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Chapter 8 - El talismán y la princesa

Aurora estaba montada sobre su nube, las tierras de Havila parecían turbias como de costumbre, el ajetreo de la gente, las presas por los autos, las plazas llenas y el mercado principal a reventar de la bulliciosa muchedumbre. Luego de que Aurora escuchara el discurso, no pudo evitar sentir curiosidad por anticipar lo que podía deparar aquella situación, no se esperaba el mensaje de Diligitis, pero quizá sí la reacción de las personas. Toda la ciudad estaba un poco turbia y se sentía una atmósfera un tanto tensa, la mayoría hacían sus compras con prisa.

––Este día no para de mejorar––Dio un largo bostezo y recostó su cabeza sobre la mullida nube––. ¿Qué hubieras hecho Celestia?

La duda la intrigaba, pero para ella era preferible el ver cómo se desencadenaban los acontecimientos, no podía meter mano para ayudar, más si observar. Pese a esto, Calai repasaba los laberintos de sus pensamientos, quería ver lo que sucedía y necesitaba más de la magia de ella, no estaba segura, pero tras haberlo pensado, ella jamás hubiera podido usar magia blanca, la lengua no la dominaba y ella era humana de raza pura, ninguno de su especie lo había logrado antes.

––Supongo que solo debo esperar, en algún momento tendré más oportunidades de ver más a fondo lo que se oculta tras tu corazón, pero por el momento me interesa ver a las princesas ¿Qué van a hacer ahora que saben que todo puede revertirse en su contra?

La ciudad se asomaba divertida, las personas eran como simples hormigas y los edificios más altos se imponían por los cielos, el sol golpeaba fuertemente y el calor en Havila era mayor que en las demás tierras. Aurora en alguna ocasión había comprado un vestido en un pueblo cercano a la costa, sus telas finas le agradaban, más sus vestiduras actuales la habían enamorado profundamente, el hacerse pasar como una pueblerina siempre le agradaba ya que los humanos no podían verla a no ser que ella se dejara ver. Se retiró de Havila, iba a dar una vuelta por los cielos, patrullarlos y tratar de ver algo que le llamara la atención, alguna ballena, delfín o quizá aves que le sirvieran de compañía, quería despejarse un poco y si tenía suerte, podría ver a algún monstruo marino.

Observas los cielos, eres Aurora y la pereza invade tu cuerpo, quieres volar, pero… ¿De qué sirve tener las alas más bellas si no las puedes usar? Piensas en el día en que eras niña, cuando pudiste contemplar por primera vez los cielos. Te duele y dudas, desconoces muchas cosas que pasaron y recuerdas aquella noche en donde tu sangre recorría tu espalda, tus hermanas estaban a tu lado y en ese momento te enteraste de las cadenas invisibles que te ataban a este mundo, impidiéndote salir a explorar aquél nuevo cielo.

––Pero que estupidez

Los humanos te ven como una deidad, pero… no hiciste nada para ayudarlos, dejaste que murieran y te sientes mal, pero han pasado tantas cosas similares que al pensar que es bueno sentir lástima por ellos se trasforma en un sentimiento estúpido, ¿de qué te sirve ser uno de los seres más poderosos si no puedes usar todo tu poder? Nunca en todo lo que llevas de vida lo has usado completamente. Piensas que toda tu preparación se ha reducido a solo convertir en polvo meteoritos y danzar por las noches.

––¿Por qué no puedo verte oh cielo? Quiero conocerte, explorarte y maravillarme con la belleza que me muestras, más no puedo. Que estupidez, pienso una y otra vez lo mismo y llego exactamente a la misma conclusión, no puedo creer que sea tan estúpida.

Se arremolinó sus cabellos y su vista se fijó en las tierras de Havila más alejadas de la capital. Las casas que contempló estaban en un estado deplorable y descendió levemente y contempló a unos niños jugando, sus ropas estaban sucias y algunas estaban rotas, le recordó a los días cuando jugaba con sus hermanas. Ellos parecían de escasos recursos, más sus sonrisas se vislumbraban fácilmente. Eran felices y solo querían vivir su día a día. Aurora se elevó nuevamente, las nubes la volvieron a cobijar en el azul del cielo. Se sentó en su nube y acarició con sus manos una de ellas que se desintegraba entre sus manos y la brisa le sacudía sus cabellos que cambiaban de tono. Observó nuevamente hacia las tierras inferiores, el reino de las hadas seguía encerrado en aquella gigantesca burbuja, ese hechizo era impresionante, Aurora sonrió para sí misma, sabía que en unos meses danzaría por todo el lugar, con todas las hadas anonadadas con su belleza.

––Supongo que no todo es tan malo, mejor es no verle el lado oscuro a la vida––Dio un largo bostezo y se acomodó en su nube, observando los cielos mientras paseaba suavemente por los mismos. Recordó una leyenda.

––Sería divertido si el barco volador se apareciera entre las nubes, si… fuera divertido volver a jugar como una niña.

Le gustaba recordar como a veces se comunicaba con los niños por medio de los dibujos de las piedras.

—Si… como cuando era niña.

La tarde caía, las nubes se teñían de naranja y jugueteaban por los cielos, el sol pintaba cual artista el firmamento y dejaba entre ver un morado que colaba entre los tonos naranjas, amarillos y rojos. Vanitas irrumpió la habitación de Brillo, ella seguía repasando las grabaciones del ataque y Vanitas pensaba que no era la única, todos los Lord, princesas y duques poseían ya una copia de las grabaciones. Él la había visto y analizado, más Brillo quería descubrir exactamente todo lo que contenía el video que, para su lástima, no estaba bien enfocado.

––Mi señora, le traigo una copa de un vino especial. Debe estar cansada, le pido que descanse.

––Vanitas, cuanto más lo veo menos entiendo, ella estaba peleando contra Diligitis, pero, él se veía tan convencido de matarla… ¿Por qué ahora está de su lado?

––Mi princesa, no puedo llegar a responder con sinceridad, lo conocí durante muchos años, los suficientes como para poder decir con toda propiedad que él nunca haría algo así.

––Por ese mensaje ahora todo el pueblo duda, yo sé que el mismo no fue tan eficaz, deberán concentrarse y meditar quién es el que posee la razón.

––Princesa Brillo, debe tener calma, la situación es muy bochornosa para que usted se ahogue en un vaso con agua. Todo el reino confía en usted.

––Aun así, temo que esta situación provoque caos.

––Mi señora, eso no va a pasar, todos saben que usted los protegerá, creen en su palabra.

Brillo observó con preocupación a Vanitas por el rumbo que las cosas iban a tomar de ahora en adelante.

––También los soldados, ellos… cerraron la salida A de la ciudadela, asesinaron a sus compañeros, decidieron seguirla… ¿cómo es que los convenció? ¿cómo es que ella pudo reunir a tantos? Para empezar ¿Quién es ella? Nunca escuche que la familia real de Edén hablara sobre esa máquina de muerte, solo hay un hada, pero no es lo que me contaron y no creo que se parezca y pasó hace más de novecientos años, ningún hada vive tanto, no existen registros en ningún libro. Pero… ella parecía conocerlos. ¿Cómo? ¿Será una impostora? Llevaba el mismo nombre, pero, era tan diferente.

––Por desgracia, solo Diligitis y la familia real lo sabían, nunca llegué a conocer esos detalles tan profundos, se rehusaron a hablar de ello, además… yo solo era su estilista, hasta ahora es que cumplo con otras funciones más importantes. Le pido que descanse, por mi parte me retiro. Pase usted mi señora una buena tarde. Observaré las grabaciones nuevamente.

Brillo tomó la copa de vino, su color púrpura era muy llamativo y su sabor era al principio un poco amargo, aunque luego se sintió tenue y agradable y pudo sentir las dulces uvas del cual estaba hecho. Dejó la copa en su escritorio, los cristales de su sala reflejaban perfectamente el sol, su color naranja penetraba suavemente y acariciaba la cara de la princesa. Ella se sentía desorientada, todo aquello había sucedido a una velocidad fugaz y apenas le había dado tiempo de asimilar lo ocurrido. Caminó lentamente hasta llegar a la gran ventana; desde aquella altura toda la ciudad se veía apacible, los anuncios en las pantallas, el sonido de los autos apenas audibles era algo bello, su nación era una de las más pobladas, pero… siempre podía estar tranquila, su ciudad y su gente confiaban en ella, o eso era lo que quería creer. Recordaba que su padre la llevaba cuando era niña a los estadios, compartía con ella y pese a sus deberes como rey, siempre tenía un momento para su pequeña. Caminó y dejó la habitación, recorrió el largo pasillo, las sirvientas le hicieron una reverencia, ella las saludó con cortesía. Las ventanas proyectaban la luz de manera imponente. Dobló a la izquierda, entrado en la habitación de su madre. Estaba vacía a excepción de la cámara criogénica en su centro. Se acercó, lentamente, sus pasos irrumpieron el silencio y su vestido se arrastraba por el suelo, con sus manos acarició la cámara, contemplando el rostro de su madre. Observó la habitación nuevamente, luego acarició el vidrio. Se encogió de hombros y observó el talismán que llevaba, lo tomó con suavidad y divagó entre su color, sabía que tarde o temprano acabaría igual, tenía que sobrevivir y la vida de las demás personas debía extinguirse, no sabía cuántos años de vida le quedaban, pero, estaba segura de que no llegaría más lejos de los veintinueve, a menos claro, de que hiciera lo mismo que su madre. Dudó por instantes, se sintió un poco estúpida por no darse cuenta de la realidad y de aceptar algo tan peligroso, no tenía salida y el tiempo corría en su contra, la observó nuevamente, sus manos sobre su pecho, su cara pálida y azulada, esperaba que en la otra vida estuviera feliz, feliz, por dejar esa carga, más recordó lo que le había dicho antes de morir.

"La magia es como el fuego, es hermoso de ver, más si juegas con él te puedes llegar a quemar, usa este poder sabiamente para defender nuestra nación, ese talismán es lo único que puede intermediar entre nosotros y los medios paranormales"

––Mentirosa–– Recordó lo inútil que había sido su magia contras las sombras-espectros.

Entrenamientos y lecciones de magia, nunca pudo llegar a pensar que hubiera terminado de aprenderla, pero Verum llegó a demostrarle que no sabía nada, su manejo era apenas básico comparado a lo que ella sabía ¿o quizá no? No se había enfrentado a ella, no había tenido un verdadero combate y estaba segura de que aquella hazaña que había logrado el hada se debía a otros medios, necesitaba encontrar la respuesta a esa magia desconocida, necesitaba desencriptar la verdad para poder ganar. Presentía algo extraño en aquellas sombras que las atacaron, había algo en todo el ataque que no llegaba a resolver en su mente. Regresó a su habitación, se sentó en su gran silla, el sol le daba en todas las direcciones, dio otro sorbo al vino, acarició la copa con un dedo. Puso otra vez la grabación y comenzó a verla… … una vez más.