El día mas importante del año, el Solsticio de Invierno.
Todos los súbditos vestían sus mejores ropas, y todos lo que eran importantes para el Inca asistían al festival del Sol. El Inti Raymi.
Todos habíamos ayunado por tres días en preparación por el festival.
En el palacio del inca.
Una sirvienta intentaba despertar al hijo del Inca.
— Despierte, despierte, su señoría, los rayos del sol lo alcanzarán —
La sirviente seguía intentando despertar al hombre, pero este simplemente no se despertaba.
Temiendo lo peor la sirviente solo pudo agarrar una vara y golpear suavemente el costado del varón.
Entonces este se despertó.
— ¡Estoy despierto! —
La sirviente dejó salir un suspiro, y rápidamente se recompuso.
— Joven señor, debemos apurarnos. Hoy es un día especial —
El varón aún seguía ilógico y pregunto casualmente.
— Y que fecha tan especial es esta —
La sirviente no tenía tiempo para responder por lo que jaló al varón hacia las termas para comenzar con su ducha.
Luego de unos minutos, el varón bañado y en vuelto en mantas salió de las termas.
— No quiero preguntar de nuevo, Huamanga ¿qué fecha especial es hoy? —
La sirviente quien aun secaba el cabello del Auqui, respondió con una sonrisa.
— Mi joven señor, hoy es el día del solsticio de invierno, el Inti Raymi —
El Auqui inmediatamente se puso rígido y gritó a todo pulmón.
— ¡Sirvientes, mi ropa! —
Aunque un humano normal no podría gritar tan alto como para que se escuche en todo el palacio del Inca, gracias a sus poderes el Auqui pudo completar su cometido y todos lo pudieron escuchar.
Los sirvientes mas cercanos corrieron a ayudar al Auqui con sus ropajes.
Mientras tanto en otra parte del palacio del Inca, también habían escuchado el grito del Auqui.
Un suspiro pesado se escuchó por la sala del trono.
Fue el Inca, Soncco Mergana, quien no pudo evitar agachar la cabeza en decepción.
— El festival mas importante y él aún no está listo —
Cusi Coya, la esposa del Inca, le dio una sonrisa al Inca.
Aunque los dos se aman con pasión, su hijo Vilca era su única discusión.
Vilca había sido enseñado por su madre y aunque teóricamente se desenvolvía bien, en la practica era inexperto y desinteresado, al punto en no tener noción de la mayoría de rituales y celebraciones.
Por suerte, había heredado la fuerza de su padre y la boca de su madre, por lo que no hay objeciones de coronarlo Auqui.
La Coya Cusi habló.
— Ten paciencia con él, aunque es algo despistado sigue siendo mejor que un holgazán —
El Inca Soncco no dijo nada, en cambio miró al frente.
— Me alegro de verlos tan temprano, jefes de huamanis, los Apunchic —
Todos se inclinaron frente al Inca.