Cuando a fin de cuentas buscaba devolver a aquella pieza de nuevo hasta la cama, pude notar que aun costado sobre aquella reposaba sobre la misma superficie una pequeña tarjeta en color crema muy sutil con la letra un tanto desaliñada y desprolija, la cual parecía más que nada que había sido escrita muy aprisa.
En ella se podía leer con completa claridad ″Por favor úsalo, sé que para nada tal atuendo conforma parte de tu estilo, pero, por favor lo recalco úsalo, permítenos contemplar la hermosura de la cual Emma es capaz de reflejar, tal y como lo hacías en Venecia sin ningún tipo de restricción, deja que aquella dulce niña aparezca una vez más ante nosotros" — Lombardi —
— Por lo menos el tío entiende que para nada esto va conmigo — recalqué al tiempo que hacía un movimiento un tanto sarcástico con la cabeza.
— Ya que vine aquí me limitaré a no hacer berrinches así que como una buena señorita haré lo que se me pide, aunque no sea de mi completo agrado — comenté intentando más bien mantenerme con completa tranquilidad.
Así que sin mediar palabra u objeción tome la punta de la trenza francesa con la que mantengo recorrido mi pelo la mayor parte del tiempo y comencé a soltar cada una de las cadenetas hasta llegar a la raíz liberando así por completo mi cabellera.
Por lo cual así fue que solo me bastaron algunos cuantos segundos hasta completar dicha tarea, la cual no muy bien realice tome camino hacia la ducha.
Una vez allí tras abrir la regadera ya dentro de aquel baño lave mi cuerpo y mi pelo de manera cuidadosa sin saltarme ni un mínimo espacio en mi piel, sin dudas deje que el agua recorriera mi cuerpo con propiedad para que se llevara consigo mi malestar junto al cansancio que ya venía sintiendo por lo ajetreado de tal día.
Estar en la ducha significó más que un alivio para mí, por lo que hay intente dejar todas las cargas y la incomodidad que podría llegar a cargar, deje que mi cuerpo se refrescara tanto que incluso parecía que mi piel se fundiría con el agua.
— Si no tuviera que de nuevo salir me quedaría aquí todo el resto del día junto a la noche — pensé tras lamentar el hecho evidente que se avecinaba, el tiempo cumbre el cual sin dudas era el tener que abandonar ya la ducha.
Así fue que tras sentirme una vez lista cerré la regadera, me aleje de ella y tome dos toallas de un estante cercano.
La primera la tome y la acomode en mi cuerpo tras secar mi piel por lo cual así cubrí mi desnudez mientras que la segunda la coloque en lo alto de mi cabeza para liberar un poco mi pelo de la humedad.
Una vez lista ya con prisa pues estimaba que el tiempo lo tenía más que nada encima salí de aquel cuarto de baño con rumbo fijo hasta el centro de aquella recamara, allí me hice con mi maleta y extrayendo de ella algo de ropa interior ceñí aquellas prendas junto al enterizo sobre mi cuerpo.
Dudo que cualquiera pudiera llegar a imaginarse tan solo por un momento la cara de sorpresa que en mi rostro se formó tras admirarme una vez en el espejo, ya que me encontraba completamente vestida pues aquella pieza no solo me quedaba bien, sino que me entallaba de forma tal que se marcaban completamente mis curvas sin llegar claro está a lo vulgar e indecoroso.
Emocionada por cómo me veía me dediqué por un momento a observarme mientras permanecía fija en aquel reflejo y estimo que probablemente cualquiera que me hubiera visto se hubiera reído de mi al ver mi cara idiotizada y porque no pasmada ante tal echo.
Inmediatamente volví a la realidad procedí a arreglar mi pelo al cual más que nada meramente le coloqué algo de crema para peinar antes de cepillarle completamente procedimiento que realicé antes de darle forma revelando con completa libertad mis ondas naturales.
Y fue precisamente cuando me encontraba estilizando el último mechón que de la nada la puerta se escuchó retumbar justo en mi lado derecho.
¡Toc, toc, toc!
Tres veces consecutivo aquel sonido se escuchó dando una evidente señal de que alguien sin dudas se encontraba del otro lado.
— Un momento — grité con fuerza con la intención clara de que la persona que se encontraba del otro lado fuera capaz de escucharme, pero sin embargo de nuevo aquel sonido se escuchó.
Toc, toc, toc... aun con mayor fuerza y con mayor ahínco.
— Ya voy, un momento — de nuevo replique aquella frase, pero simplemente quien fuera la persona que allí se encontraba no se rendía así, que por una tercera vez aquel sonido se escuchó.
Ya rebosada por la inquietud que emanaba de aquel individuo, tras abandonar el cepillo sobre el tocador con el que peinaba aquella zona de mi pelo con rapidez me dirigí hasta la puerta con casi la nula presencia de la bien llamada paciencia en mí.
Con velocidad abrí aquella puerta, sin dudas le dejé de par en par entre aquel desconocido y yo, mientras que desde el pasillo unos ojos enormes y vividos chocaban con los míos, mientras tal imagen se alzaba aquella persona permanecía allí de pie serena, anonadada a la vez que sus ojos me observaban con inquietud.
— ¡Hum!, entonces así es como la servidumbre se convierte en doncella como en el cuento de la afamada Cenicienta y valla que doncella — murmuró al tiempo que las esquinas de su boca bailoteaban inquietas mientras aquel intentaba formar una sonrisa maliciosa.
— Tu otra vez, no se suponía que estabas en la colina.
Replique tras mi cerebro hacer clic y confirmar de quien se trataba; de pie frente a mí aquel hombre se mantenía erguido y firme.
Sin dudas en él podía percibir alguna que otra diferencia, sensación que me inquietaba pues no sabía si se trataba por la ropa que llevaba puesta o si solo se debía a uno de esos cambios drásticos de humor que Dominieck suele hacer notar, porque sí meramente se trataba de aquel hombre.
Tal caballero sin dudas en aquel momento tenía un aspecto un tanto singular, pero de algún modo algo me decía que seguía siendo el mismo mostro que yo suponía conocer solo que con diferente bozal.
De arriba abajo lo contemplé intentando descifrar su vestimenta pues a diferencia de los demás días e incluso del momento en el que lo vi en la colina, aquel no portaba algún traje elegante típico en él como lo son un pantalón de tela, camisa formal y un saco, sino que más bien su ropa era muy parecida a la mía, tanto en su aspecto como en el color.
El blanco resaltaba curiosamente con imponencia al venir de él y para mala o buena suerte mía de igual forma dejaba su completa varonilidad a la vista.
La camisa ajustada abierta por algunos cuantos botones en la parte delantera dejaban visiblemente su musculoso pecho al descubierto y ni se hable de aquellos pantalones semi holgados que a pesar de su forma dejaban mostrar sus bien contorneados glúteos haciendo que ante mis ojos un deseo lujurioso se presentará.
Sin poder evitarlo al observarle no pude contenerme acción inminente a causa de mi loba y ante el no pude resistirme a morder mi labio inferior con vehemencia hasta el punto que hice brotar incluso algo de sangre de aquel, haciendo que por un momento mi parte animal intentase surgir.
El calor en mi en un abrir y cerrar de ojos empezó a hacerse notar y junto a ella una marejada de sensaciones surgieron.
Pero no, como pude la contuve dentro de mí con autoridad tras el sabor metálico de la linfa sentirse en mi paladar con gran énfasis, haciendo que me despertara ante el trance en el que mi loba me estaba sumergiendo.
La sola presencia de aquel hombre en aquel instante me infundía bastante morbo de una manera un tanto incluso absurda, viniendo claro está de una loba pura que no conoce el deseo de la carne.
— ¿Que carajos está pasando?
Pensé y sin dudas me cuestioné al tiempo que le daba la espalda intentando apartar mi vista de aquel.
A un a pesar de mi evidente conducta aquel no dijo ni una sola palabra más sin embargo dio respuesta a mi pregunta anterior.
— Sí Emma, se supone que lo estaba, pero al igual que tu tenía que venir a hacerme un cambio de atuendo — sin tardar replico aquello intentando dar rienda suelta a aquella conversación. .
— Ok, eso lo entiendo Dominieck, pero en todo caso ¿Qué haces aquí? Y lo que es más curioso ¿Cómo diste con mi habitación?
— Vine por ti, Lombardi, Lyall y Lina me obligaron a venir porque según ellos yo debía ser tu acompañante, por lo mismo has de suponer quienes fueron los que me indicaron como llegar — con prepotencia comentó como si dar aquella respuesta le hubiera pesado enormemente.
Otra más para marcar, un detalle más para la lista de los momentos incomodos que eh tenido que vivir, así que al escucharle no pude evitar darme la vuelta e increparle.
— Como que te obligaron nadie tiene porque hacerlo no es tu deber y menos tratándose de mí, además yo puedo llegar sola hasta allá.
— Así como lo escuchaste lo hicieron, ahora bien, para nada es un asunto cómodo para mí no tengo porque hacerlo, pero ya que estoy aquí no tengo de otra más que llevar la fiesta en paz, así que por favor terminar de arreglarte y vámonos de una buena vez.
— Ya veo, en verdad no es algo que nazca de ti no es así — repliqué con algo de tristeza tras escucharle reafirmar aquellas palabras — descuida sé que no soy nada importante comparada contigo así que sin dudas señor Bastrii me mantendré alejada lo más que pueda.
Repliqué sin intentar esconderme detrás de mascara alguna en donde ocultar mi malestar o detrás de las dudas presentes en mí, simplemente me expresé y lo hice reflejándome tal como soy.
— Algo así se podría decir.
El escucharle decir aquello me proporcionó más que una simple respuesta, sino que aquella también dejó en mi incrustado un profundo dolor, uno que incluso me dejaba un mal sabor de boca ante aquello me sentir morir y una enorme pesadez se asentó en mi pecho.
— Entonces ese es el caso Dominieck... — replique mientras que respiraba profundamente — ahora bien, yo por mi parte le digo a usted señor Bastrii que será mejor que se aleje, no quiero incomodarle más a usted de lo que ya lo he hecho, así que muy bien puede marcharse solo a la recepción pues contigo y créeme cuando lo digo no me presentaré.
Y retrocediendo algunos dos pasos sostuve la puerta por el borde próximo y di un portazo ante tal hombre, por lo que así sin más me alejé de aquella entrada cargando con algo de rabia sentimiento que sin dudas me hace sentir sobre todo una sensación asfixiante.
Con pasos decididos sumergida en la confusión con la mente un tanto nublada me orienté hasta la cama y de ella tomé las zapatillas de modo tal que una vez en mis manos me dejé caer sobre el pie de cama mientras mis ojos se humedecían gradualmente.