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Chapter 19 - Un nuevo lugar para conocer...

Han transcurrido ya algunos días desde que vi a Dominieck por última vez; para sorpresa de todos aquella noche término de transcurrir en santa paz, paz que era bien merecida para cada uno de nosotros luego de tal caos.

Aún hoy en el marcado compas que lleva este día recuerdo sus ojos levemente apagados mientras una sonrisa tomaba de forma delicada la curvatura de su boca tras despedirme dirigiendo de inmediato tras el auto de Lyall.

Él, atento a cada uno de mis movimientos me siguió con una mirada apagada y ya cuando mi partida era inminente solo levanto los dedos al tiempo que les movía en zip zap dedicándome cual simple gesto de despedida y allí a su suerte le dejamos en compañía del tío Martín.

Nuestras mentes funcionan de manera a veces incomprensibles pues aquella busca atormentarnos de las maneras más ilógicas puesto que curiosamente pase de batallar para tener mi libertad y no tener para nada cerca a Dominieck, a pensar constantemente en él y en aquel apasionado beso que me entrego al devorar mis labios con tanto deseo.

Inocentemente, yo al fin y al cabo llegué a pesar que todos mis problemas hasta aquel momento llegarían a su fin, pensé que literalmente aquellos finiquitarían con solo alejarme de aquel hombre, pero no, desde entonces todo ha ido de mal en peor.

En el transcurso de aquel tiempo han venido sucediendo cosas que puedo citar como situaciones atemorizantes que, aunque podrían pasar como por simples paranoias mías no dejan de ser inquietantes.

Algunos sucesos como la aparición de sombras que surcan alrededor de mi en la noche una vez que me encuentro en el exterior sola oh acompañada por mencionar alguna...

Algo que me preocupa demasiado son aquellos inquietantes ojos que me observan desde la oscuridad en medio de los árboles y que completa claridad puedo notar, oh en su defecto aquellos aullidos que desde el interior del bosque se suelen escuchar tras la aparición de la luna sobre los cielos, pueden llegar a colocarle los pelos de punta hasta a la persona más valiente.

Ahora bien, como es de costumbre desde lo ocurrido en el restaurante me encuentro distraída balla sorpresa nada singular en mí, muy sumergida en mis pensamientos, nadando en el mar de ideas sin fin que arremeten en mi contra mientras observo el exterior acomodada en el asiento trasero del taxi en cual me encuentro.

Por ende y no es de extrañar en aquel momento estoy tan abismada dentro de mi sola consciencia que no me doy cuenta siquiera de que el auto se había finalmente detenido cosa que descubrí una vez tras Lina intervenir, si no y eh de ser sincera en ello probablemente aun me encontraría en las nubes como si nada estuviera pasando.

— Tierra a Emma.

Pronuncia Lina por vez primera luego de que tomamos aquella carretera en total silencio, mientras chasquea sus dedos frente a mi rostro intentando hacerme reaccionar.

— Lo siento me eh quedado en las nubes.

— Me eh dado cuenta, chica distraída — cual reflejo de risa sarcástica Lina emano de su ser una vez me escucho, pues sin dudas en el tiempo que llevamos tratándonos ha tenido que aprender a conocer algunas de mis singularidades y precisamente mi habilidad para permanecer atenta a la nada es una de ellas

— Ya hemos llegado Lina.

— Según el chofer sí, hemos llegado — con honestidad recalca Lina aquello pues ninguna de las dos nunca nos habíamos dirigido a tal ubicación tal destino era completamente nuevo para descubrir.

A diferencia de los demás días, hoy Lina y yo no nos encontramos en el restaurante, si no que hemos salido con rumbo a las afueras de la ciudad con destino a la casa de campo del tío Martín, gracias a que este hace un par de día nos extendió una invitación para sorprender a la tía Susan que en pocas horas arribara a Belcier.

El tío más que nada nos pidió ayuda para organizar todo para así darle a la tal mencionada una merecida bienvenida, gracias a la cercanía familiar y confianza que ya ha depositado este de por si en nosotras.

Fue entonces que gracias a esto que desde tempranas horas de la mañana Lina y yo nos dispusimos a preparar nuestras maletas para pasar un fin de semana con ellos en aquella casa y así disfrutar del aire fresco junto al silencio de la naturaleza.

A diferencia de otros días cosa extraña de por más decir, Lyall no nos acompañaba pues curiosamente aquel lleva un tiempo sin aparecer.

Si a ser específica voy desde antes de ayer en la noche cuando el tío Martín nos extendió la invitación, una vez que estuvimos en Vinchenzo tal hombre desapareció como por arte de magia se esfumo sin decir nada, incluso Lina y yo hemos tenido la impresión de que la tierra tras sus grandes y colosales fauces quizás se lo habían devorado sin dejar rastro alguno de su persona.

Aun así, a pesar de nuestra preocupación por aquel, decidimos partir suponiendo claro está que probablemente Lyall seguramente se encontraría con Dominieck, por ende, nos encontramos meramente a disposición la una de la otra, el apoyo era nuestra única defensa y la gallardía nuestra mayor arma en aquel lugar totalmente nuevo.

Finalmente ha llegado la hora y tras fijar mi atención en el semblante que conforma el exterior, debidamente me dedico a escudriñar aquella imagen que se forma ante mí no muy bien llegamos.

A la entrada como cual coraza un enorme portón en color oro se alza ante nosotras una vez que abandonamos aquel taxi; curiosamente las compuertas permanecen abiertas de par en par invitándonos de forma evidente a ingresar mientras que al fondo un enorme caserío pintando de blanco con grandes ventanales y detalles pintados en el mismo tono sobre salen como ningunos otros.

— A alguien aquí como que le gusta lo extravagante — recita Lina tras la sorpresa tomarle una vez que deslumbra tal escena mientras que deja los ojos completamente abiertos.

— Pensé que lo habías notado ya, en Lombardi la extravagancia es lo primero, tal concepto lo puedes contemplar en los detalles que relucen en el Gran Atlante, aunque por lo general quien debiera ser ostentosa ante todo es la mujer, pero en el mundo no existen personas más sacadas de lo común como la tía Susan y el tío Martín, sus papeles en ese sentido son completamente invertidos.

Mis palabras guiadas ante la picardía y la necedad misma hicieron inminente que un halo de jocosidad nos dominara, con solo mirarnos a la cara aquella explosión de emociones nos dominó haciendo que en el acto nos relajáramos tras venir experimentando algo de nerviosismo desde tempranas horas de la mañana.

Con maletas en mano una vez nos calmamos Lina y yo empezamos a caminar por el sendero completamente marcado que se refleja desde la entrada exterior donde nos encontrábamos y que da hasta la entrada de aquella casa.

A nuestro paso un amplio jardín de derecha a izquierda reluce ante su hermosura flores de belleza diversa y aromas penetrantes son visibles y/o perceptibles tras nuestro andar, mientras que perfectamente dividido a la mitad se encuentra por aquel camino.

— Es indudable, este jardín tiene el toque perfecto de las manos de la tía Susan — deduzco por intuición propia al observarle.

Lina dudo el escucharme, la imagen de la negación se dibujó en su rostro pues ante nada suponía que tal proeza era ante todo parte de alguna obra llevada a cabo por las manos de algún jardinero famoso.

— No lo creo, aunque digas lo que digas lo dudo... dudo que una mujer adinerada pueda hacer esto, es imposible que aquella llegue a ser capaz de ensuciarse las manos para llevar a cabo tales tareas aún más y suponemos que esta no sea para nada experimentada en el tema, sería alucinante que alcanzara tal imagen.

Ante nada la intención de Lina no era para nada juzgarla por su posición económica sino más bien la admiración que resaltaba de ella era notable; ahora bien, si tales emociones Lina se encontraba experimentando tras yo emitir tales vagas palabras, no quiero pensar luego la locura de tiempo que le tomara para controlarse una vez que la tía y ella se conozcan.

— Pues estimo que así sea y que probablemente sus manos sean las creadoras de tal lienzo, aun así, sabes que se te permite tener el beneficio de la duda, la libertad de expresión es parte nuestra.

Por un segundo guarde silencio tras un sutil recuerdo atravesar mi mente y luego de pensarlo un poco al batallar en si sacarle a luz o no recalque.

— No sé de dónde viene su amor por las flores y por los espacios así de llamativos, pero cuando era niña llegue a estar un par de veces en su casa cuando aún los tíos vivían en Venecia...

Dije mientras divisaba aquel recuerdo como si estuviese en el en tiempo presente mientras fijaba mi vista hacia adelante fija en el camino, aquella imagen se plantó en mi mente a toda forma y color mientras continuaba diciendo.

— Recuerdo que ellos solían vivir próximos a un canal cercanos a una famosa cafetería del área ″Tazza di porcellana″ ese si no mal recuerdo era su nombre, tanto la casa como el establecimiento quedaban uno al frente del otro y para llegar a ellos respectivamente debías de cruzar un puente suspendido, por donde debajo de este solían transitar mucho las góndolas constantemente por lo que los cantos de los gondoleros se escuchaban e inundaban los callejones.

La alegría tras imaginarme tales momentos se manifestó en mi rostro ya que ir a aquella casa suponía una enorme alegría para mí y sin poder evitarlo deje formar en mi boca una marcada sonrisa, llevando mi rostro de vez en cuando tomado por la alegría pura en dirección a Lina seguí mi narración.

— La casa era de tres niveles, desde afuera parecía ser diminuta, pero la verdad era bastante engañosa era muchísimo más espaciosa de lo que parecía; la azotea era completamente abierta y justamente en ese tercer nivel donde se encontraba dicha azotea la tía formo un hermoso jardín minimalista; en él ella plantó cuantas flores aromáticas pudo encontrar para cubrir un poco la peste de los canales y así poder disfrutar del exterior.