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Chapter 2 - Capítulo 2: Un Nombre para Recordar

El sol se escondía lentamente tras las colinas, pintando el cielo con tonos naranjas y violetas. El niño avanzaba entre los árboles, sintiendo cómo la brisa fría rozaba su piel. Estaba exhausto, pero el hambre y el miedo no lo dejaban detenerse.

"¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy?" Las preguntas giraban en su mente como un remolino. No recordaba nada, solo un vacío abrumador que lo hacía sentir perdido.

De repente, un ruido rompió el silencio. Se detuvo en seco, agachándose detrás de un arbusto mientras observaba con cautela. Era un crujido, como si alguien pisara una rama cercana.

Entonces la vio.

Una niña, no mayor que él, caminaba lentamente entre los árboles. Su cabello rojizo estaba desordenado, y llevaba un vestido sencillo que parecía haber visto días mejores. En sus brazos sostenía una muñeca hecha de trapos, con la cabeza inclinada hacia un lado como si estuviera cansada también.

El niño se quedó quieto, observándola desde su escondite. La niña parecía estar buscando algo. Sus ojos se movían de un lado a otro, llenos de incertidumbre.

—¿Hola? —dijo ella finalmente, con una voz suave pero temblorosa.

El niño dudó. Podría ser una trampa, pero algo en la manera en que abrazaba a su muñeca le decía que estaba tan perdida como él. Lentamente, se levantó de su escondite.

—¿Quién eres? —preguntó, manteniendo cierta distancia.

La niña dio un pequeño brinco al escucharlo, pero no huyó. En lugar de eso, lo miró con curiosidad.

—¿Quién eres tú? —respondió, abrazando su muñeca con más fuerza.

El niño no sabía qué decir. Las palabras parecían atascadas en su garganta.

—No lo sé —dijo al final, bajando la mirada.

La niña frunció el ceño, claramente confundida.

—¿Cómo que no sabes?

—No sé quién soy. No sé qué hago aquí... Ni siquiera sé mi nombre.

La niña inclinó la cabeza, evaluándolo como si tratara de resolver un misterio. Después de un momento, dio un paso hacia él.

—Eso es raro —dijo con franqueza.

El niño no pudo evitar sentir una punzada de vergüenza.

—Sí, supongo que sí.

La niña lo miró con más atención y sonrió de repente, como si se le hubiera ocurrido una idea.

—Si no tienes un nombre, podemos inventarte uno.

El niño la miró, sorprendido.

—¿Inventarme uno?

—¡Sí! —dijo ella con entusiasmo, dejando su muñeca en el suelo para poner sus manos en la cintura. —Tienes que llamarte de alguna forma, ¿no?

El niño dudó. Nunca había pensado en eso, pero ella tenía razón. ¿Cómo podría seguir adelante sin un nombre?

—¿Qué tal… Sholan? —sugirió después de pensarlo un momento.

—¿Sholan? —repitió él, probando cómo sonaba.

—Sí —dijo ella, asintiendo con entusiasmo. —En mi idioma, hay una palabra, Seoran, que significa único o raro. Y como actúas raro, me parece que te queda perfecto.

El niño parpadeó, algo sorprendido. Pero la sonrisa de la niña era contagiosa, y no pudo evitar sonreír también.

—Sholan… me gusta.

—¡Entonces Sholan! —dijo ella, claramente orgullosa de su elección. —Es un nombre fuerte, y también suena bonito.

Por primera vez desde que había llegado a este lugar desconocido, el niño sintió algo parecido a la calma. No sabía por qué, pero tener un nombre hacía que todo pareciera un poco menos aterrador.

Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho.

Un ruido metálico y pasos apresurados rompieron el silencio. Ambos niños giraron la cabeza al mismo tiempo hacia la fuente del sonido. Entre los árboles, comenzaron a aparecer hombres vestidos con uniformes negros. Llevaban armas y el símbolo de una calavera roja en sus brazos.

HYDRA.

El miedo se apoderó de la niña, quien rápidamente tomó la mano de Sholan.

—¡Tenemos que escondernos! —susurró, tirando de él hacia un grupo de raíces expuestas.

Sholan no se resistió. Se dejaron caer en el hueco debajo de las raíces, tratando de no hacer ruido. Desde su escondite, pudieron ver a los hombres moviéndose entre los árboles, buscando algo.

—¿Quiénes son? —preguntó Sholan en un susurro.

—Ellos... son los malos. Vinieron por mi familia.

Sholan apretó los puños. Algo dentro de él comenzó a revolverse, una sensación extraña que no podía explicar. Era como un calor que se extendía por su cuerpo, una energía que no entendía pero que sentía que estaba ahí, esperando ser utilizada.

Los pasos de los hombres se acercaban. La niña respiraba rápidamente, aferrándose a su muñeca de trapo. Sholan la miró y, por primera vez, sintió algo más fuerte que el miedo.

Determinación. Aunque no recordara quién era, aunque no supiera de dónde venía, algo le decía que no dejaría que esos hombres los encontraran. Y que haría todo lo posible por protegerla.