Chereads / Faernes / Chapter 15 - El despertar de la flor durmiente

Chapter 15 - El despertar de la flor durmiente

Caía la tarde y Calai disfrutaba su helado, se detuvieron varias veces a refrescarse, para tomar su almuerzo a los pies de un árbol de cerezo y beber de aquellas botellas que Tera había llevado con antelación. Podía ser la una de la tarde y los cielos eran hermosos, sus colores naranjas eran más vivos que los de Helster y la pradera por la que iban era muy hermosa, estaba cubierta de margaritas, tiñendo los pastos verdes con sus blancos colores; de fondo se divisaba el gran mar en el que los cuatro ríos se unían, sus aguas se teñían de naranja.

Ellas estaban ya en Urlis y las grandes montañas se colaban de fondo y se observaba el gran sol esconderse lentamente. Los campos eran rurales ya que, a palabras de Tera, los estados por los que habían pasado eran campesinos ya que las ciudades más urbanizadas estaban más al fondo, internándose tras la gran línea de montañas que pasaba por toda Havila.

––Me alegra mucho tener que ubicarme únicamente en Havila del oeste. La capital es demasiado poblada y no me gusta.

––¿Dónde está la capital?

––La capital está en Havila del este, estas montañas lo dividen así, y créeme, la ciudad central se parece mucho a una colmena.

––¿Porqué?

––Las pocas veces que recuerdo haber ido, pude ver que eran enormes edificios, pero… solo es eso, cada edificio tiene pequeños apartamentos en donde únicamente vive una persona, por eso se me asemeja mucho a una colmena.

––¿Este estado es muy ruidoso?

––No creo, si bien hay ruido, no es tan poblada como la capital.

––¿En dónde viviste cuando estuviste en Havila?

––Fue en este lugar, pero… no en Mérida, viví en un pequeño poblado al este de la ciudad llamado Lanris, era un lugar en donde la minería era una de las fuentes de sustento para sus pobladores. Recuerdo que me daba mucho miedo ver como mi padre se introducía en la oscuridad de esas cavernas, temía que un monstruo le hiciera daño y que no regresara.

––¿Hay monstruos en esas cavernas?

––No lo sé. Pero… no quiero bajar para averiguarlo. Esos son espacios muy cerrados y no soy de las que gustan de ese tipo de lugares. Soy claustrofóbica por así decirlo.

––Yo le temo a los monstruos, no me gustan. Hay incluso criaturas en las tierras de Helster que son feas. Había oído leyendas de un ser encorvado que seducía a las personas y les hacía daño, era… …––Trató de recordar bien su aspecto––. Tenía piel emplumada, uñas largas y muchos dientes afilados… se llamaba el Yilton.

––A mí también me lo comentaron, pero no conocía su aspecto.

––Yo solo espero no encontrarme criaturas semejantes en las tierras bajas, me daría miedo––Sacudió su abanico, el calor la sofocaba.

Los senderos seguían despejados y era a raíz de que las horas de estancamiento, donde los carros permanecían hasta una hora no iniciaban sino hasta pasadas las cinco de la tarde. La ciudad de Mérida asomaba su entrada con pequeñas casas lejanas las unas de las otras. Pero mientras más se adentraban, más podían verse los edificios. El sol caminaba junto con ellas a sus espaldas y de cierta forma era hasta agradable, pese a todo su calor. Al entrar ya de lleno en la ciudad central se dirigieron al mercado de la ciudad que se localizada en su centro, Calai tenía curiosidad, era todo muy similar a la anterior, pero las calles estaban iluminadas de tal forma, que hacían ver totalmente distinta a esa ciudad de la otra, quizá era porque nunca había estado en una de esas ciudades de noche y lo que cuenta siempre es la primera impresión.

Calai estaba tensa, veía una gran concentración de personas, los gritos de los mercaderes le desagradaban y de cierta manera la asustaban. Era como un enorme bazar en el centro de la ciudad, las tiendas eran similares a pequeños puestos de degustación culinaria y podía verse lo que vendían; frutas que no conocía, pescados, arroz, ropa… no faltaba nada.

Tera apenas podía moverse entre el mar de personas, pero al fin logró llegar a una zona despejada, el océano se observaba desde la lejanía y la puesta del sol jugaba tímidamente con las aguas, al lado de ellas había una tienda que se veía casi vacía.

––Iré a comprar unas cosas que necesitamos, solo es una linterna y algunos refrescos, no te alejes, este lugar es muy grande y con una cantidad de personas como la que hay… podrías perderte muy fácil y toparte con una mala persona, se nota a más de un kilómetro que eres extranjera y más de alguno quisiera aprovecharse.

––Yo te puedo dar el dinero.

––Descuida, no es necesario. No te muevas de tu posición.

Calai asintió con la cabeza y se quedó dentro de la carreta, no quería tener problemas y de cierta forma no podía permitírselo. Las personas se observaban felices, le hicieron recordar los momentos que pasaba con su gente, aquellos que le dieron todo el calor y le mostraron que las familias no están ligadas por sangre. Una pequeña niña se acercó donde Calai estaba y ella, con cierta curiosidad la observó por las pequeñas hendijas que tenían los tablones de la carreta. Ella tenía unas orejas de gato y una linda cola que sobresalía tiernamente, podía quizá tener la edad de Calai y parecía estar acompañada de su padre. Este tenía músculos y seguía a su hija que insistentemente le señalaba la tienda que estaba cerca de la carreta. La niña tiraba del brazo de su padre e insistía en entrar. El hombre, con una sonrisa de amabilidad le hizo caso y entraron juntos a la extraña tienda que era atendida por una amable señora; soldados pasaban por las calles, quizá, pensaba Calai, ellos estaban para evitar posibles disturbios. Calai meditaba entre el bullicio del lugar, le costaba, pero trataba de dar coherencia a su curiosidad. ¿Qué necesidad había realmente en ese capricho que estaba cometiendo para ella misma? ¿Era lo correcto? ¿Desde cuándo es malo querer saber sobre el pasado? Pese a todo, la verdad podía ser temible y hasta quizá más oscura de lo que ella se imaginaba, pero… aún con todo ¿por qué su madre la abandonaría? Ella era sana y no tenía ningún defecto.

––Debe de ser esta marca–– Calai quería encontrar un poco de razón en todo lo que estaba pensando, pero cuanto más lo hacía, descubría inconsistencias––. Pero… ¿Es acaso mi marca algo malo? ¿Representará algún mal? Espero que las hadas puedan decirme la verdad.

Muchas personas pasaban y ella trataba de taparse para que no se dieran cuenta que era extranjera, como había dicho Tera, las personas malas podrían hacer acto de presencia y quizá hasta podrían dañarla. Música inundaba el lugar, era muy distinta a la de Helster, más activa y parecía que las notas reflejaban gozo en su cantar, pues los instrumentos parecían pavonearse y era hasta entretenido ya que la música de Helster era más suave y pasiva, incluso no podía reconocer todos los instrumentos puesto que le eran desconocidos, eso le llamaba la atención.

––Este lugar es muy distinto. Hace mucho calor y creo que me voy a derretir, pero Calai: no eres un helado. ¿Podía derretirme si hace mucho calor?

Insectos volaban cerca y zumbaban en su oído, ella agitaba sus manos para ahuyentarlos.

La niña salió de la tienda con su padre, le había comprado un juguete, una muñeca de trapo que lucía vestiduras coloridas y llamativas por lo vivo de sus tonos, eran muy similares a las ropas usadas en Havila. Le hubiera gustado usarlas en un futuro para ir al mar, aunque según palabras de Tera, ella ocupaba solamente un traje de baño y mucho bloqueador. Calai se veía con la piel rojiza por estar expuesta al sol, quizá cuando volviera a Helster llamara aún más la atención por el nuevo color de su piel, aunque según palabras de Calai, ese color de piel no haría contraste con sus ojos y cabellos color armiño. Eran tantas las conversaciones que desarrollaba en su cabeza, chistes y hasta pasatiempos, películas que no había visto y quería ver, era una plática muy entretenida.

Tera llegó tiempo después, apareció entre la multitud con unas bolsas, había conseguido lo que necesitaba y entró con cierta alegría a la parte trasera, no era muy seguidora de estar entre grandes multitudes y menos hacer filas tan largas para comprar, pero las filas no fueron tan extensas.

––Al parecer los precios bajaron un poco desde la última vez que estuve en Havila.

––Me alegra que pudieras comprar lo que necesitabas.

––Si, pero necesito salir de este lugar, hay muchas personas.

––¿Vamos a descansar?

––Aún es muy temprano, podríamos incluso llegar. Tenemos tiempo de sobra ya que donde nos dirigimos solo distan quince minutos.

––Pero tenemos incluso que llegar a donde viven las hadas.

––Creo que Celgris nos dijo que una vez abajo, la ciudad de las hadas quedaba cerca. Podríamos llegar incluso anocheciendo. ¿Qué opinas?

Calai se puso a meditar en aquella propuesta, estaban cerca y de cierta manera podrían obtener un sitio cómodo para dormir.

––Creo que podríamos hacerlo.

––Correcto, no pienso que vayamos a tardar un día entero en llegar a la ciudad de las hadas.

Las dos se pusieron en marcha, abriéndose un espacio entre la multitud y tratando de alejarse del ajetreo de aquella ciudad. El cielo se estaba tiñendo completamente de los colores naranjas que adornaban cálidamente cual cuadro de pintor y su puesta de sol era hermosa. Los edificios de apartamentos se perfilaban y por las calles pasaban muchos autobuses, los de esa ciudad eran diferentes, sus dos pisos y su parte superior sin techo llamaba poderosamente la atención a Calai, quería montarse en uno de ellos, aunque sus bocinas eran muy ruidosas y lo que ellas querían en ese momento, era salir de la ciudad en busca de silencio.

Con dificultad lograron empezar su objetivo y fueron dejando de lado las grandes masas para pasar a lugares en donde transitaban pocas personas. Tera quiso despejar un poco a Calai, por eso tomó su radio y trató de sintonizar alguna emisora de música que fuera relajante y pudiera hacerles de guía en su viaje.

Los edificios empezaron a variar de tamaño y ya no eran tan imponentes como los anteriores, los carros pasaban de vez en cuando por las calles y de cierta manera era apacible sentir el silencio que perduraba por unas leves facciones de tiempo. Jardines con girasoles adornaban los parques, había familias comiendo tranquilamente, otras jugando y las demás pasando el tiempo en compañía.

Al salir de la ciudad se encaminaron a un sendero que llevaba al bosque de las cigarras, el mapa indicaba que ahí estaba la entrada, aunque lo que ellas desconocían es que había más entradas hacia las tierras inferiores de las que ellas imaginaban, aunque muchas de aquellas entradas quizá estaban selladas y probablemente las culpables de eso habrían sido las mismas hadas.

El camino tenía señales de alerta, aquel bosque era muy denso y muchas personas se habían perdido entre sus traicioneros confines, ya que cual canto de sirena, atraía a muchas personas, pero eran tan confusas sus sendas, que tan solo salirse unos pocos metros del camino podría significar que eras un cadáver más que sería arrullado hasta la muerte por las cigarras. El mapa, les indicaba que debían abandonar el camino cuando llegaran al claro, el bosque era apacible y las cigarras cantaban entre el follaje de aquellos tupidos árboles que impedían casi en su totalidad a los rayos solares besar las tierras.

––¿Por qué si este lugar es tan peligroso sigue abierto?

––Eso es debido a que en este lugar hay que tener mucho respeto.

––¿Porqué?

––Ya que… muchas personas vienen hasta este lugar para quitarse la vida.

––¿Por qué alguien querría quitarse la vida?

––No lo sé Calai–– La observó con un poco de tristeza––, no lo sé. Hay personas que por ciertos motivos no quieren seguir viviendo.

Una pareja de conejos pasó rápidamente entre ellas y eso las sobresaltó un poco, pues no los distinguieron claramente. Las flores eran hermosas y despedían fragancias dulces, abejas se escuchaban desde la lejanía y pequeñas plantas de menta crecían tímidamente entre los senderos. Al llegar al claro, se desviaron hacia la izquierda, internándose más en el bosque y saliendo de los senderos trazados para que nadie se perdiera. Las rocas tardaban su camino y los troncos dificultaban su movilidad. Su silencio era apacible y el ajetreo de la ciudad fue cambiado por leves tonadas que producía el maestro musical de aquel silencio, tonadas mudas que subían entre las copas y que solo eran acompañadas cuando lloraban las cigarras y dejaban caer sus lágrimas en los suelos fértiles que incitaban el nacimiento de las flores que adornaban las peligrosas sendas por las cuales ambas se movían.

Los rayos del sol formaban telarañas en algunas partes del sendero y por la luz de sus rayos podían verse pequeñas mariposas como de oro, sus alas resplandecían ante la luz naranja del sol que destilaba todo ese calor amoroso con el cual abrazaba los pequeños fragmentos de tierra que llegaba a tocar suavemente, como si de una amante se tratara.

El mapa las llevó a internarse en el corazón de aquel bosque y en determinado momento se detuvieron, pues los senderos trazados se detenían en un punto con el símbolo que les había dicho Celgris. En aquel lugar debía encontrarse una cueva que las llevara hasta las profundidades de las tierras y las dejara acceder a los niveles inferiores. Buscaron bien y transcurrido un buen tiempo, Tera observó que en uno de los árboles se dibujaba un símbolo muy similar al del mapa, estaba un poco dañado por el paso del tiempo, pero era visible con la señal que estaba advertida por Celgris.

––Calai.

––¿Qué sucede Tera?

––¿Por qué crees que las hadas no han subido a las tierras superiores?

––No lo sé, supongo que tuvo que pasar algo extraño.

––No sé lo que pasó, pero esto es un tanto extraño, quizá las hadas nos digan lo que sucedió.

––Eso esperaría. ¿Por qué?

––Porque no creo que las hadas hayan decidido no subir por las buenas, algo más debe haber pasado, algo más lejos de lo que nos contaron los reyes y reinas.

Guiadas por el símbolo, pudieron ver que, a lo lejos, camuflada, había lo que parecía ser una cueva, con mucho moho en sus alrededores y enredaderas que la ocultaban bastante bien entre el follaje de los árboles.

Con bastante cautela se adentraron en la cueva, Tera encendió la linterna que había comprado.

––Calai, necesito que sujetes esto mientras yo conduzco a Brisa sendero abajo.

––Está bien. Solo baja con cuidado, el suelo se ve un poco resbaloso.

––Tranquila, seré cuidadosa.

De la cueva emergía un fuerte olor a rancia humedad, las rocas parecían un poco filosas y advirtieron sabandijas que huían de la luz. Observaron murciélagos que dormían colgados de los techos de dicho lugar y ellas no querían tan siquiera despertarlos, menos Calai, que aun sin saber que eran esas cosas, no tenía intención de averiguarlo. Algunas rocas destilaban pequeñas luces, eran las gemas internas que tenían y relucían a la luz de la linterna.

El descenso se hacía cada vez más largo y ellas no podían ver el final del mismo, la oscuridad a su alrededor era más envolvente, como si de un manto se tratara y sus leves susurros sepulcrales sacudía los nervios de ambas, erizándoles la piel y dejando ver un poco de tensión en sus rostros. La luz de la entrada no se divisaba y el sentimiento de incertidumbre aumentaba en ellas, incluso Brisa parecía tener nerviosismo en su andar, ya que los animales tenían sentidos más sensibles que los humanos.

Tras un descenso que fue casi eterno, el suelo se tornó recto, habían descendido por lo menos durante quince minutos, un pequeño riachuelo deslizaba sus aguas por aquella caverna, esa pequeña vertiente alimentaba el lugar como la sangre en las venas de los seres humanos. Algunos murciélagos volaban y esto produjo que Calai gritara, se había asustado y todo fue por alumbrar hacia los cielos de la caverna. El camino terminaba en un callejón sin salida, había una enorme pared en la que se observaba un símbolo grabado en una lengua que ellas desconocían totalmente, pero vieron el pequeño espacio que tenía la forma del collar que Celgris les había dicho. Tera se bajó con cierto cuidado; Calai alumbraba con la poderosa luz de aquella linterna mientras Tera se acercaba para poner el dicho artilugio en ese pequeño espacio. Con bastante cuidado lo colocó en su sitio y pronunció la palabra que le había dicho Celgris.

––¡Aunshka!

La pronunciación no fue siquiera buena, pero el cómo lo hicieran no importaba. Su voz retumbó a manera de eco por todo el lugar, el sonido del agua seguía con su canción.

Esperaron un tiempo. Empezaban a perder la esperanza y creyeron que quizá la entrada estaba averiada.

El símbolo se movió.

Calai y Tera observaron casi instintivamente, aquel grabado empezó a dar vueltas y lentamente emanó de él una energía azul que parecía tener como motor el collar, esta empezó a cobrar fuerza. Calai se asustó y Tera no se movió en lo absoluto. La energía empezó a envolver a Tera, a Calai y a toda la carreta junto con Brisa, el caballo tornó a relinchar y dar coces, sacudiendo a Calai junto con las cosas que llevaban, la situación era extraña. Calai ya no temía, pues de la fuente de energía brillaban pequeñas luces que eran similares a estrellas. La energía las envolvió por completo con bastante suavidad, las levantó del suelo. Tera y Calai mostraban asombro y alegría. La energía las desapareció…

El símbolo dejó de girar.

Ambas se vieron envueltas bajo una especie de manto que empezaba a descender a una velocidad considerable, pero ellas no sentían la fuerza de la gravedad, aquella energía las tenía suspendidas y nada parecía pasarles, era como si la gravedad no hiciera estragos en sus cuerpos ya que los cabellos de Calai y los cabellos de Tera se mantenían flotando. Calai sentía emoción mezclada enfermizamente con el miedo, mientras que Tera sentía una curiosidad que le quemaba el alma.

Ellas no sabían lo que estaba pasando, pero de repente y sin previo aviso, se golpearon contra el suelo, la carreta se estremeció, la energía dejó de envolverlas y cayeron golpeándose, pero, por alguna razón no se hicieron daño, era como si la energía todavía las protegiera.

Sus cabezas daban tumbos y su vista se aclaró para ver mejor en donde estaban. Era una cueva muy pequeña, apenas había una lámpara y un cajón que hacía de mesa en la que había dos retratos enmarcados, quizá Celgris habría llevado todas esas cosas para poder tener un lugar en donde guardarlas cuando bajara y requiriera ropa u otros objetos. Tera se levantó con cierta dificultad, observó a sus espaldas y pudo ver el símbolo de la pared, el collar estaba en el suelo y ella lo recogió con cuidado, Calai se bajó de la carreta y caminó hacia el cajón en donde estaban los dos retratos, tenía curiosidad y quería ver más a fondo el pequeño lugar en el que se encontraban. Observó detenidamente, en los dos estaba un Celgris más joven, parecía incluso más feliz, a su lado, en el retrato de la izquierda había un hada que parecía estar abrazada a él, era muy linda y sus cabellos estaban dibujados de una manera muy cuidadosa, en el de la derecha había lo que parecía ser una niña más pequeña.

––¿Quiénes crees que sean ellas? ––Le mostró los retratos a Tera.

––No lo sé, quizá amigas de Celgris.

––Una pregunta más que les deberé hacer a las hadas… supongo.

Tera observó que la cueva estaba sellada, pero observó la misma abertura por la que había introducido el talismán y guiada más por la corazonada que por la razón lo introdujo. La puerta se estremeció y se abrió suavemente, por fuera de la cueva, los rayos del sol ya no brillaban y parecía ser de noche

––Creo que por fin llegamos, pero… ¿Por qué es de noche? Solo tardamos como tres minutos en descender.

––Quizá para nosotras fue rápido porque estábamos envueltas en esa energía.

––Espero que las hadas puedan explicarnos eso también.

––Creo que les tenemos más preguntas de las que ellas podrían imaginarse––Calai tenía un poco de dudas ya que Celgris les había advertido que en las noches no era seguro andar por las tierras bajas, las criaturas de esos lugares no eran precisamente amigables.

––¿Nos ponemos en marcha?

Calai asintió.

––¿Dónde está el mapa?

Calai lo tomó y se lo entregó a Tera, ella lo observó y recordando las palabras de Celgris trató de repetir la frase que estaba apuntada en el mapa.

––¡Fleuris!

Nuevamente su pronunciación fue pésima, pero tuvo muchos éxitos, pues el mapa empezó a borrarse y en cambio, como si alguien estuviera dibujando aquello, aparecieron distintos lugares, un gran mar y tierras con nombres que ella desconocía, se bordó lentamente en el mapa un camino rojo hacia un lugar que si era lo que ella pensaba: el reino de las hadas.

Salieron de la cueva con cautela, hacia un pequeño bosque que la rodeaba, los árboles eran muy similares a los de Havila, no había animales cerca y tampoco insectos, solo el silencio las acompañaba. Calai alumbraba tímidamente los senderos mientras Tera se abría paso entre la maleza color musgo. Al salir de ese pequeño lugar, Calai tomó el mapa y empezó a hacer de guía en aquel lugar, las dos lunas se mantenían en el firmamento y la temperatura descendió considerablemente, aunque era una noche cálida. Calai estornudó.

Ambas sentían intranquilidad, aunque la curiosidad predominaba. Se ubicaron en lo que parecía ser una laguna, a sus espaldas y a su derecha tenían un bosque más profundo y el sonido del agua era nuevamente relajante, el mapa las había llevado por aquel sendero, sacándolas del pequeño bosque y ofreciéndoles un camino un tanto largo, pero sin muchos obstáculos. Tera se detuvo un momento, habían recorrido ya un buen trozo, aunque no era siquiera la mitad y aquella costa era muy grande, probablemente la más grande que Calai y Tera habían visto. Pequeñas flores flotaban por aquellas aguas, ellas no conocían qué tipo de flores eran esas, pero si podían ver que iluminaban las aguas con una luz verde que hacía de lámparas acuáticas, como luciérnagas.

––¿Por qué nos detuvimos?

––¿Falta mucho para llegar al cruce del cual Celgris nos había comentado?

––Si, no vamos por la mitad, pero mantenemos buen ritmo… no duraremos mucho Tera–– Estornudó fuertemente––. Aquí hay algo que me está haciendo carraspear.

Tera se acercó hacia el agua y la probó para comprobar si era dulce y potable. Y, sí lo eran…

––Brisa no ha bebido agua en un buen tiempo, desde que paramos en la fonda para almorzar, debe tener mucha sed. Tranquila, será rápido.

Condujo a Brisa hasta las aguas y dejó que el animal bebiera plácidamente de aquel líquido cristalino. Calai tosió y el sonido rebotó por todo el lugar.

Dentro del bosque se podían ver pequeñas luces, quizá eran de insectos, aunque Calai no iría nunca a comprobar que eran esas cosas, podrían hacerle daño y teniendo en cuenta lo que les había dicho Celgris, quizá hasta una sencilla mosca podría matarlas, no sabía si incluso encontrarían animales más grandes y peligrosos de los cuales no podía siquiera concebir en su mente. Todo estaba callado y silencioso, no quería producir ningún ruido que fuese a romper la fina calma que moraba en el ambiente, aunque ese mismo silencio, a la larga era estresante y hasta aterrador, una mezcla un tanto extraña de emociones por las que ambas estaban pasando. Calai dio unos cuantos estornudos más.

Tera observaba la laguna con cierto encanto, no había nada similar en las tierras superiores y aquello la fascinaba, podía ver pequeños peces extraños. Había un pilar antiguo que se asomaba por fuera del agua y llevaba grabados de la lengua más antigua de las hadas. Estrujó el collar de su padre con fuerza.

Unas ramas crujieron. Calai volvió a estornudar.

El caballo dejó de beber, Tera acarició sus crines y besó la frente de Brisa. Calai se guio por el sonido de las ramas, le pareció extraño y se sintió observada.

Las ramas crujieron con más frecuencia. Calai observó detenidamente el lugar del cual provenía aquel sonido e hizo algo un tanto torpe, apuntó con la linterna.

La luz disipó las sombras y ahí fue cuando los pudo ver, eran seres de caras alargadas, brazos largos con uñas afiladas y delgadas color negro, una hilera de dientes filosos y ojos penetrantes, su color era verduzco y parecían estar en manada. Calai tembló, la linterna también en su mano se sacudía.

––T… Tera––Musitó.

Tera volteó su rostro y vio lo que Calai estaba alumbrando, aquellos seres se acercaban lentamente, haciendo crujir las ramas. Aparecieron más desde dentro del bosque, para formar un grupo de quizá quince de ellos.

––Calai, súbete lentamente.

Su corazón se detuvo, estrujó con fuerzas el collar y con lentitud y sin dejar de ver a aquellos seres se subió a la carreta.

Tera, se apresuró tomando las riendas de Brisa. Los seres, al ver ese brusco movimiento produjeron un alarido que provocó que algunas aves se alejaran volando fuera del bosque. Corrían en cuatro patas a gran velocidad, Tera no perdió el tiempo y sacudió las riendas, Brisa corrió veloz. Calai temblaba mientras aquellos seres de la noche las perseguían. La tierra salía desprendida de las ruedas de la carreta, el corazón de Tera galopó también en su pecho, el mapa salió volado y Calai no pudo agarrarlo, no podía soltar de sus manos la linterna.

La adrenalina brotó de sus cuerpos y ambas solo podían rezar para llegar donde se encontraban las hadas y pedirles socorro. El viento sacudía violentamente las crines de Brisa y los cabellos de Tera se movían con furia, rocas salían desprendidas de la tierra mientras los seres se acercaban lentamente a la carreta. La forma de correr de esos seres era extraña, perturbadora y hasta lúgubre.

––¡Calai!

Calai seguía perdida, observándolos desde atrás.

––¡CALAI!

Logró que ella volviera y la observó con miedo.

––¿¡Donde está el mapa!?

Ella hizo el intento de buscar, pero el mapa no estaba, los seres gritaban y corrían como leones hambrientos, el viento aullaba de forma fúnebre y se acercaban al cruce, algunos de esos casi alcanzaban a Tera y se situaron a la derecha, uno de ellos saltó y con sus garras trató de dañar las ruedas inútilmente. El viento azotaba cual látigo la piel de Calai, ella temblaba y pequeñas lágrimas salían de sus ojos, la carreta se sacudía violentamente y Tera, no pudo tomar el camino que les había dicho Celgris, pues aquellos se situaron a la derecha y a una distancia muy cercana. La noche cantaba la balada de la muerte y Tera trataba de mantenerse en aquel sendero que se reducía. Algunos de aquellos seres tomaron el camino derecho que era un poco más elevado.

––¡Maldición! ¡Maldición!

Calai seguía en un estado un tanto petrificado.

––¡Calai, necesito que me alumbres el camino! ¡Rápido!

Calai trató de moverse, aunque le costó un poco, no quería darles la espalda a esas cosas y ponerse a pensar en que podrían hacerle daño. Con dificultad se dio la vuelta y empezó a alumbrar el camino; empezaba a tornarse más sinuoso y angosto.

Ambas sudaban frio y las respiraciones eran muy rápidas, sus corazones bombeaban y retumbaban con demasiada fuerza y los látigos del viento hacían lentamente estragos en su piel.

El sendero las llevó por una curva que desembocaba en un barranco un tanto profundo y a su derecha desde hacía ya tiempo se formaba una pared que en su punto más alto contenía árboles.

––¡Maldición! ¡No puedo perderlos! ¡Demonios!

Uno de ellos se acercó peligrosamente hacia Tera por la izquierda, ella agarró lo primero que pudo y se lo arrojó, haciéndole perder el equilibrio y caer en el barranco, su golpe resonó fuerte. Tera aumentó la velocidad golpeando con más fuerza las riendas de Brisa que corría lo que le permitían sus patas, ya que también sentía el peligro que los rodeaba, podía sentir como la mano de la muerte extendía sobre ellas su palma.

La carreta se sacudía con violencia y Calai junto con ella, golpeándose y ganando moretones. Desde lo alto y a la derecha, saltó uno de esos seres y fue a por Tera, ella trató de esquivarlo, este intentaba herirla con sus uñas, pero falló y cayó directamente hacia el vacío. Tera se había movido un poco hacia la derecha y la carreta golpeó las piedras molidas del camino produciendo que la tela que forraba el techo se rasgara. Calai observó a Tera, ella parecía seguir erguida.

––Estuvo cer…

Perdió fuerzas, observó su pecho, sangre goteaba y sus fuerzas se desvanecieron. Soltó las riendas de Brisa y se desplomó hacia un lado, produciendo que la carreta danzara alegremente hacia el barranco.

Aquél ser le produjo una cortada muy profunda y perdió el equilibrio. Tomó con fuerza el collar que le había dado su padre.

––Maldición… ––Musitó.

La carreta cayó por ese barranco, cayó al vacío. Se hizo pedazos, Calai rodó entre la madera, pegó su brazo izquierdo contra una roca y se rompió la muñeca, las ruedas salieron disparadas, Brisa rodaba y Tera se golpeó las costillas con un gran tronco, quizá se rompió algunas. El temor se mezclaba con la angustia de querer salir lo más rápido que pudieran de ese lugar, pero no tenían cómo. El dolor empezaba a tocar la puerta y llevaba sus presentes con gozo, como un niño lleva alegre un dibujo a su madre. Rodaron colina abajo, chocando contra las rocas y las ramas hasta que llegaron al suelo. Calai estaba golpeada y cortada, el brazo izquierdo se le hinchó y el dolor agudo empezó a penetrar su alma, Tera a cómo pudo se dio la vuelta, sus vestidos se mancharon con su sangre, pero pese a la caída nunca soltó lo que le había regalado su padre, no podía moverse, no podía pararse, la caída le hizo mucho daño.

Calai, se sentó y se apoyó en la roca del abismo, tenía en su pierna un trozo de madera incrustado y sus vestidos blancos empezaron a enrojecer, lágrimas escapaban de sus ojos. De su boca salían pequeños hilos de sangre de la herida.

Tera sollozó.

––Perdón, perdóname padre. No quise ser tan mala hija, no pude… lograr lo que te prometí. Perdón–– Observó los cielos––. Qu… qué estupidez como llegué a terminar. Supongo que todo en esta vida se paga… ma… maldición.

El caballo de Tera estaba en el suelo, inconsciente, al igual que ella.

Calai tenía la mirada perdida, empezó a escuchar levemente a esas cosas acercarse. Lloraba por el dolor y sentía como el hierro mezclaba su sabor con el de su saliva, todo su cuerpo ardía en dolor y su sangre empezaba a manchar la tierra. Cerró sus ojos y para cuando los volvió a abrir esas cosas las habían rodeado, murmuraban y parecían agitados por la persecución.

Se desmayó. Una de sus lágrimas impactó el suelo

"Cayó una gota y las aguas de los suelos negros se turbaron. Calai no sabía en donde estaba, pero era un espacio negro, no había nada a excepción de dos luces, una de ellas estaba posada sobre ella y la otra sobre un ser de aspecto hermoso que lucía unas alas magníficas y su rostro no era visible, sus vestiduras eran blancas y desprendía un aura de divinidad.

Estaba confusa, asustada y con un sentimiento extraño cual nunca antes había sentido.

––¿Dónde estoy?

––Si a lo que te refieres es a la muerte, lamento decepcionarte, pero sigues viva.

––¿Qué es este lugar?

––No lo sé, no es mío este sitio–– Su voz era dulce y envolvente.

––¿Quién eres?

––¿Quién eres?

––Yo soy Calai.

––¿Por qué estás aquí?

––No lo sé.

––Estás a punto de morir, tu amiga aún sigue con vida, pero luego de que esas cosas te maten irán por ella.

––Yo no puedo ayudarla… nunca he podido ayudarla.

––Yo creo que sí puedes.

––No tengo nada para hacerlo.

––Y… ¿qué pasaría si te dijera que hay una forma?

––¿La hay?

––Desde luego… pero, todo tiene un precio.

––¿Qué debo hacer?

La mujer le regaló una risa.

––No es la primera vez que te doy mi ayuda.

––¿A qué te… refieres?

Cayó una gota y resonó por todo ese lugar.

––Cuando ese edificio se desplomó, te di un poco de mi poder para salvar tu miserable existencia y puedo volver a hacerlo. Pero… no trabajo gratis dulzura.

––¿Qué quieres de mí? No puedo darte nada.

––Yo creo que tienes más de lo que ocupo.

––¿Qué es?

––Te ayudaré a liberar tu poder, pero… a cambio… … Quiero tu alma. Te arrastraré a mi dolor y desesperación, compartirás mis vendas y mis cadenas, seremos una.

––N… no entiendo.

––Las arenas del tiempo corren en tu contra, si no tomas una decisión… tu amiga morirá.

––Pero…

––¿Quieres mi poder?

Calai observó los suelos.

––¿Cómo puedes ayudarme? Para empezar, no te conozco.

––Yo si te conozco bien, sé lo que te gusta y lo que detestas, lo que haces en las noches, como te bañas, lo que vistes y sus marcas, lo que comes, cómo y porqué actúas de la manera en que actúas. Sé de tus pasatiempos y tus miedos más profundos, tus pensamientos y sueños, además… se el mal genio que llevas dentro–– Acarició su mentón con dulzura––. Entonces… ¿tenemos un trato?"

Uno de esos seres hundió con fuerza y con un golpe rápido su uña afilada en el pecho de Calai, la niña vomitó un poco de sangre y tenía la vista perdida, se había desmayado con los ojos abiertos. Pero… algo pasó, algo que no supo qué era.

Al introducir su afilada uña para atravesar el corazón, hubo algo que no permitió que la bestia alcanzara su objetivo, algo había que lo estaba impidiendo. De la herida empezó a emanar una energía morada, la niña destiló un aura carmesí y el ser iracundo retrocedió, asustado.

Calai se elevó lentamente por los cielos mientras la energía la envolvía completamente.

"–Entonces… ¿Tenemos un trato?

Calai dudó unos instantes, las palabras de esa mujer eran miel que se desprendía de sus labios y envolvían con la misma facilidad que lo hacía una serpiente para matar.

–De acuerdo–Calai le dio la mano a la joven.

–Perfecto, es tu funeral… disfrútalo, ya que de ahora en adelante… seremos una en cuerpo y alma"

El viento soplaba con fuerza, Calai seguía suspendida, consumida por aquella energía que parecía asfixiarla. Lentamente fue descendiendo y mientras lo hacía, los monstruos retrocedieron lentamente. El aura empezó a hacerse más intensa e invadió el ambiente, la energía se disolvía y se pudo ver claramente a Calai, llevaba las mismas ropas, sucias y destrozadas por los golpes, ensangrentadas pero… de su espalda habían brotado alas que no tenían forma específica, estaban hechas de la misma energía que había emanado, el trozo de madera que tenía clavado en la pierna ardió hasta convertirse en polvo, sus cabellos seguían igual, aunque ahora tenía un largo mechón color rojo sangre y… al abrir sus ojos uno de ellos ya no era el mismo, el izquierdo era rojo. Tenía exactamente todos y cada uno de los golpes que se había hecho, pero parecía no importarle en lo absoluto.

Empezó a caminar lentamente.

––Estoy un poco aburrida… saben.

Caminaba torpemente, tambaleándose como si estuviera moribunda.

––Quiero que sigamos jugando, pero… quiero cambiar las reglas del juego.

Uno de ellos corrió a su encuentro y trató de herirla, pero Calai levantó su brazo y un sello negro el cual tenía grabados demoníacos apareció, Calai movió ligeramente su brazo derecho y este sello lo cortó a la mitad como si de mantequilla se tratara. El símbolo que llevaba en forma de flor de loto se abrió, todos sus pétalos ardieron en llamas y se pudo ver algo, ahora llevaba un símbolo de dos soles, uno negro y otro blanco.

––Esta vez… yo voy a ser el cazador–– Dio una risa infantil muy tétrica y los observó con una mirada retadora y carente de cordura.

Calai se sentía distinta, más liviana y mucho más sensible, el dolor de su muñeca se había agudizado, pero no era algo que le preocupara.

Siguió caminando, tambaleándose torpemente y de forma tétrica e infantil.

Los monstruos se lanzaron hacia ella, pero Calai empezó a volar, reía de vez en cuando, alzó su mano y apuntó hacia uno de ellos, del sello emanaba un aura carmesí y no dudó en disparar contra ellos unas llamaradas que terminaron por reducir a polvo algunos árboles, muchos de esos seres huyeron hacia distintos lugares, lejos de las llamaradas. Uno trató de llevarse a Tera, pero ella descendió rápidamente y se acercó a él.

––No recuerdo que ella estuviera jugando… sin embargo, nosotros sí.

Trató de atacarla, pero al intentar ponerle un dedo encima, un sello apareció y lo consumió en llamas hasta que sus cenizas se esparcieron con el viento. Otro de ellos estaba cerca de Brisa, apuntó y trató de matarlo, pero para su mala suerte le atinó al caballo ya que la sombra se corrió y logró con bastante suerte esquivarlo. Aquel animal empezó a gritar y relinchar con fuerza mientras las llamas lo quemaban vivo de una manera muy violenta y cruel y se desprendía de sus huesos la carne hasta quizá, reducirlo a solo cenizas.

––Demonios, supongo que nos tendremos que devolver a pie. Maldición.

Calai se volteó, todos los demás seres empezaron a huir, ya que vieron que, si se quedaban, todos morirían.

––¿Ahora jugamos al escondite? ––Los contempló con esos ojos que penetraban entre la negrura del bosque apenas alumbrada por el nacimiento del fuego que ella había creado y se esparcía––. Bien, yo los busco. Contaré hasta diez.

Ellos intentaban escapar.

––Uno.

El aura los seguía a todo lado.

––Dos.

Las ramas empezaron a estorbar el paso.

––Tres.

Calai empezó a sacudir sus alas y a levantarse de los suelos.

––Cuatro.

Fijó su vista en sus siguientes víctimas.

––Cinco.

Todo su cuerpo estaba sumamente sensible.

––Seis.

Algunos se ocultaron en los arbustos.

––Siete.

El corazón de esos seres empezaba a latir con más fuerza.

––Ocho.

La voz de Calai resonaba por todo el lugar.

––Nueve.

Apuntó con su mano y sacó un sello de gran tamaño.

––… … Diez.

Voló a gran velocidad y le tomó menos de lo pensado alcanzar al primero, lo consumió en llamas, los árboles que ella rozaba también ardían en negros llamarones ocasionando un incendio forestal de gran magnitud. Buscó a los otros y los fue eliminando uno a uno, todos quemados bajo el poder de su mano, la risa infantil de Calai retumbaba cual taladro en sus oídos.

––Salgan, salgan donde quiera que estén–– Le parecía agradable cantar aquella frase.

Se volteó y vio que uno intentaba escapar, creó otro sello y de este salió un rayo que le partió el pecho en dos y lo pulverizó hasta la muerte. El fuego ardía mientras que la muerte se pavoneaba por aquel incendio, danzando con la sangre al son de la balada que Calai estaba orquestando para ellas aquella noche.

Calai observó mejor a su alrededor, solo podía ver fuego y no lograba encontrar a los demás; si es que llegaban a quedar algunos.

––Aún tengo la sensación de que algunos viven. Pero que dilema… ya sé, volaré todo este lugar, detonando sus miserables existencias.

Calai elevó su mano izquierda a los cielos y creó un sello del cual emergió una esfera de fuego negro, esta fue creciendo más y más, dentro de poco, nada de ese lugar quedaría en pie. Aurora paseaba por los cielos cuando vio aquella escena, la esfera seguía y seguía creciendo y Calai parecía no percatarse de que aquella esfera iba a asesinar a Tera.

––Conque utilizando magia negra, este día no hace sino mejorar.

Calai regaló una sonrisa.

––Los veré en el infierno–– La voz de ella resonaba entre todos los muertos, ya había terminado de matarlo …

Calai estaba a punto de lanzarla, pero… perdió el conocimiento, se desmayó nuevamente y la esfera salió disparada hacia los cielos, Aurora se movilizó rápidamente y aun montada sobre su nube, la detuvo con un solo dedo, un símbolo celeste apareció y ella se quedó observando todo lo ocurrido.

––Esta magia es muy peligrosa. Celestia… ¿Qué fue lo que hiciste? Para iniciar… ¿cómo diablos ella fue capaz de liberar tanta cantidad de golpe? Eso sin duda le dejará secuelas muy graves. Esto es magia de invocación tipo naer… pero, irradia un aura muy densa y oscura–– Observó a Calai––. ¿Qué demonios eres?

Lanzó la esfera hacia los cielos y esta explotó con un gran estruendo que hizo que se sacudieran las aguas y la tierra con bastante fuerza.

––¿No sé cómo llegaron hasta este lugar? Pero tienen mucha suerte si siguen vivas. Consideren que son afortunadas si las hadas llegan pronto. De lo contrario, el fuego las va a matar.

En el reino de las hadas aquel estruendo se pudo escuchar y divisar claramente. Algunas llegaron a la sala del trono.

––Mi reina, hay un gran estruendo, puede ser quizá un disturbio o un ataque.

––Manden a las hadas de élite a investigar, no podemos permitir que algo trate de hacer daño a nuestros dominios…

––Si mi señora

Nota del autor: No olviden compartir para que esta historia llegue a más personas, también en dejar su opinión, eso me ayuda bastante.