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Chapter 16 - O Parte XVI: Pueblo Abandonado

El viaje continuo con la compañía de Don Hipo, después de pasar algunos días nos dimos cuenta que a pesar de ser un anciano era muy vivaz y alegre, sobre todo que le gusta contar historias de cuando era joven.

La historia de como de joven tuvo que partir para visitar a su amada enferma, o como tuvo que vestirse de mujer para engañar a un Supa fue muy divertida.

Don Hipo había vivido muchas aventuras en su vida, era un hombre que incluso había participado en una guerra. Sus historias y su sentido de precaución hicieron que el viaje fuera mucho más fácil, así fue como atravesamos varias aldeas en el camino.

Durante nuestro camino nos cruzamos con una caravana que traslada alimentos de una aldea mas al sur, ellos nos advirtieron de un enorme peligro que habitaba las montañas, nos aconsejaron que evitáramos cruzar, pero la montaña solo tenía un camino, por lo que consideramos esta como otra prueba de los Dioses.

En menos de un día llegamos al pie de la montaña en donde encontramos una aldea. Estaba oscuro y no parecía que tuviera alguna antorcha, las nuestras eran las únicas que alumbraban esta aldea dando un clima misterioso y provocando miedo.

La luna estaba escondida entre las nubes y el viento lúgubre que recorría el lugar era escalofriante.

Vera y yo fruncimos el ceño, teníamos un mal presentimiento sobre esta aldea.

— No pierdan su antorcha, podría salvarlas si llegáramos a toparnos con un Supa maligno. Si ven fuego azul ¡no duden de correr a mí! —

La voz de Don Hipo hizo eco entre las paredes, no dudamos de mantenernos alerta y de sujetar fuerte la antorcha.

La aldea estaba desolada, inspeccionamos varias casas, pero no encontramos a nadie. Este ambiente estaba provocando en mi un miedo alto.

— ¿Qué crees que sea Vera? —

Pregunté con miedo a la ñusta.

— ¿Ves esas marcas en la puerta? —

Asentí.

— Son marcas de garras, una bestia grande bajo de la montaña parece que los habitantes de la aldea intentaron hacerle frente —

Las marcas a la que se refería Vera, eran cuatro cortes diagonales con diferentes longitudes que ocupaban casi toda la puerta, la bestia que había marcado la puerta era sumamente grande.

Seguimos investigando por la aldea, tratando de encontrar algún superviviente.

Entre a una casa por donde debería estar la puerta, pero solo quedaba pedazos de madera esparcidos por el suelo.

Dentro, había múltiples jarrones rotos o esparcidos por todos lados, la mesa estaba volteada y había rastros de sangre seca por el piso, las marcas de la bestia adornaban las paredes de roca, todo era horrible. Me acerqué a una habitación del hogar, estaba hecho un revoltijo, las sábanas cubrían el piso.

En una esquina había un bulto grande, pensé que era alguien por lo que me acerqué para quitarle las sábanas, pero al momento que quité las sábanas solo pude gritar.

— ¡Kyahhh! —

Salí corriendo lo más rápido que pude de la habitación, me tropecé al tratar de salir a la sala, pero no me importó, solo quería huir.

Escuché un rugido detrás de mí que me heló la sangre y no pude pensar en otra cosa que en mi vida. Me levanté rápidamente y corrí para buscar la antorcha, me tropecé de nuevo tratando de agarrarla, pero por suerte pude alcanzarla.

— ¡Atrás! —

Grité con toda la valentía que pude reunir, poniendo la antorcha adelante mía como si fuera una lanza.

La bestia que me perseguía se detuvo un momento por el fuego, pero luego rugió ferozmente y con sus gigantes patas rompió el palo que sostenía la antorcha y no me quedó otra que gritar y volver a correr.

Por suerte, eso distrajo lo suficiente a la bestia para que me pudiera reunir con Vera y Don Hipo, quienes al verme se preocuparon por mí.

Quería contarle lo que había pasado pero la fatiga por correr tan rápido me lo impidió.

Pero no tuve que decirles nada, por que la bestia venía enfadada por mi y con su potente rugido hizo ver su existencia a la distancia.

La Vera y Don Hipo inmediatamente se pusieron atentos. Don hipo sacó de su costal su fiel hacha y un polvo verde que roció sobre el hacha. Mientras que Vera me cubría para poder recuperar el aliento.

— Maldita bestia, no podrás intimidarnos —

Don Hipo declaró, con su antorcha en mano y hacha se puso delante de la bestia que ya nos había al cansado.

Gracias a la luz de la antorcha, pude observar su figura, cuadrúpedo y de contextura gruesa e intimidante, tenía bigotes en la cara y su pelaje estaba acompañadas de rachas o manchas negras, su colmillos blancos y sus garras negras nos devorarían si nos lograba tocar.

Gracias a mis conocimientos sabía que esta bestia era un Apu, un espíritu de la montaña. Sin embargo, este parecía salvaje y nada amigable, lo más probable es que haya caído a la maldad y se haya vuelto loco.

Tranquilizándome un poco supe que este conflicto no podía resolver sin ayuda de los Dioses, pero ¿A quién debería consultar?

De pronto vino a mí una idea, entonces clamé.

<

la tierra tiembla e imploro tu presencia

en peligroso camino me hayo

imploro que me otorgues fuerza

fuerza para estas adversidades

Gran Pachacamac, te imploro>>

Terminé mi oración y miré a la bestia.

El Apu parecía temerle al fuego y no se abalanzaba hacia Don Hipo, pero era inteligente y era más rápido que nosotros por lo que rodeaba y quería atacarnos por el costado, fue entonces que la ñusta con valentía aplaudía fuertemente en la cara de la bestia, esto parecía desorientarlo y retrocedía. Así fue la situación durante un largo tiempo hasta que la ñusta Vera agarró el hacha de Don Hipo y degolló a la bestia.

— Lo hiciste Vera, nos salvaste —

Exclamé de alegría.

La ñusta no podía hablar debido a la fatiga, solo logré sostenerla antes de que se desmayara.

El Apu había sido derrotado, el peligro había pasado.

Don Hipo y yo, nos acomodamos dentro de una de las casas y pasamos el resto de la noche durmiendo, durmiendo en esta aldea abandonada.