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Chapter 23 - ¿Por qué estás aquí?

Una vez que me encontraba en la cocina y gracias a la ayuda que recibí de la señora Meredith momentos antes, teniendo todo lo necesario a mano la magia ocurrió.

Preparar la masa, la mermelada y todo lo que conlleva hornear, fue relativamente fácil una vez estuve en la cocina, claro está, pues tal receta fue parte de mi repertorio a practicar durante muchos años pues según la abuela no había nada que se podría saltar.

Ojo claro está, todo dependerá de lo que busques lograr pues sí realmente se quería una perfecta preparación del pie de arándanos hay que seguir sin dudas los pasos al pie de la letra por lo cual esta receta se convirtió en unas de las cuales más lleve a cabo.

Ahora bien, una vez que aquel ya se encontraba en el horno el olor que de tal se desprendía era inigualablemente deleitable pues con el solo hecho de sentirle, la humedad dominaba el paladar de quien se encontrase cerca.

— He de admitir que te mueves con una gracia como ningún otro chef Emma.

Comentó Meredith al verme ir de aquí para allá envuelta en el constante movimiento que implica llevar a cabo aquella tarea, aunque he de decir que para nada es estresante, aunque si es extenso y laborioso el proceso.

Tras escucharle no pude evitar sentir un poco de pena y vergüenza al ver su rostro embobado al verme danzar como si me encontrase en sus aguas de aquí para ya.

Aquel aroma parecía pasar todo menos que desapercibido pues no muy bien le saque del horno tras su segunda ronda de cocción que tanto el tío Martín, Lina y Silea aparecieron en escena.

— Espero que como huela sepa porque sin dudas me ha abierto el apetito — comentó Lina una vez entró en la cocina.

— Pues tendrás que esperar, no comas ansias querida — exclame sin tardar al notar como los ojos de aquella chica se iluminaban mientras le observaba.

Ya los platillos que yo había preparado casi todos por no decir nada más, la mayoría de ellos para aquel momento yacían sobre una rejilla en la cual les había colocado especialmente y de forma estratégica para que se enfriasen, cosa que era necesario antes de desmoldarlos para que no se estropeasen.

Aun así, el tío al ver el pie sobre la parrilla no se pudo contener y con emoción recalco una frase en la cual se podía percibir por completo su emoción.

— Durante todos estos años no pensé que esta imagen se podría llegar a repetir ante mis ojos una vez más, así que con solo sentir su aroma puedo llegar a decir que Emma, realmente has hecho un excelente trabajo.

— No es nada tío de verdad, más allá de ser un evidente detalle no tiene más valor, solo espero que de verdad la tía se sienta feliz con tal regalo, aunque no es mucho para dar le he hecho con todo el afecto que tengo hacia ustedes.

El tío sin dudas había sentido una evidente nostalgia pues lo pude llegar a distinguir en sus ojos un tanto húmedos y sumamente expresivos, sentimiento que le llevó a acercarse a mí para estrecharme en un cálido abrazo.

A partir de aquí los preparativos para el recibimiento se volvieron fundamentales y extenuantes, pues, por un lado, yo buscaba dar los últimos detalles a cada uno de los platillos creados por mis manos, mientras que por el otro el alboroto entre las empleadas, el tío y Lina no se hizo esperar.

El ir y venir entre una u otra tarea nos colocó en tiempo límite, así que ya era solo cuestión de minutos hasta que el auto en el cual se desplazaba la tía Susan apareciese en aquella entrada.

Los últimos detalles los llevamos a cabo con gran rapidez pues ante todo la gran bienvenida no se llevaría a cabo dentro de la residencia, sino que todo se haría al completo aire libre en una especie de picnic sobre una colina en un estrecho del bosque a un costado de la casa.

Dicha colina se encuentra próxima a una vena de un manantial que se extiende por allí a todo lo largo dentro de la residencia, vena que según el tío surge de una montaña cercana.

Allí todo se organizó ante la vista majestuosa que la naturaleza nos regalaba, pues la paz que en tal ambiente se nos suministraba era única y perfecta para aquel día y porqué no también para aquel momento.

Tal sensación la pude sin dudas hacer mía una vez que Meredith me dejo sola allí para que vigilara por un momento el espacio que ya había sido habilitado, debido a que los demás hacía algunos segundos habían regresado a la residencia en busca de algunas cosas que hacían falta.

La tarde ya estaba cayendo, el cielo se encontraba despejado e incluso había cambiado su semblante por uno más romántico y sereno marcando con énfasis el reloj poco más de las cinco y treinta minutos de la tarde.

Allí y ya viendo que la esterilla se encontraba debidamente acomodada sobre una fina capa de hierba me acerque a ella, me retiré los zapatos para acomodarme en su superficie y me deje caer.

Desde allí me dediqué a contemplar la serenidad que aquel lugar emanaba aún más al tener en frente a aquel manantial de agua fresca y cristalina que se abre paso a todo lo largo en su recorrido bañando con todo esplendor aquel sublime espacio lleno de vida y color.

Ante todo, me negaba de forma evidente a apartar la vista de aquel lugar pues sin dudas estaba disfrutando de aquel momento en su máxima expresión.

— En qué piensas Emma — musitó una voz ronca y persistente que se encontraba en dirección a mi espalda.

Tras escucharle ante la sorpresa no pude evitar girarme pues se suponía que para aquel momento me encontraba sola allí.

— Dominieck pero, cómo… ¿Qué haces aquí?

Allí aquel hombre se encontraba de pie con sus manos levemente introducidas en los bolsillos frontales de su pantalón mientras mantenía una expresión seria y confiada.

— Martín me invitó.

— ¡El tío! estás seguro que fue él quien lo hizo o no será alguna tetra tuya.

— Sí completamente, es más me lo informo de manera especial hace algunos días mientras nos encontrábamos entablando algunos negocios en mi oficina.

Escucharle me hizo sentir confundida y la pregunta de cómo o porqué estos dos mantienen relaciones de negocios aparentemente algo estrechas no tardó en resonar.

Tales palabras me parecieron extrañas pues soy consciente que, aunque el tío no habla pestes en contra de tal hombre no es ante todo santo de su entera devoción como para actuar de forma tan cercana con aquel.

— Sin dudas algo me dice que tu presencia aquí trae una sorpresa de por medio, sería muy raro que no fuese así — dije mientras le miraba.

— Quién sabe, aunque te doy la razón, ahora bien, me pregunto quién acarreará la mala suerte pisándole fervientemente los talones tú o yo, pues he de decir que ante nada que se haga de tu entero conocimiento que no soy yo.

— Y según tú qué significa eso.

En la comisura de su boca se formó una expresión de burla completamente evidente.

En Dominieck era completamente evidente que no le importaban los sentimientos de los demás, para él sin dudas solo había alguien que merecía plena atención y todo tenía en gran medida que girar en torno suyo.

— No lo sé, tú dime.

Ante su respuesta le observe de pies a cabeza intentando quizás analizar su postura y porqué no sus palabras junto a sus expresiones, pero al notar que nada en el cambio tras emitir aquello simplemente voltee la cara para evadirle.

Allí nuevamente me dedique a deslumbrar la imagen que mis ojos hacia un momento me encontraba contemplando rogando por un lado internamente porque aquel hombre se fuese de allí, pero, no.

En vez de eso Dominieck se acercó aún más a la esterilla cosa que inmediatamente percibí tras escuchar el crujir de la hierba que cedía ante cada pisada suya por lo que en un nuevo intento dirigí mi vista nuevamente hasta aquel quien de forma pacífica se acercó y quien de forma inmediata se quitó los zapatos y se acomodó justo a mi lado.

Ante todo, aquel busco acortar distancia entre los dos por lo que se acomodó lo más cercano a mí que pudo mientras mantenía una posición boca arriba, en tanto se dedicaba a admirar fijamente el cielo a la vez que entrelazaba sus dedos por detrás de su cabeza tomando así una actitud completamente despreocupada.

— No pensé que no hacer nada, pudiera llegar a sentirse tan bién — comentó mientras entre cerraba sus ojos.

— Me sorprende que los disfrutes, chico rudo.

— Qué quieres decir con eso.

— Que es extraño que alguien tan entre comillas varonil y serio como simulas ser, pueda simplemente echarse, así como lo has hecho.

— Entonces según tú, yo no puedo apreciar lo delicado y sublime aun mereciendo este lugar tales adjetivos.

— Qué conste que lo has dicho tú, no yo.

— Emma yo también sé tomar tiempo para mí.

— Si claro.

— No estoy bromeando, lo sé hacer.

— No te mientas a ti mismo, estoy segura de que ni te acordaras de la última vez que estuviste así.

Dominieck ante mi respuesta se llenó de una aparente indignación de la cual sólo él era capaz de manifestar y mirándome de reojo indicó.

— Lo tendré que repetir estimo — por un momento se quedó en silencio muy presumiblemente molesto por lo dicho por mi hasta que replicó — de verdad chica, eres una insolente.

— Según tú lo soy porque no me importa decir la verdad o porque simplemente tú evitas escuchar esa parte de la historia en la que tú te muestras débil.

Si las miradas pudieran llegar a matar estoy segura de que en ese instante si se lo hubiese propuesto de mí Dominieck no habría dejado ni una misera parte, pues cual expresión cortante remitió hasta mi persona dando a entender que sin dudas se encontraba aludido.

Los segundos pasaron donde el incomodó silencio entre los dos se alojó, silenció que se volvía cada vez más atormentante desde un principio tras acomodarme en la esterilla mantenía una misma posición, pero tras la incomodidad llegar a mí cuerpo y siendo consciente de que no había peligro alguno decidí imitar a Dominieck al verle permanecer allí de manera plácida.

Así que extendiendo mis piernas me deje caer sobre la esterilla boca arriba simulando no tener ninguna preocupación, una vez me acomode coloque mis manos a nivel de mi vientre mientras dejaba en modo reposo mis codos contra el suelo y emitiendo una profunda respiración me hice relajar.

— Qué tanto hacías que te noto tan exhausta.

— Porqué tendría que decírtelo.

— Emma porque eres tan repelosa, actúas tan a la defensiva que incluso pareciera que piensas que todo el mundo te hará daño.

— Créeme cuando te digo que no eres precisamente la persona indicada como para decir eso o tengo que recordarte que pasó la última vez que tu yo nos vimos.

— Emma no crees que estás siendo cruel, entiéndeme solo estaba intentando mantenerme seguro.

— En lo absoluto, para nada soy cruel más sin embargo soy justa con mis palabras.