Calai meditó en lo que haría, los sucesos de Edén no había sino detonado toda su intriga, sentía en lo más profundo que había algo que no encajaba, tal vez, las hadas podrían ayudarla. El tranvía las dejó nuevamente cerca de su punto de partida, caminaron por breve tiempo hasta llegar nuevamente a la casa de Calai, algunos colibríes blancos pasaron de flor en flor. Calai tenía que decirles a todos de su breve partida, no podía irse sin más considerando esta actitud inusual de su parte. No quería preocuparlos en lo absoluto, no era esa clase de persona, pero, aun así, sabía que estarían preocupados aun con la compañía de Tera. Pese al debate decidió comentárselos y a las dos de la tarde, almorzaron y esperaron la tan ansiada hora, Calai había llamado a Jeltris y Jaspis, los que casi siempre velaban por ella para dar aquel mensaje. El sol empezaba poco a poco a ponerse, el día iba muriendo y la larga noche estaba apareciendo. Ellos llegaron quince minutos después de las dos, Calai no se molestó, pero si estaba nerviosa, aquello era algo a lo que nunca se había enfrentado, pero… contaba con el apoyo de Tera. Quizá Calai pensaba que se estaba entrometiendo en cosas que no eran de su incumbencia, ella sabía que podía estar tranquila desde su casa, pero… lo haría viviendo con aquella duda ¿quién era? ¿era acaso una humana? Celgris le había dicho que era imposible que estuviera viva. Calai no sabía que pensar, qué era y todo aquello le daba vueltas en sus pensamientos, le dolía y se sentía confusa, no sabía cómo reaccionar ante tal situación, claramente se le hacía extraño el ser la única humana, pero… nunca llegaba a aclarar los misterios del "¿por qué?".
Hasta ese momento, todo su mundo giraba en torno a una burbuja, una de la cual tenía que salir para encontrar respuestas.
Ambos entraron y saludaron a Tera y a Calai. Ella les hizo señas de que reposaran en el sofá, las dos se sentaron junto a ellos.
––Calai ¿qué querías comentarnos?
La niña le costaba encontrar las palabras adecuadas que pudieran aclarar lo que expresaría. Tera le tocó el hombro y le devolvió una sonrisa, Calai tomó entonces aire, ella sabía que no podía decirles que iba a ir a las tierras bajas, eso sería un golpe demasiado fuerte. En cambio, decidió modificar la versión de sus futuras acciones e inventó un pretexto que podía sonar convincente si no entraba en muchos detalles. Les explicó que Tera tenía un pariente en las tierras de Havila, ella iba a acompañarla y quedarse por un tiempo, le iban a enseñar unas cuantas cosas y en general solo se quedaría por quizá medio año o menos, ahí estaría bien cuidada y ellos no debían de preocuparse, ella iba a regresar (aunque en general el viaje hacia las tierras bajas les iba a durar dos o tres días como mucho) y para cuando regresara, les haría saber su decisión.
Ellos intercambiaron miradas, no estaban confiados y temían por la niña, ya que afuera había criaturas y peligros como los depredadores Ghutir, que cazaban en manada y eran los responsables de muchas de las muertes anuales, aunque igual sabían que ella iba a seguir creciendo y tarde o temprano tendría que salir. Les tomó bastante tiempo el debatir sobre su decisión, más, sabiendo que iban a ir a caballo en vez de usar los trenes, pero al final accedieron, temían por ella, pero… sabían que tenían que empezar a soltarla para que fuera lejos de lo que ella conocía y expandiera sus conocimientos, si bien Calai no frecuentaba la capital, si le gustaba vagar por el pueblo y eso al inicio si bien no les dio molestias, si les preocupó en parte, era una niña de siete años, pero tuvieron que soltarla y ahora estaban en una situación familiar.
––Tera––Ella los observó, sus orejas se movían constantemente, su cola danzaba en torno a ella––Calai, si bien no es nuestra hija, siempre, para todos los de este pueblo ha sido como una. Le hemos dado todo el cariño y amor, por favor… cuida de ella Tera, prométeme que nada le sucederá.
Ella quería decir que sí, pero si no cumplía con su promesa, tendía que vivir las consecuencias en su conciencia, aunque por amor a los dioses, solo irían a ver a las hadas ¿qué diablos podría pasar en ese trayecto? El mapa indicaba que tendrían que andar por ciudades grandes y aquello no resultaba un problema, además… no podía negarse, había prometido ayudar a Calai apoyarla y protegerla.
––De acuerdo, yo cuidaré de ella.
Ambos intercambiaron miradas y tras ver a Calai, se despidieron y las dejaron solas, a las cinco de la mañana partirían para llegar a la casa de Tera antes del anochecer, la idea era que, en media puesta del sol, arribaran a las tierras de Onix y tuvieran oportunidad de descansar del viaje.
Tras retirarse, ambas intercambiaron miradas, Calai estaba tensa, pero Tera acostumbraba viajar y le aseguró que no había nada de que temer; aunque en lo más profundo de su corazón sentía inquietud por internarse en un lugar desconocido. Los misterios de aquellas tierras le daban curiosidad, quería saber que misterios escondían. Calai buscó un refresco, debía aclarar sus ideas y tratar de interiorizar muchas cosas, pese a todo, ella, al igual que Tera, tenía miedo, en mayor escala, pero… seguía siendo miedo a lo desconocido. Empacaron cosas que les pudieran ayudar para el viaje que calcularon de cuatro días, llevando únicamente cosas esenciales, la comida sería preparada con ingredientes sencillos, pan, queso, jalea y demás ingredientes.
La tarde tornábase ya en noche y era hora de cenar, Calai puso algo de música. Comieron tranquilamente, cobijadas bajo la luz del cielo nocturno, quizá la cena estuvo acompañada de alguna de las frases extrañas de Tera, más no había muchos problemas ya que Calai se estaba acostumbrando a esas extrañas frases. Dejó que Tera tomara el baño y luego le siguió ella.
Aquella noche se acostaron pronto pues tenían que levantarse muy temprano si querían llegar a la casa de Tera para el anochecer del siguiente día. La calefacción arropaba a ambas de todo el frio y podían oír el canto de los llamados pájaros sirena, los grillos acompañaban dicha balada y el viento ondulaba por las casas.
––Tera… ¿estás despierta?
––Si––Su cola se movía tranquilamente y rozaba la espalda de Calai.
––¿No tienes miedo?
––¿A las tierras bajas?
La niña asintió, el canto de aquellas aves nocturnas sonaba suavemente, la luz de las lunas entraba por la ventana e iluminaba el rostro de Tera, el collar que poseía reposaba en su cuello como de costumbre.
––Para ser honesta… quizá. Son cosas que nunca he visto y desconozco todo aquello, para ser realista, lo único que he escuchado eran algunas leyendas de las hadas que me contaba mi padre, cuentos infantiles que se repetían en las generaciones–– Se dio vuelta y observó el techo––. ¿Cómo crees que son las hadas?
––Creo que deben ser muy lindas y distintas de nosotras, no creo que tengan cola u orejas como la tienen la mayoría de las personas, aunque… no sé cómo nos vean a nosotras. Eso me intriga y de cierta forma me asusta, son cosas que no comprenderé hasta que las vea. Solo espero que no se parezcan al hada que atacó en el festival.
––Yo opino que deben ser seres muy inteligentes, no creo que gusten de hacer guerra y matar como esa hada. De cierta manera me recuerdan a la leyenda de El amo de los mares. ¿La has oído?
––No estoy segura, recuerdo bien la leyenda de la luna y el sol, pero no recuerdo haber oído esa.
––Se dice que hace mucho existió un pirata que fue el amo de los mares. Pero se enamoró de una sirena, esta le llevó hacia el lugar donde vivían todas ellas y… con su canto lo sedujo hasta que lo ahogó, escuchando únicamente su canto bajo la luz de las lunas. Así su amado podría estar con ella por la eternidad.
Calai contempló el techo y dejó su mente volar, había temas que le gustaban y los miles de mitos y leyendas que se habían formado en torno a las sirenas era una de las cosas que más la fascinaba y quería en lo más profundo de su ser poder llegar a verlas y hasta si era posible, hablar con ellas.
… …
La noche dejó caer estrellas en los cielos y pintó suavemente los paisajes con su luz. En el valle de las luciérnagas Aurora se paseaba por su nube, esperaba con paciencia ya que ella tenía tiempo de sobra y no le importaba tener que mantener su espera para completar su tarea. Sus ojos color cristal veían claramente el cielo y todo lo que contenía, sus cabellos cambiaban de tonos y sus colores relucían suavemente en la noche, las estrellas la contemplaban enamoradas y las lunas la celaban desde el cielo. De cierta manera le recordaba la leyenda y se llegaba a preguntar si el sol tendría envidia por no verla danzar por las noches. El viento soplaba y las luciérnagas pintaban el valle, algunas flores nocturnas como las Val o Flaers abrían sus pétalos y dejaban sus aromas plagados por el pasto, su olor a polen atraía a varios insectos, incluso abejas y sus colores que alumbraban daban más luz al ambiente. Los peces se paseaban por el arroyo y era reconfortante gozar de ese lugar.
––Lamento haberte hecho esperar.
––¡Venus!
Llevaba un vestido oscuro, sus alas resaltaban y en su cabello blanco y negro era notoria la flor de noche que la engalanaba, sonreía y se mostraba alegre, algo no común en ella.
––Hoy pude salir, están cuidando bien los círculos más peligrosos ya que…––Miró hacia el suelo y Aurora entendió––. Conoces que perdí más del ochenta por ciento de mis capacidades.
––Era necesario Venus.
––Si, por lo menos logramos salvar entre las tres a todas las razas de la peste roja, aunque Celestia…
––Si, pero ella decidió cargar con todo el peso.
––Me preocupa saber que podría ocurrir algo que obligue a volver a bailar La Danza de las Hadas, si con una vez quedamos muy debilitadas, una segunda… bueno, nos mataría.
––No creo que vayamos a usar un recurso así, hay que pensar positivo, el bailar me quita el estrés y me ayuda a ser positiva. Ahora todo se ha calmado y no hemos tenido que interferir en cosas de gran magnitud. Aunque siempre hubo algo que nunca pude comprender— De forma seria contempló el cielo y recordó lo que decían los pergaminos sagrados—. pero… no importa, lo importante es que estamos juntas
––Si, pero… puede que pase.
Aurora quiso desviar la conversación, no le gustaba platicar de cosas tristes y si bien sabía que tenía que preocuparse, no quería ya que, pese a ser la menos afectada, no quería que algo se volviera en su contra.
––Oh––Se acercó a Venus––. ¿Esa flor no fue la que te di tiempo atrás?
––Yo… solo me la puse porque combinaba con mi vestido–– Su cara se pintó de un color rojo— No porque me la hubieras dado… …
—No puedes ocultar tus emociones, estás roja como un tomate.
—No me molestes.
Aurora sonrió y le dio un leve empujón a Venus.
Venus intentó devolverle el empujón amistoso, pero Aurora se apartó. Nuevamente la empujó, pero Aurora dio un leve respingo y rápidamente huyó. Venus puso una expresión más amistosa y salió para atraparla, Aurora zigzagueaba por los cielos mientras era perseguida por Venus.
––¡No creas que te dejaré escapar tan fácil!
––¡Si es que puedes atraparme!
Desde la lejanía se veía como la Aurora Boreal jugaba con la noche, como se mezclaban en un espectáculo de luces pintando juntas los cielos, las nubes se tornaron de sus colores y Aurora aprovechó para esconderse en ellas. Las lunas observaban apasionadas el juego de los espíritus sagrados. Ambas, tanto Aurora como Venus se sintieron nuevamente niñas, era como retroceder el tiempo, cuando jugaban las tres en los cielos y causaban de vez en cuando algún desastre como un poco de oleaje en los mares. Aurora salió del cúmulo de nubes y Venus aumentó la velocidad. Descendieron hasta ras del suelo, los pastos se sacudían fuertemente mientras se perseguían infantilmente, sus risas resonaban por el valle y despertaron algunos cisnes de plumajes negros, que volaron para huir temerosos. Aurora pasó rápidamente por el mar en donde se unían los cuatro ríos y salpicó un poco a Venus.
––El agua está helada––Aumentó la velocidad mientras sus pensamientos fluían y chocaban con el líquido––. ¡No podrás huir, yo siempre fui la más rápida de las tres!
La tomó por los hombros tras haberse acercado lo suficiente y ambas cayeron a los suelos envueltas en un mar de risas, hacía siglos que probablemente no jugaban así, quizá dejaron que el tiempo consumiera y cambiara su verdadero ser. Aurora quedó en el suelo, tenía a Venus observándola encima de ella, la sujetaba por hombros y ambas se contemplaban mutuamente, los sonidos de las cigarras resonaban desde la lejanía y las arrullaban. Venus no dejaría ir a Aurora, sabía que de cierta manera debía mantenerla y se sentía feliz de estar al lado de ella, pese, a que de vez en cuando no lo demostrara.
––¿Vas a seguir encima de mí?
––¿Quieres que me aparte?
––Por favor.
Venus le quitó las manos de encima con cierta delicadeza, Aurora se sentó en los suelos, el pasto les acariciaba los vestidos de manera pasiva y rozaba con cierta delicadeza a ambas, intentando no dañarlas. El cielo estrellado mostraba un plano casi perfecto y fantástico, el marco brillante dejaba ver la belleza delicada del mismo.
––Aurora.
––¿Que sucede Venus?
––Perdón si pregunto, pero… quiero saber ¿Cómo siguen tus alas?
Aurora se encogió de hombros, pero no quiso decir mucho, ella sabía que en parte fue por su terquedad que había sufrido tales cambios en su cuerpo y había descubierto las cadenas invisibles que la mantendrían atada eternamente a esas tierras.
––¿Por qué preguntas?
Venus la contempló un poco preocupada, pero… ella quería ver el estado de las alas de su hermana, aun recordaba el sonido ensordecedor de cuando sus alas explotaron y Aurora se precipitó en una bola ardiente mezclada con su sangre precisamente por su deseo de explorar el firmamento. El olor dulce de su sangre, jamás podría olvidarlo, los gritos y el cómo se esparció por la tierra. Ella no podía olvidar aquellos sucesos y la impotencia fue algo que la marcó.
Aurora, quería olvidar, quería dejar atrás el recuerdo plasmado en su piel, aquello era prueba de su pecado y lo severas de las reglas mágicas cuando se quebrantaban. Con un sentimiento extraño, empezó a quitarse la parte superior de su vestido, sus grandes alas seguían imponiéndose, aquellas alas que desprendían colores intensos que iluminaban con su belleza los suelos y los lagos y al igual que las tierras, se teñían de colores vivos e impresionantes. Venus observaba el resplandor de las alas de su hermana, pero, le rompió el corazón ver el otro par, estaban envueltas en su espalda y eran negras, parecían haber perdido toda su luz, su piel era de un tono negro, aunque este se difuminaba hasta ser nuevamente el color piel de Aurora, iluminado fuertemente por el color de sus otras alas.
Venus la abrazó por la espalda, Aurora se sorprendió, pero con sus manos acarició las de Venus mientras observaba los suelos en completo silencio. El viento sacudió los pastos junto con los cabellos y vestidos de ambas.
––Aurora… perdón por lo que te sucedió. Lo lamento tanto.
––No fue tu culpa, fue mía por querer hacer algo que no se podía hacer. Pagué por mi imprudencia. No debes disculparte siempre que las ves…
Venus se quedó en silencio, sin palabras, solo podía… abrazarla. Quería llorar, pero… las emociones de ambas habían sido inhibidas desde su nacimiento, podían sentir dicho dolor, más nunca manifestarlo.
––Estamos solas––Dio una leve risa para sí misma.
––¿A qué te refieres Aurora?
––Todos nos alaban y respetan porque somos como dioses para ellos, los humanos nos rezan; a mí, para que cuide los cielos y a la reina del Hades para que cuide a sus seres queridos en la vida después de la muerte. Pero… estamos solas, no importa que los salváramos, el precio por haberlo hecho fue demasiado alto. Jamás llegué a imaginar que la danza de las hadas nos dañara como lo hizo. Además, la magia es una maldición, las magias malditas son horribles… no pude hacer nada cuando Verum estuvo en Edén, muchos niños murieron, inocentes que no merecían morir… … soy… basura.
––Aurora, no digas eso… es–– Dio un suspiro––, es algo que no se puede evitar.
––¿Para qué existimos Venus? ¿Porqué? ¿Qué sentido tiene nuestra existencia si no podemos hacer uso de nuestra magia, si esa magia nos tiene encadenadas y a todos los que la usan?
––Nuestras vidas ya estaban escritas desde antes de nacer Aurora, estamos aquí por una razón y es la de cuidar a todos, ahora es cuando más tenemos que velar por su bienestar. No estamos solas… nos tenemos la una a la otra. Como la mayor de las tres, siempre trataré de velar por mi hermanita.
Aurora se volteó y la abrazó, el calor de su hermana se transmitía levemente hacia ella y Venus con cierta ternura la abrazó de igual manera, quería intentar entender a su hermana, pero desde aquel suceso siempre había estado perdida en sus pensamientos y le resultaba difícil el querer ser ese soporte para ella. Si quería demostrarlo debía de moverse y ser aquello en lo que quería convertirse.
Se levantó y extendió sus cuatro alas hacia los cielos.
––Fue un gusto pasar este tiempo a tu lado Aurora, pero me tengo que retirar. Gladio debe de estar muy preocupado.
––Cuídate… Venus––Se colocó nuevamente la parte superior de su vestido y llamó a su nube. Debía volver a patrullar los cielos…
La mañana estaba helada, eran las cinco, quizá un poco más. El reloj sonaba insistentemente y las despertó. El calor de la casa las arropaba y de manera soñolienta, Tera se levantó. Su cabeza tenía sentimientos encontrados y ganas enfermizas de volver a la cama y retomar su sueño. Sacudió un poco a Calai para que se levantara, las cobijas se movieron juguetonamente, la niña dormía al parecer cobijada completamente. De manera un poco entretenida asomó la cabeza entre las cobijas, el cabello extremadamente desordenado le caía por su cara, las ojeras se marcaban en sus ojos que, sumado a su soñoliento rostro, dejaban entre ver lo que quizá quería decir y Tera pensó que sacarla de la cama se transformaría en batalla campal, algo extrañamente adorable, pero fue todo lo contrario. Se levantó torpemente, bostezó y estiró los brazos. Se saludaron mutuamente, Calai, tras frotarse los ojos y despertar completamente, sintió inquietud, ansias y Tera, por su parte, pasaba por las mismas emociones, pero agilizando la situación fue la primera en tomar un baño, Calai la siguió después y tardó más lidiando con su cabello, por lo menos al contemplarse en el espejo ya no tenía una apariencia de una chica que apenas había visto la luz del día y ofrecía un mejor semblante. El reloj marcaba las cinco y cuarenta, obviamente el sol no saldría hasta las ocho y cincuenta, quizá nueve, por lo que les esperaba una mañana bastante helada y empezarían a sentir las secuelas cuando salieran por aquella puerta que servía de escudo entre el frio y el calor hogareño.
Prepararon comida fácil de llevar, unos emparedados de mermelada con queso y almorzaron emocionadas, Calai preparó un poco de té negro traído de las tierras de Cus, la preparación de dichas hojas con un poco de leche y azúcar fue un abrazo calórico a ambas. Empacaron unas cuantas para el viaje junto con un poco de ropa que les duraría para tres días, no estaban muy lejos de las tierras de Havila y según lo que decía el mapa no tenían que pasar siquiera por el estado en donde estaba la ciudad central, por lo que quizá llegarían en dos días, contando que no tuvieran problemas en su viaje. Un perfume y el cepillo que era la fiel espada de Calai para enfrentarse a las blancas brigadas asesinas que estaban encima de su cabeza marcharon entre sus manos hasta su saco.
––¿Para qué llevas ese tipo de ropa?
––Calai, en Havila hace mucho calor y alguien como tu persona, no aguantaría bastante usando ropas tan abrigadas, incluso preparé botellas para poder llenarlas de agua cuando lleguemos. Estás acostumbrada al frío y cambiar de golpe a un clima tan cálido como lo es el de Havila te va a sentar mal, incluso pienso comprar un abanico. Las temperaturas de Edén son más frías, pero no llegan a ser cálidas.
––Comprendo. Entonces supongo que puede estar bien.
Terminaron de empacar todo aquello que necesitaban y Tera fue por su caballo. Tardó algo, pero logró llevarlo hasta la entrada de la casa de Calai, empacaron todo en sus ancas y se prepararon para salir. Antes, rezaron a la diosa de las tierras, Celestia, para que todo les fuera bien y nada se interpusiera en su camino, Aurora para que los cielos estuvieran despejados y el clima no estuviera en su contra y a Venus para que cuidara de sus almas. Luego de haber orado, se montaron en aquella carreta. Calai vio nuevamente el pueblo y su casa, se sentía un poco asustada y de cierta manera no quería dejar el lugar de su nacimiento, pero ella sabía en lo más profundo que tenía que hacerlo, tenía que saber más de su pasado y se sentía tonta por no haber tenido interés en sus raíces.
Por la mañana las dos lunas asomaban sus rostros por el cielo nocturno, probablemente y con bastante facilidad tendrían que tolerar ese frio hasta las nueve, quizá más, ya que el sol tardaba en calentar, aunque usando esos abrigos no tendrían de qué preocuparse. Las pisadas el caballo se marcaban en la nieve y el viento soplaba entre los árboles, provocando que estos mismos se mecieran, algunos, dejando caer de sus copas flores durmientes que tocaban los blancos suelos y eran pisadas por Brisa. Pétalos rojos escarchados maquillaban su salida.
Observas lo que estás dejando atrás y, Calai, sabes que eso no es un adiós, sino un… hasta luego, pero no quieres dejarlo, hay algo profundo, algo que se clava en tu alma y mientras Tera sigue avanzando piensas en eso, crees que todo saldrá bien, pero al no saber que hay en las tierras bajas, no puedes afirmarlo, tampoco confiar plenamente en tus palabras. ¿Quién eres realmente? … ¿eres humana? Quizá no, ya que tu sola existencia desafía todo lo existente. Escuchas el sonido del viento y puedes oler el aroma de las flores durmientes que se pegan de manera enfermiza a tus ropas, no volverás a oler dichas flores en mucho tiempo ya que no puedes calcular cuánto te vas a quedar. ¿Será una semana mucho tiempo? Para empezar… ¿será una semana lo que te vayas a quedar? Siquiera sabes lo que te depara el día, pero pensar en eso es parte de tu persona, te preocupas y te asustas de cosas que quizá no puedan llegar siquiera a suceder, pero… quieres pensar que vale la pena ¿Por qué?...
Ellas dejaron el pueblo y poco a poco, las casas iban desapareciendo y los árboles pasaron a ser nuevamente el centro total de atención a la vista de Calai. El olor inundaba la nariz de ambas y la frescura de los pinos empezó a hacerse presente. Desde lo lejos, Tera pudo ver un tren que recorría las tierras, quizá fuera hacia Cus o Havila, pero no lo sabía con exactitud, las rutas eran inciertas hasta la mitad del camino, Calai en cambio, divagaba un poco en el pensamiento de las aguas y el tren viajando por los túneles subterráneos, le daba cierta alegría saber que en Helster solo había trenes, era un pensamiento un tanto tonto, pero a ella le agradaba. Las dos lunas se imponían por los cielos y la marea estaba muy alta.
––Tera ¿has oído la leyenda del hechizo de la luna blanca? ––Observaba el cielo estrellado y los dos astros que imponían su hegemonía por los cielos.
––Para ser honesta, no. Nunca había escuchado tal leyenda, más en cambio, si había escuchado otras. Ya sabes, leyendas que me contaba mi padre por las noches o que podía escuchar de algunas señoras de las tierras de Ónix.
––Se dice que hace mucho, la luna blanca y el sol se habían enamorado perdidamente, era tal su amor, que se unían al punto de que no existía el día o la noche, solo la luz de ambos que pasaban sus días bailando en su pista estrellada. Pero, la hermana de la luna blanca estaba celosa, y por ello los maldijo y les obligó a estar separados y para asegurarse de que así fuera, estaría cerca de su hermana, para que ella nunca pudiera permanecer al lado de su amado. Sin embargo, el universo se apiadó de ellos y cada cierto tiempo les permite estar juntos. Se dice que cuando hay un eclipse, aun puedes sentir ese amor que hay entre ambos––Se volteó hacia Tera, dejando de contemplar el cielo––. Siempre he querido ver un eclipse, como presenciar la época de oscurande, pero… la primera es bastante difícil que suceda y con la segunda, me contaron que estaba muy pequeña como para recordarlo.
––Yo si me acuerdo de la época de oscurande. Tenía… probablemente seis o cinco años, todos los días podía ver a las lunas, recuerdo que eran más grandes de lo común. El problema era que no sabía cuándo irme a dormir, era muy divertido, recuerdo ver a la Aurora Boreal danzar en lo alto de los cielos, teñía las nubes de sus colores y de cierta manera me recuerda bastante a su leyenda.
El camino se tornó ahora en cuestas, el aire empezaría a ser más fácil de respirar, aunque los pulmones de Calai se habían acostumbrado desde que ella tenía memoria, pero Tera podría respirar con mayor facilidad. El salir de la provincia no les llevó tanto tiempo, el pueblo en el que vivía Calai era prácticamente el que indicaba si estabas dentro o fuera de la misma. Pasaron por lo que parecía una pequeña pradera que tenía flores corazón dulce, su color blanco resaltaba entre el paisaje, pero algo más les llamó la atención. Había una Urleis con su cría, su pelaje plateado se asomaba y sus ojos esmeraldas brillaban en el día oscuro, su cabeza alargada se sacudía rápidamente y podía ver las plumas plateadas de su pecho, la cría bebía el néctar de las flores, y metía su cabeza en el enorme saco que tenían las mismas, en donde guardaban su miel.
––El azúcar de las flores corazón dulce es mejor que la miel, aunque para ser honesta, me gustan más las bebidas frías que se hacen de esa flor.
––A mí también me agradan, más cuando vivía en Havila y eran las dos de la tarde… era muy hermoso–– Observó con más detenimiento a la Urleis––. Que criaturas más bellas habitan en estas tierras, me sorprende que hayamos podido ver a una de ellas, es bastante raro, aunque me hubiera gustado ver al macho, siempre me han llamado la atención sus cornamentas emplumadas.
Continuaron su camino y con el pasar de las horas pudieron ver al sol asomarse tímidamente mientras las lunas empezaban a perderse, las estrellas se desvanecían y el frio empezó a ser más tolerable. Ambas iban disfrutando del paisaje y de sus maravillosas pinturas que este esbozaba, tendrían que volver a pasa por Belnefts, aunque eso a ninguna les molestaba ya que la ciudad central de Belnefts era de cierto modo agradable y hasta hermosa, evidentemente tomarían un pequeño descanso en esa ciudad y la ventaja era que iban bajando, por lo que el tiempo se acortaría más.
La luz del sol se colaba en la habitación de Verum. Había dormido y caído como un muerto y despertó levemente, la cabeza le daba tumbos y eso estaba sumado a un dolor sumamente agudo. La luz del sol le molestaba los ojos y el canto de las aves le perforaba de manera desagradable los oídos.
––Que demonios, otra vez tengo resaca–– Pensó con un poco de dificultad, tenía unas endemoniadas ganas de beber agua, por lo que llamó a una de las sirvientas––. ¡Asvid! ¡Asvid! ––Su propia voz le era tortuosa y percibió que estaba desnuda, por lo que se metió bajo las cobijas dejando solamente su rostro fuera de ellas.
La sirvienta entró tímidamente, vio que Verum estaba desnuda y desvió la mirada, no podía verla a los ojos ya que tenía la imagen de la noche anterior.
––¿S… si mi señora? ––Su mirada estaba en el suelo.
––Habla más bajo por dios, no seas tan ruidosa.
––P… perdón––Musitó.
––¿Podrías traerme un vaso con agua? —Su tono de voz rogaba por agua y era más sumiso que el que solía usar.
––S… si, mi señora––. No pudo verla ni hacer el intento.
Asvid salió de su cuarto y se topó a Diligitis, que iba entrando en la habitación con una cara de incomodidad, no quería entrar a ese lugar, pero tenía que hacerlo. Caminó lentamente, pero Verum le llamó la atención.
––Por dios, camina más despacio y no tan fuerte, hoy me duele mucho la cabeza.
Diligitis cambió su mirada y observaba la ventana con aquella elegancia que le caracterizaba.
––Mi señora… ¿Se encuentra en óptimas condiciones para atender los asuntos el día de hoy?
––Creo… ¿por qué preguntas?
––Curiosidad.
Verum recordó lo más importante, la velada del día anterior.
––Para iniciar… ¿Cómo fue nuestro plan de la velada? ¿Fue tan exitosa como la planificamos? ––Hizo el intento por dar un rostro de total satisfacción y júbilo––. Lo digo ya que amanecí con resaca, lo que significa que tuve que beber bastante y soy de las que pierde un poco el control cuando me embriago.
––¿Un poco? ––Pensó––. Por lo menos dijo un poco.
––Y bien ¿Cómo nos fue?
Él seguía viendo la ventana, sin reparar en los ojos de su ama.
––Diligitis, yo estoy de este lado, no en la ventana. ¡Mírame!
Diligitis recordaba el cómo ella casi lo había violado y le había obligado a tocarla.
––Pues… ahora que menciona como nos fue anoche… podemos concluir que… ahora todos la conocemos mejor.
––¿A qué te refieres?
––Pregúntese el ¿por qué está desnuda?
Verum se puso a meditar y tardó poco en enterarse, pese al dolor agudo, pudo colocar las piezas en su lugar.
––No me digas que…
Diligitis volteó su rostro y su cuerpo totalmente, dándole la espalda.
––¿Solo me desnudé verdad? ¿Solo me desnude? ¿¡Verdad!?
––He dirigido y entrenado a ejércitos y he estado en pláticas políticas muy toxicas, momentos de suma presión y momentos extremadamente tensos, pero esta es la primera vez, que me sentí tan avergonzado. Lenguaje obsceno, exhibicionismo, amenazas de muertes, chistes verdes, intimidación usando magia, corromper moralmente a una menor e intentos de violación a su servidor… ¿continúo? –– Su voz fue ronca y entrecortada con una carga de suma vergüenza, apenas pudo decirlo––. Pero, en conclusión, podríamos decir que fue un éxito, tenemos un aliado nuevo, pero… yo eliminaré el alcohol de las siguientes veladas. Solo como cautela.
Verum se llevó las manos a la cabeza y sus ojos se perdieron, las manos le temblaban.
––¡ME TIENEN QUE ESTAR GASTANDO UNA PUTA BROMA, NO PUEDE SER! ¡YO NO PUDE HABER HECHO TALES COSAS! ¡USTEDES MALDITOS CERDOS ME DESNUDARON! ¡ESTO TIENE QUE SER UNA PUTA BROMA! ––Su voz cambió a un tono cínico––. Ya veo que esta corte no ocupa bufones… ¿Verdad?
––¿Cuándo le he mentido? ––Hizo un esfuerzo por verla a los ojos, su tono era serio.
Asvid llegó con el vaso con agua y no observó a Verum.
––Asvid, lo que Diligitis contó es mentira… es mentira ¿Verdad?
––Pues… nunca había oído tales obscenidades. Nunca, me hizo sentir muy avergonzada y de cierta forma incómoda–– Tenía la cara roja. Estaba muy sonrojada.
––¿Por qué no me detuviste Diligitis? ––Se volvió a tocar la cabeza, el dolor agudo seguía taladrándola.
––Mi señora…
––Te dije que hablaras más bajo Asvid.
––Lo lamento. Pero… usted si hizo todo eso.
––Demonios––Musitó, se sentía estúpida.
––Bajo los efectos del alcohol mi señora, su servidor no pudo hacer nada. Tenía un poco de miedo que pudiera herir a todos los presentes.
Verum bebió del vaso con agua, se estaba muriendo por uno de esos y el beber de aquel líquido cristalino la llenó de vida, aunque la cabeza aun le daba golpes cual bombo, pero, con un baño podía calmar todo eso. Diligitis se retiró de la habitación y entraron las otras sirvientas. La ayudaron a ponerse en pie y pese a la vergüenza que todas tenían, la bañaron y Verum podía sentir como pasaba poco a poco la resaca, maldecía, pero sabía que el jurar no volver a beber era imposible y era un tratado que rompería a la menor oportunidad que tuviera. El baño fue para ella toda una terapia, sabía plenamente que tenía que cambiar sus formas de actuar y debía hacer el esfuerzo por no beber ya que eso podía poner en una línea roja su plan y no podía permitir que todo aquello se viniera abajo como si de un castillo de cartas se tratara. Tenía que pensar con una cabeza más fría de ahora en adelante si es que quería triunfar a futuro.
Salió de la ducha y le dieron trajes blancos con una cinta azul que la hizo lucir bastante bien, sus pechos se alzaban seductoramente entre el traje, su figura resaltaba y su pañuelo fue puesto en sus ojos. La peinaron y le ataron los cabellos para que luciera más fresca y desde cierta perspectiva podía verse así. Salió del cuarto del baño y se topó con Jen, este caminó por el pasillo y de forma lenta sus pasos resonaron de manera un poco tortuosa hacia la cabeza de Verum, pero ya no era tan fuerte como antes, la cabeza igualmente le seguía dando problemas, aunque, eran leves.
––Mi señora––Musitó y puso sus ojos en el suelo, no quería verla y menos teniendo en cuenta lo sucedido la noche anterior––Alguien ha venido a verla.
––¿Q… quién?
––Es un anciano que dice conocerla y asegura que ha venido desde lejos.
Verum dio un respiro y dejó que el sol golpeara su piel, pensaba que quizá era un anciano con problemas o alguien que querría algo de ella, dinero quizá. Caminó un tanto sin ganas siquiera de tener que hablar con alguien que no fuera cercano a ella, aunque igualmente le daba curiosidad. ¿Por qué alguien querría hablar con ella? No sabía sinceramente las razones, pero quería de cierta forma averiguar.
Pasó por el pasillo hasta dar por las escaleras, se sentía enferma, aunque no era la peor resaca que había tenido, estaba agradecida de no haber vomitado esa mañana ya que recordaba que una vez había llenado cuatro valdes de vomito.
Sacó sus alas y descendió rápidamente, quería acabar con eso de la manera más rápida posible, se acercó presurosa a la sala del trono, los soldados abrieron la puerta para ella, se adentró lentamente al lugar y pudo ver lo que efectivamente le dijeron; era un anciano, con un cabello blanco que finalizaba con una cola atada con un pañuelo y fumaba una pipa.
El sol se colaba por las vidrieras y dejaba que la sombra del anciano se moviera por los suelos junto con el silencio que cantaba apartado en aquellos momentos en los que solo las muñecas que subían por los engranajes interrumpían dicha balada.
Caminó en sincronía hasta la sala, el sonido de sus pisadas era armoniosa y con cierta elegancia dejaba que su cabello se sacudiera tras sus espaldas, el sol iluminaba su cuerpo, calentándolo y molestando de cierta manera a Verum, la resaca no había pasado de manera completa y agradecía por su pañuelo, sin este probablemente odiaría más el sol y le hubiera gustado hablar a la sombra de una de las paredes.
El hombre dejó escapar humo de su pipa y al escuchar las pisadas de Verum volteó su mirada hacia ella. El tamaño era considerable ya que Verum podría llegarle quizá a la mitad de su cuerpo, un poco más si se quería ser exigente.
—Buenos sean los días para usted señor.
Celgris se inclinó en señal de respeto.
—Buenos días sean para la reina también.
Verum se aclaró la garganta y tosió un poco para dejar salir las palabras con la mayor fluidez posible.
—Dígame… ¿A qué se debe su visita? ¿Tiene problemas la región en la que vive? ¿Es usted el representante?
Verum esperaba que hubiera problemas, siempre los existían y cada rey o reina no estaban exentos de ellos, pero esperaba que todo pasara con mayor lentitud, por lo que esa repentina visita no hizo sino alimentar su nerviosismo y curiosidad.
—No, la verdad yo no soy representante de ningún estado. No vivo en este país.
—¿No es de Edén?
—No— Dejó escapar humo de su pipa—. Yo soy de Helster, de la capital.
Verum cruzó brazos.
—¿Y a qué se debe una visita desde un lugar tan lejos? Creí que la entrada hacia este lugar por medio de los otros países estaba prohibida.
El anciano la observó, el sol reflejaba sus rayos en sus lentes.
—Vine de visita.
—¿Es alguna de mis criadas nieta suya?
—No, la verdad no tengo nietos o nietas, nunca tuve hijos.
Verum dio un respiro, creía que ese hombre la estaba tomando por el pelo y seguía sin comprender las razones por las cuales se hallaba ella en la mañana tras una resaca hablando con un anciano que bien podría tener demencia senil.
—Entonces… ¿Cuál es el motivo del por qué se halle en mi castillo?
El anciano se acercó lentamente hacia ella.
—¿Cuál era tu nombre? Uno de los soldados me lo había dicho, pero mis años pesan y mis memorias se pierden muy fácil.
—Yo me llamo Verum.
—¿Solo Verum?
—¿A qué se refiere?
El anciano volvió a fumar.
—Bueno, creí que una reina tendría apellidos o títulos— Se volteó hacia la ventana, haciendo que la leve cercanía que tenían sus sombras desapareciera—. ¿No tiene usted apellidos?
Verum pensó unos momentos…
—Si tengo.
El sol cobijaba la mañana como lo haría una madre con su recién nacido.
—Soy Verum Ildeira.
El hombre dio una mueca.
—¿Ildeira? Ese es un apellido extraño, nunca lo he oído— Se encogió de hombros y continuó fumando de su pipa—, creo que significaba… "Luz mañanera"
Verum se extrañó, ese nombre estaba en feérico antiguo, una lengua que había desaparecido y nadie sabía cómo pronunciar siquiera de la forma correcta sus caracteres, pero… ese anciano lo había logrado. Ni las hadas mismas podrían ser capaces de hablarlo como era debido ya que el paso de los años hizo que las lenguas cambiaran hasta dar como resultado que ella fuera el único ser vivo que podía hablarlo; a excepción de los espíritus sagrados y quizá unas estudiosas, pero eso último era desconocido por Verum.
—Disculpe mi atrevimiento, pero… ¿Cómo sabe pronunciar bien ese apellido? y… ¿Cómo sabe de su significado?
El anciano se volvió a dar la vuelta, observándola fijamente mientras que el silencio arrullaba la plática de ambos con aquel sentimiento digno de él.
—Ese nombre está en feérico antiguo ¿Verdad?
Se acercó más a ella y Verum se dobló ligeramente hacia atrás; sus sombras seguían sin tocarse.
—¿Cómo conoce ese idioma?
—Lo hablaron las hadas por muchos siglos antes de la guerra y dos más después de la misma para ser exactos, lo hablaron las primeras reinas de las hadas.
Se siguió acercando más y Verum con curiosidad y temor empezaba a avanzar en sentido opuesto, pero… ¿Qué podía hacerle un simple anciano?
—Lo habló Melusina, la primer gran reina de las hadas, también Briggite, la reina de los manantiales y la tercera después de Melusina.
—Pero…
Algo en ese hombre se le hizo familiar a Verum. El hombre extendió su mano hacia ella, su figura se imponía ante su frágil semblante. Sus sombras empezaban a acercarse. Con suavidad tomó el pañuelo, Verum se puso en alerta por si le llegaba a hacer daño, pero… solo lo desató, quitándoselo de su rostro, sus cabellos cayeron con suavidad y se sacudieron, brillando ante el sol y siendo sacudidos suavemente con el viento, dejando sus rojizas mejillas y ojos al descubierto.
El anciano, al verla dejó escapar aire y sus brazos cayeron hacia sus costados.
—Y…—Le acarició el rostro con ternura mientras la reina estaba confusa por todo lo que estaba pasando—, también lo habló la segunda reina de las hadas… … que llevaba por nombre… … Verum Ildeira, el hada sin alas, el… el hada de la profecía.
—¿Co… cómo lo sabe?
El anciano cayó sobre sus rodillas y de sus ojos empezaron a nacer lágrimas que rodaron por su mentón.
—¿Verum?
Ella no sabía que pasaba, solo observaba a aquel hombre romper en llanto mientras que la observaba con su mano en su rostro.
—¿Q… quién es usted?
El hombre no podía hablar y con un impulso la abrazó, hundiendo su rostro en su hombro mientras lloraba como lo hacía un niño. Su llanto quebró la melodía sepulcral del silencio y sus sombras se unieron.
—Verum… mi pequeña Verum.
El anciano la tomaba con fuerza, sentía que no era real aquello que palpaba y pensaba que podría ser solo un sueño, pero aún con todo, era real, sentía que lo que palpaba era real y por fin la podía volver a ver.
—Verum, despu… después de tantos siglos… ¿Cómo?
Verum podía lanzarlo, quitarse a ese anciano de encima y decirles a los guardias que lo echaran, pero… había algo en él que se le hacía familiar. Sus manos temblaban y apenas podía hacer movimientos. Las lágrimas empezaban a manchar su hombro y enjuagaban su vestido en su perfume, incluso las manos de ese hombre arrugaban los vestidos que se había puesto.
Lo tomó por los hombros y lo observó, la nariz le moqueaba, sus ojos estaban rojos y respiraba de forma agitada.
—¿Quién eres?
El hombre trató de hablar con compostura, pero sus labios temblaban al igual que las palabras y la fragilidad de las mismas empezó a volar desde su garganta hasta su lengua.
—Yo… yo… soy Celgris.
El silencio empezaba a mezclarse lentamente mientras que Verum empezaba a recordar.
—Pero… ¿Cómo estás vivo? No puedes ser Celgris, ya que… el Celgris que conozco vivió hace más de novecientos años.
—¿Ya olvidaste que vivimos mil años o más? ¿Qué somos descendientes de los colosos?
Verum empezó a temblar mientras las manos del anciano tocaban sus hombros.
—Verum.
Ella estaba perdida, pero empezaba a recordar. Su niñez, su niña interior, una que todos llevaban, empezaba a recordar. Una niña que había estado sola, recorriendo las oscuras paredes del laberinto de su mente.
No había madurado, el pasar del tiempo y todo lo que había vivido en este lapso la hizo olvidar, olvidar cosas que no debía y personas que nunca tuvo que.
—Recuerdas, cuando salíamos a jugar por los bosques. Recuerdas que yo te enseñaba todo sobre los animales, subíamos hasta las copas de los mismos y observábamos el cielo.
Su voz se quebraba más con cada palabra que soltaban sus labios.
—C… Celgris.
Sus manos temblaban e hizo el intento de abrazarlo, no podía todavía mantener dicho pensamiento, pero su niña interior empezaba a juntar los fragmentos que había perdido, empezaba unirlos como si de un rompecabezas se tratara.
Sus ojos empezaron a acumular lágrimas y sus labios temblaron.
—…
No pudo hablar, tomó una bocanada de aire y guardó para sí su llanto, observó sus manos y vio cómo algunas lágrimas caían por su rostro y llegaban hasta ellas. Se limpió las mismas y lo observó nuevamente, su boca temblaba al igual que sus ojos. Sabía que, si llegaba a hablar, si tan solo soltaba siquiera una palabra, sabía, que iba a llorar.
—Verum.
Celgris acarició con ternura su cabeza mientras que con sus ojos llorosos la observaba.
—No está bien el no llorar, no está bien el no llorar.
Las lágrimas fueron libres y empezó a temblar, sus manos se alzaron suavemente y su mentón se sacudía mientras su nariz empezaba a moquear.
—Celgris.
Lo abrazó con fuerza y aún trataba de mantener las emociones. Celgris comprendió al ver su mirada que no había cambiado, que era la misma niña que había conocido y eso le llenó de paz el alma. La abrazó con ternura.
—Déjalo salir, Verum. Nadie, es fuerte por no llorar.
Verum lo tomó con más fuerza, sus lágrimas empezaron a salir, su nariz empezó a moquear y tras observarlo a los ojos con aquella mirada llorosa, hundió su cabeza en su pecho y con un grito, empezó a llora…
Las sirvientas cerraron la puerta para que nadie interrumpiera con la reunión de su ama, cortando el silencio y guardando el secreto que solo las puertas y paredes pudieron ver aquella mañana.