Luego de estar un tiempo así rodeado por el misterio mismo, Dominieck por primera vez desde que me arrastro hasta este lugar elevo su cara para observarme.
— Hay tantas cosas que necesito que me contestes, necesito saciar mi duda por mi propia cuenta y espero que me des respuestas claras a cada una de ellas.
— Y porque crees que te respondería no eres más que un simple extraño para mí.
Mirándome fijamente con un evidente tono de amenaza dio algunos pasos para reducir distancia mientras me señalaba de forma inquisitiva.
— Mejor evita cabrearme más de lo que ya de por sí me encuentro, te aseguro que no te gustaría ver mi peor cara.
— No te prometo nada.
— Ok... entonces puedo suponer que me lo harás difícil.
— Que bueno que lo has notado, me ahorras el tener que decirlo directamente.
Una risa diabólica se formó en sus labios, escucharme pronunciar aquellas tales palabras habían hecho que de tal hombre se fuese derramada la última gota de paciencia, aunque aún no se atrevía a actuar.
De su cuerpo empezó a surgir una especie de humo, imagino ante nada que se trataba del efecto que se podía percibir tras haber surgido aquel inusual cambio de temperatura tras esta descender.
Pero no, ante todo no se trataba de eso, si no que más bien el tan descarado se encontraba realizando cambio de piel completamente ante mis ojos, así que sin duda la situación solo iría de mal en peor.
Dominieck ya con un aspecto animal dejando ver por completo su piel lobuna, mostrando sus dientes con evidente rabia buscaba intimidarme.
Aun así y sin embargo allí quieta me quede; debía sentir miedo, lo sé ante, tal actitud, es lo menos que debía de hacer supongo, pero sin embargo completamente serena me encontraba, cual conducta irracional se podía llegar a pensar que yo presentaba, pero sin dudas yo sentía que aquel simplemente no se atrevería a hacer algo contra mí.
Su voz ya sustituida por aquellos gruñidos comenzó a resonar en mi cabeza con fuerza tras cada jadeo y amenaza haciéndose escuchar.
— No me temes.
— Temerte como tal no, aunque ante todo prefiero mantenerme lejos de ti.
— ¿Por qué? Sabes que como alfa tengo la autoridad máxima alrededor de los límites de Belcier y que en mi calidad de líder puedo tanto salvarte como destruirte, yo en tu lugar me mantendría cercana y me tendría más como un fiel aliado.
— Lo sé, pero yo no soy tu.
Una expresión de confusión y de desconcierto tomo el rostro de aquel lobo, no entendía para nada mi forma de ser, aunque eh de admitir que eso, dudo que en este mundo alguien lo pueda llegar a hacer.
— Puedo imaginar que ante todo tu vida para ti es importante no es así.
— Claro que lo es Dominieck.
— Te tengo una noticia entonces, las respuestas que des ahora serán ante todo objeto de salvación o no para ti.
— Te lo he de repetir una vez más no te tengo miedo, ni a ti, ni a tus amenazas, pregunta lo que necesites, pero hazlo rápido para poder deshacerme de ti lo antes posible.
El desconcierto en Dominieck tras escucharme era completamente evidente, aquel no podía creer la forma en la que yo me encontraba hablándole como si nada, como si de un lobo cualquiera aquel se tratase.
— Valla carácter tienes, no me sorprendería en saber que nadie te quiere y que tu soledad ha sido parte de tu castigo Emma.
Sus palabras estaban empezando a sentirse cada vez más subidas de tono y con ello también mi enojo comenzó a crecer.
Allí sentada mi agitación empezó a notarse, mi ansiedad se volvió completamente visible tras aparecer aquel tic que domina los movimientos de mis piernas ante el estrés que la situación me producía, haciendo así que mis extremidades bailotearán de forma inconsciente.
— Que vas a saber tú de mí, niño rico de ciudad, tu burbuja está limitada meramente a manejar los bienes de tus padres, incluso puedo afirmar el hecho de que no conoces cómo se siente el verdadero dolor, el sufrimiento y por ende la soledad.
— No te atrevas a hablar de ellos Emma, no tienes el derecho de mencionarlos en tu sucia y mentirosa boca.
— Y que, si lo hago, crees que me voy a quedar callada a pesar de encontrarte con tal forma, pues no, lo dicho, dicho esta y aun amenazándome no cambiaras la realidad.
La ira de aquel crecía tras cada palabra mía y con ello mi confusión también, no comprendía para nada el hecho de todo lo que estaba pasando y aún menos el porque me había traído hasta aquí con tanta insistencia, mientras se encontraba realizando preguntas casi al azar.
Mirándole respire profundamente y me puse de pie mientras aún mantenía los brazos unidos a mi cuerpo pues era inevitable el no sentir aquella marejada de sensaciones que producía la baja temperatura en mí.
— No sé qué es lo que buscas, ni mucho menos que es lo que esperas escuchar, pero es evidente que esto no nos llevará a ningún lado.
— En eso ambos estamos de acuerdo.
La verdad me importaba poco lo que de su persona pudiera venir solo quería marcharme salir de allí, así pues, en un intento de huida empecé a caminar como si no me importara nada mientras que aquel mostraba los dientes amenazadoramente.
Con confianza di aquellas pisadas y por su vera cruce como si lo que allí se encontrase fuera una ilusión creada por mi propia mente a la que no le di importancia, comparándolo a él con la nada misma para no retroceder.
Pensé que realmente aquel me dejaría ir, si lo sé, fui tonta en pensar que mi libertad la obtendría tan fácilmente en aquel momento, aunque era completamente evidente que no sería así y solo vasto una leve distracción mía para que aquello se acalorará aún más.
Confiada me acerque hasta la puerta ahogándome en un mar de pensamientos y miedos no obstante allí una vez más actuando aquél como cual cobarde intento atacarme mientras aun le daba la espalda.
— Sabes algo Emma por un momento llegué a pensar que eras una inocente loba, ajena a lo que sucede en esta ciudad, pero cada vez más me convenzo de que eres una astuta charlatana que solo vino a remover la paz de mi vida.
Ante sus palabras no pude evitar sentir frustración e ira combinada pues era ilógica su forma de actuar y así mientras apretaba con fuerza mis puños le seguí escuchando.
— Dime, porque no hablas y me dices de una buena vez para quien trabajas, dime anda, quien te contrato porque no creo que simplemente hayas venido a Belcier por puro placer.
Aun me encontraba de espalda me había quedado completamente quieta tras haberle escuchado incluso daba la impresión de que mis pies se habían unido al suelo y no pude evitar repetir sus palabras; acaso me había llamado charlatana en mi propia cara actuando con tanto descaro.
Sin pensarlo mucho y con evidente rapidez me di la vuelta era algo totalmente visible el hecho de que buscaba provocarme y no de la mejor manera.
— Pues lo creas o no vine a Belcier con esa intención.
— No te creo, no te creo nada, dime a qué juegas.
— No tengo porque jugar a nada.
Aquel lobo empezó a acercarse a mí, sus enormes ojos denotaban alerta máxima, algo me decía que sin dudas en cualquier momento podría explotar y temía que sin dudas yo me llevaría la peor parte.
— Dime Emma, le temes a la muerte.
— Más que temerle, la considero como a una vieja y triste amiga, así que no, no le temo a la muerte.
Era evidente de que aquel tampoco entendía que era lo que sucedía tras escuchar mis respuestas pues mis palabras lo dejaban en estado evidente de desorientación.
Aún en más yo al encontrarme completamente ajena a esta situación que, aunque se relacionara con aquel, parecía más que nada todo aquello una simple broma y una de muy mal gusto permanecía cuestionándome constantemente ante sus preguntas.
Con un audaz movimiento aquel se acercó a mí e hizo que literalmente me quedara prisionera entre él y la pared mientras se mantenía observándome y rotándome.
— ¿Qué intentas hacer Dominieck?
— Nada que no sepas, o que crees conozco a las chicas fáciles como tú.
Aquel lobo se puso de pie su imponente tamaño a dos patas era completamente descomunal, parecía una columna de roca firme la cual no tenía intención alguna de moverse de lugar.
Sus palabras estaban causando mucho dolor en mi ser, por más que decir era sumamente fuerte el tener que escuchar como aquel me acusaba y recriminaba a pesar de no ser consciente de que era lo que sucedía.
Ante aquel no tuve otra opción más que bajar la guardia al menos un momento y agachando la cabeza buscando la manera de evadir por completo sus ojos y el aire que salía de su hocico cerré los ojos e intenté distraerme con mis propios pensamientos.
En siendo amenazas u ofensas todas las escuche venir de él, el descontrol se volvió participé de sus acciones y reacciones haciéndose cada vez más explosivo.
No sé por cuánto tiempo estuvimos así peleando el uno contra él otro, lo que si se a la perfección es lo que ocurrió segundos después pues aquel aun en su forma animal intentó propasarse conmigo intento desnudarme para reclamar mi cuerpo sin mi permiso.
— ¿Qué haces? — grité tras ver cómo había acercado una de sus patas y de la nada rasgó mis vestiduras dejando mi pecho casi completamente descubierto salvo por el sujetador que aún se mantenía lo poco de dignidad que aún me quedaba mientras se burlaba en propia cara.
Era completamente enserio, aquel sin dudas pensaba lo peor de mí, pero ¿por qué? Si yo nunca había hecho nada en su contra.
Sus gritos como navajas perforaban mi alma desgarrándome en pedazos, era imposible pensar cómo alguien podría llegar a albergar tanto odio dentro de sí por alguien que no le conoce y que mucho menos le ha hecho nada.
Por ende, durante ese tiempo me había contenido, había controlado mi rabia y mi ira, pero como todos yo también tengo un límite así que levanté mi cabeza aun a pesar de tener mis ojos inundados por las lágrimas, lágrimas que descendieron por mis mejillas tras abrirlos.
En mis manos acumulé todo el peso junto al dolor que tenía prisionera en ellas tras clavar por severidad mis uñas a mis palmas e hice dos puños perfectamente formados.
Aquel en el momento justo en el que me vio posar mis ojos en él guardo silencio la razón la desconozco, pero parecía suponer que ya no había vuelta atrás.
— Sabes porque quizás tus palabras pueden llegar a herirme Dominieck...
Replique mientras un nudo presionaba mi garganta.
— Porque, aunque la mayoría de ellas, son mentiras durante estos años las he tenido que escuchar cientos de veces contra mí y he tenido que guardar silencio, esta vez créeme que no será igual; sí efectivamente estoy sola y prefiero eso a tener a alguien tan miserable a mi lado como tú.
Dije aquello con el corazón en la mano estaba lista para enfrentarme a lo que sea que fuera a pasar y zas con toda mi furia libere aquella energía que había mantenido contenida en mi desde que había iniciado este extraño juego el cual se encontraba meramente controlado por él.
Así que terminé propinándole un reverendo puñetazo en la cara que, aunque sabía que no le haría nada la sensación que provocaría si sería significativa para él.