiado lento para captar toda esta situación.

Doña Mela al ver mi mirada de tonta, preguntó seria.

— ¿Lo harás? —

Mirando la sería cara de Doña Mela, y al recordar que ahora era amiga de Vera, decidí aceptar. No vendría mal la compañía de Vera en mi viaje.

— Lo haré —

Doña Melo volvió a la normalidad y me dio una sonrisa, luego cogió la canasta de hilo y fue a cocer.

Mientras tanto yo, decidí ir a consolar a Vera, conociéndola estaría en el viejo árbol de Ñique.

Así fue, ahí estaba llorando.

— ¿Vera? —

La ñusta trató de dejar de llorar y con sus manos se secó las lágrimas.

— Debo parecer muy patética ahora mismo —

Dijo aun secándose las lágrimas.

— Yo creo que eres valiente, luchas por querer sentirte mejor —

— Sabes una cosa, tal vez tus padres no sean tan malos —

Mis palabras confundieron a Vera, haciendo que me pregunte.

— ¿Qué quieres decir? —

— Sabes que hoy es el día en que me voy. Tu madre, hoy, me pidió un favor, que te llevara conmigo —

Vera abrió los ojos.

— ¡¿Qué?! —

— Creo que a partir de hoy viajaremos juntas —

Vera estuvo muy sorprendida, pero eso no fue limitante para que saltara desde el árbol y viniera a abrazarme.

La noche cayó, Vera y yo ya estábamos preparadas para nuestra partida. Salimos con el menor ruido posible y nos dirigimos a los límites de la aldea.

Antes de cruzar, Vera miró hacia su casa, que se podía ver desde aquí.

Si daba un paso más, significaba que abandonaría todo lo que conocía y se embarcaría en un mundo desconocido y nuevo.

Vera respiró profundo y con todo el valor, dio ese paso.