Adelina observaba todo desde la terraza usando unos binoculares, porque René ya le había dicho de su intención de pedirle a Pamela que fuera su novia antes de irse, a lo que ella le exigió que fuera lo más tierno y caballeroso con ella, porque era una niña de buenas costumbres, amenazándolo con el peor de los castigos si tan solo pretendía jugar con sus sentimientos, y que si Pamela lo aceptaba, también tenía que hablar con sus padres antes de irse a Houston, para creerle que en realidad estaba enamorado de ella, la pareja de novios sellaron su compromiso con un beso y un abrazo, en medio de aquel atardecer playero, hasta que un ruido extraño que parecía salir de la piedra en la que estaban sentados, llamó su atención.
Era como un rugido lejano, extendido y gutural; René apartó a Pamela, al ver que de la piedra salían un par de enormes cocodrilos que le flanquearon el paso, obligándolo a separarse de ella.
- ¡Corre Pamela! Vete para la casa que yo me encargo de estos.
Dice René tomando un palo para apartar a los lagartos que no dejaban de acecharlo, obligándolo a acercarse a la orilla del mar, para cuando se dio cuenta, no tenía escapatoria y su única salida era el mar, donde algo aún más extraño lo acechaba.
- ¡No mi amor, no te metas al mar!
Le dice Pamela al ver que sobre las olas se acercaba el carruaje tirado por caballos de la Condesa, que cual su fuera un barco parecía rodar sobre el agua acercándose rápidamente, la gente del malecón y de la playa comenzó a gritar pidiendo ayuda al darse cuenta de la situación, al escuchar los gritos de la chica; Adelina miraba furiosa y angustiada desde la lejana terraza, como su hijo era rodeado por 4 enormes cocodrilos, que parecían querer mantenerlo inmovilizado en lo que se acercaba el carruaje, que ya había visto con los binoculares correr por sobre las olas.
Pamela estaba horrorizada ante la posibilidad de que su nuevo novio fuera devorado por los cocodrilos, o peor aún, que fuera secuestrado por la Condesa en aquel siniestro carruaje marino, que cada vez se acercaba más y más, pero se acordó de la única persona que podía salvar a René de aquella situación, la mulata de Córdoba, y volteando hacia todos lados para buscar un lugar en donde dibujar una puerta, lo suficientemente grande como para que ella pasara, corrió hacia la barda de la baranda del malecón, pero buscándose desesperadamente un gis entre sus ropas o tirado por ahí, pues no lo encontró, y tomando la concha puntiaguda de un caracol marino corrió de regreso a la arena, el carruaje ya estaba a unos 20 metros de su novio cuando dibujó el primer trazo, rápidamente hizo los otros 3 trazos, para completar el rectángulo que formaría su puerta, y haciendo un circulito en lo que debería ser la perilla de la puerta, la dio por terminada, para ponerse a golpear la arena con el puño de su mano.
Al mismo tiempo, pero en otro puerto, en Tuxpam Veracruz; Soledad estaba con Érika, entre platicando y ayudándole a hacer su maleta, ya que al otro día sus padres la llevarían a la pensión en Veracruz, porque las clases se reanudaban el lunes, cuando escucharon los insistentes golpes en la puerta dibujada en la pared de su cuarto.
- ¡No sé quién es, pero una de las chicas está en peligro!
Le dice Soledad a Érika, y sin despedirse trató de entrar en la puerta mágica, pero sin lograrlo porque chocó con la pared.
Pamela tocaba insistemente su puerta dibujada en la arena y al no recibir respuesta, entre su desesperación pensó que la puerta no funcionaba porque no le había puesto, ni su letra, ni su número de cuarto, pero hasta ese momento se dio cuenta que ella no tenía, ni letra, ni número de cuarto, porque ella no vivía en la mansión, así que optó por escribir: "PAME" En la arena, pero sin salir del dibujo de la puerta.
En el cuarto de Érika; Soledad por fin pudo saber quién estaba en peligro y había dibujado una puerta mágica pidiendo su ayuda, pero seguía sin poder entrar.
- ¡Es Pamelita! –le dice a Érika. –Al parecer dibujó una puerta en la arena, pero se quedó encima de ella dentro del dibujo, por eso no puedo pasar.
- ¡QUITATE POMELA, QUITATEEE!
Le grita a su amiga angustiada, pero Pamela nunca la pudo escuchar, porque, ni su voz, ni la de la mulata lograban cruzar esa puerta.
- ¡QUITATE PAMELA, QUITATEEE DE LA PUERTA!
Volvieron a gritar las dos a una sola voz, pero esta vez los que las escucharon fueron los hermanos mayores de Érika; Roberto y Rolando Cienfuegos, gemelos de 20 años de edad, que inmediatamente subieron corriendo las escaleras a ver qué es lo que le pasaba a su hermanita, y el por qué estaba gritando.
- ¡Tiene que quitarse de la puerta para que yo pueda pasar! De seguro la dibujó en la playa y está parada encima de ella.
Dice Soledad al ver escurrimientos y bultitos de arena que saltaban de la pared, para esto los hermanos de Érika ya estaban golpeando la puerta de la habitación.
- ¿Estás bien Érika, por qué gritas?
Dice Roberto empezando a patear la puerta, al escuchar a su hermana que volvía a gritarle a alguien que se quitara de la puerta, y de repente, cuando Soledad aún estaba en el cuarto de Érika sin poder ingresar a la puerta mágica, la puerta de su cuarto se abrió bruscamente por causa de una de las patadas de sus hermanos; Soledad únicamente extendió la palma de su mano hacia la puerta del cuarto y el tiempo se detuvo, bueno, no completamente, tan solo se ralentizó, de modo que 1 segundo de Soledad eran 10 segundos de ellos.
Al mismo tiempo y en tiempo real, en Veracruz, el carruaje ya se había estacionado a un par de metros de René, que extrañamente ya no peleaba, ni los cocodrilos intentaban morderlo.
Pamela miraba desesperada como la puerta del carruaje se abría, para mostrar el elegante guante de la Condesa que extendiéndoselo, con un ademán invitaba al muchacho a subirse, y ya desesperada dejó de golpear con los puños la puerta que había dibujado en la arena, quitándose de encima de ella y saliendo del dibujo, para correr hacia su novio que ya caminaba hacia el siniestro carruaje, temeraria brincó sobre los cocodrilos que trataron de morderla sin alcanzarla, y cuando por fin lo alcanzó jalándolo de la cintura, ya René tenía una pierna sobre el estribo, mientras la Condesa le sostenía la mano, en ese momento Soledad surgió de la puerta dibujada en la arena y haciendo un ademán con las manos y los brazos , levantó a los chicos desde lejos, haciéndolos pasar por sobre su cabeza para dejarlos caer bruscamente en la arena.
- ¡ESTA VEZ TAMPOCO TE SALDRAS CON LA TUYA, BLANCA BEATRIZ DEL REAL, LARGATEEE Y NO VUELVAS JAMÀS!
Le dice la mulata haciendo otro movimiento con los brazos, con el cual levantó a los 4 lagartos para aventárselos al carruaje, quienes impactaron con fuerza, pero se diluyeron como si fueran de arena.
- ¡NUNCA PODRÈ DESCANSAR EN PAZ SIN QUE ME PERDONE, Y TODAS USTEDES PAGARÀN POR DESPERTARME AL SUFRIMIENTOOOO!
Le gritó la Condesa y cerrando la puerta del carruaje, el conductor fustigó a los caballos para alejarse, al igual que llegó, por el lado del mar, remontando las olas como si se tratara de un barco, pero no se perdió en la lejanía, desapareció a los pocos segundos de alejarse.
En Tuxpam, el tiempo volvió a su velocidad normal en cuanto Soledad cruzó la puerta mágica; Roberto y Rolando miraron extrañados a Érika que también los miraba, asombrada más que extrañada.
- ¿Qué pasó, quien era esa mujer? Pregunta Roberto todavía buscando con la mirada a aquello que había visto o que creía que había visto.
- ¿Cuál mujer? –le pregunta Érika. -Aquí la única mujer soy yo, y gritaba porque estaba durmiendo y tenía una pesadilla.
- ¿Y esta arena?
Le pregunta Rolando extrañado mientras buscaba a la mujer que él también había visto por todo el cuarto, al ver una considerable cantidad de arena al borde de la pared, que mostraba el dibujo de una puerta y el nombre de PAME, como escrito con arena.
-Es arena que traía en mi short de antier que fuimos a la playa y Pame es una amiga de Veracruz.
Los hermanos se miraron extrañados, porque ellos estaban seguros de que habían visto a una mujer de cabello largo y rizado, pero que en un segundo se desapareció de sus ojos.
Al mismo tiempo en Veracruz; Adelina ya llegaba corriendo a la playa con una escopeta de doble cañón y doble cinturón canana atravesado en el pecho, repleto de cartuchos, como indomable y bella soldadera que acudía a su guerra, a donde Pamela abrazaba emocionada y contenta a René, que aún no salía del aletargamiento que tenía, causado por las malas artes mágicas de la condesa de Malibrán; Soledad la ayudó a levantarlo para llevárselo en hombros a la mansión, mientras doña Adelina los escoltaba blandiendo la escopeta, en el caso de que un cocodrilo apareciera.
-Estará bien, mi niña, lo vamos a poner a dormir y en un par de horas despertará siendo el mismo muchacho alegre de siempre.