De cierta manera, Celgris estaba sorprendido, se sentía estúpido por dejarse manipular fácilmente. Verum jugaba con sus pulgares y observaba callada el suelo, Celgris rascaba su barba y fumaba con una pipa, eso lo tranquilizaba y era algo que funcionaba de maravilla. Deseaba pensar que lo que Verum le había dicho era mentira, pero… ¿qué motivos tenía ella para mentirle? Aun con todo, tenía dudas de lo que ella estaba llevando a cabo y no quería pensar que lo que Verum estaba haciendo saliera mal y todo terminara peor a como estaban las cosas hace trescientos años. Ella lo observó, aún tenía la nariz un poco roja pero ya estaba más calmada y sus emociones fueron aplacadas poco a poco con las palabras de Celgris.
Verum de cierta manera se sentía feliz de haberle contado todo a él, todo lo que había pasado, era como si un peso en su alma hubiera sido desintegrado completamente.
––Verum… sabes que tarde o temprano perderás la cordura… ¿verdad?
Verum observó el suelo y colocó sus pies descalzos en el mismo. Jugaba con sus pulgares.
––Si… lo sé.
––¿Qué piensas hacer? Sabes que vas a caer por el uso de la magia… te vas a suicidar.
Verum meditó unos momentos, sabía que no podía dejar que las mentiras la sedujeran y sabía que, tenía que actuar con rapidez.
––Yo, pienso acabar con esto lo más rápido que se pueda. Antes de perder todo lo que me hace tener la razón y dejar de ser lo que soy. Creo que aún tengo unos cinco años más. No estoy segura de cuánto tiempo me queda de vida…
––¿Crees que lo vas a lograr?
Observó de reojo a Verum que seguía con su mirada en el suelo, jugaba ahora con su cabello, lo arremolinaba y se tornaban espirales en sus hebras.
––Ya he visto que poco a poco estás perdiendo lo que te hace "Verum"––Dejó escapar humo tras fumar de su pipa––. Esas son las cosas que detesto de este mundo. He visto como todas las reinas hadas terminan suicidándose––La observó detenidamente, parecía bastante triste––. ¿Sabes cómo murió Melusina?
––No me contaron mucho al respecto.
––Era un día tan tranquilo, como este. Yo fui a verla, era muy temprano y me dijeron que seguía durmiendo. Íbamos a salir a platicar como de costumbre; entré al castillo de cristal, me dirigí a su habitación… cuando la vi no pude creerlo. Ella tenía un rostro de tristeza, al parecer había llorado antes de suicidarse. Se cortó las venas y su sangre manchó los suelos, había muerto sola y en las paredes ella había escrito algo con su sangre… "Vlishterk justvi" y "Hamate" ––Celgris secó sus lágrimas.
––Tengo miedo y ayuda en Feérico antiguo… ¿cierto?
Celgris asintió.
––Ella, hasta el día de su suicidio fue alegre, no entendí las razones hasta que… hasta que entendí lo que les hacía la magia a los que la usaban. La amé como una hermana.
––Las demás se mataron de otras formas, nunca me dijeron como murió Melusina, siendo yo la reina que llegó después de ella… nunca me enteré. Me lo ocultaron.
––Aun así, estoy dispuesto a compartir información valiosa. Solo espero que lo logres, no podría verte morir. No puedes ocultar tu pasado y con ese ojo no engañas a nadie… sabes que te vas a suicidar, pero… te tengo mucha fe Verum, creo que lo lograrás.
Celgris la observó fijamente.
—No obstante, antes de, tengo una duda más.
—¿Cuál es Celgris?
—Tu ojo izquierdo… todas las hadas reinas nacen con uno y nunca pude saber a ciencia cierta qué hacía el tuyo.
Verum observó el techo pensativa.
—Para ser honesta, no sé qué hace tampoco. Todo lo que sé es que me ayudó a despertar la mitad de mi poder.
—Pero debes por lo menos conocer algo que hace ese ojo.
—Si me he dado ideas, pero, cuando despertó fue en el torneo que se hace en el doceavo círculo, yo llegué a la final contra Ildres y… despertó cuando más lo necesitaba. Después de eso empecé a comprender como servía y si bien no sé qué hace exactamente, sí sé que me da lo que necesito cuando lo uso.
—¿Lo que se traduce?
—Lo que se traduce a que si necesito ver los flujos de aura los podré ver, si ocupo aumentar el poder de mi aura ese ojo lo hará, si ocupo minimizar los flujos de aura en mi cuerpo para manejar mi magia lo hará, me ayuda a ver dos segundos por delante de mis enemigos si lo quiero, pero…el costo a pagar es mi vista, si lo uso perderé mi visión y me ganaré seis meses de cama, ya que descubrí que eso fuerza todo mi cuerpo a un extremo al punto de que puedo morir. Solo sé que puedo usar el poder de mi ojo por treinta segundos sin perder el control de mis poderes. Contra Ildres casi muero, además, mis poderes están ligados a mis emociones… ¿Cómo controlo algo cuando ni siquiera me conozco a mí misma? ¿Cuándo no sé lo que quiere mi alma? Por eso mi ojo es muy inestable y lo cubro casi todo el tiempo.
—Comprendo. Verum, debes cuidar mucho eso, el ojo izquierdo de una reina hada es lo que la hace una reina. Igualmente debo irme, así que…
Celgris caminó hasta Verum y se sentó en la cama junto a ella, el sol pasaba por sus caras y calentaba seductoramente con sus cálidas luces.
––En seis días las princesas se van a reunir a las doce del mediodía en Havila, están planeando un ataque aéreo. Sé que eres lo bastante lista para saber qué hacer, confío en que te enseñé a pensar de la mejor manera y que harás lo correcto.
––Esa información es valiosa… pero––Lo miró fijamente y pensó––. Gracias por dármela.
––Trataré de darte más información con el paso del tiempo.
Se levantó y dejó la sala en donde estaba ella, tenía que volver y tardaría bastante, si quería hacer de espía tendría que ser muy cuidadoso de ahora en adelante y la cautela sería su mejor arma.
Verum se quedó en silencio, se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla, ella quizá lo vería nuevamente, no lo sabía, quería decirle algo, pero entre el calor de su abrazo sus palabras enmudecieron y su orgullo frenó en seco, no pudo y solo llegó a mantener sus labrios cerrados, mientras que dudaba y temía…
Tera se sentía muy alegre de haber vuelto a su casa, prepararon la cena, dejaron a Brisa cerca de la casa. De cierto modo aquella pequeña casa de madera siempre le fue agradable a Calai y la hacía sentir como en la suya, le gustaba el olor de la madera y todo lo que ella tenía.
Ambas cenaron y se arroparon, el frio empezaba a hacer presencia y quizá hasta golpear las maderas de forma violenta con su poder. En aquellas tierras no convenía mucho el estar desprotegidas en medio de los climas tan violentos que llegaban a presentarse. Se suponía en buena teoría que deberían levantarse a la misma hora y retornar su viaje, Havila no era muy grande y quizá llegarían a donde el mapa les indicaba para la tarde del siguiente día.
La noche se tornó relativamente veloz y pese a que se acostaron temprano, la noche fue fugaz y sin darse cuenta, el reloj empezó a sonar nuevamente. Se levantaron e hicieron lo mismo del día anterior, tomaron un baño, desayunaron y alistaron las cosas que habían bajado. El caballo observó a Calai y esta le devolvió una mirada de genuino miedo y con cierta repulsión, por lo que se montó en la parte trasera lo más rápido que ella pudo y esperó a Tera para poder partir directamente a Havila.
Reanudaron su viaje y empezaron a pasar en medio de los campos de cultivo, había agricultores y parecía que estaban regando las plantas, había demasiados campos como para que Calai los pudiera contar. Recordó que las tierras de Ónix eran usadas por los agricultores y ganaderos ya que en las partes más altas era aún más difícil el tratar de llevar a cabo su trabajo y de cierta manera era mucho más agradable el trabajar en un lugar en donde la nieve no impedía de manera literal el hacer todo lo que ellos ocupaban. Pasaron por lo que parecían ser hectáreas en donde había vacas de muchas razas, pastaban pacientemente en los suelos escarchados y húmedos. Tera le había comentado que pasarían lejos de la ciudad central ya que tenían todo lo que ocupaban para el viaje. Recorrieron durante una hora aquellas tierras, aves pequeñas surcaban los cielos y de vez en cuando se podían ver colibríes succionando el néctar de algunas flores, el camino no era especialmente sinuoso, pero si estaba hecho de tierra que podía olerse y su inconfundible aroma emanaba cuando la escarcha se derretía. Algunos agricultores las saludaron con sus manos y ellas respondieron, podían ver la felicidad y tranquilidad que se vivía en aquel lugar.
––Tera… ¿a qué se dedicaba tu padre?
––Él trabajaba como ganadero, ayudaba a una persona no muy lejos de nuestra casa y era de eso de lo que vivíamos, luego de que él muriera, me dediqué a vender las flores de corazón nevado en la ciudad central, me las compraba una tienda de una amable señora llamada Tavid. Con el dinero que iba ahorrando iba haciendo crecer aún más y más mi campo de flores.
––¿No temes que se marchiten?
––No. Las flores corazón nevado no ocupan ser regadas ya que ellas obtienen el agua que necesitan de la escarcha y, además, cuando mueren dejan su semilla y se transforman en abono para que otra flor nazca. Los insectos serían su único problema, pero, igualmente siempre nacerán otras polinizadas por las abejas.
Continuaron su viaje y llegaron al gran puente por el que cruzarían para llegar a Havila, estructura enorme ya que atravesaba todo el río del Éufrates y el de Hidekel. Las calles de tierra y de rocas incrustadas como calzadas antiguas ponían nerviosa a Calai, aunque el nerviosismo se transformó en un extraño temor, la estructura era gigantesca y enormes cables colgaban de sus laterales, dos grandes casas estaban de un lado al otro, los soldados vigilaban todas las entradas y salidas de personas. La mañana aún era fría y las lunas seguían reinando en los cielos que tenían por vestidura las nubes y por faja las estrellas.
Se acercaron de manera tímida y con cierta lentitud, uno de los soldados salió a su encuentro y Tera detuvo su caballo. El soldado llevaba un abrigo y una gorra, las armaduras eran solo para casos especiales por lo que su clásico uniforme resaltaba, el emblema de la familia real se divisaba perfectamente en el lado izquierdo de la camisa color negro y llevaba guantes blancos visiblemente elegantes. La revisión fue rápida, solo les pidió la credencial de identificación y ambas dieron sus números, el soldado los introdujo en la computadora y los devolvió.
––Tienen suerte, señoritas, a estas horas no podrían pasar debido a que el puente estaría elevado para tránsito de los barcos. Tienen mucha suerte de llegar antes.
Tera le agradeció y continuó su camino, el corazón de Calai latía con fuerza, estaba nerviosa y todo lo que quizá sintió antes de salir se multiplicó al cruzar el puente. La vista era hermosa y pese a la oscuridad del día, las estrellas se reflejaban en el agua y daban como resultado un espléndido espejo del cielo, brillaba y desde cierta perspectiva se podía sentir la invitación a nadar en sus caudales. Peces multicolores nadaban por las aguas saltando y dejando salpicones, Calai los observaba con cierta curiosidad y le divertía verlos, le quitaba un poco la ansiedad de estar saliendo de su casa a un país que no conocía y que realmente no sabía cómo enfrentar.
Las pisadas de Brisa resonaban entre el cemento y era aletargante el sonido que producía, sus crines ondulaban suavemente. El clima permanecía frio, el tiempo avanzaba y ya eran las seis con cincuenta, las lunas se movían lentamente y aún el sol no se podía ver. El puente era hermoso y Tera tenía un poco de emoción por volver a Havila, era hasta nostálgico recorrer los lugares que recordaba de niña. Conforme más se acercaban al otro extremo, distinguían lo distinto que era el uno del otro y las grandes características arquitectónicas. Calai pudo ver los túneles subterráneos y un tren que iba con destino hacia Havila, su luz era hermosa y los peces nadaban en derredor a los túneles de vidrio reforzados. Las ballenas se alimentaban en las profundidades mientras que algunas jugaban rodeando los túneles que había bajo el agua. La puesta iba cambiando y jugaba el paisaje con ellas, cambiando entre un lugar y el otro mientras que el tiempo derretía la escarcha. El olor al mar se sentía levemente y se podía oír suavemente el oleaje de las olas romper con la costa lejana.
Al llegar al lado opuesto, la guardia volvió a revisarlas, llevaban diferentes ropas, una camisa de botones, pantalones largos color azul y un sombrero que cargaba con el emblema de la familia real de Havila. El arco del puente era de distintos materiales y se tornaba menos influenciado con rocas como en Helster, luciendo el mármol en sus columnas.
––Que tengan un buen día señoritas, les deseo un buen viaje. Solamente cuídense del sol.
––Gracias, ya llevamos bloqueador solar.
Calai se cubrió el rostro con su cabello cuando la soldado la observó y esta sonrío mientras regresaba a su puesto habitual. Tera continuó y se adentraron de lleno en Havila. El corazón de Calai latía con fuerza y observó hacía atrás, hacia su casa…
––Pronto volveré––Meditó entre sus pensamientos.
El caballo de Tera seguía avanzando.
El frio mitigaba su castigo conforme avanzaban y todo al inicio era similar a Helster. El sol se asomaba y Tera consideró una corta parada para que ambas se cambiaran. Dentro de poco empezaría a hacer calor y eso sería una de las cosas que más les abrumaría. Calai se quitó su camisa y Tera hizo lo mismo, llevaba un sujetador color crema el cual despertó un interés en Calai.
––¿Cuándo podré tener uno de esos?
––¿Un sujetador?
La niña asintió, tenía curiosidad.
––Cu… cuando llegue el momento te llevaré a comprarte uno.
Las ropas de Calai eran sencillas, camisa con vuelos de mangas cortas y unas faldas color rosa, sus medias y zapatillas eran las mismas, la comodidad de ella estaba por encima de lo que pensara la gente y nunca le gustaron los tacones u otras cosas que había visto que otras chicas vestían. Tera usaba ropas similares solo que en vez de falda llevaba un pequeño short y unas sandalias, la camisa no tenía vuelos, pero si era de manga corta con botones, su color era de un intenso rojo y sus shorts eran café claro. Se aplicaron el bloqueador, el sol calentaba y al inicio Calai pensó que se vería como un muerto demasiado bronceado y sacado de la ciencia ficción, pero podía ver lo positivo, Tera le prometió que tendría un lindo color de piel.
Tras aquello retornaron su camino, las estrellas iban desapareciendo lentamente y las lunas perdían su brillo en el cosmos junto con el despedir de los colores nocturnos. El estado en el que se encontraban era Sador y había algo que resaltaba desde la lejanía, los caminos de tierra tejían lentamente cual tela de araña las rutas por las cuales guiaban a ambas a la ciudad central. Mientras se acercaban Calai podía ver margaritas, flores que ella desconocía más su color blanco le llamaban la atención poderosamente y se sentía atraída, por ellas. Las casas si eran distintas y al adentrarse se notaba una marcada diferencia. Algo había llamado poderosamente su atención, era una estatua que desde la lejanía y al tenerla cerca, imponía su presencia. A lo lejos podía verse la ciudad principal de aquel estado costero y los campos verdes comenzaban a tener un color intenso mientras que las calles eran ya algo visibles junto con los sonidos lejanos de autos.
La ciudad central era bella, de grandes edificios y un enorme puerto. Unos insectos pasaron rápidamente, zumbaron por los oídos de Calai y la molestaron un poco, el aire se notaba un tanto más cálido y el pasto verde adornaba todo el lugar.
El sol las acompañó entrando a la ciudad, carros pasaban raudos, ya no había trenes en las ciudades principales. Las casas eran distintas en cuanto a arquitectura, las formas no eran tan rectangulares y cuadradas, sino que se permitían algunas un tanto más abstractas, la tecnología si era similar, por no decir idéntica y al igual que en Helster, los anuncios eran pasados en pantallas colocadas en los grandes edificios. El bullicio era muy distinto y era mayor, lo que molestó a Calai que añoraba algo menos estridente. El pelo de las personas no era tan abundante como los de Helster, quizá por el clima más templado y se asemejaba más al de Tera.
Algunos hombres paseaban sin camisa y otros con ropas que parecían similares a las de Calai, eran de mangas cortas y en su mayoría no tenían botones, las mujeres tenían ropas no tan abrigadas como en la tierra natal de Calai y hasta las pieles eran de una tonalidad un tanto distinta, más bronceadas y no tan pálidas. Desde la ciudad, la enorme estructura de oro relucía cual coloso y su presencia era sencillamente impresionante, con sus piernas abiertas mientras que barcos pesqueros de gran magnitud pasaban. Aquel coloso de oro hacía sentir a Calai como una hormiga insignificante, pero, era hermoso, una estatua hermosa de un hombre bañado en oro. El olor a comida callejera inundaba las calles, los mariscos eran exhibidos y muchos comían alegremente los pescados que servían los restaurantes al aire libre.
––Existe una leyenda sobre unos colosos. Cada que veo al gran coloso de Sador me acuerdo de la misma, aunque los colosos que recuerdo de los libros eran muy diferentes.
––¿Cómo son los de las leyendas?
––Con pelo y tenían en sus cuerpos estructuras. Algo muy descabellado ¿no crees? Trataba de un chico que luchaba contra la muerte para traer a la vida a su amada. Se cree que hay un coloso bajo el gran castillo de Havila.
––Me gustaría escuchar esa historia.
––Cuando descansemos en la noche te la contaré.
Pasaron por algunas tiendas y sus colores vivos contrastaban con los colores fríos a los que Calai estaba acostumbrada.
Había paradas similares a las de los tranvías, más sin embargo no llegaban tranvías sino automóviles que a lo que Calai podía ver, eran muy alargados, similares a los trenes, pero recordó el nombre ya que Tera se los había mencionado en una ocasión e incluso eran diferentes a los de Edén. Pasaron cerca de la carretera costera en donde el coloso de oro se podía ver en todo su esplendor, podría tener quizá treinta y dos metros de altura, dándole la bienvenida a todos los barcos que llegaban al puerto principal de Havila y su color oro empezaba a resplandecer con la cara del sol. El calor empezaba a hacer meya en el ambiente y Calai se puso un sombrero color blanco que… había llevado Tera para mayor protección, pero quería broncearse y le dejó el sombrero a Calai. Las olas golpeaban la costa y había unas cuantas familias disfrutando del agua salada, el orgullo de las olas era frenado por las costas y parecía que las aguas tenían un candado pues no avanzaban nunca más de lo que podían. El olor a arena y sal se incrustó en Calai y aquello era raramente adictivo y por alguna razón, aunque el olor no fuera del todo agradable, se le hacía placentero. En Havila no había costas, por lo que Calai pasaba tiempo observando el mar, ya que incluso en Edén ella no había ido a las playas.
Pasaron la parte central de la ciudad, guiadas por el mapa. Pese a todo, Tera sabía que la capital era la más bulliciosa y la más poblada. Personas paseaban a sus mascotas por las calles y aquello llamaba poderosamente la atención de Calai, seguía con un poco de miedo, pero… la curiosidad aplacó aquella emoción, no era común ver perros en Helster y mucho menos verlos a tan tempranas horas y de esas formas. Barcos; quizá de pesca, se observaban desde la lejanía y las olas rompían fuertemente, dejando escuchar su rugido por todo lo ancho y alto.
Tras salir de la ciudad central, Calai notó el calor y le molestó, pero el viento marino la refrescaba de vez en cuando, sacudiendo sus blancos cabellos que danzaban con las notas que entonaba el viento mientras silbaba y trinaba por las copas de los árboles que, ya no eran abedules ni pinos, sino que estos eran manzanos y árboles de cerezo que tenían aquellas flores rosas que se desprendían y manchaban los senderos, las calles y los pastos, tiñéndolos con aquellos colores que dejaban entrever los sentimientos del amor. El mapa indicaba que tenían que ir al estado de Urlis y pasar por su ciudad central, Mérida, quizá ahí podrían descansar y pasar la noche si es que llegaban a dicho lugar a esas horas, pero con el buen ritmo que llevaban, bien podrían llegar a horas de la tarde, ya que ambas estaban a la par la una de la otra, más las diferencias entre la una y la otra eran bastante notorias.
Los caminos no estaban tan despejados, pero en las calles no transitaban tantos vehículos, Calai les prestó atención a esos carros que no tenían la parte superior y los cabellos de los que los manejaban se sacudían con fuerza, aunque había algunos que si llevaban las partes superiores. Calai se imaginaba el calor que ascendería, era la primera vez que observaba el mar desde tan cerca, y tuvo un deseo indescriptible de sumergirse en sus aguas y sortear las olas. Pasó otro auto a gran velocidad.
––Esos carros se ven un poco lujosos.
––No te dejes engañar, no son tan lujosos, los más caros se encuentran en la capital. Probablemente sean modelos muy viejos, aunque siguen siendo llamativos.
––Qué calor hace–– Sacó el abanico y de una manera muy femenina lo empezó a sacudir para refrescarse, era algo hasta agradable de ver––. Me siento como una paleta de helado, creo que me voy a derretir.
––Apenas es temprano, aun no hace calor.
––¿¡Que!?
––Oh sí, créeme. Si ahora tienes calor, solo espérate a que sean las doce en punto. Diría que más bien es una mañana fresca y hasta fría, tomando en cuenta los parámetros por los que se rige Havila.
Calai se dejó caer y se quitó sus zapatillas, eran muy cálidas para esos climas, insectos volaban y las cigarras arrullaban el ambiente. La temperatura seguía aumentando.
…
Sara era, en muchos aspectos, aburrida. Aquella mañana se había levantado un tanto más cansado de lo habitual, las maderas finas relucían suavemente y el sonido del agua colándose por el pequeño riachuelo resonaba con serenidad. Sus ropas de seda se balanceaban sobre sus hombros y trató de centrarse en lo que tenía que hacer. Abrió la puerta corrediza que llevaba grabados del emblema de la familia real de Cus y prosiguió su recorrido por el largo pasillo. Las sirvientas llevaban trajes de tela fina atados por una cinta, al verla hicieron una reverencia inclinando su cuerpo, le dieron los buenos días y ella hizo lo mismo, aunque no llevaba muchas ganas de platicar con nadie.
Su palacio era hermoso, una obra maestra arquitectónica que relucía desde lo lejos, ubicada en una montaña en donde sus árboles hacían juego celestialmente, la forma de aquella obra era bastante llamativa, similar a un gran edificio, pero todo hecho con la madera más resistente, con techos puntiagudos y suspendido en medio de un río, los enormes pilares de piedra sostenían todo el gran palacio y su jardín era considerado uno de los más bellos.
La princesa Sara bajó por las escaleras adornadas con grabados antiguos y llegó a la planta central, su palacio poseía más de cinco plantas. La sala del trono, curiosamente no tenía un trono como tal, poseía solamente una gran almohada en la cual la princesa se sentaba sobre sus piernas. Pasó de lejos junto a sus guardias, pasó al jardín, quería despejarse de todo lo que estaba pasando y fue a sentarse en el árbol de cerezo que adornaba la parte central, la refrescaba y también le daba la tranquilidad que necesitaba, pensaba en muchas cosas últimamente y no quería permanecer centrada en Verum.
Bajo la sombra de ese árbol observas la naturaleza que te rodea, tienes miedo y lo sabes, pero… finges por momentos que no es así y piensas que todo podría resolverse de una manera bastante sencilla, a decir verdad, solo has realizado cosas para tu bienestar propio, pero… ¿Qué harás ahora? Te pones a meditar, el viento mece tus cabellos y tus orejas de zorro bailan suavemente prestando atención a tu entorno. ¿Qué es ese sentimiento? ¿culpa? ¿culpa de qué? No has hecho nada, pero temes la venganza contra los descendientes. No sabes cómo vencer a Verum y nuevamente piensas en ello, aunque no quieras, hasta no matarla, no podrás descansar en paz, observas a las aves pasar, saltar y chapotear y volver al agua, te pierdes observándolos y el silencio del castillo y del lugar mismo es apacible.
––Mi señora.
Sara estaba perdida en sus pensamientos, la paz de aquel lugar era demasiada.
––Mi señora––Alzó un poco más su voz. Sara volteó––. Comprendo que esté preocupada, pero… hay que esperar y tener un poco de fe. Vaya a la sala central, su desayuno la está esperando.
––Jaeri…
––¿Si mi señora?
––¿Qué tan poderoso es realmente mi talismán? Mejor aún… ¿Qué tan fuerte era el hada Astarte?
Jaeri se quedó en silencio unos momentos, su familia había estado al lado de la de ella prácticamente desde que se había fundado y todo se trasmitía de generación en generación.
––Esa hada… tenía un poder de invocación muy fuerte, mató a miles de humanos y hadas mismas en la guerra de hace mil años. Se dice que su magia era tan poderosa, que la terminó consumiendo y esa fue la razón de su caída. Usted no se preocupe, creo que todo saldrá bien. Confié en usted misma, las peleas no se ganan solo con fuerza sino con inteligencia. Además, no podrá pensar bien con el estómago vacío, o ¿me equivoco?
––Supongo que tienes razón, voy a esperar a ver qué sucede con nuestro plan. Solo espero… que todo funcione… …
––Además, mañana es su cumpleaños, es un día festivo y estamos preparando una gran fiesta.
Sara frunció el ceño y observó con un poco de tristeza a Jaeris.
La fiesta que se iba a realizar probablemente era gigantesca en toda la extensión de la palabra y los regalos y la comida serían la vestidura que coronaría aquella velada de gala. Sin embargo, toda rosa tiene espinas y Sara sabía perfectamente lo que significaba aquel día festivo.
––Sabes más que nadie que es necesario hacer el ritual, de lo contrario el talismán irá consumiendo tu alma y no llegarás muy lejos.
––De vez en cuando me pongo a pensar ¿Cuánto tiempo me queda de vida? Esta cosa succiona anualmente parte de mi alma, no importa cuántas almas succione, nunca podré deshacerme de esta maldición. Dime… ¿de qué vale sacrificar a tantas almas? Siempre tendré el mismo destino que tuvo mi padre… siempre moriré.
––La muerte es inevitable, es algo natural.
––No, morir de vejez es natural, pero… morir producto de esta maldición no. No me enorgullezco cuando anualmente me tengo que bañar en la sangre de todos esos inocentes… todo, por alargar tiempo, tiempo que no se si está cerca de cumplirse.
La sirvienta la acompañó, tenía que comer y el desayuno estaba por enfriarse…
––No tema mi señora, le prometo que nada le va a pasar, le juré eso a su padre.
La princesa Saraikhi o como mejor era conocida "Sara" observó triste los suelos, ella no deseaba lo que estaba pasando y en el fondo de su corazón sabía que estaba mal. Algo la atemorizaba, sabía que iba a morir tarde o temprano y la muerte hacía rincón en sus pensamientos, le temía, aunque muy en el fondo la anhelaba y quería terminar con toda esa pesadilla lo más pronto posible.
––Vaya a comer, la comida se va a enfriar. Además, los Shookiris la van a visitar.
––Si, supongo… que tienes razón.
Entre tanto. Verum estaba pensando en su siguiente jugada, caminaba en círculos, la jaqueca producto de la resaca se había ido y ya no la taladraba con la fuerza que lo había hecho antes, las princesas harían un ataque aéreo, ella no tenía nada para frenar algo así, solo tenía una carta por jugar y esperaba, que aquella carta le fuera de ayuda.
––¡Diligitis! ––Lo llamó lo más rápido que ella pudo, no podía perder tiempo y tenía que moverse con rapidez.
Su voz resonó con fuerza y él apareció tras un tiempo de espera, Verum no quería llegar a eso, sabía de los riesgos y las graves consecuencias que podían acarrear sus actos si hacía tan siquiera algo mal, no había margen de error. Su plan tenía que funcionar y ella se encontraba casi recuperada.
––¿Si mi señora? ––Entró elegantemente por la puerta y se ubicó a una cierta distancia, Verum le daba la espalda––. ¿Qué desea?
––Necesito que me lleves nuevamente donde está el demonio Ciclea.
––S… si, mi señora–– Estaba un poco extrañado, pero no quiso decir nada y solo se limitó a obedecer.
Juntos bajaron hasta la sala del trono, pero antes de que Diligitis pudiera abrir aquella entrada, Verum le pidió a una de las sirvientas que le trajera un balde y una pequeña daga. La sirvienta se encaminó presurosa al llamado de su ama, por fortuna no iba a hacer mucho ya que la ropa la había lavado con bastante antelación unas horas antes del llamado. Al escuchar tal petición se puso a meditar… pero igualmente obedeció.
La sirvienta estaba extrañada, pero fue a buscar uno, quizá en la cocina pensó y rebuscó entre las gavetas más bajas. La cocina era enorme y podría tardar algo en encontrar lo que Verum le había pedido, aunque… ella estaba dispuesta a esperar. Abría lo más rápido que podía las gavetas y buscaba con cuidado, no quería generar ningún desastre y menos romper algún plato o alguna copa de vidrio, eran cosas que no quería limpiar ya que las esquirlas eran difíciles de hallar en aquel suelo inmaculado.
Logró encontrar lo que Verum solicitaba, no sabía de qué tamaño ocupaba Verum el balde, pero aquel era un tanto hondo y podría funcionarle y en vez de la daga que había pedido le llevó un cuchillo corto, pero con bastante filo. Salió de la cocina y entró en la gran sala del trono tras pasar por los pasillos, Verum estaba recostada en una pared, el sol alumbraba su figura con cierta delicadeza, intentado quizá, no dañar su piel.
––Gracias Felicia.
––Es un placer servirle a mi señora.
La sirvienta le entregó el balde en la mano y se retiró de la sala, el sonido de los engranajes producido por las muñecas arrullaba el ambiente.
––¿Qué es lo que piensas hacer?
––Diligitis, en esta vida, si no actúas rápido, pereces y lo que haré es algo que ni las mismas princesas pensaban que era posible. Abre la puerta.
Diligitis tenía curiosidad, quería ver lo que estaba tramando su ama.
––IGniltres ed caeres––Pronunció con fuerza.
Abrió la puerta y el trono volvió a bajar, escaleras en forma de espiral empezaron a aparecer y las ventanas oscurecieron por las densas telas carmesí que las tapaban. Todo el castillo empezó a sacudirse, pero esta vez, Verum trató de mantener el equilibrio. Esperó pacientemente y dejó que terminara el movimiento.
Una vez terminada de sacudirse la estructura, bajó las gradas, acompañada de Diligitis y se internó en lo más profundo. Mientras descendía sentía levemente el aura de Ciclea, aquella aura que empezaba a tornarse más densa conforme descendía y notábase agobiante, sentía deseos de salir. Llegaron hasta la planta más baja y la atmosfera era asfixiante, la presencia de Ciclea era muy fuerte y la energía que emanaba se podía sentir, incluso ver si se agudizaban los sentidos con la magia.
Diligitis abrió las puertas que los separaban del demonio, su estruendo al abrirse fue igual de intenso y el aura de Ciclea se intensificó tres veces más. Verum seguía igualmente alerta, pero las prisas le ganaban y tenía que hacer su jugada lo más rápido posible. Empezó a sudar frio, pero, aun con todo lo que ella sentía en ese momento no temía, ella estaba sellada y solo iba a tomar un poco de su sangre. Tomó el balde que le habían dado y se colocó en frente de Ciclea, acarició con delicadeza su rostro. Diligitis observaba curioso, sabía por qué ella quería ir hasta donde estaba Ciclea, pero lo que realmente quería era saber lo que haría con la sangre de un demonio de tan alto rango. En un inicio pensó que iba a liberarla, lo cual era sumamente peligroso ya que Ciclea destruiría todo el castillo sin piedad, pero confiaba en que eso no iba a pasar.
Verum colocó el balde en el suelo, cerca de su cuello, la observó con cierta pena, pero… tenía tantas cortadas que una más no haría la diferencia, era un demonio y no podía morir, probablemente la herida le sanaría en treinta segundos, aunque si le dolería. La pobre estaba en un estado de total sumisión y pese a que, si podía sentir todo lo que le hicieran, no podía gesticular nada y eso lo comprobó Verum cuando con el pequeño cuchillo le cortó el cuello como si de un cerdo se tratara. La sangre empezó a salir, tenía un olor dulce y por lo que ella había aprendido en el doceavo círculo, la sangre de los demonios es parte fundamental en el uso de la magia, lo curioso es que tenía un sabor metalizado mezclado con un leve dulzor en su esencia, este mismo era el que le daba un aroma tan peculiar. Cuan más alto fuera el rango del demonio, más dulce era su sangre.
El sonido de la sangre cayendo rebotaba en forma de eco por todas las paredes. El balde se llenó poco menos de la mitad, era sangre más que suficiente para hacer lo que Verum tenía pensado. La herida que le había hecho se cerró con demasiada rapidez y esto era a raíz de que el corazón de los demonios bombeaba la sangre mil veces más rápido que un cuerpo normal y estos podían resistirlo, un cuerpo humano no podría, moriría al instante. El rostro de Ciclea seguía estando perdido y con una mirada de dolor, pero… eso era algo que no podía cambiarse.
––¿Podría saber qué tiene entre manos?
––Celgris me dijo que las princesas están planificando un bombardeo, no tenemos defensas y no alcanzaríamos a crearlas, no puedo permitirme usar mucha magia y menos en dosis tan altas con tanta frecuencia. Por eso, debo adelantarme, sé que estoy haciendo las cosas muy rápido, pero… ellas se van a reunir en una semana. Tengo que hacer algo para evitar que tan siquiera hagan lo que tienen pensado. Mi magia podría contra algunos, pero el problema es que no sé qué tipo de ataque vallan a realizar y no puedo correr riesgos.
––La ciudad tiene cañones antiaéreos. Nunca se han probado contra ataques aéreos a gran escala, pero… pueden funcionar.
––Si, pero ellas no son tontas, saben que la ciudad tiene cañones. Eso será una invasión a gran escala y no sabemos de qué tipo de armas proveerán a esas cosas. Pueden ser incluso resistentes a los cañones, un asedio aéreo cual nunca se había visto y no podemos dejarnos sorprender.
––¿Y qué vas a hacer entonces?
––Voy a robarles los planos.
––¿Para eso necesitas la sangre de un demonio?
––No. Si todo sale bien… lo que haré no solo me ayudará a robar los planos… sino poseer más control sobre todas las poblaciones.
––¿Y qué harás con Ciclea?
––Para ella tengo planes, pero… lo primordial ahora es tomar esos planos. Aunque… si puedo lograr lo que tengo pensado para un futuro con Ciclea…––Se volteó hacia Diligitis y lo contempló con una sonrisa––. La actual reina de las hadas va a morir bajo mi mano.
Diligitis notaba un poco de ansiedad en Verum, parecía estar apurada, parecía que estaba haciendo las cosas demasiado rápido, algo inusual en ella ya que se ocupaba de todos los detalles de forma tranquila y serena. Aun así, no dijo nada y se limitó a meditarlo, Verum salió de la sala y Diligitis terminó de cerrar las puertas, luego, subieron nuevamente las escaleras en espiral, Verun no quería perder tiempo así que sacó sus alas y empezó a volar para salir lo más rápido de ese lugar, no le agradaban los espacios oscuros y menos uno tan agobiante como ese. Diligitis por su parte subió uno a uno los escalones ya que debía de asegurarse de que todo estuviera bajo control. Terminó de subir el último escalón y cerró la entrada, volviendo todo a la normalidad; las telas desaparecieron y el símbolo pasó del suelo a la pared, el trono volvió a levantarse y situarse en su lugar original y el sol volvió a colarse por las ventanas.
Verum le dio el balde a Diligitis y le dio órdenes de que esperara, llamó a Jen, este llegó lo más rápido que pudo, sus pasos resonaban entre el leve cantico de los engranajes.
––¿Qué desea mi señora?
––Necesito que vayas a mi habitación y traigas dieciséis muñecas, pueden ser de cualquier tamaño, pero deben ser dieciséis.
––S… si, mi señora.
Jen, extrañado ante tal petición, obedeció y se encaminó hacia la segunda planta del castillo. Su cabello gris se sacudía lentamente junto con sus elegantes vestiduras y su cola. Algunos soldados pasaron con sus uniformes cotidianos y este les hizo un gesto de amabilidad. Subió las gradas y se encaminó hasta la habitación de Verum.
Empezó a revisar la cama en donde había cuatro muñecas adornando las almohadas, las tomó con delicadeza pese a ser simples muñecas de trapo y las fue colocando en el suelo. Abrió un armario de roble que había a un lado y pudo encontrar seis más, aunque estas eran un tanto más pequeñas que las anteriores. El cuarto de Verum era bastante espacioso y la cama estaba junto a la ventana, quizá para ver mejor el cielo desde la comodidad de su recámara, los cielos estrellados eran perfectos y el verlos era un deleite y un lujo que todos podían darse.
Buscó entre un pequeño cofre que permanecía a un lado de la habitación y encontró dos muñecas más, las doce que había encontrado las fue colocando en la alfombra circular color crema que había en el centro del cuarto, el toldo blanco que envolvía la cama como si de una muralla se tratara era sacudido suavemente por el viento. Empezaba a preguntarse cosas tontas… ¿Por qué tenían tantas muñecas? Era hasta un poco terrorífico según su punto de vista, sus ojos color miel trataban de encontrar las últimas cuatro que le faltaban y pudo hallarlas encima de la repisa que tenía aquel cuarto, estaban detrás de una mini biblioteca, quizá eran parte de una colección ya que todas llevaban la misma marca grabada en la lana que envolvía sus cuerpos a manera de trajes.
Con cierta dificultad tomó las dieciséis muñecas, apenas podía llevarlas en sus brazos y con cierto cuidado; ya que no quería que ninguna se cayera y rodara hasta la planta baja, descendió las escaleras y se encaminó un tanto pensativo hacia la sala en donde estaba Verum, las muñecas se le iban tambaleando y pensaba que en algún momento se le iban a escapar de sus brazos. Entró despacio en la habitación del trono, ella parecía estar cruzada de brazos, con la espalda en la pared.
––Mi señora. Aquí están las muñecas.
––Muy bien, ahora necesito que lleven las muñecas al templo, yo llevaré el balde con la sangre. Los estaré esperando ahí.
––¿Qué estás planeando?
––Ya lo verán. Solamente espero que lleguen lo más pronto posible, ese templo no se encuentra muy lejos del castillo.
Verum caminó con el balde en la mano, abrió la puerta central de la gran sala y emprendió un vuelo hasta el templo.
––¿Crees que ella vaya a mancillar el templo en donde rezan a los dioses?
––Ahora eso ya no importa, mancille o no el templo… ya nada importa.
Verum volaba a gran velocidad, sus alas se sacudían con fuerza y elegancia, el viento golpeaba con fuerza su rostro y despeinaba con violencia sus cabellos que de vez en cuando azotaban su cara como si de un látigo se tratara. La ciudad se observaba apagada, con escaza luz y los edificios destruidos seguían en el mismo lugar, escombros aún permanecían en las calles y el panorama se contemplaba un tanto gris, pese a que el sol golpeaba con sus rayos aquella tierra. Observó el templo, su mármol relucía desde la lejanía, también vio un pequeño riachuelo del enorme río Éufrates, que recorría cual enjambre de venas y arterias todo el territorio de Edén. Aumentó el paso y logró llegar al templo sin derramar ni una sola gota de la sangre de Ciclea, su olor era placentero y daban ganas de probarla, pero ella no podía atreverse a eso ya que el ritual que iba a realizar era sumamente peligroso, sabía que no podía jugar con los espíritus que iba a invocar.
Llegó al templo en un tiempo perfecto, su velocidad había aumentado con el paso del tiempo y también su descenso, la primera vez que descendió de una gran altura se fracturó una pierna y el cuidarse más fue un punto a tomar en cuenta.
Por dentro, el templo era espacioso, la tranquilidad de este era increíble y se podía sentir una paz enorme, no tenía bancas ni nada para sentarse ya que la regla era arrodillarse en el suelo para pedirle a los dioses por favores. Al final de este, había una estatua del dios del sol, Raer, abrazada a él estaba la diosa de la luna, Bailis, al lado estaba Aurora, el espíritu encargado de cuidar los cielos, detrás de ella estaba Venus, la guardiana de la muerte y de las doce puertas demoníacas, o los círculos de los espíritus y en el centro estaba Celestia, la guardiana de las tierras.
Verum esperó por diez minutos, el sol paseaba sus rayos dentro de la estructura. Respiraba de manera tranquila y profunda, no dejaría que sus emociones se alterasen, era una operación muy delicada.
––Ferneris… Perdón. No creo, esto es algo que debo hacer, no puedo ponerme a dudar, es importante que resuelva todo esto lo más rápido, así ponga lo poco que me queda de vida de por medio— Pensaba para sí misma.
Diligitis y Jen llegaron cargando las muñecas entre ambos, Verum parecía estar un tanto impaciente, jugaba con sus pulgares y tenía una mirada seria. Ellos se adentraron, Verum les ordenó poner todas las muñecas en el suelo y alejarse lo más que pudieran de ella, pero no tenían que dejar el templo, porque una vez iniciado el ritual ellos no podían dejar la estructura hasta que todo el rito estuviera completado.
Ella respiró profundo, su corazón golpeteaba frenéticamente su pecho.
Verum introdujo su dedo en el balde de sangre y garabateó en el suelo un círculo de gran tamaño, podía ser cinco veces más grande que ella, el olor dulce de la sangre impregnaba el ambiente. El cielo se nubló poco a poco, Diligitis y Jen se limitaban a observar mientras Verum seguía dibujando el gran círculo. Luego de dibujarlo hizo otro más pequeño muy cerca del otro y entre ambos círculos los dividió en dieciséis partes.
El clima empezó a cambiar.
Dibujó en cada espacio un nombre en lengua demoníaca que Diligitis no llegaba a ver bien debido a que estaba muy lejos de Verum. Ella esbozó una gran mariposa de dieciséis alas y luego, fuera del círculo dibujó otros cuatro más pequeños. Uno al norte, uno al sur, otro al este y otro al oeste del gran circulo madre y en cada uno de estos pequeños cuatros círculos puso el nombre de los cuatro caminos por los que se dividía el gran río Éufrates.
La temperatura empezó a bajar y el sol desapareció entre las densas nubes.
El viento empezó a aullar lúgubremente, Verum caminó lentamente hasta donde estaban todas las muñecas. Tomó a la primera y con el arma blanca le hizo una pequeña abertura, luego se hizo una cortada profunda en uno de los dedos de su mano izquierda ya que la derecha estaba manchada con la sangre del demonio. Dejó caer una gota de su sangre en la abertura que le hizo a la muñeca. La tomó con delicadeza, como si de un bebé se tratara, la acarició y le dio un beso en la frente, la llevó en sus brazos y la colocó en uno de los espacios que había garabateado y se devolvió para hacer el mismo proceso con las quince restantes.
Diligitis y Jen resintieron el frío. Esquirlas nevadas empezaron a caer. Las personas de la capital estaban confusas y salieron de sus casas para ver que estaba pasando. Los caballos se detuvieron, toda la ciudad de la capital se detuvo. En Edén nunca había nevado, en toda la existencia de ese mundo nunca había nevado.
Una vez colocadas las dieciséis muñecas, en total respeto se puso a orar, temblaba y su aliento se observó cómo niebla. Las aguas centrales del río Éufrates se volvieron turbias. Susurraba con una voz apenas audible.
Cayó un rayo. Diligitis y Jen se sobresaltaron ante aquel gran estruendo.
Verum seguía rezando. El viento trinaba con un aliento sepulcral.
Verum puso sus manos en el suelo, la sangre de la mariposa empezó a expandirse a los dieciséis espacios entre los círculos, donde estaban las muñecas. Recitó sus oraciones y Diligitis tembló, sentía que enloquecía ya que escuchaba leves susurros que provenían de lugares extraños. Jen, en cambio, empezó a percibir presencias que no podía ver, más si sentir. Su cuerpo se estremeció y ambos sentían que algo les succionaba el alma.
Verum rezó:
"Odi, holuk jagishki, raem uhula ugtashi jareu
Yumnu ñarusha, étcó kulum da rei shiondamrus
Longiski desutkash latónmuns hudh bhuh
´msn stooy ú yumenka, ú hatara, no hiprilis speertum ragtagshi"
Los susurros aumentaron de intensidad. Risas infantiles sonaban a manera de eco.
Cayó otro rayo. El viento atacaba sus cuerpos, intentando hacerlos sucumbir.
Las aguas del río Éufrates se tornaron aún más turbias, revueltas y furiosas.
Y he aquí que cuando Verum terminó de recitar aquellas palabras, un gran terremoto sacudió a Edén; los cuatro sellos del río Éufrates fueron abiertos y desde las profundidades de sus aguas, desde su seno, emergieron dieciséis almas que rugieron como un dragón y levantaron el orgullo de las aguas dulces que se derramaron sobre la tierra.
Diligitis trataba de aferrarse, Jen se sentó rápidamente, ambos pensaban que la estructura iba a colapsar producto del terremoto. Verum seguía rezando.
El frío era insoportable.
––¿Qué diablos está pasando? ––Diligitis observaba a Verum.
Verum seguía rezando.
––¡La estructura se va a derrumbar! ––Pensó Jen.
El terremoto se detuvo.
Diligitis y Jen observaron su entorno confuso, como si nada hubiese acontecido, incluso el clima seguía siendo el mismo, el frio se mantenía. Se lograron percatar de un olor… un aroma peculiar, similar al azufre, al aroma extraño se sumaban las risas de infantes que susurraban tenuemente.
Verum se mantuvo en silencio.
Sin previo aviso, las muñecas se tambalearon y comenzaron a retorcerse de maneras inauditas, crujían como si tuvieran huesos, parecía que se despedazarían. Risas empezaron a sonar con más fuerza desde todos los confines del templo y el aura se volvió más pesada y densa al punto que ambos querían salir porque ya no aguantaban esa situación. Había muchas presencias por las que ellos temieron ser devorados, aunque sólo los observaban. El terror era tanto que su sudor se congeló y temieron sufrir de hipotermia y ante ese estado de debilidad, las presencias no dudarían en matarlos.
Las muñecas dejaron de retorcerse y se elevaron emanando una energía que les envolvió de un halo morado y rojo carmesí intenso, eran cual serpientes atacando a su presa. Diligitis, Jen y Verum tuvieron visiones de sombras que gritaban y lloraban, niñas gritando y sufriendo cual nunca antes habían visto y el ambiente tóxico los hizo pensar que esto derivaría en secuelas físicas.
––¿¡Qué demonios hizo ella!? ––Jen estaba alarmado, sudando frío y sin moverse.
La energía se tornó en un torbellino que brotaba del gran círculo y una mano negra y enjuta salió, tomando un brazo de Verum y exaltándola mientras magia negra demoníaca envolvía su brazo. Los vientos del torbellino sacudían con violencia las ropas y los cabellos de todos los presentes, las risas eran más fuertes y más penetrantes y los rayos caían con mucha más frecuencia y con más furia que nunca, el clima lloraba y rugía. Verum sudaba y temía de la situación, sabía que no debería reflejarlo ante todos, y tenía conciencia que no podía devolverse. El torbellino era violento y desde su furioso centro pequeños y múltiples rayos se divisaban. Las mismas visiones se tornaron más frecuentes y las presencias se hicieron más fuertes junto con la atmósfera saturada de negativos impulsos. El ambiente era incluso más pesado y postró a Diligitis y Jen en el suelo, no tenían tantas fuerzas para levantarse, el clima los azotaba y las esquirlas los golpeaban cual balas en sus cuerpos. El río Éufrates rugía demencialmente mientras que las aguas se desbordaban y los cuatro sellos se terminaban de fragmentar.
––Vamos a morir aquí–– Jen estaba petrificado mientras observaba a Verum.
…
Todo terminó…
El torbellino se detuvo, Diligitis y Jen no lo creían, la atmosfera dejó de ser tóxica y el clima volvió a ser cálido, las nubes se despejaron, pero… lo que los dejó helados era lo que a continuación observaron.
En vez de las muñecas… había dieciséis jóvenes, parecían damas de alto rango, con cabellos hermosos, cuerpos de gran semblante, finos cual cristal, ropas elegantes adornadas con las mejores telas y llevaban vestidos extremadamente lujosos. Sin embargo, sus rostros estaban cubiertos por máscaras.
Sudaban, pero… estaban vivos, era lo importante. Sobrevivieron otro día.
Verum se levantó tambaleante, las jóvenes se quedaron inmóviles, sin decir o hacer algo.
––¿Qu? ¿Qué diablos son esas cosas?
––Ellas son…––Verum los observó debilitada––, …la corte de los pecados.
Las jóvenes emitieron risas infantiles al unísono.
––Sus nombres son: Hana, la duquesa del odio, representada con una máscara que tiene una flor marchita, Daniela, la duquesa de la pereza, tiene una máscara con un gran punto, Camelia, la duquesa del dolor, tiene una máscara en la que se representa un colgante roto, Samara, la duquesa de la inocencia, lleva una máscara en la que tiene un capullo de flor, Daerubis, la duquesa de la gula, tiene una máscara que lleva un uróboros, Ofelia, la duquesa de la envidia, tiene una máscara que muestra una serpiente envolviendo una manzana, Jadis, la duquesa de la codicia, tiene en su máscara el dibujo de una piedra preciosa, Sasha, la duquesa de la lujuria, tiene una flor abierta, como ofreciendo su néctar y pétalos a los insectos, Amelia, la duquesa del engaño, su máscara tiene un corazón con un zorro a su alrededor, Dalila, la duquesa de la mentira, tiene una máscara vacía, Laeris, la duquesa del egoísmo, lleva una máscara que tiene dibujadas dos cadenas atando un corazón, Charlotte, la duquesa de la vanidad, tiene en su máscara un dibujo de espejo, Ana Bolena, la duquesa de la infidelidad, tiene en su máscara dos anillos, pero uno está roto. Hela, la duquesa de la muerte, representada por una vela apagada, Mía, la duquesa del rencor, representada por una llama negra y Elizabeth… la duquesa del amor, representada por un símbolo de pregunta color negro. ––Verum temblaba y se tambaleaba un poco, pero lo había conseguido.
Diligitis se levantó con un poco de dificultad y ayudó a Jen a hacer lo mismo, se sentían desfallecientes.
––Ellas son las que me van a ayudar a conseguir de ahora en adelante… todos mis objetivos. Ellas son los seres más temidos incluso por los demonios de más alto rango.
La voz de Verum era débil y flaqueaba junto con sus pasos mientras… la corte de los pecados reía… con aquellas risas infantiles… … detrás de su nueva ama.