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Chapter 16 - La niña y la muerte

Las puertas se abrieron y las dos camillas entraron entre la inmaculada sala la cual estaba alumbrada por aquellas luces blancas que hacían juego con el lugar.

Tera recuperó la conciencia, se sentía extraña, adolorida y confusa. Podía sentir el movimiento de la cama al ser trasladada a una sala de emergencia. Las luces que colgaban del techo molestaron su vista mientras que podía escuchar a unas mujeres hablar en una lengua que ella desconocía, aunque no comprendía si todo eso era producto de que se estaba despertando ya que muchas veces había tenido las mismas sensaciones.

Sus ojos empezaron a aclarar las luces levemente mientras que podía ver con mayor claridad aquellas siluetas que se movían junto con ella, el dolor la penetraba y su pecho ardía, podía ver que había sangre concentrada en esa parte y se asustó un poco al ver toda esa escena. Una de las hadas le tocó la cara para ver si llegaba a tener fiebre.

Había un sonido entre todo eso que podía distinguir, no eran las hadas puesto que sus gritos eran distintos, parecía que discutían con cierta fuerza y no eran gritos meramente frenéticos. Desvió su mirada a su derecha y pudo verla, comprendió de donde nacían dichos sonidos.

Calai estaba gritando, se retorcía y parecía estar desnuda mientras muchas hadas trataban de diagnosticarla. Se revolcaba entre la camilla y lloraba fuertemente, más, algo la sorprendió; Calai estaba llorando sangre, a su vez que expulsaba sangre por sus oídos, nariz y boca al punto enfermizo de teñir sus cabellos blancos de aquél rojo. Vomitó sangre y esta se esparció por su cara mientras que de su entrepierna salía aquél líquido, sus poros emanaban pequeñas gotas rojizas y tenía quemaduras en su boca, manos y muchas partes de su cuerpo.

Entraron a la sala, Tera estaba preocupada por su amiga, aunque no comprendía muchas de las cosas. Las hadas estaban entorno a ambas, pero había una mayor concentración con Calai.

––¡Traigan a Elga!

––¿¡Cómo se encuentra la paciente!?

––¡Un brazo roto, un trauma en su pierna, quemaduras de segundo grado en muchas partes de su cuerpo, algo la atravesó en el pecho, golpes y raspones en su torso, brazos, cara y piernas, tiene quemaduras internas en su corazón, pulmones, hígado, páncreas, riñón izquierdo, útero e intestino delgado! Está pendiendo de un hilo, necesitamos controlar ese sello. ¡No creo que podamos salvarla!

––¿¡Ya llamaron a la selladora Elga!?

––Ella está en camino.

––¿Cómo una niña pudo terminar así?

––No tengo idea, pero no pienso darla por muerta.

––¿Cómo está la otra?

––Dos costillas rotas, golpes y rasguños en todo su cuerpo y una cortada en diagonal en su pecho. Vivirá… si es lo que te preguntas.

Las hadas le colocaron un tanque de oxígeno a Calai, le estaba costando respirar y la sangre que estaba llorando empezó a manchar la almohada y sus cabellos.

––¡Ya llegó la selladora Elga!

––Gracias a los dioses.

Elga se adentró a la sala, estaba agitada ya que tuvo que llegar de la manera más rápida posible. Observó a ambas, tanto Calai como Tera que estaban en las camillas y las hadas le señalaron a Calai.

––¿Dónde las encontraron? ––Extendió sus manos y con su magia de invocación tipo rastrif creó un sello.

––Estaban en medio de un incendio, no sabemos lo que pasó, pero… una de ellas puede usar magia.

Elga usó su magia para sellar el sello de Calai, la energía que emanaba de la niña empezó a teñir la atmósfera de una tonalidad roja y Elga liberó más los puntos de Aura, haciendo que el sello que había creado creciera más ya que la energía de Calai estaba empezado a frenar el sello que Elga había creado. El hada empezó a ejercer más presión hasta que logró que la energía de la niña cediera ante la suya, sellando todos sus puntos de aura y negándole el uso de la magia. Pese a todo, Calai seguía retorciéndose del dolor y sangraba por todos sus poros.

––Ese sello la podría mantener con vida, el resto depende de ustedes. Pero yo no puedo hacer más.

––Ahora si podemos suturar las heridas.

––¿Por qué no lo habían hecho antes? ––Elga tuvo curiosidad

Calai tosió sangre.

––Sencillo–– Le mostró un par de agujas quemadas––. Lo intentamos, pero cada vez las agujas ardían en llamas cuando entraban en contacto con ella.

––¿Podrán salvarla?

––Creo que sí. No estoy segura.

––¿Cómo está la otra paciente?

Cinco hadas estaban encima de Calai, trataban de curarla y salvarle la vida.

––Ella estará bien, en cuestión de un mes estará como nueva.

––¿Y ella?

––Si suturamos creo que podremos salvarla.

––Perfecto. Yo me retiro, tienen suerte de que llegara a tiempo.

Elga se retiró y se encaminó al castillo de cristal, no podía perder tiempo y menos tratándose de aquella situación, paso por todo el reino a una velocidad considerable y entró rauda, las guardias la saludaron y le abrieron la puerta que llevaba a la sala central. Había recorrido el reino lo más rápido que le habían permitido sus alas y había tratado de no atropellar a ningún hada en el proceso. Con respeto hizo su aparición en la sala del trono y con una reverencia saludó hacia la actual reina de las hadas.

La luz se colaba por las ventanas y las alas de la reina alumbraban

ante la luz.

Hizo una reverencia.

––Mi reina.

––¿Lograste sellar a la humana?

––Desde luego, tuve que usar un sello muy poderoso, pero… lo logré, tal y como usted me lo pidió.

––Genial. Dices que es una humana de raza pura ¿cierto?

––Efectivamente.

––¿Y usa magia?

––Así es.

––¿Morirá?

––N… no lo sé.

Melisande cruzó las piernas…

––Interesante… cuando pueda ponerse en pie, tráela ante mí. Una humana de raza pura que puede usar magia, eso tengo que verlo.

Elga se retiró de la presencia de la reina Melisande.

––Una humana de raza pura… espero con ansias el conocerte pequeña…